Internacional
Un espectáculo lamentable: Biden y Trump pierden el primer debate electoral
El candidato demócrata, debilitado y titubeante, destacó sus medidas económicas y apoyo a Ucrania, mientras el republicano evitó responder muchas preguntas y afirmó que Europa debe “pagar” las facturas de la OTAN.
Se abre el telón: los dos candidatos a la Casa Blanca en las elecciones presidenciales de noviembre se enfrentan en un debate desolador para convencer al electorado de sus competencias. Ocurrió la pasada noche del 27 de junio y es difícil determinar quién salió victorioso de esta primera pugna verbal en directo.
Joe Biden, el actual mandatario –quien cumplirá 82 años el mismo mes que la ciudadanía está convocada a las urnas– se mostró visiblemente deteriorado: titubeante, apenas conseguía enunciar con claridad algunos de sus argumentos y le costaba citar datos de memoria a falta de notas en mano, según dictaban las normas.
Donald Trump, su oponente y presidente en la anterior legislatura, de 78 años, evitó sistemáticamente responder a algunas preguntas clave y se mostró beligerante, aunque más comedido que en otras ocasiones, pues la organización –al cargo de la cadena CNN– acordó sólo abrir los micrófonos durante el turno de cada participante.
Estamos en 2024 y muchas son las circunstancias que convierten a estos comicios en un evento insólito: la longevidad de los líderes demócrata y republicano; el hecho de que Trump es el primer expresidente condenado en un juicio penal –por el soborno a la actriz porno Stormy Daniels, algo que Biden sólo mencionó brevemente para atribuirle “la misma moral que [a] un gato callejero”–; y que, de resultar elegido, supondrá la primera vez desde 1892 que alguien detenta un segundo mandato no consecutivo.
La otra excepción la conforma el hijo de Joe Biden, Hunter, declarado culpable hace varias semanas por posesión de armas en un juicio aún sin sentencia, cosa que Trump aprovechó para defenderse de sus acusaciones. Los temas más importantes, parcialmente opacados por el carácter inaudito que rodeaba al encuentro, se colaron finalmente en una velada marcada, además, por las encuestas: casi todas otorgan al republicano cierta ventaja, también en los estados bisagra, decisivos a la hora de dictaminar el ganador.
Israel y Ucrania
Ampliamente impopulares ambos, Biden y Trump se enzarzaron en diatribas relacionadas con la economía, las prestaciones sociales o el mapa geopolítico actual, caracterizado por dos puntos calientes: Israel y Ucrania. Si bien ningún candidato apostó por reconocer el estado palestino, Biden aseguró que un alto el fuego sería posible en Gaza si Hamás liberara a los rehenes, esquivando las responsabilidades por las más de 35.000 víctimas mortales palestinas, muchas de ellas niños.
Respecto al conflicto con Putin, el demócrata insistió en la legitimidad de los 175.000 millones de dólares comprometidos con Kiev, un gasto que Trump le reprochó varias veces bajo la aseveración (refutable) de que Moscú jamás habría invadido el país vecino de haber sido él presidente. A eso añadió que quiere que “Europa pague” las facturas y que “hay un océano de por medio” (entre las guerras continentales aquí y América), lo cual hizo sospechar a Biden del compromiso con la OTAN de su contrincante y generó ataques cruzados sobre el fantasma de una Tercera Guerra Mundial, escenario catastrófico, en cualquier caso.
Del blindaje de fronteras internacionales pronto pasaron a discutir las propias, un asunto reiteradamente enfatizado por el republicano: los inmigrantes representan, para Trump, el chivo expiatorio al que culpar por el desmantelamiento del sistema de seguridad social, y hasta respondió a las cuestiones sobre el aborto tachando a los extranjeros de criminales.
Este último tema, el aborto, derecho derogado a nivel federal por un Tribunal Supremo inclinado al lado conservador gracias a los tres jueces que impuso el anterior mandatario, podría haberse convertido en uno de los ejes favorables a Biden, según predecían los analistas; en su lugar, pasó relativamente desapercibido en su discurso, y ni siquiera lo recalcó en el resumen final de su intervención, como tampoco lo hizo con otro de los grandes motivos, el asalto al Capitolio.
Trump y el concepto de «elecciones libres y justas»
No obstante, Biden sí que subrayó el peligro que representa su oponente para la democracia en general, y la desestimación sistemática de cada una de las demandas que éste interpuso con el fin de cuestionar el resultado (legal) de las elecciones de 2020. Más preocupados se mostraron los presentadores de CNN, quienes insistieron en saber si Trump aceptaría los números salientes del proceso de sufragio, a lo que él contestó que únicamente si se trataba de «elecciones libres y justas”, levantando así sospechas pasadas.
Quizá el argumentario más potente del candidato demócrata fuese el conectado directamente con los bolsillos estadounidenses: sus proclamas a favor de una clase media sólida, las promesas de reducir la inflación de la cesta de la compra y bajar el precio de la vivienda, y de implantar un sistema fiscal más justo donde “cada cual pague su parte” brillaron por momentos.
Biden ha repetido múltiples veces que a los ricos les corresponde pagar más, y así lo dijo de nuevo: los mil-millonarios pagan entre prácticamente nada y un 8,2% de impuestos y deberían contribuir al menos un 24% a las arcas públicas. También destacó que consiguió lograr pleno empleo mientras el paro con su contrincante se disparó al 15% durante la pandemia, e imponer un límite de 35 dólares mensuales en la insulina.
Asimismo, nombró su plan climático –más parecido a una estrategia de seguridad energética, como ya analizamos– y recordó a Trump el error de abandonar el Acuerdo de París, cosa que el demócrata revirtió. Trump, en un alarde de negacionismo, apuntó al coste económico de ese acuerdo, y a la necesidad de “aire y agua limpios”. Además, se vanaglorió de su reforma fiscal y “bajar impuestos”, principalmente a las clases altas.
Un debate descalabrado por ambas partes fue lo que contemplamos, podría afirmarse. El octogenario, privado de la energía y las múltiples propuestas con que consiguió movilizar al electorado en 2020, apenas sorteaba los embistes del adversario y se remitía al pasado reciente como fuente de logros templados con que justificar su futuro en la Casa Blanca.
El septuagenario, imputado en varios casos y con la sombra de los sucesos del 6 de enero de 2021 (el asalto al Capitolio), se empeñaba en el eslogan Make America Great Again, verter mensajes xenófobos y desviar la atención de los asuntos cruciales. En algún momento, los dos comenzaron a explicar sus habilidades jugando al golf, como supuesta prueba de agilidad física y mental dentro del poder ejecutivo: sin duda, un espectáculo político lamentable.
El presidente Gabriel Boric invitado a intervenir en la reunión impulsada por Ucrania en Suiza a la cual fueron invitados 180 países, que fue un fracaso en toda la línea, afirma con desparpajo o franca ignorancia, que el conflicto no tiene que ver con la OTAN.
¿Sabrá Boric que, en marzo de 2022, se había logrado un acuerdo de paz que fue desechado por la imposición de Gran Bretaña y que terminó con los negociadores ucranianos asesinados por la inteligencia ucraniana?
Boric se alinea con el imperialismo norteamericano y abraza tiernamente a un nazi, sin ningún tapujo y haciendo gala de una ignorancia majestuosa. Olvida la Matanza de la Casa de los Sindicatos en Odessa. O las decenas de miles víctimas civiles que los nazis hicieron en años de bombardeos indiscriminados al Dombast, hoy liberado.
Sería un disparate a esta altura defender a la guerra como mecanismo de resolución de los conflictos. Pero debemos reconocer que, si se trata de enfrentar al imperialismo y a sus satélites, muchas veces no queda mucho más.
No hay retórica más belicista, guerrerista, agresora, avasalladora y criminal que la política estadounidense que considera todo el planeta como un espacio de su propiedad y no se detiene en las razones para destruir países: si no las tiene la inventa.
Desconocer las profundas razones históricas que hay detrás del conflicto ruso ucraniano, es no saber como ha funcionado el mundo desde el año 1990 hasta la fecha, a lo menos.
La caída del socialismo del este de Europa significó el establecimiento de un mundo unipolar en el que USA ordenó las cosas de acuerdo a sus intereses con el concurso de las sometidas y añejas democracias europeas y su expresión guerrerista la OTAN, desplumando a ricos países empobrecidos y demoliendo los regímenes que no se alinearon con los dictados del imperio.
Lo que vino a continuación fueron las violaciones de los acuerdos de Minsk luego de la caída de la URSS, que limitaban la expansión de la OTAN hacia el este de Europa. Veinte años más tarde, Rusia, continuadora de la URSS, estaba rodeada de países adscritos a la OTAN.
La guerra de Ucrania es una extensión de los tentáculos norteamericanos y sus súbditos europeos en su enfrentamiento más de fondo con China. Se trató desde el inicio de debilitar el poderío militar ruso y su economía, para quitarla de en medio en su enfrentamiento con China.
Para USA y la OTAN, los aliados superan las treinta naciones, Ucrania y los ucranianos son conceptos desechable, utilitarios, simple carne de cañón en un enfrentamiento de mayor alcance por la hegemonía que USA viene perdiendo. Han reconocido que apoyarán a Zelensky “hasta el último ucraniano”.
Dos marionetas del capitalismo imperialista, una que ya no tiene muelle y va como un pato sin cabeza, y la otra marioneta que parece un gremlin ananrajado, las dos caras de los mismos asesinos yanquis ,saqueadores,violadores de los pueblos nativos .
Obama y el muro de la frontera sur,mientras era nominado a un premio fantoche de Nobel de la Paz,construía más kilómetros de muros que nadie.
Los americanos votan a peligrosos payasos ultraliberales , matones del sionismo , sanguinarios genocidas, así que más da que este chocheando o delirando ??
Abajo los estados, fronteras y naciones.
Salud y anarquia
LOS PRESIDENTES USA, EL PAIS LIDER DE LA DEMOCRACIA MUNDIAL
EL GENERAL Y PRESIDENTE DE EEUU EISENHOWER MANDÓ ENVENENAR A LUMUMBA.
Stuart Reid, autor de un artículo recientemente publicado en la revista Foreign Affairs, titulado «El complot de Lumumba: La historia secreta de la CIA y un asesinato de la Guerra Fría», detalla el asesinato del Primer Ministro del Congo independiente, Patrice Lumumba.
Estados Unidos veía al Congo como una potencial base soviética en África, similar a la percepción actual de los rusos. Este miedo impulsó aún más la intervención estadounidense. Documentos y cartas revelados por Reid, algunos desclasificados hasta 2013, muestran la implicación directa de la CIA y la administración estadounidense en este complot.
Eisenhower recibió apoyo de poderosos colonialistas en Bélgica, como Harold d’Aspremont, jefe de la misión belga en Katanga, y de diplomáticos estadounidenses. La reunión clave ocurrió el 18 de agosto de 1960, cuando Eisenhower se reunió con el Consejo de Seguridad Nacional para discutir sobre Lumumba y el Congo. Según testimonios de los presentes, Eisenhower habría dado una orden implícita para asesinar a Lumumba, lo cual se confirma con notas manuscritas encontradas por Reid, que mostraban una «X» grande junto al nombre de Lumumba.