Crónicas | Opinión
Periodismo frente al odio
«Cuando el falso periodismo esparce el odio, pone una semilla para que, un día, rebroten aquellas viejas ideas. Porque las brasas del fascismo siguen ahí», escribe Josep Carles Rius.
Este artículo forma parte del especial ‘Paren las máquinas’, publicado en #LaMarea100. Puedes conseguir un ejemplar en papel aquí y seguir apoyando el periodismo independiente.
La gestión de las emociones es un motor decisivo en nuestras vidas. Y, por supuesto, en el ejercicio del periodismo. Defender los valores del periodismo en un mundo dominado por las emociones se convierte en un reto colosal. ¿Cómo informamos en la era de las emociones? ¿Cómo gestionamos los sentimientos de forma positiva para combatir, precisamente, a quienes hacen un uso negativo de ellos? ¿Cómo, en definitiva, afrontamos la posverdad, que, según el diccionario Oxford, significa que «las llamadas a la emoción y las creencias personales influyen más en la gente que los hechos objetivos»?
¿Resulta más difícil pensar y gestionar las emociones en la era digital? La respuesta es compleja. Las redes ofrecen grandes oportunidades para el periodismo y, al mismo tiempo, plantean desafíos que interpelan al conjunto de la sociedad. La inmensa mayoría de los medios de comunicación han encontrado en las redes el escenario adecuado para reforzar el periodismo responsable que practican. Pero en las redes también circulan los llamados «seudomedios», las noticias falsas, los rumores, los prejuicios, las campañas de manipulación e intoxicación y los llamamientos a la emoción por encima de cualquier veracidad.
El reto ético del periodismo pasa por la lucha activa contra la desinformación y la expansión de la mentira; y requiere, asimismo, la construcción de espacios de credibilidad y confianza que aporten información rigurosa y veraz a los ciudadanos, espacios que nunca contribuyan a la discriminación o al fomento de los prejuicios o el odio.
Cuando hablamos de la política, y en concreto del comportamiento de los medios de comunicación, podríamos caer en la trampa de hablar de «polarización». Considerar los medios en función de sus líneas ideológicas, agruparlos en dos bandos y asegurar que se enfrentan entre ellos… Pero la esencia del conflicto es otra. Es el choque entre quienes ejercen el oficio de forma honesta y responsable, y quienes responden a intereses que nada tienen que ver con el periodismo.
En los momentos de alta intensidad emocional como el que vivimos en España, el periodismo no lo tiene nada fácil. Porque la propaganda y los mensajes simples, contundentes y directos se imponen a la descripción de los hechos, la razón informativa y la necesidad de situar las noticias en su contexto. Porque los periodistas corren el riesgo de verse inmersos en las olas emocionales sobre las que deberían informar con sentido crítico y con aspiración de objetividad.
Y aquí llegamos al núcleo del problema. Entre las emociones, la más peligrosa es el odio. El odio transformado en motor político ha sido la raíz profunda que ha llevado a naciones enteras al abismo, a las peores degradaciones que puede protagonizar el ser humano. El método se repite: unas élites alimentan el rechazo a los que identifican como culpables de sus problemas, los otros, y escriben el preludio de una deriva que después ya nadie sabe cómo detener.
El odio alimentó el monstruo de todos los fascismos de los años treinta. Alemania se sintió humillada tras la Primera Guerra Mundial. Los nazis señalaron a los responsables: los judíos, los gitanos, los comunistas, los disidentes, los intelectuales, los extranjeros, los diferentes… Los otros. Y proclamaron: «Tenemos que odiarlos hasta el fin». Una minoría lideró la ignominia, pero una mayoría calló, lo consintió. El resultado todos lo conocemos.
¿Pero hablamos sólo del pasado, de la historia? No. La amenaza sigue latente y por eso necesitamos hacer memoria y volver a nuestros clásicos. Umberto Eco concluyó su célebre discurso en la Universidad de Columbia (24 de abril de 1995) alertando de que «el fascismo todavía puede volver con las apariencias más inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice sobre cada una de sus formas nuevas, cada día, en cada parte del mundo».
El presidente de Estados Unidos Franklin D. Roosevelt afirmó el 4 de noviembre de 1938: «Si la democracia americana deja de progresar como una fuerza viva, intentando mejorar día y noche con medios pacíficos las condiciones de nuestros ciudadanos, la fuerza del fascismo crecerá en nuestro país». En aquella ocasión, Estados Unidos logró conjurar la amenaza y fue un país decisivo para liberar al mundo del fascismo y el nazismo. Más de 80 años después, con la amenaza de una nueva victoria de Trump, las palabras de Roosevelt siguen muy vigentes. Continúan siendo necesarias.
Cuando el falso periodismo esparce el odio pone una semilla para que, un día, rebroten aquellas viejas ideas. Porque las brasas del fascismo siguen ahí. Como dijo la escritora y periodista Montserrat Roig (1946-1991), «el fascismo está en nosotros, en nuestras casas, en la calle. Convertido en sexismo, en racismo y en clasismo». Frente a ello, no hay neutralidad posible. Ni silencios. Porque lo que está en juego son los derechos humanos. Y la misma esencia de la democracia, el sistema que nació para que la fraternidad, el bien común, fuera el motor de la política. Y no el odio. Esta es la decisiva batalla que se libra en el mundo. Y en España.
Las querellas contra periodistas, una constante para silenciarnos.
Los ataques a la libertad de prensa de quienes no callan lo que ven, ni esconden lo que piensan, son una constante durante los últimos años en el Estado español. Los ejemplos a lo largo de la hemeroteca son abundantes: el de la periodista de Diagonal (ahora El Salto) Ter García en 2014, el del fotoperiodista Raúl Capín en 2016 o el de Verónica Landa —periodista de Izquierda Diario— en 2018. En junio de 2023, el medio de comunicación Argia compareció en rueda de prensa —tras difundir el comunicado “Periodismo no es delito”— para denunciar el intento de censura de una multinacional minera. En noviembre de ese año, La Directa lanzaba el comunicado ‘Periodisme no és terrorisme’ tras la imputación de su periodista Jesús Rodríguez en el caso del Tsunami Democràtic. Recientemente, hemos conocido que Carlos Sosa, director de Canarias Ahora, medio asociado a elDiario.es, se enfrenta a 23 años de prisión. El pasado 15 de febrero, se celebró el juicio contra el periodista José Manzaneda, víctima de otra denuncia por injurias, calumnias e incitación al odio, de la que finalmente ha sido absuelto «amparado por el derecho fundamental a la libertad de expresión». Y este jueves, 29 de febrero, tras declarar en el juzgado dos días antes, fue archivada la querella por injurias contra el director de Nortes, Diego Díaz, por un artículo de opinión. Tampoco podemos olvidar los casos de Pablo González y de Julian Assange. Pero esto solo es la punta del iceberg.
“En la mayoría de estos procesos-mordaza contra medios y periodistas, el fin último es la intimidación. El objetivo es silenciar, asustar y autocensurar. La consecuencia es el desgaste de los recursos humanos, económicos y psicológicos de los medios y periodistas víctimas de estos ataques”, advertía en 2022 Reporteros Sin Fronteras. En 2018, el IPI (International Press Institute) puso el foco en el atentado a la libertad de información que suponen las querellas a periodistas. Cuatro años antes, el IPI ya había liderado una misión internacional para analizar el impacto de estas querellas sobre la libertad de prensa. El informe que siguió a esta misión concluyó que “las leyes de injurias y calumnias de España no cumplen con los estándares internacionales sobre libertad de expresión”. El informe también reflejó la preocupación por “la vulnerabilidad en la que se encuentran aquellos medios locales y alternativos que carecen de los recursos financieros y jurídicos” ante el uso de este tipo de leyes contra sus periodistas.
Afirmaba Kapu?ci?ski que “el verdadero periodismo es intencional” y, en AraInfo, tenemos claras nuestras intenciones. Ser periodista es tomar partido porque en el periodismo la neutralidad no existe. Lo anticipamos años atrás, no ser complacientes con las élites económicas nos ha granjeado una larga lista de enemigos. Lo advertimos también en nuestra actual campaña de suscripciones y donaciones: toca resistir, ahora más que nunca. Y a pesar de que contar lo que otros medios callan sale caro, no permitiremos que apaguen nuestra voz. Tú eres la garantía y la fuerza para el futuro de este proyecto, que se escribe día a día.
Por la libertad de información: súmate a #AraInfoSinMordazas
https://arainfo.org/ataque-a-la-libertad-de-prensa-y-al-derecho-a-la-informacion-arainfosinmordazas/
Jesús Ródriguez, periodista de La Directa imputado en la causa de Tsunami democràtic y exiliado actualmente, ha valorado la votación de la ley de Amnistia como “día importante”. Aún así, desde su exilio considera que “no es un paso definitivo,en el sentido que veremos como toda la caverna judicial, con una hoja de ruta política intentará boicotear la aplicación de la ley de amnistía”. El periodista espera una reacción en este sentido “tanto de la Audiencia Nacional como del Supremo, y los veremos en los próximos días”.
También asegura que desde el exilio “lo que haré será denunciar esta situación, señalar la instrumentalización que se hace de la justicia y los abusos que estamos viviendo de boicotear la ley de amnistía y como desde el poder judicial se hace política sobrepasando toda la separación de derecho que sería razonable en un estado de derecho”.
Rodríguez señala que “hemos visto cosas gravísimas en los últimos tiempos, como el poder judicial ha adaptado los supuestos hechos de algunas de las causas con tal de que encajasen en las excepciones previstas en la ley de amnistía. Estos jueces, Manuel García Castellón y los del supremo, tendrán que responder por sus actuaciones y por los abusos que ya se han cometido a la hora de interpretar la ley y aplicar el código penal contra las personas que estamos en la causa del tsunami”. Por último, apunta que “hay que recordar que se me imputa, se me investiga y se me fuerza a marchar al exilio, y se me acusa de terrorismo por el hecho de tener información con relación a las protestas. Se me expulsa al exilio, con la alternativa de ingresar a la prisión, por hacer mi trabajo como periodista”.
Denuncian un correo del CGPJ con instrucciones para boicotear la ley.
Desde el Foro de abogacía y democracia-red de abogacía demócrata, han distribuido un comunicado en el que denuncian el uso del correo corporativo del Consejo General del Poder Judicial(CGPJ) para remitir una comunicación con una guía con modelos para interponer cuestiones de inconstitucionalidad y cuestiones prejudiciales contra la ley de amnistía, con el objetivo de retrasar y boicotear su aplicación. Desde la asociación de los abogados califican como ”grave vulneración de la independencia judicial“ la circulación de estas instrucciones. Y anuncian que impulsarán acciones disciplinarias para que no quede impune.
(El Salto)
…»Las brasas del fascismo siguen ahí»
Cuanta razón tienes, que gran verdad…éste es el mayor problema del reino francofascista de España.
A la democracia aún se la espera en este país. Los últimos demócratas la están esperando para que los saquen de las cunetas y descampados.
La inmensa mayoría de los medios de comunicación están comprados por el capital.
Son una minoría los medios independientes que no se dejan comprar. Gratitud inmensa a esos medios que anteponen la honestidad al dinero.
¿Ha habido alguna vez democracia en USA? Yo considero que eso es un mito que han conseguido que se lo trague mucha gente. Lo que sí tienen es un gigantesco poder de manipulación.
Sólo pongo un ejemplo reciente: El aniversario del desembarco de Normandía que lo han vendido siempre como una victoria euro/norteamericana.
Alrededor de 500.000 soldados estadounidenses murieron durante la guerra contra el nazismo y británicos menos todavía. La mayor cantidad de las víctimas de la Segunda Guerra Mundial se registró entre los soldados soviéticos, 27 millones los cuales perdieron su vida en la lucha contra los fascistas. Un 70 %.
Fue la Unión Soviética la que hizo el mayor aporte “a la victoria común contra el nazismo”.
En la reciente celebración del aniversario del desembarco no se invitó a la «malvada» Rusia; pero sí a Ucrania, un gobierno fascista títere USA, que incluso ha ilegalizado al partido socialista.
Hay que llamar a las cosas por su nombre.