Los resultados de la primera vuelta de las elecciones legislativas en Francia confirman la tendencia que anticipaban los pasados comicios europeos. La extrema derecha del Reagrupamiento Nacional (RN) es a día de hoy la mayor fuerza política del país tras cosechar el 29% del voto –ascendiendo al 33% de contar con los candidatos disidentes del partido Los Republicanos, liderados por Éric Ciotti–. Le sigue con el 28% del sufragio el Nuevo Frente Popular (NFP), la coalición formada por las principales fuerzas de izquierdas y ecologistas que acordó presentarse unida ante la amenaza de la llegada al poder de la extrema derecha. En tercer lugar se encuentra el partido del gobierno de Emmanuel Macron, muy tocado –pero no hundido–, tras cosechar el 20% del voto. El aumento histórico de la participación hasta el 66,7%, cifra récord desde el comienzo de los 2000, sumado a la movilización ciudadana y militante que han respaldado a la coalición de izquierdas, no han bastado para frenar el avance de la extrema derecha.
De la clase política francesa, el macronismo es el principal perdedor de la primera vuelta. La noche del domingo 30, el gobierno de Emmanuel Macron pagó el precio de una segunda legislatura marcada por un neoliberalismo rampante y una acelerada deriva autoritaria. Como ya alertara Bruno Palier, politólogo especialista en políticas públicas, la aprobación por decretazo de la reforma de las jubilaciones apuntaba a generar un importante descontento en las capas medias poco cualificadas de la sociedad francesa. Palier alertaba de que esta clase social, sin una cultura de organización colectiva a través de la que canalizar la contestación, podía acabar basculando hacia la extrema derecha y votar al RN en las presidenciales de 2027. No ha habido que esperar tanto. En dos años, un RN liderado por el joven Jordan Bardella ha pasado de ser la tercera fuerza en las legislativas de 2022, con un total de 4.249.000 votos, a ser el ganador con 10.620.000 papeletas en 2024. Presumiblemente, una parte considerable de la abstención ha ido a parar al partido de Bardella.
Aunque siempre hay que ser precavido al hablar de la influencia de los medios de comunicación en la población, sin tender a sobredimensionar el problema, desde luego que la esfera mediática francesa ha estado lejos de funcionar como un cuarto poder estos últimos años. La demonización y el ataque a machamartillo del resto de formaciones políticas y periodistas mainstream a la izquierda, en concreto a La Francia Insumisa (LFI), han sido reproducidos constantemente en medios. A las acusaciones de antisemitismo, en gran parte infundadas, que arrastra la izquierda desde los crímenes de Hamás del 7 de octubre de 2023, el macronismo y la extrema derecha han instalado un clima de ansiedad social con base en el programa económico del NFP. Poco importa que haya contado con el aval de 300 economistas de renombre o de la premio Nobel Esther Duflo: según Bardella o el ministro de Economía, Bruno Lemaire, de ganar el NFP, Francia acabaría intervenida por el FMI o conduciría al empobrecimiento del país. Si a este estado de paranoia ambiental, se le añade una casta de periodistas blanqueando al RN, incapaz de identificarlo como un partido de extrema derecha, la mezcla es explosiva.
De cara a la segunda vuelta, el escenario es igualmente preocupante. Los principales líderes del macronismo intentan mantener viva su identidad y su espacio político, defendiendo un discurso de supuesta centralidad frente a los extremos, sumamente deteriorado. En las circunscripciones donde el macronismo haya llegado en tercera posición, por detrás del RN y del NFP, miembros del gobierno ya han declarado que estudiarán cada situación por separado a la hora de retirarse o no. Respaldando un mayor compromiso con el cordón sanitario, el conocido frente republicano francés, el líder de LFI, Jean-Luc Mélenchon, declaró tras los primeros resultados que todo candidato del NFP que haya llegado en tercera posición se retirará de la contienda.
El macronismo pretende llevar su estrategia de bombero pirómano hasta el final. De no aplicar un cordón sanitario efectivo, el partido de Marine Le Pen podría conseguir en la Asamblea una mayoría simple o, incluso, absoluta. No parece raro después de haberle abierto al RN las puertas del poder. Un sector del gobierno de Macron prefiere antes a Bardella ocupando el cargo de primer ministro, designando puestos claves del Ejecutivo y haciendo girar la maquinaria, que una situación de bloqueo parlamentario. No parece que el electorado de Macron esté de acuerdo con esta peligrosa maniobra. Las caras y declaraciones de angustia de la militancia del partido de Macron, Renacimiento, circularon por Internet momentos después de que el presidente francés disolviera la Asamblea. Igualmente, los sondeos afirman que al menos dos tercios del electorado macronista están a favor de un frente republicano contra el RN (por más que, a día de hoy, no se sepa dónde empieza y dónde acaba).
Como alternativa a la perspectiva de bloqueo, también se baraja el nombramiento de un gobierno técnico, en torno a un consenso de mínimos, que no apruebe leyes ni reformas de calado. Esta opción, similar a la que lideró el gobierno del tecnócrata Mario Draghi en Italia entre 2021-2022, podría apenas retrasar lo inevitable, como ya ocurrió en el país transalpino. Pero teniendo en cuenta la proximidad de los Juegos Olímpicos de París 2024 y que el aparato institucional francés es de un centralismo tan importante que se podría poner en pausa durante meses sin grandes problemas, es una posibilidad que ha cobrado fuerza en los últimos días.
En definitiva, la situación es crítica. Queda por ver cómo se articula la segunda vuelta: qué candidatos abandonan la liza y si las consignas de voto serán más claras después de que se publiquen los sondeos definitivos. Igualmente, Jordan Bardella se enfrentará en un último debate a uno de los líderes del NFP. Con todo, lo que parece cada vez más claro es que está tomando forma una consigna de la coalición de izquierdas: el movimiento social es la fuerza del Nuevo Frente Popular. La unión de izquierdas cometería un fallo garrafal de no cuidar a su base electoral, en un momento de alta efervescencia y movilización social. Si bien el panorama es desolador, un sólido 31,4% del electorado francés ha votado en estas últimas elecciones a la izquierda, de manera similar que en las legislativas de 2022. El pesimismo de la razón anticipaba las cifras de la noche del domingo 30 de junio. Pero el optimismo de la voluntad ya se ha adueñado de los corazones de los franceses. De ellos depende que sigan palpitando fuerte, juntos, al unísono.