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Genocidio en Palestina: un día de lucha contra la indiferencia
Más de 150 entidades sindicales y humanitarias han convocado hoy una jornada de movilizaciones en solidaridad con el pueblo palestino. Aquí explicamos los motivos y el contexto que hacen imprescindible una respuesta ciudadana.
Este artículo se ha publicado originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerlo en catalán aquí.
LLÚCIA OLIVA // “La guerra no es solo posible porque unas personas asesinas la decidan, sino también porque millones de personas no hacen nada y permiten que suceda”, me dijo una vez Antoni Soler, veterano pacifista y escritor. En realidad, se necesitaría la protesta activa de millones de personas de todo el mundo que están en contra de la guerra de exterminio que Israel ha iniciado contra los palestinos, y quienes les apoyan, para conseguir la paz. No habrá paz sin presión ciudadana.
Desde 1947, Israel no ha atendido las resoluciones de Naciones Unidas que condenaban sus acciones contra los palestinos, ha incumplido acuerdos internacionales, ha estado haciendo la vida imposible a los palestinos de Gaza y Cisjordania de forma cruel y constante, pero nunca ha recibido ningún castigo. Ni de la Unión Europea, que ha pagado la reconstrucción de los destrozos israelíes, ni de Estados Unidos.
Desde los atentados de Hamás, 7 de octubre de 2023, Israel ha violado los derechos humanos y las leyes internacionales en su invasión de Gaza. Ha matado a más de cuarenta mil personas, la mayoría mujeres y niñas y niños, y ha torturado a dos millones, obligándolas a desplazarse continuamente de un sitio a otro sin refugio, ni agua, ni comida, ni nada. Y ha destruido el 60% de los edificios de Gaza, a cambio de pequeños logros contra Hamás y en la recuperación de los rehenes. Hablamos de un genocidio cometido con la impunidad más absoluta.
Dado que nadie ha hecho nada en su contra, los dirigentes israelís continúan ahora su campaña de exterminio hacia Líbano, un Estado soberano que ya ha invadido varias veces. La intención es acallar a los únicos defensores activos de los palestinos, las milicias de Hizbulá, a base de matar a una ciudadanía que nada tiene que ver.
Los dirigentes del Estado judío no tienen ninguna intención de negociar y alcanzar un alto el fuego. Si Israel hubiera querido la paz no habría asesinado a Ismail Hamiya, el dirigente de Hamás que se sentaba al otro lado de la mesa de negociaciones. A los dirigentes israelíes no les importa incendiar la región porque todo vale para intentar imponer su hegemonía.
Mientras, el presidente de Estados Unidos, que asegura querer la paz, sigue enviando millones de dólares en ayuda militar a Israel. El 60% de las armas que utiliza en Gaza y ahora en Líbano se lo proporcionan Estados Unidos. También desde Europa llegan voces condenando las acciones de Israel contra los palestinos, pero en un año de invasión de Gaza aún no ha sancionado al Estado judío. Mientras, se han aprobado más de una docena de paquetes de sanciones europeas contra Rusia por la invasión de Ucrania. Alemania sigue armando a Israel, e Inglaterra también, aunque haga ver que esto se acaba.
La realidad es que Europa no pinta nada desde que ha decidido subordinarse a los intereses de Estados Unidos y son éstos los que, si quisieran, podrían acabar con esta carnicería. Pero no quieren. Algunos intentan hacernos creer que Israel se aprovecha de la situación de impasse en la política americana, cuando faltan 40 días para las elecciones presidenciales y legislativas. Pero la mala noticia es que, gane quien gane, Estados Unidos seguirá apoyando a Israel.
El expresidente y candidato Donald Trump ya demostró su apoyo al Estado judío durante su mandato y trasladó la embajada a Jerusalén, un sueño de los israelís hecho realidad. La actual vicepresidenta y candidata demócrata en la Casa Blanca, Kamala Harris, ya ha expresado su apoyo incondicional a Israel durante la campaña y nada hace prever que cambie de parecer.
Demócratas y republicanos son prisioneros del lobby judío de Estados Unidos que aporta dinero en las campañas de los candidatos que apoyan la política de Israel, lo que les refuerza ante sus oponentes. De esta forma, el grupo de presión judío ha invertido cantidades nunca vistas para intentar eliminar de la carrera política a congresistas críticos con la guerra de Gaza y favorables a que Estados Unidos deje de enviar armas a Israel.
El dinero de los lobbies pro-Israel influye, pero también el de los fabricantes de armas, las grandes empresas armamentistas. Los peores temores del presidente Eisenhower se han hecho realidad y desde hace 30 años el complejo militar industrial marca la política exterior tanto de las administraciones demócratas como de las republicanas.
Los conservadores neoliberales, partidarios del intervencionismo en el mundo y de la guerra infinita mandan en el Departamento de Estado. La consecuencia de esta política la vemos en los conflictos de hoy en Ucrania y Gaza, por ejemplo… Pero el genocidio de los palestinos ha despertado muchas conciencias en Estados Unidos y puede tener consecuencias electorales.
Ya no son sólo los estudiantes, sino también las comunidades árabes que viven en Estados Unidos, los ecologistas, los progresistas radicales, una docena de grandes sindicatos y algunos ayuntamientos quienes se manifiestan constantemente y escriben cartas al presidente Biden a favor de la paz y para que deje de enviar dinero y armas a Israel.
En elecciones presidenciales tan ajustadas, Kamala Harris podría perder por no escuchar a toda esa gente, que teóricamente forman parte de su electorado. Ahora veremos si a los demócratas les importa más ganar las elecciones o ser fieles a sus lazos con el lobby pro-Israel y con el complejo militar-industrial.
Llúcia Oliva es corresponsal en Moscú. Ha sido reportera del programa de TVE En Portada. Ha sido corresponsal de TV3 en los Estados Unidos y de TVE en la antigua Unión Soviética y Rusia.