Economía | Opinión
Esta Europa, no
El economista Fernando Luengo observa las próximas elecciones al Parlamento Europeo como una oportunidad para que no se imponga «la Europa de la guerra y los mercaderes».
Entre el 6 y el 9 de junio tendrán lugar las elecciones al Parlamento Europeo, la única institución genuinamente democrática en el entramado institucional comunitario; sus integrantes los elige directamente la ciudadanía, el resto son de naturaleza intergubernamental. Un buen momento para pensar los retos a los que se enfrenta la Unión Europea (UE) y, diría más, el conjunto del planeta.
Lo primero que hay que desmontar es la falacia –que a fuerza de ser repetida una y otra vez no la convierte en verdadera– de que reforzar la integración económica, consumando un proceso de largo recorrido que empezó mucho antes de la implantación de la moneda única, es beneficioso para todos, especialmente para las economías más rezagadas y para los colectivos más desfavorecidos. Desde esta perspectiva, la convergencia habría sido el motor y el resultado de la construcción europea.
No ha sido así. La Europa realmente existente, la que debería estar en el epicentro de todos los debates, nada tiene que ver con esa visión idealizada y, por lo tanto, falsa. Las divergencias entre las economías y las regiones, entre las del centro y las periferias, y las desigualdades de renta y riqueza se han mantenido en niveles elevados o incluso se han recrudecido.
El estallido de la pandemia y la gestión que de la misma hicieron las instituciones comunitarias pusieron de manifiesto las vulnerabilidades asociadas a la globalización de los mercados, de cuyos beneficios la UE había hecho bandera; asimismo, unos servicios públicos frágiles –especialmente el relativo a la sanidad– tuvieron que enfrentar la enfermedad y las dramáticas consecuencias de la misma con una evidente escasez de medios, materiales y humanos, escasez que no cayó del cielo, sino que era el resultado de las políticas austeritarias y privatizadoras aplicadas con especial dureza a partir del crack financiero de 2008; y, en fin, quedó muy clara la creciente penetración de las instituciones comunitarias por las grandes corporaciones, que impusieron e imponen sus designios, convirtiendo la angustia y las perentorias necesidades de la ciudadanía en un formidable negocio para sus directivos y grandes accionistas.
Las fuertes alzas de precios, que sólo recientemente se han suavizado (los de los alimentos todavía hoy continúan aumentando con fuerza, a un ritmo muy superior al registrado por los salarios, golpeando especialmente a los grupos de población más desfavorecidos), han situado en el centro de la lucha contra la inflación al Banco Central Europeo. Esta institución ha llevado a cabo una política consistente en elevar hasta niveles históricos los tipos de interés haciendo del exceso de demanda el principal factor desencadenante de las tensiones inflacionistas. Un diagnóstico erróneo que ha tenido y tiene un coste social y productivo enorme, y que, al mismo tiempo, ha favorecido, engordando sus cuentas de resultados, a las instituciones financieras, así como a las empresas con capacidad para trasladar sobre sus clientes los tipos de interés más elevados.
¿Y la estrategia europea en relación al denominado sur global? También decepcionante. Ante el clamor procedente de estos países de levantar la propiedad intelectual de las vacunas en manos de las grandes farmacéuticas, las instituciones comunitarias se alinearon con ellas preservando sus privilegios. Tampoco han estado dispuestas a comprometerse con las iniciativas, promovidas desde los países del sur, destinadas reducir la carga de una deuda externa insostenible e insoportable y que empobrece todavía más a sus poblaciones. Eso sí, Europa, vulnerando la legislación internacional en materia de derechos humanos, ha continuado en su política consistente en levantar muros destinados a impedir la entrada a personas del sur que huyen de la pobreza, las guerras y los desastres climáticos, y externalizando la gestión de los flujos migratorios a otros países.
El retorno al Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento (PEC) –cuya aplicación, ante la imposibilidad de que los gobiernos cumplieran con las exigencias de dicho pacto, fue suspendida en tiempos de pandemia– lo dice todo de la hoja de ruta de una Europa firmemente anclada en una ideología profundamente conservadora, en los intereses de los países con mayor potencial competitivo y de los grupos más privilegiados.
Vuelve el PEC con algunos cambios que no alteran lo fundamental: la austeridad presupuestaria continúa siendo la piedra angular del edificio comunitario y de la transformación estructural de las economías. Quedan, así, de hecho, fuera de la agenda un aumento sustancial del presupuesto comunitario, que ahora se encuentra ligeramente por encima del 1% de la renta nacional bruta comunitaria, la introducción de una fiscalidad progresiva fuerte a escala europea, y una intervención decisiva y estratégica de los gobiernos en dirección a la transformación de los tejidos productivos en clave de igualdad y sostenibilidad.
En otro orden de cosas, trascendiendo la esfera estrictamente económica, pero influyendo decisivamente en la misma, hay que decir que la invasión de Ucrania por parte de Rusia y el genocidio practicado por el ejército y el gobierno de Israel contra la población palestina en Gaza suponen un saldo cualitativo en la geopolítica del conflicto que domina el panorama internacional desde hace años. Continuamente se escucha y se lee en los principales medios de comunicación que, en términos generales, la respuesta europea ante esa situación crítica está siendo la adecuada. Nada más lejos de la realidad.
La decisión de entregar cantidades crecientes de armamento al ejercito ucraniano y mostrar una actitud, ¿cómo denominarla?, complaciente y retórica ante la brutal agresión que diariamente sufre la indefensa población palestina dan la medida de un «proyecto europeo» atrapado entre los intereses, cada vez más poderosos, del complejo militar-industrial y de la estrategia belicista de Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
El fuerte aumento del presupuesto militar en la UE –que, no lo olvidemos, en un contexto de rigor presupuestario y, en consecuencia, de contención del gasto público, obliga a reducir las partidas destinadas al gasto social y productivo–, las irresponsables declaraciones de algunos dirigentes europeos en el sentido de que podría ser necesario que tropas de la OTAN combatan en Ucrania (de hecho, ya hay muchos recursos logísticos y de otro tipo de esta organización y de Estados Unidos en el terreno), las recientes incorporaciones de Suecia y Finlandia a la alianza atlantista y la posible incorporación futura de Ucrania y de otros países de la región nos llevan directamente a un escenario de confrontación global, de dramáticas e impredecibles consecuencias.
Soy de los que opinan que, en este panorama, es necesario un giro radical, de 180 grados en la dinámica europea. No se trata de recuperar las «esencias» de un proyecto europeo extraviado o distorsionado por una coyuntura especialmente adversa, sino de cambiarlo en sus parámetros fundamentales. ¿Más Europa? Si con este lema se pretenden reforzar los parámetros actuales, mi respuesta, creo que la única respuesta aceptable, es un NO mayúsculo; ni podemos ni debemos seguir por ese camino que, además de tener consecuencias económicas y políticas desastrosas, sitúa a la UE como un actor irrelevante en la esfera internacional (de hecho, ya lo es), siempre a la zaga de los intereses y estrategias de la potencia estadounidense.
Las piezas de otra Europa pasan, entre otras cosas, por detener la política de exterminio de la población palestina, comprometerse con una salida negociada al conflicto entre Rusia y Ucrania, poner en marcha un plan creíble y ambicioso encaminado a frenar el cambio climático y la reducción de la desigualdad, y liderar una estrategia de apoyo solidario destinada a los países del sur. Sin estos cimientos, todas las puertas estarán cerradas a cal y canto y la Europa de la guerra y los mercaderes se habrá impuesto. Ojalá no estemos ante un punto y seguido en las políticas aplicadas hasta ahora.
Habrá que ver si las ya inminentes elecciones al Parlamento Europeo permiten abrir este escenario, si hay una izquierda ambiciosa y valiente que apueste en esta dirección.
…España no lleva ni 40 años perteneciendo a la Unión Europea. No siempre de “Europa”, como concepto político, han llegado a España el progreso, la libertad, ni la democracia. Europa también son los Cien mil hijos de San Luis reprimiendo la revolución liberal; o el Corpo di Truppe Volontarie o la Legión Cóndor. La Segunda República se impulsó desde las clases obreras y liberales nativas mientras en Europa avanzaban regímenes fascistas y autoritarios. La transición española no fue impuesta por fuerzas europeas sino impulsada con la sangre, el sudor y las lágrimas de las clases populares. Es importante combatir la idea de que Europa, la Unión Europea, es el progreso, la libertad y la democracia frente a la España atrasada y reaccionaria. No es una tarea fácil, décadas de Erasmus y millones de subvenciones aterrizando sobre polideportivos e infraestructuras se interponen. Cada vez menos países del conglomerado europeo se encuentran al margen de la OTAN; Suecia ha sido el último fichaje. Cada día que pasa las diferencias entre la UE y la OTAN se estrechan y se vuelve más visible el carácter de la UE.
…Cuanto más se agudizan las contradicciones de un sistema global, más desvela la Unión Europea su verdadero ser. El tronco del árbol detrás de la maleza: una alianza de las oligarquías europeas para mantener la paz entre los países que la componen para repartirse los restos de la influencia colonial bajo la atenta mirada de Estados Unidos quien marca, sin posibilidad de salirse del guion, la estrategia de dominación imperialista del mundo por parte de occidente. Y a lo interno, apagar las contradicciones sociales propias de un sistema capitalista con los beneficios de la explotación imperialista, manteniendo sueldos relativamente altos gracias a la posición que se ocupa en las cadenas de valor y con miles de millones de euros en subvenciones para tapar contradicciones ya sean medioambientales, agrarias etc.
…Hay que enfrentar desde ya las políticas belicistas y denunciar a quien las apoya directa o indirectamente. Y para ello tenemos que superar el tabú ideológico que existe en torno a la Unión Europea. Se acercan las elecciones europeas y es un momento idóneo para hacerlo. La OTAN y la UE se dirigen a una guerra, ¿propondremos valiente y audazmente salir de esas estructuras internacionales para preservar la paz en nuestro país?
«Guerra», Victor S. Benedico. (Arainfo.org)
Yo no lo llamaría la invasión de Ucrania por parte de Rusia, yo lo llamaría la obligada intervención rusa en Ucrania.
«La guerra fue planificada por Estados Unidos y por la propia Ucrania»,
por Juanlu González.
Tras el cumplimiento del segundo aniversario del inicio de la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania, se han publicado cientos, quizá miles de balances en radios, televisiones y periódicos. La mayoría de ellos, especialmente los europeos, denunciando la “invasión” de Ucrania, la “anexión” de los 4 oblasts del Donbass y Novorossia y agitando el espantajo de la invasión rusa de Europa para convencer a sus poblaciones de la necesidad de acortar el gasto social y en infraestructuras para afrontar un aumento sustancial de los gastos militares, junto al recorte de libertades que ya venimos padeciendo en aras de proteger nuestras débiles democracias.
La guerra contra Rusia fue planificada por Estados Unidos y por la propia Ucrania. Y no me refiero únicamente al informe de la Rand Corporation sino a muchísimas más evidencias.
Mientras Rusia apostaba por una solución pacífica que asegurase en respeto de los derechos fundamentales de la comunidad rusa ucraniana dentro del marco por entonces vigente de iure y de facto, los líderes europeos estaban urdiendo un sucio ardid contra Moscú. Básicamente, consistía en hablar de paz mientras se sumaba tiempo para preparar la guerra.
Así se reconfiguró el ejército ucraniano, incorporando a los paramilitares neonazis que ya sabían qué era trabajar para la OTAN (que sumaban más del 40% del total del ejército), se le dotó de nuevo armamento y se comenzaron a fortificar todas las áreas cercanas a la línea del frente de la guerra civil interucraniana.
Angela Merkel reconoció públicamente este hecho, como también hizo Hollande en varias ocasiones.
La guerra civil nunca cesó del todo. Las violaciones del alto el fuego se sucedían una tras otra, como así databa la OSCE en los informes periódicos que colgaban en sus páginas de Internet.
Alexei Danilov, secretario del Consejo Nacional de Seguridad y Defensa de Ucrania, manifestó a la televisión pública del país que “Kiev condujo deliberadamente a la guerra con Rusia desde 2019” saboteando los acuerdos de Minsk y las propuestas de paz.
Petro Poroshenko, el oligarca y ex-Presidente de Ucrania, afirmó a las claras que Minsk solo se usó para ganar tiempo, armar a Ucrania e implementar la Solución Final de los rusos del Donbass, entendiendo el concepto de solución final en el sentido que le daba el mismísimo Hitler.
Oleksiy Arestovych, cómico y Asesor Jefe de Zelensky hasta su caída en desgracia, dijo en 2019 en televisión que la entrada de Ucrania en la OTAN implicaba una posibilidad del 99,9% de una guerra contra Rusia, pero que, aún así era la mejor opción porque, «tras nuestra victoria, entraremos en la OTAN».
Stoltenberg, secretario general de la OTAN, admitió que la guerra en Ucrania comenzó en 2014 (coincidiendo con el golpe de estado occidental perpetrado con mercenarios nazis) y no cuando la entrada rusa para proteger a los rusos del este del país, como afirman al unísono líderes y medios occidentales.
Las negociaciones de paz que se mantuvieron justo al inicio de las hostilidades directas entre Rusia y Ucrania:Todo indica que la retirada del ejército rojo de los alrededores de Kiev se produjo como prueba de buena voluntad durante el proceso. Sin embargo, tal y como ha recordado Naftali Bennett, ex primer ministro de «Israel», fueron los países de la OTAN quieren decidieron obligar a Ucrania a levantarse de la mesa y liarse a tiros con sus propios negociadores. La estrategia era aplastar a Putin, una vez que lo tenían donde querían, donde con tanto esfuerzo lo habían puesto.
Ahora nuestros dirigentes están ocupados en la adopción, por parte de la opinión pública, del relato de la futura invasión rusa de Europa.
La cantidad de políticos, militares y periodistas europeos que están repitiendo este mantra, no tiene límite.
Se trata de cumplir con las exigencias de gasto de la OTAN y organizar de una vez por todas el tan renombrado ejército europeo a costa de compras y más compras en los mercados de Estados Unidos y de detraer fondos de las arcas públicas.
¿No es mucho más fácil lograr la paz con nuestros vecinos? La integración de Rusia en el sistema de defensa europeo o el ofrecimiento de garantías de seguridad a Moscú sería más que suficiente.
Incluso el papa Francisco, nada sospechoso de ser proruso, manifestó sensatamente: Con no azuzarle los perros de la OTAN para que le ladren a Rusia en sus fronteras se acabó la tensión en el Viejo Continente.
Así, además, bajaría el precio de la energía, recuperaríamos mercados donde colocar nuestra producción industrial o agrícola y saldríamos de la crisis sobrevenida por culpa de las sanciones impuestas a Rusia.
Pero Europa no es soberana y no tiene la autonomía necesaria para regir su propio destino. Estados Unidos, simplemente nos ordenó que nos tirásemos al pozo y ahí estamos…
https://canarias-semanal.org/art/35865/dos-anos-de-guerra-y-sanciones-y-europa-sin-salir-del-pozo
La Europa al servicio del capital y de sus guerras, «genuinamente democrática» ..jajajajajajaja….
Es necesario «bajarse» de esta Europa; es suficiente motivo no querer ser cómplices de genocidas y degenerados que prefieren matar a los hijos de otros pueblos (y de los propios), que apostar por la paz, que prefieren formar parte de la genocida dictadura del capital que vive de depredar los recursos de otros países, que se inventan excusas para declararles la guerra o para enturbiar su estabilidad, que montan golpes de estado en los países que no se dejan someter, que jamás han apostado por la paz mundial y por la cooperación con los países más desfavorecidos. Por nuestra condición como personas, es necesario abandonar esta cueva de podredumbre moral.
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Todo lo que nos ocultan sobre la estructura corrupta y antidemocrática de la Unión Europea (vídeo), entrevista al analista político Eduardo Luque.
“La UE es una institución corrupta de arriba hasta abajo”
«La presidenta de la Comisión, Ursula Von der Layen, negoció en secreto contratos con las farmacéuticas con comisiones de unos 700 millones de €, y favoreció a su marido con un contrato multimillonario»
«En Bruselas puede haber más de 20.000 lobistas trabajando para que los eurodiputados legislen a favor de las grandes empresas»
«Marruecos ha actuado como un auténtico lobby de poder en la Eurocámara desde hace años»
El escándalo de sobornos a altos responsables del Parlamento Europeo por parte de Qatar y Marruecos, con la implicación, entre otros, de la propia vicepresidenta del Parlamento, Eva Kaili, ha puesto en la palestra a la Unión Europea. Y ello en un momento donde ya se encuentra especialmente cuestionada, por su manifiesta incapacidad para tener al menos una postura autónoma de la de los Estados Unidos en conflictos de tanta trascendencia para Europa como la guerra de Ucrania.
Sin embargo, pese a la gravedad de los hechos que se han podido conocer, los medios corporativos insisten en presentar este escándalo como uno caso aislado, que no afectaría a la integridad de las instituciones europeas.
https://canarias-semanal.org/art/33736/todo-lo-que-nos-ocultan-sobre-la-estructura-corrupta-y-antidemocratica-de-la-union-europea-video