Política

‘L’amour toujours’

La provocación (más que la ideología) triunfa entre la juventud alemana, que le cambia la letra a un viejo tema de Gigi D’Agostino para convertirlo en himno ultra.

Giorgia Meloni y Ursula von der Leyen se saludan efusivamente durante una visita oficial a Túnez, en 2023. Junto a ellas, los entonces primeros ministros Mark Rutte (Países Bajos) y Najla Bouden (Túnez). DATI BENDO / COMISIÓN EUROPEA

Esta artículo se ha publicado originalmente en la revista #LaMarea101 y ha sido actualizado para recoger acontecimientos posteriores. Puedes conseguirla aquí o suscribirte para apoyar el periodismo independiente.

Digi D’Agostino no se hubiera imaginado cuando lanzó L’amour toujours en 2001 que este hit discotequero podría convertirse un día en un himno ultraderechista. El músico y productor italiano, uno de los padres del eurodance, no suele hablar de su ideario en público, pero recientemente aprovechó una entrevista en el diario suizo NZZ para condenar el racismo. El motivo fue la gran controversia sobre un vídeo grabado con un móvil en una fiesta en un bar de Sylt, una preciosa isla en el mar del Norte que es una especie de Marbella alemana. Se ve a una muchedumbre de personas jóvenes bailando al son de L’amour toujours pero con la letra cambiada a «Deutschland den Deutschen, Ausländer raus» (‘Alemania para los alemanes, extranjeros fuera’).

El revuelo fue tremendo. La policía investigó el caso, los medios divagaban sobre la penetración del racismo en las clases altas de la sociedad («Die Champagner-Nazis», ‘Los nazis del champán’, tituló la revista Stern), mientras en todo el país empezaron a propagarse las escenas de gente cantando la letra xenófoba. Los organizadores de algunos festivales se apresuraron a prohibir la canción de D’Agostino, como se hizo hace dos años con el hit veraniego Layla por su letra sexista. Como ocurrió entonces, el afán censurador ha convertido a L’amour toujours en un himno underground, una forma de expresar el rechazo de lo que mucha gente en nuestras sociedades ven como el establishment. Puede que algunas de las personas que cantan «extranjeros fuera» sean racistas de verdad, pero hay también un elemento importante de pura rebeldía. Como en España, donde he visto grupos de jóvenes cantar el Cara al sol mientras se descojonaban de la risa. Pura provocación.

Las generaciones jóvenes de las décadas de 1960 y 1970 –y en España la de los ochenta, por el retraso provocado por el franquismo– se rebelaban contra sus mayores y el orden imperante con una vida libre que chocaba contra la moralidad general. Sexo, drogas y rock and roll. Décadas después, letras y actitudes como las de los Sex Pistols ya no chocan a casi nadie. Y es que el péndulo se ha movido. Los valores progresistas de igualdad, derechos sociales, preocupación por el medioambiente y muchos otros han desbancado al antiguo conservadurismo como estándares éticos generales. Por eso, mucha gente, sobre todo jóvenes, lo ven como expresión de un nuevo establishment, al que hay que sacar de sus casillas. Y qué mejor para provocar que cantar himnos fascistas o eslóganes racistas. Los partidos de ultraderecha han tirado las redes para pescar en estas aguas revueltas.

El avance de la ultraderecha en las elecciones al Parlamento Europeo en junio, lógicamente, tiene muchas y muy variadas explicaciones, en parte también debido a las idiosincrasias de cada país de la Unión Europea. La sensación de haberse quedado descolgado, olvidado e ignorado por las élites políticas, mediáticas y económicas atrae a mucha gente a votar partidos que prometen básicamente dar un puñetazo sobre la mesa o que directamente agitan la motosierra. En los comicios europeos, Alternativa por Alemania (AfD) fue la segunda fuerza más votada con el 16%, detrás de los democristianos de la CDU/CSU, que alcanzó el 30%. Sin embargo, en los estados del este, salvo en Berlín, la ultraderecha terminó primera.

Mucho se ha escrito sobre el sentimiento extendido en gran parte de la sociedad de la antigua RDA de ser ciudadanos y ciudadanas de segunda. Sin embargo, el atractivo de AfD se observa también en el oeste. En Düsseldorf, una ciudad muy próspera, capital de Renania del Norte-Westfalia, donde nací, ganó la CDU con un 25%, seguida por los Verdes con un 19%, por encima de su resultado nacional (14%). Entre los dos se llevaron todos los barrios salvo uno: en Garath ganó AfD, con el 25,5%. Es un barrio tradicionalmente obrero, de construcciones de los años sesenta y setenta, bastante alejado del centro de la ciudad. Además, la extrema derecha triunfó desproporcionadamente entre los votantes más jóvenes. El efecto L’amour toujours es transversal.

Como ocurrió en Alemania, también en otros países de la UE avanzaron los partidos de la derecha extrema, notablemente en Francia, donde ganó el Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen. Sin duda, la falange de partidos derechistas hará notar su fortaleza en el nuevo Parlamento Europeo y, por ello, en la política de la UE. Sin embargo, entre los conservadores del Partido Popular Europeo, los socialdemócratas, el grupo liberal de Renew, los verdes y la izquierda ocupan una amplia mayoría de la cámara: casi 500 de los 720 escaños. Además, la ultraderecha es todo menos un movimiento hegemónico.

Hasta ahora había dos grupos parlamentarios en Bruselas y Estrasburgo. Por un lado están los Reformistas y Conservadores Europeos, que incluyen a Fratelli d’Italia, el partido de la primera ministra italiana, Georgia Meloni, y donde también estaba Vox. Luego, está el grupo Identidad y Democracia, ahora renombrado como Patriotas por Europa, liderado por Le Pen, y en el que han recalado los de Santiago Abascal. Tras estas elecciones, ha nacido un nuevo grupo con el nombre de Europa de las Naciones Soberanas» (ESN), encabezado por AfD en el que, en un principio, se pensó que podrían recalar los tres eurodiputados conseguidos por el agitador ultra Luis Alvise Pérez, algo que finalmente no ha sucedido, y han decidido mantenerse como no inscritos. Todo porque, poco antes de las elecciones, los alemanes fueron expulsados del grupo de Identidad y Democracia por los comentarios de su candidato principal, en los que relativizaba los crímenes de las unidades SS durante el Tercer Reich. Es un ejemplo más de las contradicciones intrínsecas de los movimientos ultranacionalistas. Otro es la relación con la Rusia de Vladímir Putin, que alienta –y financia– a parte de la extrema derecha en Europa, mientras para otros es Belcebú. En cualquier caso, montar un proyecto de Nacionalistas Sin Fronteras se antoja complicado.

Lo que sí tienen en común estos partidos ultras que se han acomodado en la Eurocámara es su rechazo a lo que consideran «la gran agenda progresista». Exigen mano dura con la migración y acabar, o por lo menos descafeinar, la lucha contra el cambio climático. Es en estos puntos donde probablemente se verá la mano de la ultraderecha en la nueva legislatura europea.

Tras los resultados de las elecciones parlamentarias en Francia, la líder de la extrema derecha en Europa, hoy por hoy, es Meloni. La italiana se ha ganado la confianza de la alemana Ursula von der Leyen, que no descartó los votos de Fratelli d’Italia para repetir como presidenta de la Comisión Europea, aunque finalmente no ha contado con ellos. Muchos conservadores y liberales se están apropiando del discurso de la ultraderecha. Por ejemplo, cuestionan cada vez más los objetivos medioambientales de la Agenda 2030, como el fin del motor de combustión.

Como ha ocurrido en España con los pactos entre PP y Vox, aunque ahora estén rotos, los conservadores europeos parecen dispuestos a combatir a la ultraderecha asimilando parte de sus reivindicaciones. El tiempo dirá si funciona, pero el precio a pagar, sin duda, será considerable. Por su parte, D’Agostino, no piensa renunciar a tocar L’amour toujours en sus próximas actuaciones en Alemania. «La música es de lo más bonito que tenemos. Si empezamos a prohibirlo, gana el mal sobre el bien», dijo al diario NZZ. «En vez de debatir sobre censura, las autoridades deberían encargarse de los problemas reales».

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Comentarios
  1. Nada nuevo bajo el sol. Hace 20 años, en Pacha Light Madrid (pijos)se cantaban canciones de los Nikis, sobre el Imperio Español, haciendo el saludo romano. Los bacalas también iban bien españolistas. Tal vez lo nuevo ahora sea, además de internet, que en el prime time televisivo, y otros medios de masas, dan más voz que nunca a la extrema derecha.

  2. Nos quejamos de España; pero para nada me gustaría vivir en Alemania. Siempre hay un peor.

    2024: El Estado alemán continúa siendo nazi-fascista (pueden comprobarlo en esta noticia)
    No es que lo exteriorice de manera idéntica a la época de Hitler, pero en Alemania se están dando fehacientes muestras de que el nazi-fascismo continúa estando vivo en las estructuras del Estado (lo mismo que el franquismo en las del Estado español).
    Este se muestra según las necesidades de sus beneficiarios (el gran capital) y las circunstancias. En este caso concreto nos estamos refiriendo a la actuación policial alemana contra una persona. Esta vestía una camiseta con la bandera palestina impresa; la policía lo detuvo por este hecho.
    Esto no es salvaguardar el orden ni ninguna otra escusa habitualmente utilizada por los uniformados para reprimir, siempre amparados por el Estado. Esto es un ejercicio indudablemente nazi-fascista.
    https://insurgente.org/2024-el-estado-aleman-continua-siendo-nazi-fascista-pueden-comprobarlo-en-esta-noticia/

  3. La economía norteamericana depende en gran parte del complejo militar para subsistir.
    Rusia desde 1991 ha participado en 5 operaciones militares fuera de su territorio, EEUU lo ha hecho en 215.
    Los junta-letras al servicio de los poderosos acusan a Moscú de imperialista.
    Eduardo Luque, El Viejo Topo, «Zelenski lo tiene muy mal».
    Francisco Bergoglio, pontífice de la iglesia católica:
    «Los ladridos de la OTAN a las puertas de Rusia obligaron a Putin a intervenir»

  4. La generación de los 70 teníamos ideales, valores, estábamos comprometidos con una España y un mundo más justo, éramos luchadores y laboriosos.
    Pero cayó la URSS, mejor dicho la empujaron, llegaron Tahtcher y Reagan a apuntalar la dictadura capitalista y ahí empezó el declive de los ideales y de los valores hasta hoy mismo que ya son una rara Avis.
    Sólo ha faltado la tecnología para convertir a la gente en una especia de autómata que ya no piensa por sí misma.
    Eso les debe ocurrir a Los Verdes alemanes al dar su voto a von der Leyen, nazi, corrupta y gran lacaya del capital.
    Los ecologistas alemanes dan su poder a la más genocida de todas las dictaduras, la capitalista, exterminadora del Planeta y de sus criaturas.
    No tienes más males para imputar al «malvado y perverso»Putin?
    Sin duda que si tienes un mal día es culpa suya.

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