Crónicas | Cultura

Ladj Ly: “La gente tiene una imagen completamente deformada de los suburbios”

El director de ‘Los miserables’ y de ‘Los indeseables’ (ahora en cartelera) apuesta por el compromiso político en pleno ascenso de la extrema derecha en Francia.

El cineasta Ladj Ly (centro) en el set de rodaje. LAURENT LE CRABE / LE PACTE

Esta entrevista con Ladj Ly se publicó originalmente en #LaMarea101. Puedes conseguir la revista en papel aquí y seguir apoyando el periodismo independiente.

Después del éxito de Los miserables, Ladj Ly (París, 1978) vuelve a la cartelera y a Les Bosquets, la barriada de Montfermeil, en la periferia de la capital, en la que creció y que representa todos esos territorios que la República francesa ha abandonado calculadamente. Esos territorios son el ruinoso hogar de una ciudadanía olvidada, aislada del centro para que no moleste, pobre, racializada y despreciada por el poder. Pero la burguesía aún pretende sacarles más beneficio económico. En Los indeseables, su nuevo filme, Ly pone el foco sobre las viviendas precarias que son objeto de la especulación urbanística. El director plantea un dilema a partir de la desesperación de la banlieue: ¿respondemos con violencia o con participación política?

Tardó 10 años en sacar adelante el proyecto de Los miserables. Esta vez habrá sido más fácil.

Sí, Los miserables tuvo muchos problemas para encontrar financiación. Ahora ha sido más fácil. Después de aquel éxito, estaba claro que el tema seguía interesando al público. Hubiera sido muy raro no encontrar apoyo para hacer la continuación.

¿Le han hecho ofertas para hacer otro tipo de cine más enfocado al entretenimiento y con más medios económicos?

Todas las semanas recibo una oferta así y tengo que rechazarla. Parto del principio de que quiero contar mis propias historias. Después de Los miserables empezaron a pasar cosas increíbles. Me llamaban de Estados Unidos para ofrecerme presupuestos enormes, verdaderamente alucinantes. ¡Proyectos de 100 millones! Y yo me decía: «¿Pero esto cómo es posible?». Siempre dije que no. Quiero continuar en mi línea, al menos por el momento.

En un momento dado, Haby, la protagonista de Los indeseables [interpretada por Anta Diaw] se ve casi obligada a tomar partido y comprometerse políticamente. ¿A usted le ocurre lo mismo?

Por supuesto. Haciendo cine hago política. Hablo de diferentes problemas que me conciernen, que me tocan personalmente, y tengo muchas cosas que contar. Para mí, el cine tiene que tener un sentido, un compromiso. No tengo ganas hacer una comedia por el hecho de que sea una comedia.

Ladj Ly: «La gente tiene una imagen completamente deformada de los suburbios»
Anta Diaw, protagonista y encarnación de la esperanza en ‘Los indeseables’. CARAMEL FILMS

Haby dice una frase muy bonita en la película: «Soy una francesa de hoy». ¿Cree que habrá gente en Francia que no comprenda lo que esto quiere decir?

Claro, claro. Seguro que muchos no la van a entender. Y otros van a hacer como que no la entienden. Sin embargo, la frase es muy clara. Desgraciadamente, estamos en un país en el que los problemas de identidad son muy fuertes. ¿Qué es ser francés? Mucha gente se hace esa pregunta hoy en día, mucha gente hace categorías, hace diferencias entre los franceses: el francés de souche [‘de pura cepa’, blanco], el francés procedente de la inmigración, etc. Ser francés y ser negro… eso forzosamente plantea un problema. Igual que si tienes orígenes árabes. Por eso es importante que Haby lo precise: una francesa de hoy es una ciudadana de un país multicultural y es fundamental que todo el mundo acepte esta realidad. Es así, es un hecho, ya está. Francia es un país mestizo, no es el mismo país de hace 50 o 100 años. Ha avanzado. Ha evolucionado.

Uno de sus actores fetiche, Steve Tientcheu, rodó un documental con Alice Diop (La mort de Danton) sobre su experiencia como alumno del Cours Simon. Allí aprendía a recitar a Molière y a los clásicos del teatro francés. Por un lado estaba feliz, pero por otro, sentía una especie de extrañamiento en ese ambiente burgués, rodeado de compañeros blancos. ¿Cómo ha sido su experiencia en el mundo del cine? ¿Ha sentido usted algo similar?

Sí, inevitablemente. Cuando llegas a ese tipo de sitios y eres el único negro… todo es un poco raro. Hay que pasar muchas pruebas, trabajar duro. El mundo del cine es muy cerrado. Es un medio muy burgués, muy elitista, no está al acceso de todo el mundo hacer cine. Sigue siendo un nicho. Es una tarea difícil, por lo menos al principio. Steve encarnaba muy bien ese sentimiento en aquel documental. Era casi el único negro que quería hacer cine, que quería hacer teatro, y para los que habitan en ese medio suponía una especie de anomalía.

La televisión francesa pinta las barriadas de la periferia como si fueran el infierno en la tierra, lleno de gente violenta, fundamentalista, antifrancesa… ¿Intenta usted corregir esta visión con su cine?

Por supuesto. La gente, desgraciadamente, tiene una imagen completamente deformada de los suburbios. Los conocen a través de los medios de comunicación y de lo que dicen los políticos, y esta visión es un cliché. Tres cuartas partes de los franceses no han puesto jamás un pie en estos barrios y su conocimiento se limita a unas imágenes que caricaturizan a sus habitantes. Pero cuando tú vives allí, y yo lo he hecho y por eso puedo hablar con conocimiento de causa, ves muchas más cosas. Por supuesto que hay pobreza y que hay delincuencia. Es lógico. Cuando coges a esta gente y la aparcas en un lugar y la aíslas, y obligas a estas personas a relacionarse sólo entre ellas, cuando dejas a su suerte a la gente más frágil y más pobre, forzosamente va a haber problemas y tensiones. Pero eso es sólo una parte. La gente allí también vive con normalidad. Hoy, la mayor parte de los barrios son bastante diversos, no hay solamente inmigrantes. También hay muchísimos franceses blancos, pero eso no es lo que usted va a ver en los medios. En mis películas intento ser lo más justo posible y hablar de esta realidad, que no es necesariamente la que podemos ver en los medios.

Confieso que yo nunca he visto un blanco en los reportajes de la tele francesa sobre las banlieues.

En mayor medida, hay franceses con orígenes inmigrantes. Es normal, son los más pobres. Pero también hay muchos blancos. Muchísimos. No al mismo nivel de los árabes o los negros, pero los hay. ¿Y por qué? Pues porque, desgraciadamente, hay franceses blancos, franceses de pura cepa, que también son pobres. Estos barrios reciben gente pobre. No es una cuestión de color de piel, es una cuestión de pobreza. Si tienes los medios, te vas a otra parte. Incluso los negros y los árabes que han logrado triunfar se han ido, ya no viven en esos barrios. Si la gente vive allí es porque, lamentablemente, no tiene elección. Dicho esto, allí hay de todo: negros, árabes, paquistaníes, turcos, gente de Europa del Este, otros europeos… Verdaderamente, hay de todo. Hay una gran variedad en estos barrios.

En Los miserables los niños se rebelaban contra la violencia policial. En Los indeseables hay otro tipo de rebelión, la rebelión cívica de Haby. En cierto modo, lo que usted dice es que aún queda esperanza en la política. ¿De verdad lo cree, incluso con este ascenso de la extrema derecha?

Es importante creer. Si no creemos, se acabó, es el fin. Siempre hay que conservar un poco de esperanza y eso es lo que intento transmitir con el personaje de Haby. Hay medios para cambiar la política, para repensar la política, pero tenemos un enorme trabajo por delante, eso es cierto. Si piensas en lo que está pasando actualmente en Francia… es catastrófico. Es difícil de creer. Cuando ves que la extrema derecha está acariciando el poder con los dedos y que la derecha se alía con ella, llegas a la conclusión de que ya no hay reglas. Estamos lidiando con oportunistas. Así que, ciertamente, es difícil creer hoy en la política. Pero tenemos que concienciarnos, que decirnos a nosotros mismos que las cosas pueden ser diferentes. Y entonces es cuando los cambios pueden llegar.

En Los miserables había otra frase muy elocuente que dice uno de los policías: «¿De qué sirvió la rabia de 2005? De nada. Quemaron coches, destruyeron paradas de autobús, ¿y qué queda ahora?».

No sirvió para nada, efectivamente. Haby dice en un momento de la película: «No podemos limitarnos a estar encolerizados». Y tiene razón. Porque la cólera ya la hemos practicado. Lo hicimos en 2005, estábamos muy enfadados y hubo mucha violencia. Y eso no cambió nada. De hecho, empeoró la situación. Puede llegar a parecer que no hay otra solución, que no es posible cambiar las cosas. Y ahí es cuando aparece el personaje de Haby. Ella, al menos, nos da esperanza. Va a emprender su combate, creará su partido político y se presentará a las elecciones. Quizás la solución esté ahí, en repensar la política, en repensar los candidatos, y quizás ahí haya un poquito de esperanza.

Alexis Manenti en el papel del alcalde autoritario de ‘Los indeseables’. CARAMEL FILMS

«¡Tenéis que respetar las instituciones de la República!», dice, autoritario, el alcalde de Los indeseables. Juraría que eso se lo he escuchado a Macron también.

Sí, sí, es posible. [Risas] Hay mucho de Macron en ese personaje. Es alguien que nos hace creer en el cambio y que, finalmente, es igual de duro que los otros. Alguien que impone sus ideas obstinadamente, que ha recurrido al artículo 49.3 [que, en la práctica, otorga más poderes al Ejecutivo en detrimento de la Asamblea] no sé cuántas veces. Para mí, así lo digo, en realidad es una forma de dictadura. Está completamente cerrado a cualquier tipo de negociación. Cerrado de forma radical, extremista.

Supongo que Alexis Manenti estará un poco cansado de hacer siempre de cabrón. ¿No va a darle nunca un papel más simpático?

Pues no. En mis películas, Alexis Manenti será siempre un cabrón. Eternamente. ¡Así es como lo veo! [Risas] No soy capaz de imaginármelo en un papel simpático. Nos queremos mucho. Somos amigos desde hace muchísimos años. Los dos formamos parte del mismo colectivo artístico, Kourtrajmé, y nos conocemos desde la adolescencia. Pero eso no cambia nada. [Risas] Seguirá haciendo papeles de villano.


Cine de combate

Ladj Ly
Una foto de Ladj Ly, ‘armado’ con su videocámara, adornó la fachada de la Tate Modern de Londres en 2008. Pertenece a la serie ‘Portrait of a Generation’, del artista JR. Foto: LAWRENCE COLEMAN / CC BY-NC-SA 2.0

Ladj Ly nunca fue a una escuela de cine. Aprendió el oficio junto a los amigos con los que fundó en 1994 el colectivo Kourtrajmé (Kim Chapiron, Toumani Sangaré y Romain Gavras), en cuyos cortos colaboró como actor, guionista y lo que hiciera falta. Pero su lugar también estaba detrás de la cámara. En 2005 rodó, en su mismo barrio, el documental 365 jours à Clichy-Montfermeil, durante los disturbios que estallaron en las banlieues tras la muerte de dos adolescentes que huían de la policía. Fue entonces cuando Nicolas Sarkozy definió a los alborotadores, y por extensión a todos los habitantes de estas barriadas, como racaille (literalmente, ‘escoria’). Para Ly empezó un combate que libraría con su videocámara. En 2008 consiguió grabar en un portal cercano a su casa la paliza que los policías le dieron a un muchacho que ya estaba esposado. El vídeo sirvió como prueba para condenar a los agentes. Todas estas experiencias las sintetizó en Los miserables, la cinta que lo llevó de Les Bosquets a Hollywood. No ganó el Oscar porque aquel año, 2020, tenía una dura competidora: Parásitos, de Bong Joon Ho.

Consciente de que estudiar cine sólo está al alcance de unos pocos privilegiados, Ly quiere que otras personas como él puedan seguir sus pasos. Para ello ha abierto escuelas populares en Montfermeil, Marsella, Dakar y Guadalupe. Son gratuitas y están abiertas a todo el mundo, sin importar la edad, la condición social o el certificado de estudios.

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