Internacional
Francia se vuelca para frenar a la ultraderecha y da la victoria al Nuevo Frente Popular
La coalición de izquierdas contará con una amplia mayoría en la Asamblea nacional. Reagrupamiento Nacional, el partido de Marine Le Pen, quedó relegado al tercer puesto.
Contra todo pronóstico, París fue una fiesta. Los sondeos previos anunciaban una nueva victoria de la ultraderecha tras sus éxitos en los comicios europeos y en la primera vuelta de las elecciones legislativas. La segunda vuelta no ha ratificado esa tendencia. El pueblo francés decidió esta vez frenar de forma contundente al Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen, mandar al partido del presidente Emmanuel Macron al rincón de pensar y confiar las riendas del país a la coalición de izquierdas, el Nuevo Frente Popular (NFP).
La encuesta a pie de urna de Ipsos otorgaba al NFP un mínimo de 177 escaños en la Asamblea nacional. Le seguía en segundo lugar la coalición macronista, Ensemble, que alcanzaba los 152 asientos. Reagrupamiento Nacional, el partido favorito en estas elecciones, quedó en tercer lugar, con una estimación de 138 escaños. La reacción indignada del partido ultra no se hizo esperar. Su cabeza de lista, el joven Jordan Bardella, utilizó una retórica desfasada y reaccionaria para valorar los resultados. «La campaña electoral en esta segunda vuelta ha estado marcada por una alianza contra natura», afirmó. «La alianza del deshonor y los arreglos electorales realizados por Emmanuel Macron y Gabriel Attal con las formaciones de extrema izquierda privan a los franceses de una política de rehabilitación que había contado con un amplio apoyo y que nos colocó en primer lugar en las elecciones europeas y el pasado domingo [en la primera vuelta]», añadió.
Para quedar bien delante de los suyos, Bardella se atribuyó un apoyo popular que, a tenor de los resultados de ayer, no tiene. Es más, francesas y franceses acudieron a las urnas en una proporción que no se conocía desde las presidenciales de 2002, cuando se movilizaron para frenar al viejo patrón de la formación ultra, Jean-Marie Le Pen. La tasa alcanzó el 67,5%; en las pasadas elecciones europeas apenas superó el 50%. El veredicto de la ciudadanía, por tanto, fue claro: no quiere a los neofascistas al frente del gobierno. Aunque lo cierto es que tampoco se expresó inequívocamente a favor del Nuevo Frente Popular. La coalición de izquierdas (formada por La Francia Insumisa, el Partido Socialista, Los Verdes y el Partido Comunista), aun saliendo vencedora y fortalecida en estos comicios, tendrá que pactar con Emmanuel Macron la investidura del nuevo primer ministro ya que no tiene la mayoría absoluta de la cámara.
«No será aceptable ningún subterfugio, arreglo o combinación. La lectura de los votos es inapelable. La derrota del presidente de la República y de su coalición ha sido claramente confirmada. El presidente debe inclinarse y admitir esta derrota sin intentar esquivarla de ninguna manera», afirmó Jean-Luc Mélenchon, líder de La Francia Insumisa, anticipando una negociación a cara de perro. «El primer ministro [Gabriel Attal] debe irse. De hecho, nunca recibió la confianza de la Asamblea nacional, viene de dirigir la campaña perdida por su grupo y ha recibido un voto masivo de desconfianza popular», agregó.
En realidad, no hacía falta que Mélenchon le recordara a Attal su fracaso. El primer ministro anunció, nada más conocerse los primeros resultados, que hoy presentaría su dimisión. Lo hace apenas cinco meses después de haber sustituido en el cargo a Élisabeth Borne, que fue utilizada como material fungible por Macron para imponer su infausta reforma de las pensiones. Cuando lo logró, usándola como ariete contra la voluntad popular (que se manifestó en las calles de forma multitudinaria en contra de la reforma), la apartó del gobierno. El presidente francés va quemando etapas y aliados políticos en su empeño por hacer realidad su proyecto neoliberal. Experto en la política del trágala, ahora no tendrá más remedio que sentarse a pactar con su némesis (que nunca fue la ultraderecha sino la izquierda en cualquiera de sus grados). Y conociendo sus antecedentes, no lo pondrá fácil.
Édouard Philippe, también ex primer ministro y uno de los más conspicuos políticos de la esfera macronista, avanzó de alguna manera los primeros movimientos de la negociación: anoche hizo un llamamiento al «acuerdo», pero subrayando la importancia de dejar fuera de él a La Francia Insumisa de Mélenchon. Desde un punto de vista partidista, el del centro-derecha, es una estrategia inteligente para empezar a trabajar. Mélenchon lleva muchos años en el punto de mira de los medios de comunicación generalistas. Ningún político ha sido más atacado, despreciado y demonizado que él. Pero también Mélenchon ha puesto de su parte. Desde que se conformó el Nuevo Frente Popular, se multiplicaron las voces pidiendo que el líder de La Francia Insumisa diera un paso atrás. Se le consideraba veneno para las urnas. Hubo encuestas que lo colocaban como el político más odiado de Francia, empatando en ese dudoso honor con Éric Zemmour, el ultramontano líder de Reconquista, el partido que se sitúa (aún más) a la derecha del Reagrupamiento Nacional. Pero Mélechon es sordo a las críticas y nadie ha conseguido, por el momento, arrebatarle el timón de la izquierda gala.
Su partido, La Francia Insumisa, tampoco se demoró a la hora de mostrar sus primeros movimientos en esta complicada negociación. La diputada Mathilde Panot avanzó que la primera decisión de un gobierno presidido por el Nuevo Frente Popular será derogar la reforma de las pensiones que retrasa la edad de jubilación de los 62 a los 64 años. «Tendremos una sola brújula: el programa del NFP», aseguró, por su parte, Olivier Faure, el secretario general del Partido Socialista. «Francia merecía algo mejor que una alternativa entre el neoliberalismo y el fascismo», añadió.
Como es lógico, las pretensiones iniciales del centro-derecha y de la izquierda son maximalistas. ¿Serán capaces de llegar a un acuerdo? Esa es la gran incógnita surgida de estas elecciones. Conociendo el carácter autoritario de Macron, no sería extraño que se desentendiera del resultado surgido de las urnas y bloqueara la formación de gobierno. Ahora mismo, todo es posible.
…una alianza contra natura de comunistas, socialdemócratas, liberales, verdes, ultracapitalistas y jugadores de fútbol archimillonarios pidieron votar contra el partido de extrema derecha de Lepen.
Tan babosas, simples y desideologizadas están hoy las sociedades europeas que estas elecciones son celebradas como si se hubiera dado una nueva revolución en Francia.
No aplaudamos como victoria izquierdista a un programa en el que no se ha puesto en juego el modelo neoliberal, en el que todos son atlantistas convencidos y fervorosos creyentes de ir a la guerra contra Rusia….
-Augusto Zamora-
Melechon dice que acabara con la derecha francesa. Pero, tambien ha dicho, que trabajara para que el ‘arabe sea la segunda lengua oficial de Francia. Con esto, lo que lograra sera que la ultra extrema derecha arabe , yihadista toda, migre a Francia y, una vez alli, imponga su Sharia como segunda religion.
La Francia se mueve y además parece que acertadamente no como éste rebaño dócil del reino francofascista de España.
Muchos dicen que la Guerra de la Independencia de 1808 la debían haber ganado los franceses.
De haber sido así, la España que tan bien retrató Antonio Machado no existiría, «en España, de diez cabezas, nueve embisten y una piensa». Ni se hubiera dado el golpe de estado fascista del 36 contra la legalidad y el progreso.
Que no haya ganado el fascismo de Lepen es una alegría, pero el NFP de Melenchon tampoco podrá gobernar, porque sabemos que Macron y Lepen acabarán yendo de la mano y por lo menos intentaran cubrir el expediente que les queda durante un año que le queda si o si a Macron como presidente .
El NFP ha venido para dar un poco de aire al partido socialista que estaba moribundo, al partido comunista desaparecido , pero es el LFI de Melenchon el partido mayoritario ,el que se juega su futuro, los demás volverán al rincón de los olvidados de la política francesa.
El tiempo nos dirá si me equivoco.
Salud y anarquia