Cultura
David Uclés: “Me da miedo la gente dogmática”
El escritor acaba de publicar 'La península de las casas vacías' (Siruela), una novela sobre la guerra civil española contada en clave de realismo mágico.
David Uclés (Úbeda, 1990) entra en zoom cinco minutos antes de nuestra cita. A pesar de que está cansado por la extensísima gira para presentar La península de las casas vacías (Siruela, 2024), una apuesta novelística innovadora en España, no se pierde un compromiso ni le falta la sonrisa.
Ésta es la tercera novela de un escritor, licenciado y máster en Traducción e Interpretación, que reivindica el papel del realismo mágico a la hora de contar historias complejas y relacionadas con conflictos sociales; en concreto, La Península narra la guerra civil en Iberia, y en el pueblo de Jándula (trasunto de Quesada, Jaén). Un árbol genealógico en la primera página ya nos indica la ambición de seguir a una familia a lo largo de unas aventuras de las que también participan personajes famosos como los fotógrafos Gerda Taro y Robert Capa, o los escritores Miguel de Unamuno, Miguel Hernández, Ana María Matute y María Teresa León. Sus 700 páginas son envolventes, dulces, lúdicas y, a veces, crueles.
Charlamos sobre este proyecto que recibió dos becas de creación: la Montserrat Roig, y la Leonardo del BBVA.
¿Cómo fue el proceso de escribir este libro? Dices que ha sido el fruto de 15 años de investigación.
En 2009 empecé a escribir las historias que me contaba mi abuelo sobre el pueblo, sobre la familia. La guerra estaba presente, pero en realidad la guerra afectó poco a Quesada (Jaén), que fue zona republicana hasta muy tarde. En mi primer manuscrito casi no había nada de la guerra; era la historia de una familia, con sus generaciones y el realismo mágico. Yo tenía muy presente Macondo; quería hacer una Macondo Íbera. Terminé dos años después, 500 páginas, y la envié a editoriales, pero lo típico… cuando eres muy joven envías a Planeta, a Anagrama, y me contestaban [e-mails] automáticos. Entonces seguí escribiendo otras cosas menos complejas, menos largas… Pero siempre intentaba publicar esta novela; cada dos o tres años, la reescribía, y la registraba otra vez, y la enviaba a premios, nunca con los pies en la tierra. Ahora sé cómo va el mundo [editorial], pero entonces era muy inocente.
Y ya, últimamente, me propuse que no sólo contara la intrahistoria de mi pueblo, sino también la guerra civil allí –y estuve un año y medio investigando sobre esto–, y luego la guerra en la Península. Para eso me ayudó mucho la beca Leonardo, que me pagó un viaje por toda la Península para ponerle rostro a esos lugares e investigar oralmente, preguntarle a la gente, imaginarme cómo fue aquello… Al final, han sido quince años, pero no quince años seguidos. He hecho muchas otras cosas en mitad, pero sí han sido quince años teniéndola presente, durante los cuales la he reescrito cinco veces. Eso ha hecho que pueda añadir tantas capas y que sea tan elíptica. De cero no podría haberla escrito así. Yo no me siento y digo “voy a escribir toda la guerra civil en realismo mágico”. ¡Me entran todas las calores! Ha sido una evolución.
He hecho muchas otras cosas en mitad, pero sí han sido quince años teniéndola presente, durante los cuales la he reescrito cinco veces. Eso ha hecho que pueda añadir tantas capas y que sea tan elíptica. De cero no podría haberla escrito así.
Para escribir la novela has recibido dos becas: la Leonardo, del BBVA, y la Monserrat Roig. ¿Habrías podido escribir la novela sin ese apoyo financiero?
Sí, podría haber sido posible sin esas becas, pero me han enriquecido mucho. Más que el libro, me ha enriquecido a mí como escritor y defensor de la novela. Porque yo ahora puedo defender con más garra lo que pasó en Badajoz, por haber estado allí, porque le pregunté a un viejecillo de 100 años con su silla de ruedas al lado de la catedral, y se emocionó al contarme lo que le dijo su padre que vio aquella noche. Esos viajes han hecho que yo hable de estas cosas con más aplomo. Entonces, sobre todo la beca Leonardo, me ha ayudado muchísimo.
¿Te preocupa la reacción de la derecha? ¿O te da miedo que la novela se utilice para polarizar más?
Bueno, me daban miedo las reacciones de ambas ideologías. Ahora me da miedo la derecha porque ya tengo una respuesta, más o menos, desde la izquierda. En general, me da miedo la respuesta de medios muy polarizados, porque suelen tener una visión del conflicto más inflexible, como una idea más fija. Yo cuando he narrado la guerra no he soslayado nada de lo que he ido investigando. Al final, tengo una ideología y el lector la va a ver, pero cuando ha hecho algo mal la derecha a nivel pequeño no lo he soslayado, y cuando ha hecho algo mal la izquierda tampoco lo he soslayado… ¿responde eso a tu pregunta?
Más o menos… Independientemente de lo que tú hagas, las reacciones pueden ser muy variadas. ¿Estabas escribiendo la novela y pensabas: “Dios mío, me van a crucificar por un lado o por el otro”?
Sí, ésa es mi sensación respecto a la guerra. Y luego también tengo miedo a que se me juzgue por ser joven y meterme con un proyecto tan ambicioso como contar toda la guerra, porque supongo que eso causa recelo. En general, me da miedo la gente dogmática.
Me da miedo la respuesta de medios muy polarizados, porque suelen tener una visión del conflicto más inflexible, como una idea más fija. Yo cuando he narrado la guerra no he soslayado nada de lo que he ido investigando.
De alguna manera, el título vaticina ya que va a ser una novela coral. Explícame esa opción, y por qué recurrir al realismo mágico para narrar la tragedia.
Coral porque no podía ser de otra manera. Quería contar todo lo que ocurre, y necesitaba desparramar a esos personajes por la Península para que, cada uno, desde su mirada, pudiera contar esa batalla diferente, aunque hay un claro protagonista, Odisto. Y luego se me ocurrió La península de las casas vacías, fue una epifanía, y qué bien, porque cuesta mucho a veces escoger título. Y realismo mágico porque me gustan las novelas que intentan plasmar la idiosincrasia de una tierra en las letras; son las lecturas que más he disfrutado. Yo quería hacer algo parecido en Iberia. Por ejemplo: El tambor de hojalata en la Alemania nazi [de Günter Grass], o Hijos de la medianoche en India [de Salman Rushdie]; por supuesto, Cien años de soledad respecto a Colombia [de Gabriel García Márquez].
Tenía esos ejemplos y quería que cuando el lector terminara mi novela dijera: “Vale, me imagino lo que es Iberia”, y encima también conozco un momento histórico. El realismo mágico lo que hace es suavizar un poco el viaje, porque estos libros que te he nombrado suelen tratar conflictos fuertes; aparte de que es el estilo que a mí me sale natural, creo que facilita el viaje y lo hace menos agresivo. Y, pese a que me han echado para atrás la etiqueta en todos lados: mi agente no quería llamarlo “realismo mágico”; la editorial, tampoco; las editoriales a cuyas puertas llamé años atrás, tampoco. Nadie quería, pero yo insistí: que sí, que a la gente le gusta y le atrae la etiqueta. Yo he luchado por ella y estoy contento.
Aparte de que el realismo mágico es el estilo que a mí me sale natural, creo que facilita el viaje y lo hace menos agresivo.
Personalmente, creo que estamos necesitados de una imaginación alternativa. La literatura española contemporánea, salvo algunas excepciones, ha sido siempre muy realista en un sentido decimonónico. A mí me entran ganas de gritar: dejadnos respirar un poco, dejadnos soñar, ¡abrid las ventanas!
[Risas] Coincido totalmente. Lo hablaba con mi amigo Kike Cherta, autor de Los Miralles (2023), una obra muy imaginativa, y decíamos: vas a la librería y sólo hay autoficción. Hay muy poca osadía, aunque desde que apareció Irene Solà creo que hay más apertura. Yo creo que va a haber un cambio; poner en valor la imaginación paralela, hacer cosas más oníricas.
Hay una intencionalidad en mostrar la diversidad política de los dos bandos (anarquistas, poumistas, socialistas, comunistas, monárquicos, carlistas, falangistas…) y, al mismo tiempo, en varias ocasiones afirmas que todos mataron y que fue “una guerra entre hermanos”. Esto te vincula al paradigma de la reconciliación, vigente durante el último franquismo y la Transición. A saber, si todos mataron por igual, se socializa la culpa y nos reconciliamos sin problemas. ¿Te identificas con este paradigma?
Lo matizaría, quizá. Primero, no soy muy político, no tengo un animal político fuerte dentro de mí; entonces, he intentado hacer una radiografía histórica y no tanto política. Sé que todo es política, como decía Aristóteles, pero de forma consciente he intentado meterme lo menos posible. De todas formas, quiero diferenciar el nivel macro del micro. A nivel macro, las estrategias que llevaron a cabo los políticos, ahí sí que tengo una opinión y no entraría en el paradigma de “los dos bandos hicieron cosas malas, perdonémosnos todos”, y creo que el lector sabrá apreciarla.
Pero a nivel micro, que es más interesante, sí que me agarraría a ese paradigma, porque en cada pueblo, en cada ciudad, la ley la ponía el alcalde según fuera socialista, o cedista, o según venganzas personales… A ese nivel sí que fue una guerra entre hermanos. Al final, te veías abocado a un conflicto del cual tú no tenías ni idea, o te sonaba lo del comunismo porque te lo habían implantado un año antes, o el falangismo. La experiencia de Jaén era gente que se dedicaba a las olivas, aunque también había mucho anarquista. Entonces, el paradigma me lo aplicaría a nivel micro, pero no a nivel macro.
Un proyecto de memoria siempre busca intervenir en el futuro. ¿Cuál crees que es tu intervención en el tiempo por venir?
Eso decía Almudena Grandes. Creo que es muy sano que haya una memoria histórica fuerte, y que se hagan muchas cosas que no se hacen, muchas veces, por la etiqueta de que otra vez estamos sacando las batallitas del abuelo. Entonces, creo que deberían quitarse ciertos nombres de calles o estaciones, y sacarse los muertos de las cunetas y las fosas comunes –ese esfuerzo tenemos que hacerlo como país–. Estaría bien que se creara un cuerpo público de historiadores, profesores, filósofos, pero no políticos, y que ese cuerpo público se encargara de establecer una buena memoria histórica en España.
No sé si sería posible que se encargaran de que el pasaje dedicado a la guerra civil en nuestros libros de texto no sea de dos páginas. Mira, ahora en presentaciones no estoy colaborando con ningún partido político, pero sí con asociaciones por la memoria histórica. Y el futuro pues… yo no voy a escribir más sobre la guerra, ¡ya está bien! [risas], pero sí que se quedará mi apoyo a los proyectos de memoria, y ojalá que el libro sirva para reavivar la curiosidad en el lector.
Creo que es muy sano que haya una memoria histórica fuerte, y que se hagan muchas cosas que no se hacen, muchas veces, por la etiqueta de que otra vez estamos sacando las batallitas del abuelo.
¿Cuál ha sido la reacción de tu familia? Teniendo en cuenta que hay parte de verdad en la historia y, al final, son sus vidas y lo que digas les afecta… Es una cuestión ética.
Mmm…. Les cambié los nombres, para prevenir que se pudieran ofender. Y había descripciones con anécdotas más escabrosas y las quité. Es decir, he ido limando algunas cosas para suavizar lo que más pudiera dolerles. Pero no ha habido nada negativo; por ahora, están todos muy emocionados, porque se honra la memoria de la familia. Y mira, una prima segunda escribió en el grupo [de WhatsApp] de la familia y dijo: “Esto es genial, porque así se curan muchas heridas”. Y yo tenía miedo al principio de la reacción, pero estoy contento. Si alguien se siente ofendido, pues… derecho tiene.
Durante toda la novela hay un narrador muy entrometido que nos “saca” de la historia. A veces, explica cosas (como que las mujeres casi no frecuentaban los bares). Esto plantea una distancia respecto al conflicto, primero, tuya, y luego una distancia del lector, al que hay que explicarle… ¿Por qué este enfoque? ¿Crees que en nuestra generación existe esa distancia? ¿Estabas pensando en lectores muy jóvenes? Porque a una lectora de… digamos, 70 años, no hay que detallarle tanto.
Pues… estaba pensando también en un lector extranjero, y eso que todavía no está traducida ni tenemos traducciones a la vista, pero cuando yo leía El tambor de hojalata, o Hijos de la medianoche, agradecía que me pusieran un poco en contexto. Entonces, he intentado… Son cosas obvias para un español quizá de una generación anterior, pero para un español de nuestra generación, o de generaciones posteriores, o un extranjero no son tan obvias. Por ejemplo, cuando explico en qué consiste el bar, por qué es tan popular en España, o la matanza del cerdo, o presento a Franco… Bueno, pensaba… que no le sea tan extraño entrar en ese mundo al extranjero, y a las generaciones actuales, que… con perdón… y sin perdón, saben poco. ¿Pero cómo van a saber, si en la escuela no les enseñaron nada, si en su familia estaba la ley del silencio? Y luego, bueno, sabes de lo que lees…
Pero esa distancia es un posicionamiento tanto estético como político, porque, al final, estás estableciendo una barrera a partir de ese narrador que dice cosas como: “No me detengo más en la descripción porque, en apenas unas líneas, voy a quemarlo todo”.
Probablemente es porque, como cuento tantas cosas, mi intención era narrar cada escena de manera muy cinematográfica, como… “ahí tienes la imagen”, más que meterme en los sentimientos de cada personaje, que es lo que al final hace que tengas esas conexiones emocionales con los personajes. Es que creo que yo soy un escritor de imágenes, me pasaba en la novela anterior, y en la siguiente también, y eso, es verdad, al final puede resultar un poco más frío. Tienes razón. Pero… de otra manera, me habría ocupado el doble. Pero es que quizá no esté en mí como escritor, o quizá no sepa hacerlo, ¡no lo sé!
Yo lo he puesto porque creo que verdaderamente esas mujeres sentían y conocían el machismo de su época. Me niego a ese argumento de algunos: “Oh, era lo que había y no se asombraban”.
Aun así, sigue siendo una novela muy ambiciosa. Mi última pregunta: en el Congreso de Escritores Antifascistas aparecen Elena Garro y María Teresa León quejándose de que cumplen un papel secundario por ser mujeres. Es toda una intervención feminista. ¿Te preocupa que te acusen de presentismo? Del tipo: “Oh, el feminismo no era tan importante en la época”, esas mujeres jamás hablarían así.
No. Yo lo he puesto porque creo que verdaderamente esas mujeres sentían y conocían el machismo de su época. Me niego a ese argumento de algunos: “Oh, era lo que había y no se asombraban”. Sí se asombraban. Muchas escritoras habían escrito textos feministas antes y reacciones a las imposiciones de la sociedad. Yo creo que eso ha sido un argumento que el hombre ha establecido para que su estructura de comodidad se mantenga, para que el escritor pueda seguir escribiendo en su casa tranquilo y mientras le haga las tareas del hogar su mujer, aunque también sea escritora.
Entonces, lo pongo porque estoy 100% seguro de que las mujeres lo sentían. A lo mejor las mujeres analfabetas, que vivían en los pueblos, con el yugo de la iglesia, pues probablemente no, y eso lo he vivido en mi familia, que hay mujeres que defienden el machismo, porque a lo mejor no han tenido esa libertad o ese tiempo. Pero ¿las intelectuales, que tenían ese tiempo? Ellas percibían el machismo.
Entrevista a Dietmar Post, director, con Lucía Palacios, del documental «La causa contra Franco»
¨Los directores documentan de manera impecable lo que ha sido la represión española previa y durante la guerra civil y sus remanes hasta el día de hoy. El documental presenta la memoria de las víctimas y su lucha por reivindicar sus derechos”. Helena Urán Bidegain (colectivo Creando Memoria, Berlín. Asesora Parlamentaria sobre Latinoamérica en el Bundestag Alemán.
Durante la entrevista Post cuenta cómo surgió la idea para producir el documental y las conversaciones que más le conmocionaron, finaliza expresando su opinión sobre la retirada de los restos del caudillo del Valle de Los Caídos.
https://burgosdijital.net/la-causa-contra-franco-entrevista-con-dietmar-post/
No fué una guerra civil.
Fué una guerra incivil. Una guerra de la oligarquía contra los derechos y las libertades del pueblo.
La oligarquía no supo digerir la reforma agraria, que las tierras que los ociosos aristócratas mantenían improductivas fueran dadas al cultivo a los desheredados, no supo digerir que las escuelas se multiplicaran, que además los maestros enseñaran a pensar por ellos mismos a sus alumnos, y que se les acabaran los esclavos.
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NO HEMOS DE CAER EN LA MENTIRA DE LOS DOS BANDOS, DE GUERRA CIVIL, DE GUERRA ENTRE HERMANOS…
Sí, esos mismos que salen con la bandera de España, cuando se manifiestan contra el matrimonio homosexual, contra los derechos y libertades de las mujeres a decidir, son los que dan a entender que España es Una, es Grande y es Libre, sí, esos xenófobos y machistas a los que nunca veo defendiendo con la bandera, ni a la cultura ni a la sanidad.
Son los mismos ideológicamente que hace 80 años dieron un golpe de Estado, que metieron en la cárcel, reprimieron, fusilaron y asesinaron, consiguiendo que España sea el segundo país del mundo con mayor número de desaparecidos y de muertos por el genocidio que supuso aquel golpe de estado a la democracia durante la II República.
No hemos de olvidar a las miles de mujeres represaliadas, a los más de 30.000 bebés desaparecidos, a los más de 190.000 fusilados acabada la guerra, a los más de 114.000 desaparecidos que hay que sacar de las cunetas.
Ellos han conseguido crear un relato para engañarnos y hasta han conseguido que hablemos de guerra civil, de bandos, de guerra entre hermanos y no es cierto.
No hubo una contienda, lo que hubo fue un golpe de Estado antesala de una feroz represión y de 40 años de dictadura, no hemos de caer en la mentira de los dos bandos, pues ningún Estado democrático puede igualar a los asesinos con sus víctimas, pues no es lo mismo el torturador que el torturado, no es lo mismo la cultura y la educación que la violencia y el terror, no es lo mismo un dictador golpista que aquellos que fueron los legítimos defensores de la democracia y del orden constitucional.
Es una vergüenza que un país pueda llamarse democrático con tantos miles de muertos en las cunetas, y que no haya sido capaz de anular los juicios sumarísimos durante la dictadura, sin garantías ni respeto a los derechos humanos.
Por ello hemos de denunciar a esa prensa que es correa de transmisión de propaganda confundiendo a la población, creando un relato del odio y del miedo,…
https://salamancartvaldia.es/not/195922/levantate-brava/
En la España republicana había mucho machismo, es cierto. Obviamente , las mujeres se daban cuenta. No se quejaban porque si lo hacían, iban a por ellas.