Medio ambiente
Quemar los montes para instalar molinos de viento: las desinformaciones que relacionan los incendios con la energía eólica
Montes quemados en Galicia para, supuestamente, construir un parque eólico: una desinformación que se repitió en Granada y en Asturias. Esta narrativa distorsionadora se aprovecha de unos incendios cada vez más frecuentes, una legislación compleja y de la incertidumbre que provocan los molinos en las comunidades donde se instalan.
Este artículo ha sido elaborado por Maldita.es para lamarea.com en el marco del proyecto Clima Informa para prevenir la desinformación relacionada con el clima y el medioambiente.
“Aquí, los molinos eólicos ni se quieren ni se van a poner”, zanja Manuel Villa, vecino y juez de paz de la aldea de Vilamor (Lugo). Aún se pueden ver en la zona las secuelas del fuego que asoló este y otros pueblos de la Serra Do Courel durante el verano de 2022. Un incendio del que se dijo en redes que había sido provocado para poder instalar después un parque eólico en la zona; la misma narrativa se repetiría con el incendio de Los Guájares (Granada) unos meses después o en Asturias al año siguiente.
Sin embargo, al preguntar a los vecinos de O Courel, la historia no se sostiene. “¿Provocado? No, si yo vi cómo cayó uno de los rayos”, responde contundente Villa. Él se encontraba en el pueblo cuando comenzaron los incendios, porque no fue solo uno: varios pequeños fuegos que no se controlaron acabaron desembocando en un gran incendio. “Los vecinos lo saben y el equipo forestal lo tiene registrado. Lo puedo decir porque, además de ser vecino, estaba en una de las brigadas que llamaron para atender el fuego”, asegura Carlos Echevarría, brigadista de Piedrafita do Cebreiro.
2022 fue el año con más hectáreas quemadas en España en lo que va de siglo. Quienes vivieron el incendio de O Courel comparten que parte del problema con la extensión del incendio se debió a la falta de control a tiempo, lo que provocó que el fuego arrasase 11.000 hectáreas. “Fue un cúmulo de cosas: el viento, las altas temperaturas, que cayó el rayo, y que no llovió después. Eso fue un polvorín”, recuerda Villa. En pocas palabras, resume una realidad que asola a España y otros países del sur de Europa: con veranos más secos y temperaturas más altas, los incendios en verano están siendo más habituales y extensos, algo que también ocurre en zonas como Portugal o Grecia.
El boom turístico y el lobo
Todo lo anterior, no obstante, no quiere decir que los incendios provocados no ocurran. Es una especie de secreto a voces en las áreas rurales: “Sabemos que se provocan en algunas zonas por el boom turístico, por la ganadería y la situación del lobo o para bajar el precio de la madera. Pero, ¿para poner parques eólicos? En esta zona no creo que haya, la verdad”, señala Echevarría.
“En cualquier caso, de momento no tienen la capacidad de provocar fuegos naturales”, apunta con ironía Óscar Rivas, de la asociación Galega de Custodia do Territorio, y añade: “De ser así, tampoco sería adecuada la zona de O Courel para construir un parque eólico por ser parte de la Red Natura”. En 2009, entró en vigor en Galicia la ley autonómica sobre el aprovechamiento eólico, que prohíbe la instalación de nuevos parques eólicos en zonas de alto valor medioambiental, como es el caso de la Red Natura.
El parque eólico al que se referían aquellas desinformaciones (Parque Umbría) estaba proyectado en Barjas, un municipio fronterizo de León ubicado a ocho kilómetros del término municipal de Folgoso de O Courel, donde se produjo el incendio. A día de hoy, no hay ningún parque eólico construido ni proyectado en la zona del incendio y, a raíz de la fuerte oposición vecinal, tampoco en el área de León donde se iba a construir.
Tras el caso de Galicia, la misma narrativa apareció en Asturias. En abril de 2023, se difundió una lista de 19 municipios asturianos en los que, supuestamente, coincidían los incendios forestales con la tramitación de nuevos parques eólicos. Ese listado era otro ejemplo de desinformación: en siete de esos municipios no se había registrado ningún incendio forestal en lo que iba de ese año, según el servicio de emergencias asturiano.
Si contamos todos los parques eólicos que han superado el proceso de selección y están pendientes de tramitación en esta comunidad autónoma desde 2005 hasta mayo de 2024, hay 47 proyectos. Algunos están pendientes de obtener la Declaración de Impacto Ambiental (DIA), mientras que otros ya han completado ese paso pero siguen pendientes de la aprobación definitiva para comenzar la construcción, según el Gobierno de Asturias.
En el siguiente mapa se puede apreciar que, de esos 47 parques, está previsto que nueve se instalen en zonas donde hubo un incendio entre 2021 y 2023. Uno de ellos (el parque Pico Liebres), ya contaba con una DIA aprobada desde 2019, antes de los incendios. Pero incluso teniendo este último en cuenta, más del 80% de los proyectos eólicos en Asturias no están cerca de territorios donde se hayan producido incendios forestales. Al mismo tiempo, la gran mayoría de incendios se han producido en zonas donde no hay parques eólicos proyectados, por lo que no se podría argumentar que la motivación de los incendios sea ampliar el desarrollo de este tipo de energía renovable.
El caso de Granada fue distinto. En septiembre de 2022, un incendio afectó a varios municipios del Valle de Lecrín: El Pinar, Vélez de Benaudalla, Los Guájares, El Valle, Villamena y Albuñuela. En esa zona estaba proyectada, desde octubre de 2020, la construcción de un parque eólico, pero para cuando las llamas prendieron, el proyecto estaba detenido. Aunque entre 2020 y 2021 obtuvo los informes de compatibilidad urbanística de todos los ayuntamientos, unos meses antes del fuego se había declarado “inviable ambientalmente”.
La Junta de Andalucía no aprobó la Declaración de Impacto Ambiental hasta diciembre de 2022, tres meses después del incendio. Desde plataformas como “Di No A Las Torres” presentaron alegaciones y defienden que el fuego ha influido en la declaración de impacto ambiental. Sin embargo, en la publicación de la Junta solo se menciona que, ante la negativa inicial, la empresa propuso reducir la extensión del parque eólico en dos ocasiones. Al final los 15 molinos planteados al comienzo se quedaron en dos aerogeneradores ubicados en El Pinar y fue tras esta última reducción cuando obtuvo la aprobación de la DIA.
El 55% de los incendios en España entre 2001 y 2015 fueron provocados
Más de la mitad (55%) de los incendios que tuvieron lugar en España entre 2001 y 2015 fueron provocados y, el 58% de las hectáreas quemadas fueron a causa de este tipo de incendios, según recoge CIVIO a partir de los últimos datos disponibles del Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (MAPAMA). Para un tercio de los provocados no consta información sobre la motivación del autor, pero entre los objetivos más habituales están los de eliminar matorral y residuos agrícolas (26,8%), regenerar el pasto (18,3%) o la piromanía (5,9%). En los 14 años analizados, solo 401 incendios (un 0,3% del total de los intencionados) habrían tenido el objetivo de modificar el uso del suelo.
“Les llaman incendios porque llamarlo ‘estamos preparando los montes para plantar molinos de viento’ quedaba muy largo”, reza un tuit que se compartió 3.000 veces el año pasado. Porque cuando una región se ve afectada por un incendio forestal, son frecuentes los mensajes en redes asegurando que se provocan para facilitar, por unas razones u otras, la instalación de más energía eólica.
Uno de los argumentos es que el terreno quemado supuestamente pierde su condición de forestal y eso permite establecer una de estas instalaciones, pero no es así. La Ley de Montes de 2003 indica que “queda prohibido el cambio de uso forestal al menos durante 30 años” en terrenos incendiados salvo que existan razones de “interés público de primer orden que deberán ser apreciadas mediante ley”. A esto hay que añadir que no es necesario que un suelo deje de ser considerado como forestal para poder instalar molinos en él.
“No tendría ninguna lógica ni sentido incendiar un terreno con dicha finalidad para entrar en la excepción porque la instalación de los mismos no requiere del cambio de uso del suelo”, explica Antonio Benítez Ostos, socio y fundador de Administrativando Abogados. Además, según explica María Ángeles López Lax, cofundadora de la Red de Abogados para la Defensa Ambiental, la mayoría de normas urbanísticas permite hacer estas instalaciones con una autorización de uso excepcional en el suelo no urbanizable, que se conceden a proyectos de utilidad pública que no pueden realizarse en otra clase de suelo.
En su opinión, provocar un incendio “solo tendría sentido porque podría ayudar a la desaparición de flora y fauna protegidas para que, cuando se haga el estudio de impacto ambiental, no existan valores que impidan su implantación, siempre que no se tratara de algún parque natural o espacio de la Red Natura 2000, que seguirán siendo espacios a proteger aún más para recuperar sus valores ambientales”.
El técnico de evaluación de impacto ambiental en la Junta de Castilla-La Mancha y divulgador Enoch Martínez apunta: “Corrupción al margen, no es tan sencillo librarse de un valor ambiental y seguir adelante con un procedimiento (...) Si esa desaparición de valores naturales se produjera durante la evaluación de impacto ambiental, sería tan sospechosa y llamaría tanto la atención que dudo que nadie se atreviera a firmarla”. El abogado Benítez Ostos coincide con los diferentes especialistas: “Quemar el terreno no facilita la declaración de impacto ambiental porque, aunque no existan especies a proteger, hay determinados espacios protegidos que seguirían siendo tales, con independencia de la desaparición de la flora o la fauna. Es más, incluso podría dificultarla, por las medidas correctoras a imponer para restaurar los terrenos incendiados”.
Ni en contra ni a favor, así se recibe la expansión de la energía eólica
Incendios de por medio o no, los parques eólicos no siempre son bien recibidos. La respuesta que obtenemos al preguntar a los vecinos de Folgoso do Courel es: “No estoy en contra ni a favor, caso a caso”. Junto con Castilla y León, Aragón y Castilla-La Mancha, Galicia es una de las comunidades autónomas con más potencia de energía eólica instalada. “Tenemos un paisaje totalmente lleno de molinos, quitando dos o tres zonas, y aún hay más proyectos en ejecución. Para mí no es razonable ni racional lo que está pasando”, asegura Óscar Rivas, de la asociación Galega de Custodia do Territorio.
A pesar del auge que ha vivido la energía eólica en los últimos años, con casi 8.000 megavatios más de potencia instalada ahora que en 2015, Rivas considera que las opiniones siguen siendo “muy diversas”. “No todo el mundo está en contra, yo tampoco lo estoy, pero tal y como se ponen y cómo se instalan, sin tener en cuenta los valores ambientales, no me parecen transición ecológica”, defiende.
También Manuel Villa, vecino y juez de paz de la aldea de Vilamor, considera que no deberían construirse molinos en sitios de alto valor medioambiental: “Si por lo menos tuviera algún beneficio, pues venga un bono a la gente para la luz, pero no. Van a poner eso aquí en nuestro sitio para venderla a otro. Venga, hombre, que vayan a ponerlos a su casa”, sentencia. Eso mismo pensaron en el pueblo de Muras (Lugo), uno de los casos que recoge la Fundación ECODES como ejemplo de buenas prácticas en la implementación de proyectos renovables teniendo en cuenta la protección de la biodiversidad y de las condiciones socioeconómicas de la población donde se instalan.
A pesar de que la instalación de parques eólicos no fue bien recibida por los residentes del pueblo, el ayuntamiento recondujo la situación. En la actualidad, los ingresos de Muras provienen en su mayoría del sector eólico mediante impuestos y subvenciones que se destinan, en parte, a mejorar la calidad de vida de los vecinos con ayudas a las familias para hacer frente a la factura de la luz, entre otros alicientes.
En la otra punta de España también encontramos ejemplos en los que la instalación de molinos ha tratado de contribuir a la mejora de la zona y sus habitantes. En el parque eólico de Cabrito (Tarifa, Cádiz) las acciones se han centrado en proteger el espacio natural de la zona. Un compromiso que va desde replantación y reforestación hasta la preservación de las aves migratorias de la zona mediante sistemas de vigilancia.
“Vamos a ver: no dejan de crecer los incendios, en los embalses no hay agua o cada vez hay menos, las energías atómicas parece que no acaban de cuajar. Nos gusta mantener todas las comodidades, tener de todo. Pues claro que la energía tiene que salir de algún lado y que tenemos que aprovechar las renovables, pero hay sitios y sitios ¿no?”,resume Manuel Villa.
Lo que está en duda no es la necesidad de aprovechar la energía eólica. Sin embargo, aunque la narrativa que vincula incendios y parques eólicos no ha llegado a calar en esta zona rural de Galicia, la manera de utilizar este recurso aún genera incertidumbre. Así, entre una legislación compleja y un auge de las energías renovables que no cuenta todavía con el apoyo incondicional de los vecinos que las ven instaladas junto a sus casas, la desinformación está servida.