Análisis
Pável Dúrov, telegram y desinformación: el desafío de la credibilidad en la era digital
"Telegram, desde su creación, ha sido alabada por ser una plataforma descentralizada (aunque no encriptada adecuadamente) y supuestamente libre de la censura que caracteriza a otros gigantes tecnológicos. Sin embargo, esta libertad ha venido acompañada de un problema creciente: la proliferación desenfrenada de desinformación", sostiene el autor.
Este artículo se ha publicado originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerlo en catalán aquí.
SANTIAGO GIRALDO | La detención en Francia de Pável Dúrov, propietario de Telegram, abre la puerta para abordar, desde el periodismo y los profesionales de la información, el debate sobre la desinformación y la credibilidad en la era digital. En un mundo donde la confianza en los medios de comunicación está en declive y la preocupación por la desinformación alcanza niveles históricos, Telegram se ha posicionado como un actor clave, precisamente por contribuir abiertamente a desinformar y a ser cómplice, con el aparente velo de la libertad de expresión, de una lista de delitos relevantes de los cuales se le acusa en un sistema judicial democráticamente legitimado, como es el francés.
Entre los delitos de la investigación que adelanta la sección fiscal de lucha contra la ciberdelincuencia parisina, se encuentra, por ejemplo, la “negativa a comunicar, a solicitud de las autoridades competentes, la información o documentos necesarios para la realización y explotación de interceptaciones autorizadas por la ley”; la “complicidad en la difusión, oferta o puesta a disposición en banda organizada de imágenes de menores con carácter pornográfico”; o la “complicidad en la adquisición, transporte, posesión, oferta o venta de sustancias estupefacientes”.
Como señalan algunos de sus defensores, no se acusa a Dúrov de ser quien difunde los materiales o quien promueve, por ejemplo, la desinformación. Pero su plataforma (como la mayoría de redes sociales) se convierte en cómplice cuando se niega a colaborar con sistemas de justicia democrática que protege, por ejemplo, los derechos de los menores, o cuando no toman las medidas que están a su alcance para prevenir que en sus redes circule información que pone en peligro la salud de las personas (como quedó comprobado en la COVID-19) y, por supuesto, la salud de los sistemas democráticos, únicos capaces (y Europa lo sabe mejor que nadie) de mantener una paz social estable, próspera y garante de los derechos humanos. De todos los humanos.
Hablar ahora de la desinformación
Telegram, desde su creación, ha sido alabada por ser una plataforma descentralizada (aunque no encriptada adecuadamente) y supuestamente libre de la censura que caracteriza a otros gigantes tecnológicos. Sin embargo, esta libertad ha venido acompañada de un problema creciente: la proliferación desenfrenada de desinformación. A diferencia de la mayoría de medios de comunicación tradicionales, que se adhieren y se suscriben a normas periodísticas rigurosas, Telegram ha permitido que cualquier usuario distribuya información sin filtro alguno, convirtiéndose en un caldo de cultivo para teorías de conspiración, noticias falsas y contenido polarizador.
El propietario de Telegram, lejos de tomar medidas para mitigar este problema, ha explicado la falta de intervención en su plataforma como una defensa de la “libertad de expresión”. No obstante, al hacerlo, ha ignorado las consecuencias de permitir la circulación masiva de desinformación, contribuyendo a la confusión y al escepticismo generalizado en un momento en que la sociedad necesita más información confiable.
No es únicamente culpa de Telegram, desde luego. Los medios de comunicación que decidieron entrar en el círculo vicioso de las redes facilitaron la tarea. Hoy, casi veinte años después, algunos empiezan a ver que no les salen las cuentas, que han perdido mucha credibilidad, que ingresan menos dinero y que, afortunadamente, hay vida más allá de redes como Telegram y X, que no merecen que el periodismo las alimente de forma gratuita.
Los datos del Pew Research Center y de la American Psychological Association (APA) demuestran que a partir del nacimiento y consolidación de las redes sociales como Telegram, la preocupación por la desinformación ha crecido de forma exponencial en los Estados Unidos. Si esta problemática apenas era mencionada como un asunto preocupante por el 25% de la ciudadanía en el año 2000, en el 2024 la cifra alcanza el 92%. Algo tendrán que ver este tipo de canales de comunicación.
La falta de credibilidad: un problema agravado
En paralelo, la confianza en los medios de comunicación tradicionales ha sufrido una erosión significativa en las últimas dos décadas. En el año 2000, más de la mitad de los estadounidenses confiaban en ellos para proporcionar información precisa y justa. Sin embargo, en 2024, solo el 26% mantiene esa confianza. Este descenso ha sido alimentado por la percepción de sesgo en la cobertura noticiosa y la creciente influencia de las redes sociales como fuentes de información.
En este contexto de desconfianza, plataformas como Telegram han ganado popularidad, no por su credibilidad, sino por su promesa de libertad sin censura. Sin embargo, esta “libertad” se ha traducido en un terreno fértil para la desinformación, lo que a su vez ha exacerbado la falta de credibilidad en la información disponible. La paradoja es evidente: en la búsqueda de fuentes de información fuera del alcance de los medios tradicionales, los usuarios han caído en redes donde la veracidad es, en el mejor de los casos, cuestionable.
La detención del propietario de Telegram en Francia no debería ser vista únicamente como un acto punitivo, sino como un reflejo de la creciente necesidad de responsabilizar a las plataformas digitales por el contenido que circula por sus venas. En una era donde la desinformación puede tener consecuencias devastadoras—desde influir en elecciones hasta incitar a la violencia—, la pasividad no es una opción.
Telegram, a diferencia de los medios de comunicación, no se somete a las mismas normas de responsabilidad y verificación. Esto crea un entorno peligroso donde la información sin fundamento se propaga sin control, alimenta la desconfianza y socava la cohesión social. La detención de su propietario marca un hito en la lucha por definir los límites no de la libertad de expresión, sino del entorno digital por la cual circula dado su potencial de viralización. Al mismo tiempo, plantea preguntas cruciales sobre la responsabilidad de quienes operan estas plataformas porque, no nos engañemos, ellos (por cierto, todos hombres) saben muy bien lo que circula por sus redes (y tienen la tecnología para evitarlo).
Más que nunca: ¡PERIODISMO!
En un momento en que la desinformación y la falta de credibilidad se han convertido en dos de los mayores desafíos de nuestra era, la detención del propietario de Telegram subraya la necesidad urgente de redefinir las responsabilidades en el ecosistema de la información. Mientras que los medios tradicionales luchan por mantener la confianza pública a través de la adherencia a principios periodísticos, plataformas como Telegram operan en un vacío de responsabilidad, exacerbando la desinformación.
Por eso hay que huir de ellas y defender espacios saneados de información pública creada por profesionales de la información, por periodistas. Eliminar las redes sociales de los medios facilitaría, de un plumazo, tres cosas: se acabaría la dictadura del SEO y del clickbait, se pondría freno a la posibilidad de difundir fácilmente desinformación por el mismo canal que la información periodística, y los medios no derrocharían millones de euros en alimentar el contenido de las redes que lo fagocitan de forma gratuita. Un ejemplo interesante lo iniciaron en Australia, hace un par de años, a regañadientes de las plataformas.
El futuro de la información en la era digital dependerá en gran medida de nuestra capacidad para establecer límites claros y exigir responsabilidad, tanto de las plataformas que facilitan la difusión de información como de aquellos que las utilizan (incluida la plena identificación de los usuarios). La protección de la libertad de expresión sigue siendo fundamental, pero no debe esgrimirse como excusa para no cumplir con la necesidad de garantizar que la información que circula en nuestras sociedades y en cualquier plataforma, sea precisa, verificada y responsable. La detención de Pável Dúrov en Francia debería ser el comienzo de un cambio necesario hacia un entorno informativo más seguro y creíble. Periodístico.
X(antes Twitter),Brasil ordena cerrar X ante la negativa de Elon Musk a bloquear perfiles por orden del juez máximo responsable
…..si de perfiles FALSOS hablamos de Telegram…..