Sociedad
Castillos en el aire: Elysium City y Gran Scala
Algunos megaproyectos turísticos se quedan en una idea. En el caso de los planeados en Badajoz y Huesca, fue su ambición desmedida la que los abocó al fracaso, lo que supuso una excelente noticia para el medioambiente.
Este reportaje es el tercero de una serie dedicada a los megaproyectos turísticos en España y sus impactos.
Algunos megaproyectos turísticos son apenas son una idea. A diferencia de Cuna del Alma (en Adeje, Tenerife), en ellos ni siquiera se ha puesto el primer ladrillo. Sin embargo, esas fases iniciales a veces pueden resultar reveladoras. Uno de estos casos es el de Elysium City, un proyecto faraónico de 1.185 hectáreas proyectado en la Siberia extremeña y planteado como una «ciudad inteligente» con capacidad para 19.000 personas… en un municipio que no llega a los 1.000 habitantes. Está paralizado desde enero. El Tribunal Superior de Justicia de Extremadura le dio la razón a Ecologistas en Acción y anuló el decreto que aprobaba la instalación del complejo. Faltaban informes ambientales. De nuevo, la historia se repite.
Los promotores de estos macrocomplejos turísticos tienden a olvidar los estudios sobre el impacto ambiental de sus proyectos. En el caso de Elysium City, los ecologistas alertaron de que el macroproyecto podría afectar gravemente al ecosistema de la zona y, además, comprometer sus recursos hídricos. Castilblanco, recordaban, se encuentra en una Reserva de la Biosfera.
En una entrevista en mayo, Guillermo Santamaría, el consejero de Economía extremeño, confirmó que la Junta seguía a la espera de que la empresa les facilitase «dicha información» y que la entregasen «en tiempo y forma en los próximos meses».
El promotor de Elysium City, Francisco Nuchera, asegura en conversaciones con lamarea.com que el Gobierno de la comunidad autónoma no le requirió estos informes hasta abril y será a lo largo de este mes de julio cuando la empresa los facilite. «Hemos estado detrás de la Junta, cuando entró el nuevo Gobierno, porque nadie nos llamaba», explica Nuchera, que reconoce que la envergadura del proyecto dificulta y retrasa cualquier avance: «Elysium es un proyecto viable», sostiene.
Preguntado por La Marea, el alcalde de Castilblanco, Eusebio Fernández, confiesa que no tienen fecha para el proyecto: «Aquí no se ha producido ningún movimiento». Los promotores, explica el alcalde, «están negociando, negociando y negociando», pero aclara que él no está en esas reuniones. «Lógicamente», apostilla.
Gran Scala: Las Vegas en Los Monegros
El desierto lo tenían, pero les faltaba el dinero (aunque hubo algunos que tardaron bastante en descubrirlo). Eran los primeros meses de 2007 cuando llegó al Gobierno de Aragón una propuesta diferente (eufemísticamente hablando): construir un gran centro de ocio, un parque temático del juego, Las Vegas en pleno desierto de Los Monegros. Se le puso nombre después: Gran Scala.
Quien hacía tal proposición fue un consorcio formado por 12 empresas: International Leisure Development (ILD). Y quienes, en un primer momento, les abrieron las puertas del Ejecutivo autonómico (que lideraba una coalición entre el PSOE y el Partido Aragonés –PAR–) fueron el entonces vicepresidente, José Ángel Biel (PAR), y el consejero de Industria, Comercio y Turismo, Arturo Aliaga (también de los aragonesistas).
Deslumbrados por las grandes cifras, no les costó convencer sus socios socialistas, ni subir al barco a la oposición del PP. En un primer momento, recuerda el entonces coordinador de Izquierda Unida (IU) en Aragón y portavoz parlamentario de la formación, Adolfo Barrena, «prácticamente todo el mundo estaba a favor. Nosotros éramos casi los únicos contrarios. Hasta Chunta Aragonesista (CHA) se lo pensó. Y, por supuesto, los ayuntamientos, la comarca y los vecinos de la zona no dudaron».
Esa zona era el desierto de Los Monegros, y, en concreto, el entorno de un pequeño municipio llamado Ontiñena (610 habitantes en 2007, según el INE; 519 en la actualidad).
Las cifras
17.000 millones de euros de inversión, 26.000 empleos directos sólo en la primera fase (se planteaban tres), más de 200.000 (entre directos e indirectos) a largo plazo, 32 casinos, 70 hoteles, seis parques temáticos, 12 complejos de ocio, 25 millones de visitantes... Las Vegas y Disneyworld en perfecta mezcolanza sobre la estepa monegrina.
Las luces deslumbraron a muchos que, a pesar de las evidentes trazas de pelotazo, no dudaron en extender la alfombra roja. Lo cuenta a La Marea Eduardo Bayona, periodista aragonés que siguió de cerca la trama desde El Periódico de Aragón: «Con la crisis en ciernes, Aragón se vendió como el país de las maravillas: la Expo en 2008 y el mayor negocio europeo. Eso propagandísticamente funcionó muy bien, y la gente lo compró».
El 12 de diciembre de 2007, la Sala de la Corona del edificio Pignatelli (sede del Gobierno de Aragón) vistió sus mejores galas para presentar con gran boato Gran Scala. O «Las Vegas II», como también se lo denominaba en aquellos momentos. Un proyecto que el vicepresidente autonómico (encargado de abrir dicho acto) calificó como una «enorme esperanza» para la Comunidad, «ejemplo de aprovechamiento de agua» y «nuevo concepto que integra elementos de ocio y entretenimiento de calidad en una oferta de servicio al público». El dispendio no fue sólo ceremonioso, sino también económico, ya que, «la gran merendola», como la califica con ironía Eduardo Bayona, le supuso a las arcas públicas un desembolso de casi 180.000 euros.
Que se sepa, comenta Adolfo Barrena, fue el único gasto directo que hizo el Gobierno de Aragón. Lo que, en todo caso, no quiere decir que la fiesta le fuera a salir gratis al erario público: «La empresa reclamaba que Los Monegros estuvieran equipados, que tuvieran líneas de alta tensión, de ferrocarril, carreteras, garantía de abastecimiento de agua... Y todo eso, obviamente, ya sabemos de dónde iba a salir», señala el exlíder de IU.
Cuatro meses después del festín, el presidente de Aragón, Marcelino Iglesias (PSOE) reconocía en las Cortes autonómicas que aún no tenían el proyecto de los arquitectos, y que, cuando llegará, lo podrían enmendar, corregir y, «si es preciso, devolver al corral». Lo hacía en respuesta al líder de los populares, Gustavo Alcalde, que empezaba a considerar sospechoso que ILD no hubiera presentado el aval de 20 millones de euros por la compra de los terrenos y llegó a usar la palabra «timo». Bayona lo recuerda, y asegura que «lo que nunca demostró esta gente fue tener solvencia para arrancar. Era humo. Todo mentira».
Una ley a la carta
Por si había alguna duda de que los focos de los casinos habían deslumbrado a algunos dirigentes autonómicos –y como muestra inequívoca de que los impulsores acertaron al pensar en el saso aragonés (según el Aragonario, una «planicie con piedra y tierra suelta, meseta, páramo, terraza fluvial»)–, el 17 de julio de 2009 se publicó en el Boletín Oficial de la Comunidad la Ley de Centros de Ocio de Alta Capacidad de Aragón. Se aprobó con el apoyo del PSOE y del PAR, la abstención del PP (que votó en contra de algunos puntos) y los votos en contra de CHA e IU.
Era una normativa ad hoc para Gran Scala que, entre otras cosas, exigía que los centros tuvieran más de 1.000 hectáreas, que crearan más de 3.000 puestos de trabajo y, como mínimo, 8.000 plazas de alojamiento para visitantes.
La compra de los terrenos
Antes de la ley, en febrero de 2009, la empresa trató de dar muestras de solvencia y seriedad. Los promotores firmaron con los propietarios la opción de compra de los terrenos, unas 2.300 hectáreas, de las que alrededor de 1.000 eran de propiedad privada y el resto municipal.
ILD formalizó 68 contratos de opción de compra con 130 propietarios. Se estipuló un precio total de 8.000 euros por hectárea. Los pagos se realizarían con varios adelantos del 4% cada ocho meses. Los primeros pagos se produjeron. De hecho, el pool empresarial llegó a desembolsar alrededor de 1,25 millones de euros. Pero cuando llegó el momento de rematar la compra, allá por octubre de 2011, nadie apareció. Por el desierto de Los Monegros no se movió ni la típica bola de ramas secas.
Eso sí, lo pagado ya no se devolvía, puesto que así lo estipulaba el contrato firmado. Los propietarios de los terrenos, relataba en aquel momento Bayona en El Periódico de Aragón, «se han repartido 1,2 millones de euros –seis veces más de lo que habrían sacado cultivándolos– con la expectativa de recibir cerca de otros ocho que en realidad nadie espera ya».
«Aquello estaba casi abandonado», explica hoy este periodista, «entonces la gente cogió el dinero». Han pasado 17 años desde las primeras fanfarrias, y aquello se recuerda como una broma de mal gusto. «Fue todo tan surrealista, que ni siquiera dejó huella», comenta Bayona.
Tras incumplir sus compromisos de pago, el globo se fue desinflando a medida que se conocían detalles sobre la empresa. Por ejemplo, que habían sido denunciados por su propio despacho de abogados, Garrigues, puesto que les adeudaban minutas por valor de unos 200.000 euros.
*Actualización: 12/07/2024 a las 16:00h
Afortunadamente se quedaron en una idea.
Con Gran Scala, hubo mucha gente de Fraga, (Sariñena ya estaba más dividida), también hubo gente de las comarcas colindantes, de otras comarcas oscenses y de Zaragoza, incluso de Ontiñena que se opuso y luchó contra el proyecto y sobre todo Ecologistas en Acción que se movió por todos los pueblos importantes de la provincia dando charlas informativas sobre el tema, también profesores de la zona.
Yo creo que ese proyecto lo paró mayormente la oposición social por aquel entonces más despierta y luchadora.
Ejemplo de aprovechamiento de agua dice el político cazurrico cuando hubiera sido al revés.
Y «nuevo concepto que integra elementos de ocio y entretenimiento», del vicio y la drogadicción en cantidades industriales que hubiera traído para la provincia no dice nada.
Un proyecto pretende construir ampliaciones del Museo Guggenheim en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai.
Estos terrenos corresponden a la zona núcleo de la Reserva de la Biosfera, están incluidos en un Humedal de Importancia Internacional (Convenio RAMSAR) y forman parte de una Zona Especial de Conservación y de una Zona de Especial Conservación para las Aves, ambas incluidas en la Red Natura 2000. Diversos estudios realizados por encargo de la Administración Pública muestran que la capacidad de acogida turística de la comarca está ya más que superada y que el estuario presenta un elevado número de presiones que aconsejan una gestión cautelosa para asegurar la conservación de los hábitats y de las especies que los habitan.
Las organizaciones ecologistas destacan que la construcción de esta infraestructura turística amenaza, no solo la integridad ecológica de Urdaibai, sino también la propia esencia de la Reserva de la Biosfera, ámbitos cuyo principal fin es el de servir como laboratorio de sostenibilidad desde los que experimentar y establecer una base científica para mejorar la relación entre las personas y su entorno.
El objetivo final de estas áreas es el desarrollo sostenible y la conservación de la diversidad biológica y los recursos naturales desde criterios de gestión participativa, así como la instauración de dispositivos de gobernanza que favorezcan la negociación entre los actores implicados. “Este proyecto, sin embargo, responde a intereses privados y está siendo costeado con dinero público, sin participación de la ciudadanía y sin tener en cuenta las necesidades reales de la comarca”, declaran las organizaciones ecologistas.
Por una parte, el proyecto ofrece de manera gratuita a la franquicia Guggenheim de Nueva York todas las infraestructuras necesarias para ampliar su negocio. Y por otra parte, “perdona a Astilleros de Murueta sus responsabilidades medioambientales, ya que quien va a pagar la eliminación de la contaminación de suelos que han generado los Astilleros es el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico. Además, supone la modificación ad hoc de la zona de servidumbre en la marisma y las normas urbanísticas de Murueta, Forua y Gernika para que el proyecto sea posible”, añaden.
Por todo ello, Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción, Greenpeace, SEO/BirdLife y WWF reclaman la paralización inmediata del proyecto de ampliación discontinua del Guggenheim Bilbao en Urdaibai. Es necesario iniciar un proceso participativo para acordar con la población local una estrategia integral de desarrollo comarcal, que sea respetuosa con la conservación de los valores naturales, impulsando la sostenibilidad y la conservación de la riqueza biológica de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai”, concluyen.