Sociedad
Investigación, la esencia del periodismo
En esta revista número 100, ‘La Marea’ ha querido dedicar un dossier a abordar el estado actual del periodismo de investigación en España con la ayuda de más de 25 profesionales de diferentes medios, ‘freelances’ y trabajadores de organizaciones internacionales
«Cinco denuncias por agresión sexual contra un profesor de los Maristas». Fue el titular que El Periódico publicó el 4 de febrero de 2016, el mismo día que Guillem Sánchez, periodista del medio, se reunió con Manuel Barbero, padre de una de las víctimas, tras recibir su llamada: «Había colgado carteles y ya tenía otros cinco testimonios», explica. Esa primera noticia provocó un estallido de llamadas, de correos electrónicos y de mensajes a través de diferentes redes sociales de otras víctimas que también querían denunciar sus casos. «Ahí es cuando el tema se hace grande y nos sentimos en la obligación de estar a la altura de las expectativas, escarbar y llegar hasta donde sea posible», rememora Sánchez. A partir de ese momento se sucedieron días con pocas horas de sueño, muchas horas de trabajo, un nivel elevado de dureza emocional, pero también sentimientos de «miedo», «vértigo» y «responsabilidad» ante la posibilidad de «romper un muro» que, en España, seguía intacto y que desembocó en la publicación de decenas de artículos que destaparon los abusos sexuales silenciados durante años por la congregación de los Maristas.
Más de dos años después, en septiembre de 2018, el periodista Julio Núñez, entonces colaborador de El País, fue enviado a un pequeño pueblo de León a cubrir un caso de abusos desvelado por La Opinión de Zamora. «En esos momentos, mientras estaba allí, el Papa expulsó a otro sacerdote por casos de abuso y decidí quedarme para contactar con las víctimas», relata, a la vez que recuerda volver «desmotivado» ante la dificultad para armar una investigación sólida: «Pensé que ese no era mi mundo, que yo prefería hacer reportajes más sencillos».
La insistencia de la nueva dirección de El País y la creación de un buzón de correo electrónico fue lo que permitió que la investigación alcanzase el nivel actual, pasando de los 34 casos que recogía el primer reportaje a los más de 2.600 con los que cuenta su base de datos ahora, casi seis años después.
Las investigaciones de El Periódico y El País sobre los abusos sexuales en el seno de la Iglesia católica han caminado en paralelo, dándose la mano en ocasiones, y todavía no han terminado. Estos trabajos han sido los más referenciados por la veintena de periodistas españoles que han respondido al cuestionario enviado por La Marea, en el que se les pedía destacar dos investigaciones de periodistas o medios españoles. Por el seguimiento del tema durante años, por envergadura y difusión, y por sus consecuencias, ambas han sido las más nombradas.
Otras también se han repetido en diferentes respuestas: la investigación de Civio sobre los contratos de emergencia durante la pandemia, o la de infoLibre sobre las residencias de ancianos en el mismo periodo, o los Supercopa Files de El Confidencial, o los vínculos entre el Procés y Rusia destapados por la organización OCCRP, o el reciente caso sobre el presunto fraude fiscal cometido por la pareja de Isabel Díaz Ayuso… Todas ellas son investigaciones periodísticas recientes que han suscitado interés en la opinión pública, discusión política, y que, en ocasiones, han transitado en paralelo al inicio de casos judiciales todavía abiertos.
Para un periodista, la investigación es uno de los géneros más preciados; para los medios, en tanto que empresas con intereses económicos y dependientes de determinados poderes, en ocasiones es un quebradero de cabeza; para el poder, directamente, un enemigo. Por ello, en esta revista número 100, La Marea ha querido dedicar un dossier a abordar el estado actual de esta especialidad con la ayuda de más de 25 profesionales de diferentes medios de comunicación, freelances y trabajadores de organizaciones internacionales dedicadas a la investigación periodística.
La falta de recursos
Si hay una respuesta que es unánime (o casi) por parte de los y las profesionales preguntados es la conciencia de que la investigación es cara. La conclusión quizás sea obvia, pero de ella derivan muchos de los males que aquejan a este género. Investigar requiere tiempo, lo que, en este caso, se traduce directamente en dinero. Y pagar el sueldo de varias personas durante meses sin tener la seguridad de obtener un resultado no entra en los planes, normalmente, de la mayoría de los medios de comunicación. Al menos como una fórmula de trabajo habitual.
«Hay que pisar la calle para descubrir historias. Luego, estudiar los temas en profundidad, mimar durante muchas jornadas a las fuentes, buscar otros testimonios y documentos que validen la información, acreditar y verificar lo dicho, revisarlo con un abogado y un largo etcétera de acciones. La gran mayoría de los medios no pueden o no quieren invertir en conceder esos tiempos a los profesionales de la investigación», expresa Adolfo Moreno, director de Contenidos de CAPA España, la productora de series documentales como Lucía en la telaraña II o (P)Ícaro. El Pequeño Nicolás.
Los medios, inmersos en la espiral de la productividad diaria de contenidos, han relegado el periodismo de investigación a la esfera de la excepcionalidad. Se trabaja en casos muy puntuales que, además, otorguen una garantía de éxito desde el principio: «Hablamos siempre de periodismo de investigación cuando sale bien, pero también se hace ese periodismo cuando sale mal, cuando se fracasa, y entonces vienen las dudas», expresa Álvaro de Cózar, cofundador de TrueStory y autor de investigaciones en formato pódcast como V, las cloacas del Estado, Máster o XRey, con la que ganó el Premio Ondas en 2020.
Ante esto, apunta Nacho Calle, director adjunto y jefe de investigación en el diario Público y presidente de la Asociación de Periodistas de Investigación (API), muchos medios han relegado este departamento a la elaboración de «investigaciones rápidas y de poca profundidad» que den un resultado inmediato sin necesidad de invertir ni demasiado tiempo ni demasiados recursos.
Otros medios de comunicación, más pequeños, ni siquiera tienen la posibilidad real de invertir el tiempo necesario en sacar adelante determinadas investigaciones por una cuestión estructural: no existen en las redacciones los recursos humanos que hacen falta para abordar casos de gran tamaño.
El miedo
Dos tipos de miedo sobrevuelan al periodismo de investigación. El primero es el de las empresas mediáticas a perder el apoyo de determinados poderes: «En una época en la que lograr la independencia económica es el mayor problema al que se enfrentan la inmensa mayoría de cabeceras, es fácil de entender que el periodismo de investigación no sea el asunto favorito de los propietarios y los ejecutivos de los medios», explica Manuel Rico, corresponsal en España del consorcio europeo Investigate Europe y exdirector de investigación de infoLibre, justo después de señalar que una de las características esenciales del género es que «afecta a los poderosos».
Esta particularidad podría explicar la ausencia, prácticamente total, del periodismo de investigación económica en España: «El periodismo económico siempre ha tendido a estar al servicio de las grandes empresas, ya que muchos medios dependen de ellas», expresan Gemma García y Jesús Rodríguez, periodistas de La Directa. La esfera política es fiscalizada de manera habitual y los escándalos de corrupción de la administración, en ocasiones, suelen involucrar a grandes empresas. Sin embargo, salvo excepciones, el foco no suele ponerse sobre estas compañías a pesar de ser actores importantísimos en la comisión de los delitos.
Entre la marabunta de casos relacionados con el poder político reseñados por los y las periodistas consultados, tres de ellos (Gemma García, Jesús Rodríguez y Laura Villadiego) han destacado el proyecto de investigación #yoIBEXtigo, desarrollado por La Marea y centrado en la investigación de las multinacionales que componen el IBEX 35. Una apuesta posible por la negativa de este medio a aceptar publicidad de dichas empresas.
Porque las presiones pueden tornarse en consecuencias reales si el medio no se pliega ante los intereses de sus anunciantes. Así, Iberdrola decidió retirar su publicidad de El Confidencial por sus informaciones sobre los vínculos de la energética con el excomisario José Manuel Villarejo. Un caso que conecta también con el segundo miedo de los medios de comunicación: los conocidos como SLAPP (‘Strategic lawsuit against public participation’), litigios estratégicos contra la participación pública considerados por la Comisión Europea como una «amenaza a los valores democráticos y los derechos fundamentales». Siguiendo este método, Iberdrola solicitó a El Confidencial más de 17 millones de euros por «sobreinformar» acerca de la eléctrica con una querella que, finalmente, fue desestimada.
«En un país como España nadie va a matar a un periodista o a partirle las piernas», asegura el periodista Antonio Baquero, coordinador de proyectos y responsable para Europa Occidental del Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP). Con el objetivo de amedrentar, el poder suele optar por la vía judicial: «Y da igual que al final pierdan esa querella, porque el trastorno que te ha generado es descomunal. Te hace perder el tiempo, te hace perder dinero y la próxima vez te lo pensarás dos veces», explica Baquero.
Un temor que se acentúa en el caso de medios de comunicación más pequeños: «El periodismo, sobre todo el precario, en el que no tenemos servicios jurídicos, está a merced de burofaxes que nos amenazan», añade Yago Álvarez, responsable de la sección de economía de El Salto.
Dependencia de las filtraciones
Además de los diferentes motivos expresados al comienzo, es posible que las investigaciones sobre los abusos sexuales en la Iglesia hayan sido las más referenciadas por otra cuestión de carácter, digamos, metaperiodístico: la pureza (concepto utilizado por la periodista Analía Plaza) del trabajo, el cual no procedía de una filtración de documentos internos de la propia Iglesia, ni de autos judiciales, sino de testimonios que era necesario corroborar. Una rara avis dentro del género, ya que como reconocen los periodistas consultados, existe una extremada dependencia de las filtraciones en el periodismo de investigación.
Una filtración no resta valor a una investigación periodística y Baquero señala el «mérito» del periodista que, en muchas ocasiones, debe trabajar duro para conseguir esa información, además de contrastarla, realizar una labor de verificación y diligencia informativa con la persona o personas afectadas, etc. Algunos de los casos más referenciados, nacionales e internacionales, habría sido imposible sacarlos a la luz sin filtraciones que, posteriormente, han dado lugar investigaciones de enorme trascendencia. Es lo que pasó, por ejemplo, con los Papeles de Panamá o con los Papeles de Pandora, esta última fruto de la mayor colaboración periodística internacional de la historia: unió en torno a un mismo objetivo a más de 150 medios diferentes y 600 profesionales. Uno de ellos, el periodista Marcos García Rey, pone en contexto la magnitud de aquel esfuerzo: «Hubo que analizar, investigar y reportear con una base de 11,9 millones de documentos sobre el mundo financiero offshore».
Romper la opacidad requiere de filtraciones que, sin embargo, suelen esconder un interés, sea éste público o privado. Un interés con el que el periodista corre el riesgo de enredarse: «Si algo ha demostrado el caso Villarejo es que casi nadie muerde la mano que le da de comer. O dicho de otro modo, la mano de quien facilita a sus periodistas allegados continuas informaciones susceptibles de ser publicadas como fruto de una investigación», expresa Alicia Gutiérrez, periodista de infoLibre. Durante años, el excomisario fue una fuente de primer nivel para multitud de informadores que, en muchos casos, publicaron sus filtraciones sin ningún tipo de comprobación, dando lugar a cacerías mediáticas y políticas basadas en documentos falsos.
«Asistimos al riesgo de que el periodismo de investigación se vea cuestionado en su totalidad por la mercancía averiada disfrazada de periodismo de investigación que ha sido comprada durante años por determinados medios de este país. Causas policiales y/o judiciales que acabaron en nada, pero que dejaron ríos de tinta por el camino. Periodismo de filtración sin comprobación asociada a la simple publicación del papel con membrete o sello. Personajes públicos triturados en la prensa a los que no se resarció una vez se demostró su inocencia», señalan Ana Tudela y Antonio Delgado, fundadores de Datadista.
Pero no es necesario llegar hasta los extremos de la mentira para comprender el interés que existe tras una filtración. El caso de la comisión cobrada por el hermano de Isabel Díaz Ayuso (234.000 euros por la compra de mascarillas en plena pandemia) es un ejemplo de lo que el periodista Antonio Vélez, de elDiario.es, llama «fuego amigo»: el propio Partido Popular de Pablo Casado fue el que filtró la información, por reseñar un solo caso.
Pedro Águeda, periodista de tribunales del mismo medio, señala la importancia histórica en el periodismo español de las fuentes policiales o judiciales, cuya «versión incontrastable» se convertía en verdad absoluta para la prensa. «Hay excepciones, claro. Los casos Roldán, Banesto, los GAL… son algunos ejemplos», matiza el redactor, quien celebra que en los últimos años se haya producido «un alejamiento de la versión policial o judicial que hacía de algunos medios de comunicación un mero altavoz del criterio oficial».
Los sesgos
Para Marcos García Rey, las «trincheras ideológicas» de los medios son uno de los principales problemas a los que hoy se enfrenta el periodismo de investigación. Raquel Ejerique, adjunta al director en elDiario.es, lo llama «polarización ideológica». Antonio Baquero, directamente, «sectarismo». En un contexto como el actual, donde todos los conceptos anteriores evocan un panorama mediático dividido en al menos dos bloques, la investigación parece quedar condicionada a la línea editorial del medio, impidiendo, o al menos dificultando, la fiscalización de quienes están en el mismo lado.
«Los lectores consultamos medios de comunicación con ideas afines a las nuestras, eso no es nada nuevo. Así que, en realidad, no demandamos a nuestros medios grandes labores de investigación. Nos interesará una investigación si perjudica a nuestro rival político, pero poco más», reflexiona Carlos Otto, periodista freelance que ha trabajado en El Confidencial, El Mundo, La Vanguardia o Atresmedia. Esta particularidad, tan problemática como innegable, choca con la independencia que debería suponérsele a un medio de comunicación y limita su capacidad de ejercer como contrapoder: «Investigar requiere total libertad para ir contra quien sea, caiga quien caiga», asegura Eva Belmonte, fundadora de Civio.
Falta de temáticas
«Da la sensación de que solo tienen repercusión casos de gran impacto que afectan, sobre todo, a la esfera política», se lamenta Roger Palà, cofundador de Crític, medio catalán cooperativo. Descartada (o casi) la investigación económica, la temática de ángulos de investigación se reduce, casi en exclusiva, a casos de corrupción política. «En otros países con una cultura de calidad periodística de mayor raigambre histórica las investigaciones sobre temas medioambientales, por ejemplo, se valoran, se las dota de recursos y cada vez ocupan un espacio más destacado en los medios», manifiesta Marcos García Rey. Esta es una temática clave para Carro de Combate, medio especializado en la investigación sobre el origen de los productos de consumo y sus impactos: «Creo que la sociedad no ha entendido la importancia del medioambiente para nuestra salud, nuestro bienestar o para las futuras generaciones, y que hay que señalar a aquellas personas, agentes o empresas que lo dañan», asegura Laura Villadiego, cofundadora del proyecto.
Ampliar el foco es una de las obsesiones de Analía Plaza, redactora de El Periódico de España, quien defiende que «no todo el periodismo de investigación son causas judiciales ni temas aparentemente muy serios». Por ello, destaca entre sus investigaciones haber logrado demostrar que los «manolitos», los cruasanes más famosos de España, son congelados: «Parece una tontería, pero no fue nada fácil sacarlo», explica. «El tema lo reventó en visitas», añade, llegando a ser una de las informaciones más comentadas en redes sociales en su momento.
Miquel Ramos, periodista especializado en el estudio de los discursos de odio, pone en valor «el ingenio» y «el compromiso» de determinados medios de comunicación «más humildes» para abordar investigaciones sobre la extrema derecha. «En La Marea tuvimos como prioridad, desde el principio, identificarla y exponerla mucho antes de que tuviera el poder institucional que ahora tiene. Siempre hemos pensado en la extrema derecha como un peligro para la democracia. Lamentablemente, fuimos de los pocos que lo entendimos así y prácticamente ningún medio lo consideró una prioridad hasta que ya estaba introducida hasta el tuétano en el debate político», coincide Antonio Maestre, periodista, escritor y subdirector de La Marea hasta 2022.
La esperanza de la cooperación
«Desde un ángulo pesimista, destacaría que el periodismo de investigación en España es mínimo, extremadamente precario y cada vez más dependiente de organizaciones y medios de fuera de España. Desde un ángulo optimista, se puede decir que es cada vez más colaborativo». La reflexión es de José Bautista, colaborador de The New York Times y Der Spiegel, y director del equipo de investigaciones periodísticas de la Fundación porCausa. El International Consortium of Investigative Journalists (ICIJ), encargado de coordinar investigaciones internacionales como los Papeles de Panamá, entre muchos otros, ilustra muy bien la colaboración periodística a la que se refiere Bautista. Esta forma de trabajar ha permitido, en España, dar a conocer que el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, mentía cuando aseguraba que ningún migrante había muerto en territorio español durante la masacre de Melilla (investigación coordinada por Lighthouse Reports); o los vínculos de Carles Puigdemont y el procés catalán con Rusia (un trabajo del Organized Crime and Corruption Reporting Project); o las sombras de Ecoembes sobre el reciclaje en nuestro país (Changing Markets e Investigative Europe). Otras organizaciones, como Journalism Fund o IJ4EU, otorgan financiación a diferentes medios de comunicación para que puedan llevar a cabo sus investigaciones.
«Me gusta mucho que el periodismo español haya empezado a formar parte de redes de investigación internacional», comenta Yago Álvarez. «Ojalá nos invitaran también a los medios pequeños a participar».
Las consecuencias
¿Tiene repercusión el periodismo de investigación? ¿Tiene consecuencias? Ceses, dimisiones, cambios, apertura de causas judiciales, condenas… Unas preguntas con respuestas muy dispares por parte de los y las periodistas consultadas. «No creo que los periodistas, en general, tengan que pensar demasiado en hacer caer gobiernos, en abrir causas judiciales, no creo que sea nuestro papel. Nuestro papel es contar historias, publicar temas de interés para nuestra audiencia. A veces esos temas son importantes y mueven a otros a actuar, pero no creo que ese sea nuestro fin último», reflexiona Álvaro de Cózar.
Su visión contrasta, por ejemplo, con la de Julio Núñez, de El País: «Yo no creo que después de publicar determinadas cosas nos podamos olvidar. Hay temas que merecen una reacción». Así, de forma activa, el equipo que investigaba los abusos sexuales de la Iglesia española, decidió abordar al papa Francisco en diciembre de 2020 y entregarle un informe que recogía los presuntos abusos por parte de 250 miembros del clero y algunos seglares de diferentes instituciones religiosas. El objetivo era provocar una reacción en el Vaticano.
Más allá del papel de la prensa y los periodistas, lo cierto es que parece haberse instaurado un clima social en la opinión pública que repite frases como «al final nunca pasa nada» o «nada tiene consecuencias». Casos recientes, y judicializados, como el de la trama de financiación ilegal que giró en torno al gobierno de Esperanza Aguirre o el de la comisión cobrada por el hermano de Ayuso, sin consecuencias para las presidentas madrileñas, no ayudan a la eliminación de dicho pensamiento. «Puedo entender cierta frustración con que no se produzcan todos los cambios que uno quiere, pero me da la sensación de que, en ocasiones, los ciudadanos, ponemos un listón exageradamente alto. Así, todo lo que quede por debajo nos parecerá insuficiente. Todo lo que no sea que el mundo salte por los aires nos va a parecer poco», ironiza Carlos Otto.
Sean cuales sean las consecuencias finales, la realidad es que el periodismo de investigación, cuando se hace de forma rigurosa y con independencia, sirve para poner el foco sobre hechos que, de otra forma, permanecerían ocultos. «El periodismo tiene el poder de establecer relatos, que no es poco. A partir de ahí, se terminan produciendo los cambios, aunque quizá no sean inmediatos», asegura Analía Plaza.
Puestos a investigar, podríais investigar de dónde sacaron sus fortunas los familiares de Sánchez. No todos tenemos la capacidad de hacernos millonarios sin trabajar y, al ser una familia tan honesta, estaría bien seguir su ejemplo.
Lo primero que es de esperar del periodismo de investigación y comprometido con el pueblo es su solidaridad con los colegas caídos en manos del enemigo.
Se echa de menos una constante exigencia de libertad para ellos.
JULIAN ASSANGE, vuestro maestro en este tipo de periodismo.
PABLO GONZALEZ YAGÜE, secuestrado desde hace más de dos años por la derecha polaca, sin cargos formales, y «olvidado» por la gran prensa española. Apenas unos poquísimos honrosos medios se atreven a decir ni mu.
Como Cándido Gálvez, yo también me pregunto:
Que es lo que se esconde detrás de este silencio letal y de la prolongada prisión preventiva?
Que es lo que hace el inefable J.M.Albares además de besarle el trasero a sus instructores de Washington, bajo que techo se están guarneciendo nuestros intelectuales, periodistas y artistas para mantener un silencio eclesial al respecto?
Periodistas de investigación del mundo, honestos y comprometidos: UNIROS!!!.
En este país la opinión pública está poco interesada en temas y problemas de interés general, incluso si son graves y acuciantes, como los que nos amenazan actualmente, dejándonos conducir como un dócil rebaño.
Graves problemas climáticos, medio ambientales, nos involucran en una guerra para beneficio del Yankee y so falsos pretextos y no decimos ni mu. Nos recortan en nuestros derechos para financiar escandalosamente esa guerra y no decimos ni mu; no todos somos borregos; pero no podemos protestar pues para eso pusieron la ley mordaza.
A este país, que se desgañitaba en llanto cuando murió el generalísimo por la gracia de Dios, que todo lo dejó bien atado, ese mismo sistema, el fasciocapitalismo, en pocos años los ha formado y mentalizado en el individualismo, en el egoísmo y «sálvese quien pueda».
Falta una formación sólida en valores democráticos y morales. Aquí lo que arrastramos, nuestra formación es un genocidio impune.
Decía Pepe Mujica: teníamos ideas; pero la gente quería móviles.