Política
Es necesario que hablemos en serio de la independencia
Análisis del estado actual del independentismo en Cataluña. De sus posibilidades de éxito y las razones de sus fracasos. La última encuesta del CEO sitúa a los partidarios de la independencia en un 40%, mientras que los contrarios llegan al 53%. El dato más bajo desde 2015.
Este artículo se ha publicado originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerlo en catalán aquí.
Conviene comenzar diciendo que la independencia de Cataluña debería ser posible a través de procesos democráticos y que el derecho a la autodeterminación de los pueblos –y no el ingenuo “derecho a decidir”– debería ser un derecho reconocido en todas las constituciones democráticas.
Lenin y el expresidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson impulsaron para hacerlo realidad, y este último lo incluyó en los 14 puntos de la fallida Sociedad de Naciones, la antesala de Naciones Unidas. En el marco de los procesos de descolonización, la ONU aprobó el 14 de diciembre de 1960 la resolución sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales, y amplió el alcance jurídico de un derecho en camino de ser conquistado.
Cabe continuar diciendo, pues, que quien se opone a que Cataluña o el País Vasco puedan decidir si los ciudadanos quieren constituir una entidad política y jurídica separada del Estado español es la mayoría parlamentaria del Estado español, así como el conjunto de los nada abstractos “poderes del Estado”: la Casa Real, policías, jueces y militares. Los de siempre. Y que esta negativa debe ser considerada como represiva y antidemocrática. Pero hasta aquí acaban las responsabilidades ajenas y empiezan las propias.
Lo que debe venir a continuación es una exposición de la falta de asunción de responsabilidades del independentismo catalán, de la falta de un análisis realista y honesto de la situación pasada y futura; del uso cínico de la manipulación partidista y, quizá peor, de una ignorancia cubierta con una soberbia cegadora. La independencia no es posible ahora ni lo ha sido nunca, y quien defienda lo contrario miente o ignora. Solo hay estas dos posibilidades.
Anatomía de una caída
La última encuesta del CEO sitúa a los partidarios de la independencia en un 40%, mientras que los contrarios llegan al 53%. Poco a poco, pero sin aflojar el ritmo, el independentismo sigue perdiendo fuerza entre catalanes y catalanas y ya se sitúa en el dato más bajo desde 2015, es decir, el más bajo en toda la serie histórica. Este dato no tiene nada que ver con la legitimidad del derecho a la autodeterminación, pero sí que explicita el gradual desencanto del votante independentista. Los resultados electorales también lo dejan bien claro.
Una parte del independentismo va entendiendo que fue engañada por los partidos políticos y una parte de la prensa, tanto pública como privada, se fueron sumando al carro. La independencia –o la instrumentalización del deseo de independencia– ha sido un suculento negocio durante los años que presidía con absoluta mayoría la Generalitat de Cataluña.
Los liderazgos políticos
Sin embargo, no todo ha sido un ejercicio de manipulación para conseguir un puñado de votos, ya que ciertamente hubo líderes políticos que realmente creían que era posible lograr la independencia. Gente ingenuamente bienintencionada que ama a Cataluña por encima de todo. Pero esto no lo hace menos grave. De la misma manera que el personaje de ficción de la obra El idiota de Dostoievski, el príncipe Lev Nikoláievich Mishkin, símbolo absoluto de la bondad y la inocencia, a menudo acababa generando consecuencias negativas tanto para él como para la gente que lo rodeaba, la ingenuidad de algunos de los principales actores políticos de la última década han contribuido a extender un discurso absolutamente ilusorio sobre las posibilidades de que Cataluña se convierta, a corto plazo, en un Estado independiente. Es por eso que cuando a Marta Rovira (ERC) se le ocurre decir, justo después de haber vuelto del exilio, que “vuelvo para acabar el trabajo que empezamos”, hay motivos legítimos para la indignación. Especialmente si eres independentista.
Declaraciones como la citada explican por qué aún hoy en día hay mucha gente que piensa que la independencia no se logró porque, en el momento en que “la teníamos al alcance”, se echaron atrás. Es un relato que desafortunadamente ha arraigado de manera tan profunda en la ciudadanía que ha acabado generando un desencanto del cual hoy se alimenta Aliança Catalana. Pero no hay ningún tipo de análisis en estos discursos. Más bien son gritos de desesperación e impotencia.
El camino hacia la autodeterminación (para adultos)
La independencia se puede lograr, hipotéticamente, a través de tres vías: una –siguiendo a Mao– a través de la fuerza de los fusiles, que en el caso de Cataluña es inexistente. Dos, teniendo aliados más fuertes que el Estado matriz del que se quiere independizar. En esta categoría –casi no hace falta decirlo–, Cataluña pierde de manera aplastante. España es la cuarta economía de la zona euro, miembro de la OTAN, y, lo más importante, un aliado estratégico de los Estados Unidos en el Mediterráneo. Cataluña no tiene ejército, ni control efectivo sobre el territorio, ni una masa popular lo suficientemente amplia, ni reconocimiento internacional, ni control estratégico sobre recursos energéticos, ni una relación bilateral con otros actores y estados de la comunidad internacional que jugarían a su favor. Y tampoco hay ninguna perspectiva de que esto cambie.
Tres, pactando un referéndum acordado con el Estado. Si el Estado no quiere pactar –como pasa en el caso español–, se necesita una correlación de fuerzas suficientemente fuerte que empuje el núcleo de las instituciones españolas a hacerlo. Y es un escenario especialmente difícil de tejer, porque implica el trabajo conjunto de fuerzas independentistas y no independentistas de todo el Estado. Es un escenario casi imposible de lograr, pero el más posible de los imposibles. Pero salvo que cambie alguno de los factores mencionados, este es el único camino que se puede imaginar de acuerdo con un análisis concreto de la realidad material.
Declaración unilateral de independencia
Esto era, con matices, lo que representó en su momento la efímera propuesta soberanista de Arcadi Oliveres, Procés Constituent. No era una propuesta que satisficiera los deseos primarios inmediatos de la declaración unilateral de independencia, precisamente porque no era una propuesta ingenua ni cínica, sino más bien esperanzadoramente realista.
Aun así, siete años después del 1-O, ciertos discursos independentistas –especialmente los que claman que la unilateralidad es el único camino posible– que van desde la ANC de Lluís Llach, a una parte importante de la CUP y de Junts per Catalunya, pasando por el conjunto de los nuevos y viejos profetas del independentismo que engloban desde Albano Dante Fachín, Pilar Carracelas, Antonio Baños hasta Jordi Graupera –solo pueden ser considerados, hasta que no sean capaces de explicar exactamente cómo poder llevar a cabo lo que pregonan– dentro de una de estas dos categorías: cinismo o ingenuidad.
Si se quiere hablar seriamente de la independencia hay que tocar de pies en el suelo y entender que la realidad tiene poco o nada que ver con lo que se desea, aunque uno crea que lo que desea es intrínsecamente justo y moralmente superior. Y también hay que tener cuidado en creer que tu deseo es el único deseo justo, no sea que lo que se esté haciendo es sostener un delirio que beneficia a unos pocos y perjudica a la mayoría.
Nunca consideraría cínicos o ingenuos a personas que sobradamente han demostrado cuáles son sus valores, como Lluís Llach, gente de la CUP, Albano Dante, Antonio Baños…
Ya que se llenara el mundo de personas como ellos, otro gallo nos cantaría.
Pues yo, de la España interior, también quiero independizarme de mi paisanaje, orgulloso de ser español y que ni siquiera sabe amar a su tierra, con el que no me identifico en absoluto. Y de la Unión Europea del capital, de la OTAN y de los EEUU de América, los más grandes capos
del capital que han arrasado con el Planeta, con los pueblos y con los seres humanos.
Será una utopía; pero es lo necesario, lo justo y por lo que hay que luchar.
PUEBLOS LIBRES y SOCIALISTAS. PUEBLOS CON IDEALES Y VALORES.
Sería una pena que se independizara Cataluña. Un montón de demócratas dejarían de opinar sobre qué extranjeros pueden pisar suelo catalán y quiénes deben ser devueltos a su país de origen. Así no hay forma de avasallar a nadie.