Sociedad
Dorado
"Cuando hablamos del turismo cabría pensar no tanto en el oro que creemos obtener sino preguntarnos si no estaremos descuartizando la gallina", escribe Ana Carrasco-Conde
Esta artículo se ha publicado originalmente en la revista #LaMarea101. Puedes conseguirla aquí o suscribirte para apoyar el periodismo independiente.
Cuando decimos de algo que es la «gallina de los huevos de oro» entendemos que es una fuente de riqueza y de abundancia, ¿cómo podría no serlo si solo tenemos que esperar a la puesta para hacernos con su fruto? De este modo el valor de la gallina se mide por la ganancia que nos reporte su puesta y si se la cuida no es por sí misma, sino porque es un medio para un fin: el huevo. Es como si cuidáramos de las reses por su carne… aunque desde luego este es el caso en muchas ocasiones. Por eso a menudo olvidamos la gallina y nos aferramos al oro. El turismo se considera la gallina de los huevos de oro porque la preparación –que no cuidado– de la ciudad invitará a viajar y nos proporciona el oro del turista.
La ciudad/gallina parece poder aguantarlo ilimitadamente todo porque consideramos que los huevos mágicamente también lo son. Al fin y al cabo las ciudades no se gastan. Identificamos el huevo y la gallina. Si la gallina siempre estará, ¿no tendremos siempre asegurado el sustento? Si tenemos los huevos, ¿no es esa la función de la gallina? El aumento del precio de la vivienda, los abusos urbanísticos, el estrés hídrico, la expulsión de los habitantes de las ciudades para hacer sitio a los turistas, los vuelos, los cruceros, la contaminación, la consideración de los espacios naturales protegidos como un recurso turístico, todos estos excesos se justifican para obtener el preciado huevo de oro. Ahora bien, ¿se puede vivir únicamente de huevos de oro? ¿Qué sucedería con la gallina? ¿Qué es la gallina y qué el huevo en relación con el turismo? ¿Es la gallina el enclave natural o la ciudad y el huevo el beneficio económico?
Quizá no esté de más recuperar el sentido que tuvo inicialmente la «gallina de los huevos de oro». La imagen procede de las fábulas de la tradición griega de Esopo. Como toda fábula, es más que un cuento o un entretenimiento para niños, porque su importancia radica en la moraleja que contiene. La cuestión es qué enseñanza había formulada en ella y qué es lo que hoy entendemos en este relato. De lo que Esopo habla no es de la maravilla de que existan gallinas que pongan huevos de oro o de que esta ficción es una fantasía infantil inalcanzable porque ningún ave proporciona este tipo de riquezas. Tampoco se centra en los huevos y en todo lo que podemos hacer con ellos. En su propuesta la historia se da la vuelta: lo importante no es el oro de los huevos, sino el cuidado del ave, que no es lo mismo que su preparación para que nos dé más oro o piedras preciosas, como el pájaro de la bruja en la versión fantástica de Tieck. Esopo habla de lo que sucede cuando no se cuida por avaricia. La fábula tiene como protagonista a una oca que fue regalada por el dios Hermes a un hombre que le rendía culto. Movido por la impaciencia y el ansia de enriquecimiento, el mortal pensó que en el interior de la oca habría mucho más oro y quiso extraer de la oca todo lo que podía. Al hacerlo la sacrificó: «Y pasó que no solo se equivocó en lo que pensaba, sino que también se quedó sin huevos, pues por dentro era toda de carne».
Siglos más tarde, La Fontaine retoma esta fábula para abordar los peligros de la codicia: «La codicia rompe el saco. Para probarlo me basta el ejemplo de la gallina que ponía huevos de oro. Su dueño creyó que tenía un tesoro dentro del cuerpo; la mató, la descuartizó, y la encontró enteramente igual a las demás gallinas. Así perdió su fortuna». Podríamos pensar que si la gallina es la ciudad y/o el espacio natural, la codicia es lo que nos lleva a destriparla. Ahora bien, ¿es el huevo lo que tiene valor de la gallina? ¿Es el turismo el valor de una ciudad?
Cuando hablamos del turismo y de la explotación del entorno que implica, cabría pensar no tanto en el oro que creemos obtener sino preguntarnos si estamos descuartizando la gallina, en qué consiste la fortuna, qué fortunas merecen la pena, cuáles parecen serlo y cuestionarnos si la fortuna más que el oro… es la misma gallina. ¿Qué es el huevo en esta metáfora? La gallina es la ciudad que gentrificamos, las playas o los bosques de los que abusamos. Las calles devienen escenarios abiertos en canal para la irrupción de un turismo de masas, pero no es oro todo lo que reluce, por mucho que consideremos el turismo el Dorado. Dorada es también la arena de la desertificación. ¿Y el huevo? El beneficio económico no es el huevo, sino lo dorado. Del latín deaurare, dorado hace referencia a lo que tiene el color del oro con el propósito de darle la apariencia del preciado metal. No siempre era oro (lat. aurum) lo que recubría la superficie, sino auricalco, también conocido como latón. ¿Y si hemos confundido los huevos de oro del turismo con huevos de latón? ¿Y si al aureolar con latón el beneficio económico no vemos la aureola de una prosperidad de la gallina ni velamos por ella? ¿Y si estamos sacrificando la gallina por algo que a largo plazo no reporta fortuna? No me resisto: ¿y qué es antes, el huevo o la gallina? Sin huevo no hay gallina que visitar y con una gallina exhausta y abierta en canal no hay huevo. Ni a la larga, tampoco latón.
Otro mito de la antigüedad, el de Midas, rey de Frigia, advierte del peligro de querer convertirlo todo en oro: no se puede vivir. ¿Y si estamos convirtiendo en latón todo lo que tocamos? Tanto la fábula de Esopo retomada por La Fontaine como el mito de Midas asocian el oro con los efectos que tiene sobre el ser humano bajo la forma de una codicia que imposibilita la vida porque descuida aquello que es preciso cuidar y amar. El codicioso desea con exageración la cantidad de sus bienes, quiere con avidez lo más que se pueda y suspira por el placer de la ganancia, de ahí su vínculo etimológico con Cupido: la codicia como cupiditas conlleva la idea de querer con fervor incontrolable y con ansia (lat. cupire). La codicia siempre quiere más porque ni nunca tiene suficiente ni lo que tiene le sacia. Mata a la gallina para ser rico temporalmente en latón, pero está condenado a ser pobre del verdadero oro. El oro es, en realidad, la vida misma de la gallina, es decir, el latido de sus habitantes.
Es otra forma que adopta la lucha de clases en la era de la democratización del turismo y las nuevas tecnologías: https://zenodo.org/records/11390424
Cerrar fronteras es inhumano, os pongáis como os pongáis.
Pero el oro del turista queda en pocos bolsillos….y somos los demás los que, con nuestros impuestos, facilitamos la salubridad y el orden de los lugares….
El turismo beneficia a unos pocos. Para los demás todo son molestias.