Cultura

Galopando en la noche con música de Patti Smith. Una conversación con Javier Gallego

El periodista, poeta, músico y director y presentador de ‘Carne cruda’ debuta en la novela con ‘La caída del imperio’.

Javier Gallego, director de 'Carne cruda' y autor de la novela 'El final del imperio'. ÁLVARO MINGUITO

Muchos conocen a Javier Gallego por su programa Carne cruda; algunos también por su poesía y por tocar la batería en varios grupos de rock. Ahora muestra una faceta nueva, la de novelista, con La caída del imperio (editado por Random House), que le ha costado una década escribir. Pero separar todas sus actividades quizá no tenga sentido, porque la música, la poesía e incluso la oralidad, la energía y el sentido crítico de su trabajo en Carne cruda están presentes en esta novela desbordante, imaginativa, enérgica, casi alucinatoria.

Lo de la música es quizá lo más evidente, no solo por el ritmo obsesivo del lenguaje y de los acontecimientos, también porque al final se indican los casi 50 temas musicales que oyen los protagonistas durante sus andanzas noctívagas.

Me llama la atención que, salvo por un par de temas y aunque la acción se desarrolla en 2011 (alrededor del 15-M), los protagonistas escuchan música del siglo XX, a menudo desesperada, oscura. Y me pregunto si esa música sigue dialogando con los jóvenes de dos, tres, cuatro décadas más tarde. Pero en lugar de seguir preguntándomelo, te lo pregunto a ti. ¿Por qué escuchan esa música y no otra?

Creo que en parte por escapar de la realidad y actualidad en la que están viviendo y por irse a otra época, puede ser en parte una huida. Y también porque son chicos cuya educación sentimental y musical son los años noventa. Y hay música de los noventa y hay música de la que beben los años noventa, que son los setenta y sesenta. Así que emocionalmente se sitúan sobre todo en esos noventa que han sido los de su esplendor y su juventud, y yo creo que se agarran precisamente a la música del pasado, a la que está terminando.

De hecho, buscando filiaciones de tu novela se me ocurría una más musical (aunque también poética) que literaria: Horses, Patti Smith.

Que aparece en el libro.

Sí, entre esas casi 50 canciones que citas. Y pensaba en ella, aparte de por el aire desesperado de algunos de sus temas, también por los cambios de ritmo, juegos de palabras, asociaciones… y por tantos otros elementos. Qué importancia tiene Horses para ti y en tu novela.

Muchísima, total y absoluta. Y el hecho de meter ese tema al inicio, cuando empieza la fiesta en la casa, cuando están, digamos, en el hogar, la primera canción que bailan desaforados es Horses, con la que se liberan por completo. Poéticamente, estéticamente, políticamente, humanamente y yo diría que hasta literaria y filosóficamente, Patti Smith creo que representa muy bien a ese grupo que se mueve entre el rock y el punk… entre la transgresión y la insumisión, la queja, vivir en los márgenes, hacer las cosas de otra manera. Esta canción refleja muy bien a este grupo que cabalga a la ruina y se mueve a impulsos de corazón de caballo, hinchados por la droga, galopan, descansan, vuelven a galopar, descansan… La madre de estos hijos es Patti Smith. Y de hecho aparece una canción de P.J. Harvey, como la hija de Patti Smith, un poco la representante de lo que ellos serían generacionalmente, tendría su edad o más cercana, porque la de Patti sería la música de sus padres… y PJ Harvey sería la hija de su tiempo.

La de Patti sería más mi música.

[Ríe] Claro.

¿Te representa a ti todavía la música de Patti Smith?

Mucho. Es un personaje que me parece fascinante. Además hizo algo muy difícil: retirarse en pleno éxito, descansar, salir del foco, irse a los márgenes y volver con una carrera que sigue siendo esplendorosa. Y hay que verla en directo. Es una experiencia religiosa, casi mística. Es de una energía y de un carisma apabullantes. Uno de los conciertos más emocionantes que he visto en mi vida, que también ella se emocionó, fue algo colectivo, una emoción compartida, fue en el Azkena hace un par de años. La vibración se transmitió de un lado a otro, fue una especie de comunión.

Y además la admiro poéticamente. El libro de memorias que escribió sobre su juventud y la relación con Mapplethorpe. Creo, y lo estoy pensando ahora, que representa muy bien la relación con los personajes, esos chicos un poco en el arroyo para los que el arte, la cultura, la literatura, la música es la tabla de salvación, es la segunda voz que les habla…

Una tabla de salvación que a veces también nos hunde de alguna forma. Cuando estás triste oyes música triste en lugar de alegre. Leía algunas letras de la música que escuchan y son: dónde están mis amigos, todos han desaparecidoes solo adolescencia desperdiciada (repetido varias veces), o, con Patti Smith, Oh, chico guapo, ¿no tienes nada que enseñarme que no sea rendición?, o con Led Zeppelin, solo hay tierra baldía… Por un lado se agarran a eso para salvarse, pero en cierto sentido es difícil salir desde ahí.

Sí, muy interesante esta reflexión. Lo que pasa es que muchas veces la música tiene ese efecto terapéutico y a veces acompaña las palabras de desolación con música de exaltación. Las canciones que has citado son muy exaltadas. Yo creo que se liberan de sus miserias a través del grito, gritan todo lo que les duele. Al abrir la herida y dejar que la sangre brote, se curan. No creo que se hundan más por la música, de hecho, a pesar de gritar que la adolescencia está desperdiciada, o que solo me vendes rendición, o que mis amigos han desaparecido, es su manera de agarrarse a la vida, de expulsar a los demonios por la boca.

Probablemente es así. De hecho, todos lo hacemos. Escuchar o leer aquello –y tu libro sirve para eso– que de alguna forma pone palabras y sonido a lo que nos cuesta expresar.

Eso también es importante. Que uno es a veces incapaz de entender lo que le está pasando, y para eso están los escritores, los poetas, los músicos, para darte las palabras que no encuentras. Y estos personajes muchas de sus experiencias las viven, las entienden a través de la música. La música no es el decorado, el ruido de fondo, es la voz interior expresándose de manera poética. Una cosa que me interesaba en la novela es cómo la música y la noche nos conectan, nos reconectan con nosotros mismos, que a veces estamos desconectados a la luz del día, aunque parezca lo contrario, porque estamos enchufados a una máquina de producción, y cuando dejamos de producir, reconectamos con nosotros y con la tribu, con la manada, con la comunidad, y de hecho ellos en torno a la música, en torno a la hoguera y en torno al baile es donde se encuentran a sí mismos, donde sienten lo que sienten, donde se reconocen…

Estamos otra vez con Patti Smith: Porque la noche nos pertenece...

Eso es, y lo que hacen es abrazar, poseer la noche con ansiedad. Como se dice en el manual [en el ‘Manual para escapar de la policía’, un capítulo de la novela]: muere de día, vive de noche. Sí, la noche les pertenece, es lo único que les pertenece. Lo que quieren es arder, que es lo que debe hacerse en la noche, para iluminar la oscuridad, y a veces corren el riesgo de quemarse. En ese límite se están moviendo todo el rato los personajes, en el de derrapar y salirse de la curva.

Pero veía a estos chicos tomando M, metiéndose de todo, bebiendo como desaforados, y al leer pensaba: «Pero no se están divirtiendo». Y luego leo ese pequeño diálogo del libro: A lo mejor no deberíamos divertirnos tanto, digo. «¿Por qué dices eso?, pregunta. Porque ya no es divertido. Y para mí son frases clave. No pueden hacer otra cosa pero ha dejado de ser divertido.

A ver cómo cuento esto. Creo que hay una fiesta histriónica, una euforia fin de fiesta en la que están tapando un dolor, una realidad, con fuegos artificiales, pero los fuegos artificiales ya no son hermosos. Hay una conciencia de que la fiesta se está terminando. Y ese intento de agarrarse a la fiesta, a la noche, a la juventud, es un poco histriónico. Es como cualquier decadencia, que tiene esa euforia final, ese canto del cisne, que puede ser grotesco. Es esa mueca final que muestra que las cosas no están funcionando y simplemente estás intentando tapar un dolor con paraísos artificiales que lo enmascaren.

Hay una fiesta histriónica, una euforia fin de fiesta en la que [los protagonistas] están tapando un dolor, una realidad, con fuegos artificiales, pero los fuegos artificiales ya no son hermosos»

Están haciendo algo que tiene sentido pero nunca funciona a la larga: tapar los sentimientos con sensaciones.

Absolutamente. Pero creo que están viviendo ese momento en el que van a reconectar, de hecho, en la novela, al final cada uno está reconectando con su emoción. Si te das cuenta, en las últimas páginas las sensaciones van desapareciendo y son los sentimientos de cada uno de ellos, la propia búsqueda, la que empieza a aparecer, es la resaca de la fiesta.

Además, primero sus fiestas parecen emparentadas con las danzas de la muerte, pero hacia el final se entrevé la posibilidad de salir de la danza de la muerte y entrar en el carnaval, se pasa de una afirmación de que todo se acabó y voy a disfrutar las últimas horas como pueda a reconocer una parte crítica, de posibilidad de cambio, que te permite llegar a otro sitio.

Claro, yo creo que van a dejar de divertirse hasta morir, para empezar a vivir con alegría. Si no en todos los personajes, sí en la novela, en el espíritu final, aparece la idea de que esto se acaba no para terminar, sino para empezar un nuevo ciclo. Y a lo mejor se puede salir de las cavernas, abandonar la noche y abrazar la vida con todas sus consecuencias. Aunque a veces duela, que diría Kiko Veneno, salir a la luz del día; como dice el personaje Juan Cuervo, los vampiros, aunque nos queme la luz, tenemos que salir ahí fuera. Nos hemos vampirizado tanto, nos hemos quemado hasta los huesos, y la única manera de revivir es salir a tomar el sol.

A tomar el sol, salir de tu cripta, en la que conoces todas las caras. Y es interesante que, al menos dos de ellos, se introduzcan en la multitud y se junten con los demás, lo que contradice el ‘Manual para escapar de la policía’, donde se dice: no pertenezcas a ningún grupo, huye tú solo; que políticamente es inoperante, porque la rebelión individual…

Yo no veo el manual tan individualista. Es un manual muy libertario, que dice no pertenezcas a ningún grupo organizado, a la estructura, a lo jerárquico. Pero podemos todos salirnos de eso como una manada de lobos solitaria pero al mismo tiempo unida. Yo no los veo tan despolitizados, al menos no era mi intención cuando escribí el manual, que está contra toda forma de organización que sea impositiva, porque al final es eso la policía, cualquiera de nosotros somos la policía, es escapar de todas esas normas, convenciones y adiestramientos.

Y la segunda pregunta que me hacías era cómo esos personajes se conducen a esa marcha colectiva hacia el final. A mí me parecía muy interesante hacer dialogar el fin de fiesta vital, el de la juventud, con el fin de fiesta de la democracia joven española, que van en paralelo. Ellos están viviendo una crisis vital que coincide con una crisis social. Y al mismo tiempo quería hacer confluir la marcha de la fiesta con la marcha política de otra fiesta; la primera termina con una resurrección o con la esperanza de un renacimiento, igual que la marcha política es una manera de refundar la fiesta para convertirla, como decías, en carnaval. Esta democracia está acabada o al menos hastiada, desperdiciada, y la única manera es refundarla con un carnaval en las calles, que es lo que me parece el estallido social posterior. Así que esos ríos confluyen al final como dos acciones paralelas, que de alguna manera se contradicen, pero que pueden tener un vínculo común, porque Amalia habla con Juan y dice: ¿por qué estamos haciendo esto? Porque la fiesta ha terminado.

Me parecía muy interesante hacer dialogar el fin de fiesta vital, el de la juventud, con el fin de fiesta de la democracia joven española, pues van en paralelo»

Es como aquello que escribió Juarroz: «En el centro de la fiesta está el vacío, pero en el centro del vacío hay otra fiesta».

[Ríe] Es que está muy bien Juarroz. Y es así, esto definiría la novela. Podría ponerla como cita para la siguiente edición. Es una perfecta definición.

Una conversación con Javier Gallego
Javier Gallego, en un momento de la entrevista. ÁLVARO MINGUITO

La caída del imperio es una novela, no sé si decir eufórica, pero hay un despliegue continuo de recursos, ritmos, asociaciones, y la estructura que iba siendo una serie de voces separadas por renglones vacíos, cuando nos acercamos al final, cambia y empiezan a confluir todas ellas, aunque los personajes se estén separando, por ejemplo Caín, el que huye, y no sé si es una decisión estilística previa.

Estaba la decisión de hacer confluir las tres acciones en paralelo que son tres marchas, tres huidas hacia delante, que son la fiesta en la casa, la fiesta en la calle y el que se marcha, y había ahí una rima muy poderosa; esos personajes que andaban por separado, en un sálvese quien pueda y, aunque haya uno que está huyendo del todo, la novela va hacia el mensaje de que solo lo colectivo nos salva, solo unidos nos salvamos; solo cuando somos marea, aunque parezca un contrasentido, somos mucho más alguien que cuando estamos solos. Entonces me gustaba estilísticamente ese travelling frenético de ir viajando de un personaje a otro, además confundiendo a través de una frase la acción de uno con la del siguiente, porque me parecía que los personajes, que habían estado separados todo el tiempo aunque estuviesen muy juntos, en realidad no se juntan hasta el final, cuando deciden ser marea, ser un nosotros. Porque esta novela va mucho de reivindicar lo colectivo frente a una literatura del yo, que me parece que está asolando el discurso, muy literalmente; creo que en lo colectivo dialogamos mucho más y encontramos más ideas. Además, luego leí que el 15-M refundó algo que se había perdido en la literatura, que era hablar más de nosotros, del grupo, de lo social. Tuvimos esa conciencia que no era solo política, también literaria.

Yo no hablaría tanto de conciencia como de un reflejo inconsciente de lo que estaba pasando.

Es cierto, y veníamos de una época muy individualista, hedonista. Cuando hablaba del fin de fiesta de la democracia tiene que ver con un fin de fiesta de una época de vacas gordas en la que el hedonismo y cierto nihilismo vacío había campado a sus anchas. Y el golpe con la realidad fue un despertar en muchos sentidos. Igual que la fiesta de la democracia se había ido de madre, ellos también se desmadran en esta última fiesta y eso tiene que ver con la realidad que les hace despertar.

La novela va hacia el mensaje de que solo lo colectivo nos salva, solo unidos nos salvamos»

Un personaje dice: no podemos pagar el alquiler y vamos a estar para la revolución. Y yo pensaba que los personajes de la novela son hijos de la clase media. Aún pueden volverse a casa. Uno tiene un padre que le saca de la cárcel.

Tienen todavía un asidero.

Tienen la sensación de no haberse hundido del todo. La vuelta es humillante, volver a la familia es una rendición, pero es una posibilidad, y por eso no acaban de ver que quizá sea el momento de la revolución.

Hay una conversación que aborda estos temas, donde se dice esa frase, y hay un personaje que es el ideólogo y el motor y motivador de todos ellos, que además ha estado apartado, que vuelve con el mensaje de «nos hacemos mayores, igual nos tenemos que hacer mayores», y eso es también tomar las riendas del asunto y hacer algo por cambiar las cosas. Y alguien dice eso de no estamos para pagar el alquiler, como para estar para hacer la revolución. Y un personaje dice no habrá revolución hasta que no haya hambre. Y el otro responde hambre ya hay. Sí, es verdad que tienen un salvavidas, pero al mismo tiempo quieren vivir fuera del mundo de sus padres y rechazan el salvavidas. Aunque a Juan lo saca su padre de la cárcel es lo último que quiere.

No hay reconciliación, ni mensaje de la vuelta al hogar…

No, es una ruptura. De hecho, ese es otro tema presente en algún momento de la novela: la brecha generacional, la ruptura con la generación anterior, la muerte del padre, o su asesinato, porque lo que se aborda en la crisis es que se rompió el pacto intergeneracional que decía que los hijos vivirían mejor que sus padres. Y claro que han vivido mejor que sus padres y abuelos en cuanto a derechos y libertades, pero económicamente no. Son hijos de la clase media, pero están siendo expulsados de ella. Y por eso hay mucha rabia e indignación que pueden sentir muchos hijos hacia los padres que les están legando un mundo en llamas, inhabitable, irrespirable…

Pero muchos de ellos se están inclinando hacia otro lado, no ven el futuro y ven una oportunidad en un pasado remoto que tampoco existió.

Yo explicaba eso con una metáfora vital muy sencilla: si pones a una persona ante un callejón sin salida, lo único que puede hacer es darse la vuelta. Y siempre habrá quien te diga que el camino anteriormente recorrido fue mucho mejor. Si a esto le añades soluciones simplistas y muy emocionales, como la patria, el dinero, pueden caer embaucados por el hechizo. Pero la culpa la tiene un sistema, una sociedad, unas alternativas políticas que no dan una salida ese callejón y solo muestran clausurado el futuro.

Por eso uno de los personajes, Leo o Amalia, no recuerdo, dice: hasta la rebelión nos han quitado. No está claro contra qué rebelarse, todo se ha vuelto más fantasmal. El capitalismo es más fantasmal que una dictadura, y no es que yo prefiera la dictadura, claro, pero es más difícil saber contra quién luchas, cómo te rebelas, ver que detrás de ese callejón hay algo.

Sí, estamos viendo que la rebelión se ha vuelto de derechas y de extrema derecha. Por supuesto que muchos jóvenes están eligiendo una vuelta atrás y al autoritarismo, algo que ha sucedido en Argentina recientemente, pero está pasando más cerca de nuestro entorno, y lo vamos a ver en las elecciones europeas, y si no ofrecemos alternativas materiales más inteligentes, brillantes, esperanzadoras, estimulantes para los jóvenes, si no ofrecemos horizontes de posibilidades desde la izquierda e imaginamos un futuro para una generación que vive un no futuro, abrazarán esas ideas. Por ejemplo, pienso que un personaje como el Joker es un personaje muy de esa revolución nihilista destructiva, que no construye nada. Y en este mundo que está desplomándose, colapsando, sanitaria, migratoria, climáticamente podemos ir hacia esa rebelión que es pura destrucción. Bueno, es la motosierra de Milei, el símbolo de que hay que cargárselo todo. Tenemos imperiosamente que imaginar soluciones posibles y ahí estamos perdiendo la batalla. Entiendo que no es fácil, es un problema muy complejo, pero evidentemente estamos perdiendo la batalla. Y como se decía, somos incapaces de imaginar el fin del capitalismo, pero tenemos que empezar a pensarlo.

Muchos jóvenes están eligiendo una vuelta atrás y al autoritarismo, algo que ha sucedido en Argentina, pero está pasando más cerca de nuestro entorno, y lo vamos a ver en las elecciones europeas»

Eso ya se venía preparando en los relatos cinematográficos. En las distopías en las que solo se salva un grupo minúsculo, o en películas como Un día de furia, en la que un individuo se lía a tiros con todo…

Claro, pero Un día de furia es una película de principios de los noventa, poco después de triunfar el neoliberalismo. Pues blanco y en botella. Esa película representa que la única solución que tiene el ser humano es individual y es una rabia asesina, completamente desconectada. Lo único que haces es liarte a tiros con todo. Y, como dices tú, es un imaginario que se lleva imponiendo desde los años ochenta. Y el neoliberalismo es eso, despojarte de todo vínculo social, para que pienses que la única opción que tienes es salvarte a ti mismo y solo puedes hacerlo pisando la cabeza a alguien.

Lo acaba de decir Milei: que hay gente que se va morir de hambre, pero ya se resolverá.

Bueno, se iban a morir igual, como dijo Ayuso. Son frases que se complementan, ese pensamiento está plenamente aceptado. Los que tenemos la suerte de estar aquí nos vamos a salvar y los que estáis abajo os ibais a morir igual. El problema, como representa El colapso, es que el colapso les va a llegar también a ellos, si la base se derrumba ellos van a caer por el embudo. No lo saben todavía, pero las revoluciones que están generando, aunque sean reaccionarias, se les pueden venir en contra. Si creas un sistema de desigualdad absoluta en el que la gente vive en guetos securizados con armas pues esto será una guerra civil, el salvaje oeste.

Para acabar, una pregunta relacionada con las mujeres de la novela. Si pienso en Leo, en Violeta, menos en Amalia pero también, uno de sus sentimientos principales es la furia; hay afectos entre medias, no es que no los haya, pero se las come la furia. No sé si es premeditado.

No, no lo es, pero tienes razón. Son las primeras mujeres de estas generaciones del siglo XXI que empezaban a manifestar el dolor, la indignación, la rabia con un mundo que no cuenta con ellas o va contra ellas. Son las víctimas más directas de todo este sistema y se sienten mal en esa prisión. Violeta tiene una relación muy tóxica con un tipo que es un maltratador, porque ha sido maltratado. Leo es la víctima propiciatoria del sistema, con toda una retahíla de trabajos, todos precarios y temporales. Y dice que el único trabajo que quiso mantener como mensaje político es el de mujer cartel. Dice: no os importa que haya mujeres desnudas en las vallas publicitarias, pues no debería importaros que nos hayamos convertido en anuncios andantes, que es lo más humillante. Y Amalia protagoniza una rebelión dentro de su periódico y es la primera en caer. O sea que no fue consciente, pero hay una rabia que tiene que ver con estar hasta el coño del patriarcado.

Pues me parece una frase perfecta y contundente para cerrar la conversación.


Agradecimientos: Café Ajenjo de Madrid.

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Comentarios
  1. «Están tapando un dolor una realidad con fuegos artificiales».
    No me resulta desconocido.
    Quién en su juventud no ha intentado llenar ese vacío interior esa angustia existencial con jaleo, fiestas, ruido? Igual lo llenas momentáneamente; pero en menos de un día volvía a aparecer.
    Estoy de acuerdo en que es inteligente ser una manada de lobos solitaria; pero al mismo tiempo unida.
    Los anarquistas lo saben bien y Pablo Guerrero también que compuso la canción «el poderoso teme a los lobos sin dueño».

  2. Siglo XXI, una canción de Luis Eduardo Aute publicada en 1991 y que sigue siendo muy actual «…La mentira será ley y el simulacro institución…»
    https://www.youtube.com/watch?v=cSiIAU7vaac&t=338s

    Siglo XXI, cambalache, problemático y febril
    Anunció Santos Discépolo, un poeta del 2000
    Y profeta en aquel tango que cantó a la corrupción
    Que gobierna las cloacas de la humana condición
    Siglo XXI, el hombre ha muerto ¡viva el capital!
    No será aquel cambalache donde todo daba igual
    Para entonces no serán lo mismo un sabio que un traidor
    El más Judas será el que se suba al podio de honor
    La mentira será ley y el simulacro, institución
    El cohecho por derecho y por la santa comisión
    El chorizo ira embutido en su Mercedes oficial
    Y el trilero montará su atril en trilateral
    El camello del futuro no será aquel criminal
    Que vendía matarratas cuando aun era ilegal
    Para entonces será el presidente de coca-control
    En su rama de entertainment: Sexo, droga y rock’n’roll
    Trepa, trepa por tu chepa, el trepa llegará a ser VIP
    Y la sanguijuela chupa que le chupará hasta el RIP
    El gusano, con los restos, se pondrá como un cebón
    Y, bien gordo, será deglutido por el tiburón
    Y llegó el fin de la historia y al capone va a ser rey
    De quien la sufrió en sus carnes y aún la arrastra como un buey
    Dios murió, predijo Nietzsche pero aquí está el totus dei
    Que enterró al demonio rojo que aprendió a decir: Okay
    Todo por comprarse unos vaqueros made in USA
    Me diréis y con razón que yo también soy un ladrón
    Que la música y la letra de este fraude de canción
    Son un plagio de Bob Dylan y del gran Discepolín
    Es verdad pero, ¡cojones!, quien desprecia ese botín
    Que a Dios le plagió merlín
    Y al diablo, Marilyn
    Y a Picasso, el arlequín
    Y a Espartaco, Bakunín
    Y a la esfinge, rin tin tin
    Y el principio es siempre el fin
    En fin

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