Cultura

La era del pop menos popular

Los precios desorbitados de los conciertos de Taylor Swift son una muestra más del giro de la industria cultural hacia un ciclo especulativo interminable.

Taylor Swift durante su última gira mundial. PAOLO VILLANUEVA / Licencia CC BY 2.0 DEED

Este artículo se ha publicado originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerlo en catalán aquí.

El fenómeno Taylor Swift ha vuelto a Europa después de más de una década. La estrella pop estadounidense ha desatado la fiebre de los swifties, arrasando a base de sold out allá por donde pasa. Tal es el furor por obtener entradas que en algunos casos anuncia más de una fecha, como fue el caso de Madrid.

Pisar fuerte, deja huella. Los conciertos llegaron rodeados de polémica debido a los precios, no aptos para todos los bolsillos: las entradas más baratas por 85 euros en el anfiteatro trasero —lleven sus prismáticos—, las más caras (sin ser VIP) por 226,50 euros en Front Stage. Las VIP oscilan entre los 282 y los 489 euros. La gran demanda y oferta limitada por un canal incentivan la burbuja de la reventa, los conciertos poco a poco han ido tomando forma de nuevo elemento especulativo, llegando a unos precios que están lejos de ser democráticos. Se genera un mercado paralelo, aumentando el importe y propiciando un círculo de precios al alza. A ello se añade que, cuando la compra no es por la vía oficial, el riesgo de fraude es alto. Gastar más dinero y en algo incierto.

Por X (Twitter), en una búsqueda rápida de “entradas Taylor Swift”, se han llegado a ver tickets por la escalofriante cifra de 8000 euros. Webs de reventa como StubHub o Viagogo llegaron a tener entradas disponibles por 20.000 euros. Más allá de la locura del mercado de reventa, la palma es para el hotel VP Plaza España, que ofreció tres packs exclusivos donde se incluían dos noches en su suite presidencial de 120 m² junto a dos entradas VIP para el concierto de Taylor Swift por 30.000 euros.

Los conciertos de la estrella estadounidense son otro indicio de la tendencia en la industria cultural, la cual se ha ido asemejando cada vez más a un mercado inmobiliario. La burbuja generalizada está alcanzando un punto crítico, rozando el estallido. Ticketmaster, una empresa global que facilita la venta de entradas para eventos en vivo, está en medio de la controversia.

Taylor Swift desmontando el tablero del Monopoly

Allá en 2010, Live Nation, compañía promotora de conciertos y gestión de eventos, se fusionó con Ticketmaster para formar Live Nation Entertainment. Esta operación empresarial integró las capacidades de Ticketmaster, canal de venta de entradas, con la experiencia en producción y promoción de eventos de Live Nation, concentrando así poder en las distintas partes del proceso, desde la producción hasta la distribución.

Copar tanto mercado tiene sus desventajas, y Taylor Swift fue un detonante del caos: el colapso tecnológico y la inflación masiva de precios tras vender millones de entradas en un día en Estados Unidos fueron la gota que colmaron el vaso. “Es hora de restablecer la competencia y la innovación en la industria del entretenimiento. Es hora de disolver a Live Nation-Ticketmaster”, declaró el secretario de Justicia, Merrick Garland, tras hacer oficial la demanda que el Departamento de Justicia de Estados Unidos ha presentado acusando a la empresa de práctica monopolística.

En su demanda, el Departamento de Justicia indica que Live Nation Entertainment gestiona directamente a más de 400 artistas musicales y domina alrededor del 60% de las promociones de conciertos en las principales salas del país. Además, opera más de 265 salas de conciertos en América del Norte, mientras que su competidor más cercano solo cuenta con unos pocos anfiteatros de primer nivel. El Departamento también resalta que, a través de Ticketmaster, Live Nation controla aproximadamente el 80% o más de la venta de entradas principales para conciertos en las grandes salas, y apunta a que incluso una parte, cada vez más alta, de las reventas de entradas en el mercado secundario.

El desastre de aquellos días para los y las swifties llevó a Ticketmaster a pedir disculpas a la artista y a sus fans. Tras horas de espera para la preventa, aparecieron entradas ya en la reventa por miles de dólares.

Los estadios durante un concierto son la nueva maqueta de los estratos sociales

Ir pronto, con un kit de supervivencia ?bocadillo y patatas chips? a hacer cola para conseguir un puesto privilegiado a través de tu entrada general a pista: las ansiadas primeras filas. La mercantilización de los espacios es otra cuestión que la industria musical está explotando tras tener la idea de poner una valla en la pista, delimitar el territorio más buscado y ponerlo a disposición del público subiéndole el precio y llamándolo Front Stage. Así, si tienes entrada regular, harás cola para conseguir la primera fila de detrás de los de la primera fila ?pagada?.

Como si de un parque de atracciones se tratara, la lógica es la de “paga más, te aseguras sitio y te ahorras cola”. La pulsera todo incluido para ser el señorito entre el pueblo. Este sistema de despiece del público por rangos económicos ya ha generado diversas polémicas, como en el caso que se dio en verano en un frecuentado festival español, cuándo se hizo viral el vídeo de un chico en el Front Stage que intentaba tapar la vista a propósito de los que tenía detrás, gente de pista, llamándoles “plebe”. Diversos artistas han manifestado no sentirse cómodos con esta segmentación: otro caso paradigmático del verano fue cuando en un festival el cantante Juancho Marqués se pronunció contra este modelo de negocio y se acercó a cantar directamente con la gente de pista, o el concierto de Lori Meyers en el WiZink, dónde tuvieron que eliminar la segmentación del aforo tras las críticas de los fans.

De media, los precios del Front Stage oscilan entre un 30-40% de incremento de precio respecto a la pista regular. Así se da también en el caso de Taylor Swift en Madrid, de los 170 euros de la entrada general en pista, a los 226’50 del Front Stage, lo que sería casi un 34% de diferencia de precio. Todo ello, teniendo en cuenta que Front Stage no son pases VIP.

Precios dinámicos o la lógica de una aerolínea

La influencia de la política de “dynamic pricing” (precios dinámicos), común en Estados Unidos, echa más gasolina al fuego. Si hay una gran cantidad de personas comprando entradas al mismo tiempo, los precios pueden aumentar significativamente, alcanzando niveles prohibitivos. Para ilustrarlo mejor: se puede comparar con la compra de un vuelo o la reserva de un hotel. Cuanto más esperamos, más se acerca la fecha, más gente hay comprando a la vez o mayor es el interés en el destino, el precio sube, a menudo de un momento para otro.

El “dynamic pricing” ya fue un factor clave a la hora de otros aumentos de precios récord, como fue el caso de Bruce Springsteen. Cuando anunció su gira por Estados Unidos después de seis años sin presentaciones, sus seguidores quedaron atónitos al ver que los precios de las entradas alcanzaban hasta los 5.000 dólares. Ante las quejas de los fans, Ticketmaster en Estados Unidos emitió un comunicado explicando que, cuando hay muchas más personas que quieren asistir a un evento que entradas disponibles, los precios suben. Es decir, que aplicaron la política de precios dinámicos.

En España, esta estrategia ya se aplica, pero no a todas las entradas. Por ejemplo, las VIP no son sometidas a este sistema, por lo que podría ser que, si hay mucha demanda de entradas regulares a la vez, incluso sobrepasara el precio de las exclusivas. La CEO de Ticketmaster España, Ana Valdovinos, explica que el hecho de que se aplique esta política “lo deciden promotores y artistas”, y añade que se suele aplicar a “eventos de gran demanda”, y que “el precio dinámico sirve precisamente para ajustar esta demanda”. Es decir, cuánto más gente lo quiera, más caro será.

Live Nation, un fortín en una burbuja

Ante el poder desmesurado y opacidad de Live Nation, la Comisión Europea estableció un nuevo marco normativo en la Ley de Servicios Digitales, aplicable desde enero de 2024. Con ello se presentan algunos retos para el gigante de los espectáculos, especialmente en cuanto a la transparencia de las tarifas. Los precios dinámicos podrán estar en el punto de mira puesto que ahora, empresas de gestión y distribución de eventos, deberán presentar claridad sobre la estipulación de los costos de los tickets.

Además, Live Nation tendrá que establecer mecanismos para eliminar entradas fraudulentas ?para evitar suspicacias, como cuándo la preventa para Swift en EEUU no funcionaba bien y paralelamente se estableció un mercado de reventa de entradas?, asegurarse de que su publicidad sea completamente transparente y, en general, proteger mejor a los consumidores. Ahora bien, mayor transparencia no implica necesariamente prohibición de ningún modelo de negocio, como serían los precios dinámicos o la segmentación del público, ni una bajada de precios consecuente para el consumidor.

Así que, con los frentes legales abiertos por un lado, y la presión legislativa por otro, Live Nation se mantiene en su burbuja que, cuánto más grande se hace, más cerca está de un posible estallido.

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