Internacional | Opinión
La presidenta Sheinbaum
México ha elegido por primera vez en su historia a una mujer para gobernar un país de 127 millones de habitantes. La nueva mandataria, enemiga del neoliberalismo, mantiene una relación tensa con las corrientes feministas más reivindicativas.
Esta artículo se ha publicado originalmente en la revista #LaMarea101 y ha sido actualizado para recoger acontecimientos posteriores. Puedes conseguirla aquí o suscribirte para apoyar el periodismo independiente.
México enfrentó el pasado mes de junio sus primeras elecciones con dos mujeres candidatas a la presidencia: Xochitl Gálvez, en una coalición de su partido, el conservador PAN, con el PRI, que gobernó México durante 70 años, y Claudia Sheinbaum representando al Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), de izquierda populista. La primera obtuvo el 27,9 % de los votos y Sheinbaum el 59,35%, con lo que rompió el récord histórico del país. Ningún presidente anterior logró obtener un porcentaje de votos similar y, el pasado jueves 15 de agosto, recibió la confirmación de su triunfo por parte del Tribunal Electoral, aunque no tomará posesió del cargo hasta el próximo 1 de octubre.
Esta científica, física e ingeniera especializada en energía y cambio climático, formó parte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), que obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 2007. Su padre, judío askenazí de Lituania, y su madre, una académica judía sefardí búlgara, ambos llegados a México en 1942, pertenecieron al Partido Comunista Mexicano y educaron a Claudia para que se enfocara en temas como la igualdad, el combate a la pobreza y el anticapitalismo.
Fue ministra de la Secretaría del Medio Ambiente y la primera mujer gobernadora electa de la capital mexicana. Es cofundadora del partido MORENA junto con el actual presidente, López Obrador. Claudia se ha pronunciado como «feminista que está en contra del uso de la violencia en la defensa de los derechos humanos». También, como el presidente Andrés Manuel, se declara «humanista», y con ello se refiere, según sus propias palabras, a «combatir la pobreza para promover la igualdad y la justicia social».
Mientras Milei, en Argentina, y Bukele, en El Salvador, han declarado la guerra abierta a las mujeres y han prometido erradicar la perspectiva de género de leyes e instancias gubernamentales, Claudia Sheinbaum declaró en su primer discurso como presidenta electa: «Por primera vez en 200 años de la República, me convertiré en la primera mujer presidenta. No llego sola, llegamos todas». Ante su emotivo discurso en el que nombró a algunas de las grandes mujeres de la historia de México, varias organizaciones feministas, en especial aquellas que trabajan en temas de protección y atención a víctimas, y las madres buscadoras de personas desaparecidas, aseguraron que Sheinbaum no es feminista y que habría que tener cuidado en pensar que ser mujer equivale a defender efectivamente los derechos de mujeres y niñas.
Feminismo contenido
Esta crítica tiene su sustento en que, durante su gobierno de la capital del país, la Ciudad de México, Sheinbaum no demostró abiertamente sus convicciones de gobernar con perspectiva de género. Nunca se ha pronunciado directamente sobre el aborto. En declaraciones en diversas entrevistas repite cuidadosamente la frase «ya la suprema Corte de México aprobó el derecho al aborto y eso es lo importante». Aunque la crítica principal se centra, en realidad, en la criminalización de las protestas feministas del 8-M, en las que los cuerpos policiacos antimotines golpearon y arrestaron a las activistas por órdenes de la entonces gobernadora.
Sheinbaum defiende la militarización de las fuerzas del orden implementada por López Obrador y advierte que seguirá respaldando el creciente poder del Ejército mexicano en labores civiles y de seguridad pública, a pesar de que con la militarización del país se ha incrementado un 33% la violencia policial contra mujeres y periodistas. La presidenta electa argumenta que gracias a la militarización ha decrecido la violencia en México, pero las cifras oficiales contradicen sus declaraciones. En México hay 10 feminicidios diarios y 27.323 desapariciones de niñas y mujeres sin resolver.
Sheinbaum, de 61 años, se enfrenta a un país dividido. Su partido recibe fuertes críticas de una parte de la clase media ilustrada, de la clase media alta y del empresariado que apoyó con fuerza a la oposición debido a las posturas populistas del López Obrador, a sus ataques sistemáticos contra el poder judicial, contra periodistas y medios de comunicación y a su permanente negación de la violencia contra niños y niñas, así como su posicionamiento para mantener intocados a los más poderosos grupos del crimen organizado en México merced a su famosa frase «abrazos, no balazos».
La nueva presidenta ha prometido de todo, igual que sus antecesores. Argumenta que no le importa que se diga que será títere de López Obrador, que ella tiene su propia forma de ejercer el poder. También asegura que lograrán grandes avances en el combate a la pobreza y que incluirá en la Constitución la pensión a mujeres de 60 a 64 años que han dedicado su vida a los cuidados; ella no hubiese podido construir su carrera si su madre no le hubiese ayudado a criar a su hija.
Recibe un país que ha aprobado 47 decretos entre 2021 y 2024, entre ellos la prohibición del matrimonio infantil, el registro nacional de deudores alimentarios, la no prescripción de los delitos sexuales, la seguridad social obligatoria para trabajadoras del hogar y el reconocimiento de la violencia vicaria como delito. México es el tercer país de América Latina (por detrás de Chile y Costa Rica) con más mujeres en su gabinete (el 44%) y Sheinbaum asegura que con ella llegarán muchas más. Pero esto no ha reducido las críticas de quienes aseguran que una cosa es que lleguen mujeres a la política como tema paritario y otra muy diferente que éstas trabajen por la equidad de género efectiva.
El probable regreso de Trump
La nueva presidenta, que asumirá el cargo el 1 de octubre de este año, tiene frente a sí el muy probable regreso de Donald Trump al poder en noviembre de este año. Por ello se están acelerando los procedimientos del fortalecimiento de los tratados de libre comercio. Ella sabe que Trump endurecerá las políticas antiinmigración y que aumentará la ya problemática política mexicana de racismo, malos tratos y expulsión de migrantes y transmigrantes de Centroamérica, Sudamérica y el Caribe. Además, deberá asumir el creciente problema de explotación laboral infantil y el innegable poder político de las corporaciones de la delincuencia organizada.
Hoy, el partido MORENA tiene la presidencia, gobierna a 23 de los 34 estados de la República y ha obtenido mayoría tanto en la cámara de diputados como en el Senado. Con este bagaje, Claudia ha prometido ser ella quien implementará el llamado «Plan C» o segunda fase de la Cuarta Transformación. Asegura que es «la cuarta revolución de México, que se ganará desde el poder y no desde la lucha armada». Este plan implica la elección popular de las y los ministros y jueces de la Suprema Corte, eliminar el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), eliminar las comisiones reguladoras del Estado y fortalecer la militarización de México (con un Ejército que ya tiene tareas de construcción de obra pública y que es leal a su partido más que a su país).
En temas de salud promete implementar acceso universal real a la sanidad pública, erradicar la corrupción en esos órganos del Estado y convertir en derecho constitucional las becas para estudiantes de bajos recursos. A las mujeres les ha prometido adjudicar presupuesto al Sistema Nacional de Cuidados, y que todo asesinato de mujeres o niñas se investigará de inicio como feminicidio hasta demostrar lo contrario. Y como México tiene serios problemas de acceso al agua potable, Sheinbaum afirma que será prioritario el control del agua para los próximos 50 años, así como la implementación de políticas contra las causas y efectos del cambio climático que incluyen el control energético del país.
En la historia de México todo nuevo presidente, una vez en el poder, se ha deslindado de su antecesor de forma muy evidente. Ya veremos si Sheinbaum Pardo hace las cosas diferentes. Mientras tanto, no queda más que esperar a que los hechos demuestren quién es la presidenta Sheinbaum.
De familia comunista judía, es un poco contradictorio, como decir comunista católico.
Lo bueno es que sea por fin una mujer que presida un país muy machista, transfobo, homofobo.
Pero ya sabemos por aquí que ser comunista y mujer no supone ser feminista y de izquierda, véase Y Diaz.
Populista como lo es Amlo, el destructor de la fauna y reserva natural del Yucatan, para dejar un tren inútil que sólo llenará de gringos los futuros hoteles.
Mientras los celotes están contaminados, la poblacion nativa expulsada de sus tierras ancestrales, mientras los pueblos de todo el país se organizan en milicias anti narcos, y una mujer es volada o matada cada 15 minutos, mucho trabajo le queda a la nueva presidenta.
Salud y anarquia !!!!
«Dios» guarde a México del vecino del Norte, quienquiera que sea el presidente.
A nadie o a casi nadie nos gustaría llegar a la violencia; pero si te están machacando injustamente, dejas que te terminen de rematar? Una cosa es practicarla y otra defenderse.
Con los poderosos grupos del crimen organizado, ni abrazos ni balazos: JUSTICIA. La impunidad trae más crímenes y delitos.
Qué valor tiene ser feminista cuando no se trabaja por un mundo más justo?
Hay «feministas» que «dios» nos las tenga bien lejos.