TVE tiene los mejores informativos del país y algunos de los programas más infames de toda la televisión española. Los primeros, los realizan, en su mayoría, periodistas con altos estándares del oficio. Los segundos, productoras con la misma conciencia del servicio público que Berlusconi exportando a España las Mama Chicho y Telecinco.
Con la excusa de los índices de audiencia, la televisión que pagamos entre todos ha mantenido en parrilla, desde 2013, un Masterchef cada vez más rancio y trasnochado. La academia culinaria más indigesta y despótica del hemisferio norte lleva años legitimando, en prime time, un supuesto modelo de enseñanza basado en el maltrato verbal y en una competitividad estéril y enfermiza.
Quienes se forran con nuestros impuestos, llaman a este estilo de televisión show business y entretenimiento. Los concursantes que han abandonado el programa a mitad de temporada, una amenaza contra la salud mental. A Master Chef, yo lo definiría como una maquinaria de idiotización colectiva y una escuela del narcisismo individualista.
«A Master Chef, yo lo definiría como una maquinaria de idiotización colectiva y una escuela del narcisismo individualista»
Llegados a este punto de degradación, parecía difícil que los ejecutivos responsables de la gestión pública de RTVE pudiesen caer más bajo. Pero siempre se puede encontrar un contenido aún más patético en el que dilapidar nuestro dinero. Solo tenían que buscar en la saga de los ricos sin oficio ni beneficio y fichar a algunos de los que aún no dedican sus noches a fascistear con las hormigas moradas de Antena 3.
No debieron tardar mucho en parir Los Iglesias. Hermanos a la obra, un nombre a la altura de los Gil y Gil que siguen cerrando los tratos con un cochinillo regado con unos buenos riojas, again and again, patrocinados con tu IRPF, tu IVA, tu sueldo de mierda, regulero o bueno. Porque, de verdad, ¿algún gestor público se plantea lo que le cuesta pagar sus impuestos a un frutero o una pescadera, lo que implica comenzar la jornada a las cinco o seis de la mañana y echar la persiana 14 horas después para, con suerte, sacarse un sueldo de 1.300 euros? Viendo tanto despilfarro , lo dudo.
Pero sigamos. Ya puestos a convertir la televisión pública en el parangón de la vergüenza ajena, qué menos que dedicar uno de los programas de Los Iglesias a renovar, con nuestros impuestos, la habitación de la niña que Ana Obregón se compró hace un año. Ella pagó -exclusivas en el ¡Hola! mediante- los 150.000 euros que, de media, cobran las clínicas estadounidenses para que una mujer -que sólo recibe unos 35.000– geste y le entrega a su bebé. Y nosotros tenemos que pagarle la reforma a quien recurrió a los vientres de alquiler, un negocio que, según el Parlamento Europeo, es contrario a la “dignidad humana de la mujer, ya que su cuerpo y sus funciones reproductivas se utilizan como una materia prima”.
«Con este programa de Los Iglesias y Obregón, TVE legitima una forma de violencia de género, como recoge la Ley de Derechos Sexuales y Reproductivos«
Con este programa de Los Iglesias y Obregón, TVE legitima una forma de violencia de género, como recoge la Ley de Derechos Sexuales y Reproductivos, y “una grave explotación reproductiva de las mujeres» que «convierte a los recién nacidos en objeto de transacción contractual y comercial”, según la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), aprobada por las Naciones Unidas.
En definitiva, nuestra televisión promociona una práctica que, según el Tribunal Supremo, trata a los menores y a las mujeres “como meros objetos, no como personas dotadas de la dignidad propia de su condición de seres humanos y de los derechos fundamentales inherentes a esa dignidad”.
Una televisión pública no puede emitir programas que vayan contra los derechos humanos ni contra la legislación vigente. Pero es más: todos los medios de comunicación tienen la función constitucional de ofrecer información independiente, de calidad, plural, honesta y veraz, pero también una programación que entretenga formando, educando y mejorando el nivel de su audiencia.
Así que, señora Concepción Cascajosa, cumpla con su responsabilidad como presidenta del Consejo de Administración de RTVE, defienda nuestros medios públicos y acabe con el programa de Los Iglesias y con cualquier contenido que atente contra la dignidad humana. Es lo mínimo que esperamos de la televisión que pagamos, con esfuerzo –y esperamos que algún día con orgullo y convicción–, todas y todos.