Fotorreportaje | Protestar en Israel

Este fotorreportaje forma parte parte de la revista #LaMarea99. Puedes conseguirla aquí.

En Israel también hay voces disidentes. Voces contrarias a la masacre perpetrada en Gaza y a la creciente ocupación en Cisjordania, como muestran las protestas que han venido sucediéndose después del 7 de octubre. A través de las redes sociales y los medios de comunicación podemos ver el terror en vivo y en directo. Decenas de miles de muertos, un pueblo asfixiado, sometido a un asedio constante, sin acceso a la ayuda humanitaria, desplazado de forma forzosa por toda la geografía de la Franja mientras sobre sus cabezas cae una lluvia de bombas, fósforo, artillería…

A pesar de los esfuerzos de Netanyahu por tapar la matanza (lo que incluye el asesinato selectivo de periodistas palestinos), y aunque su discurso contenga una fuerte carga disuasoria, la población israelí no sólo está perfectamente enterada de los acontecimientos, sino que pide responsabilidades a su gobierno. Según una encuesta publicada por el diario Maariv a finales de octubre, el Likud pasaría de 32 a 19 escaños, de un total de 120. También allí, como en todo el mundo, muchos hombres y mujeres no se resignan a ser espectadores pasivos de la tragedia y salen a la calle a protestar, aunque eso les traiga problemas.

La represión policial está a la orden del día en Israel. En distintas manifestaciones hemos presenciado detenciones por enarbolar carteles con frases como «Alto el fuego», «Parad el genocidio» o «Fin de la ocupación».

No hay en estas demostraciones ningún conato de violencia. La indignación no se traduce en lanzamientos de objetos, ni empujones o enfrentamientos contra la policía. La protesta o concentración empieza a una hora, en un sitio concreto, y la gente se congrega allí. Los asistentes llevan carteles, megáfonos, banderas. Nada fuera de lo común. Junto a ellos acuden siempre policías y militares, una o dos decenas, dependiendo del número de manifestantes y del ambiente.

La policía entra en acción en cuanto aparecen carteles con mensajes que dejan en mal lugar al gobierno. Se los arrancan de las manos e incluso arrestan a algunos de los manifestantes. La reacción es tan expeditiva que ni siquiera existe la posibilidad de que suba la tensión y se produzcan altercados. Todo está minuciosamente estudiado para que el ambiente no se caldee hasta el punto de desencadenar cargas policiales. Las detenciones son prácticamente automáticas. El miedo a las represalias impide a mucha gente expresar su opinión. Pero no a toda. Aún quedan muchos tzadikim en Israel. Aún quedan «hombres justos».