Internacional

Ucrania quiere ser la fábrica de armas de Occidente

La guerra de Ucrania se ha convertido en el gran laboratorio de los robots asesinos, también para las potencias implicadas

Un militar ucraniano opera un dron en primera línea de fuego, cerca de Bajmut, en febrero de 2024. INNA VARENYTSIA / REUTERS

Este artículo forma parte parte del dossier ‘Robots asesinos’ de la revista #LaMarea99. Puedes conseguirla aquí.

El segundo aniversario de la invasión rusa lo ha celebrado Ucrania con una victoria que inaugura una nuevo capítulo en esta guerra. Un enjambre de drones bomba acuáticos ha acabado con la corbeta Ivanovets y el barco de desembarco César Kunikov, obligando a parte de la flota del Kremlin a abandonar la costa de Crimea y retroceder hasta la provincia rusa de Krasnodar. Quedan ahora más lejos los misiles crucero rusos, a la vez que Kiev recupera una ruta para las exportaciones por el Mar Negro.

Aunque el primer ataque con los llamados drones Magura tuvo lugar en octubre de 2022, es ahora cuando han alcanzado un potencial militar que Ucrania ya está presentando para su venta en otros mercados. Pilotados a control remoto, permiten alcanzar 110 kilómetros horas, según la publicación ucraniana Defense Express, y explosionan al estrellarse contra el objetivo. Pero los Magura son solo punta del iceberg de la industria de armas no tripuladas semiautónomas y autónomas que la exrepública soviética está desarrollando.

«Nuestra ambición es pasar de la Segunda Guerra Mundial con drones (como se ha llamado a la guerra de Ucrania) a la guerra de sistemas no tripulados», anunció a principios de año Oleksandr Kamyshin, ministro de Industrias Estratégicas de Ucrania. Lo hizo después de que el presidente Volodimir Zelenski le encargase el proyecto en el que confía el futuro de su país: desarrollar una industria armamentística de alta tecnología con la que contener el avance del Ejército del Kremlin –ya son pocos, dentro y fuera de Ucrania, los que confían en que pueda recuperar el 18% del territorio controlado por Rusia– y, también, con la que impulsar una nueva economía de posguerra. Todo ello envuelto en un halo de misterio con el que, además de confundir al enemigo y subir la moral de la tropa y de la sociedad ucraniana, busca atraer a inversores extranjeros.

Para ello, el Ejecutivo de Kiev ha incluido en la estrategia a Mykahilo Fedorov, ministro de Transformación Digital, quien sostiene que el desarrollo de drones autónomos no sólo es «lógico e inevitable», sino que espera que estén operando en el terreno en menos de seis meses y que sean el primer elemento de un «ejército de robots». Y, de hecho, la mayoría de los expertos coinciden en que el de Ucrania es el primer conflicto de gran escala en el que ambos bandos están empleando armas semiautónomas letales de manera regular y, según varios medios internacionales, también autónomas.

La guerra de Ucrania se ha convertido, así, en el gran laboratorio de los robots asesinos. No sólo para los dos gobiernos enfrentados, sino también para las grandes potencias implicadas y para las cientos de empresas armamentísticas que están probando sus productos en el campo de batalla e incorporando los datos recopilados en sus sistemas de Inteligencia Artificial para acelerar sus procesos de autoaprendizaje. Todo ello con el amparo de Estados Unidos y de la OTAN, que desde el inicio de la invasión han alentado el uso de las armas autónomas en Ucrania, mientras eliminaban barreras a su desarrollo en la normativa norteamericana.

Primera guerra de drones

A principios de marzo de 2022, apenas una semana después de que comenzase la invasión rusa, me reuní en un centro comercial de Kiev con el portavoz de Aerorozvidka, una organización que en aquel momento se presentaba como una ONG dedicada a construir y pilotar unos drones de cuatro hélices y un metro de ancho con los que sus voluntarios atacaban a los tanques rusos. Los vídeos aéreos de las explosiones que producían en los tanques de las columnas que amenazaban con tomar Kiev se viralizaban rápidamente, contribuyendo a esa imagen de David contra Goliat que el presidente Zelenski se esforzaba por transmitir al mundo.

El portavoz de los pilotos, vestido de negro y cubierto con una capucha, apareció de la nada en el lugar concertado y nos dirigió a otro periodista y a mí por los pasillos de un supermercado cerrado hasta que se acomodó en un lugar con visión de todas las entradas. «Tenemos docenas de drones, fundamentalmente de producción china y propia. También hemos desarrollado softwares propios para evitar que puedan ser identificados por las defensas antiaéreas rusas», explicaba quien, por razones de seguridad, se negaba a dar su nombre ni más información sobre su organización. Pero no era difícil conseguirla.

Aerorozvidka fue creada por Nathan Chazin, un exmilitar y rabino israelo-ucraniano que también participó en la fundación del batallón fascista Azov. Fue en 2015, con el objetivo de combatir a los independentistas prorrusos que se alzaron en armas en el Dombás tras las protestas del Euromaidán. Durante años, lucharon hombro con hombro con el Ejército, hasta que en 2021 fueron sustituidos por una unidad militar con el mismo mandato. Sin embargo, con la invasión rusa un año después, el Ministerio de Defensa recuperó Aerorozvidka, cuyos miembros protagonizaron numerosos reportajes por su afán por aparecer como actores determinantes de la resistencia ucraniana. Dos años después, su cofundador, el ya teniente coronel Yaroslav Honchar, ha declarado que aún no usan drones autónomos pero que no descarta hacerlo pronto.

El tecnoentusiasmo

Tras el derrumbe de la URSS, la formación universitaria de Ucrania, como la de otras exrepúblicas soviéticas, se reforzó en las carreras de Ingeniería, Tecnologías de la Información y Computación por el afán de sus jóvenes de tener salidas profesionales bien remuneradas en Occidente. Eso explica que, en cuanto comenzó la invasión rusa, se pusiese en marcha una red ingente de jóvenes dedicados a diseñar piezas para el Ejército y a producirlas con impresoras 3D, especialmente las que permiten convertir los drones civiles, que llegaban donados de toda Europa, en artefactos dedicados a la vigilancia y el lanzamiento de bombas.

Ese fue el caso de Alex Bulava, un diseñador gráfico de Kiev que intentó alistarse en el Ejército en los primeros días de la invasión y que, cuando fue rechazado porque en aquel momento sobraban voluntarios, se dedicó a imprimir pinzas para que drones civiles como los Dji pudieran lanzar proyectiles. Un año después, ya diseñaba sus propios prototipos y, como muchos de sus conocidos, evitaba salir demasiado a la calle por temor a ser reclutado. «No tenemos capacidad de contraatacar ni de recuperar territorio. Rusia cada vez envía más carne fresca, más tropas. Ahora sé que si vamos al frente, tenemos muchas probabilidades de morir en unos pocos días», explicaba entonces en Kiev. A principios de 2024, por llamada telefónica, reconoce a La Marea que la situación es aún peor en el frente, donde escasea la munición y donde ya nadie espera ganar la guerra, únicamente sobrevivir a ella.

Ante la reducción de la ayuda militar de los países occidentales a Ucrania, en septiembre del pasado año, el Gobierno ucraniano celebró un congreso en Kiev para animar a las empresas armamentísticas occidentales a instalarse en su país a cambio de exenciones fiscales y de la oportunidad de testar sus productos en batallas reales. Zelenski ha compartido su deseo de convertir a Ucrania en el mayor fabricante de armas de Occidente y ya varias compañías europeas han anunciado la apertura de plantas de producción en la exrepública soviética.

Soldados ucranianos descargan el dron de combate Vampire. INNA VARENYTSIA / REUTERS

Ucrania se ha convertido en el epicentro de la producción de drones de uso militar. Según Alex Bornyakov, viceministro de Transformación Digital, en el país ya funcionan más de 300 empresas que producirán en 2024 más de un millón de drones merodeadores –los que explosionan al estrellarse contra el objetivo–. Y muchas de estas compañías regalan estas armas voladoras al Ejército a cambio de los datos que recopilan durante los combates para poder mejorar así sus capacidades. Por ejemplo, cómo mejorarlos para poder usarlos cuando nieva copiosamente, como ha ocurrido al inicio de 2024, lo que ha limitado su uso en el frente.

Según el ministro Fedorov, Ucrania ya está empleando sistemas autónomos, pero defensivos. En concreto, seis equipos de cazadores de drones Shahid, encargados de proteger las instalaciones energéticas estratégicas de los ataques rusos. «El Fortem DroneHunter F700 es un dron autónomo con control por radar e inteligencia artificial. Vuela a una velocidad de más de 100 km/h, intercepta y derriba drones enemigos», explicó en una rueda de prensa.

Una de las empresas más vinculadas con el Ejército ucraniano desde el inicio de la invasión rusa ha sido MARSS, que también cuenta con un sistema de defensa antidrones que toma de manera autónoma la decisión de derribar a otro dron si lo identifica como enemigo. Su director ejecutivo, Johannes Pinl, sostiene que Rusia ya emplea drones autónomos, aunque no hay consenso entre las fuentes expertas en este sentido.

Otra de las más importantes, la estadounidense Aerovironment, provee al bando ucraniano de drones Switchblade explosivos voladores capaces de merodear hasta identificar objetivos mediante algoritmos y lanzarse contra ellos. Su portavoz, Cindy Jacobson, ha reseñado que «es posible incorporar capacidades autónomas adicionales, pero es una decisión que está en manos del cliente». Su director ejecutivo, Wahid Nawabi, declaró a la agencia Associated Press en enero de 2023 que el cambio político necesario para el paso a la decisión autónoma de estas armas no tardará más de tres años.

Mientras, Zelenski ha creado la primera rama de un ejército dedicada a los drones. La ha llamado Unmanned Systems Forces (‘Fuerzas de Sistemas No Tripulados’, en español) y ha prometido una «constante escalada de la producción» para mantenerla surtida, lo que garantiza una salida al producto que ha promovido. «El uso masivo de drones en la guerra de Ucrania está impulsando la adopción de más sistemas de armas guiados por IA», ha advertido Wim Zwijnenbur, miembro de PAX, una entidad holandesa dedicada a promover el desarme. «La justificación con fines defensivos puede convertirse fácilmente en un uso ofensivo cuando el genio sale de la botella», añade.

Tanqueta semiautónoma

En enero de 2024, The Times publicó un reportaje sobre el coste humano que estaba provocando en el Ejército ruso el uso de «armas inteligentes» por parte de Ucrania. El periódico británico se refería así a las armas autónomas y lo ejemplificaba con la batalla que acababa de librarse a las afueras de Avdiivka, una ciudad clave para el control de las dos provincias orientales de Dombás: Donetsk y Luhansk. Durante 40 días, según el Gobierno ucraniano, las tropas de Putin intentaron capturar un búnker del que no paraba de salir fuego de artillería y de ametralladora. Cuando lo lograron, a costa de un alto número de bajas, lo único que se encontraron fue una estación Shablya, una ametralladora semiautónoma, con cámara y sensores capaz de identificar objetivos y manejada por control remoto. Por ahora, la última decisión, según el ministro Kamyshin, sigue estando en manos de un humano.

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Ataque con drones sobre tanques rusos que se dirigían a Kiev en 2022. AEROROZVIDKA

El Ejército ucraniano también está testando, para su uso en combate y su comercialización exterior, dos vehículos no tripulados y pilotados por control remoto que ha producido mediante acuerdos público-privados: el modelo Ratel, un antiminas suicida capaz de introducir 35 kilos de explosivos bajo los tanques, y el Ironclad, una tanqueta con un dron incorporado que puede identificar objetivos y atacar a kilómetros de distancia. «También hay muchos militares que son asesores, copropietarios y miembros de equipos de empresas emergentes», dijo a Al Jazeera Tymofiy Mylovanov, presidente de la Escuela de Economía de Kiev. El también asesor de Zelenski añadió: «Las personas que son ingenieros están en primera línea desplegando su propio equipo y reparándolo de inmediato».

«No se puede imaginar cuántas empresas extranjeras ya están utilizando Ucrania como campo de pruebas para sus productos: empresas de inteligencia artificial como Clearview, Palantir; sistemas antiinterferencias; todo lo que tiene un componente de software está en Ucrania en este momento», ha declarado Bornyakov, viceministro de Transformación Digital. Una apreciación que preocupa entre parte de la población, consciente del aumento exponencial de civiles armados en un país considerado el más corrupto de Europa durante la última década.

Y en frente, Vladímir Putin, que en 2017 declaró que gobernará el mundo quien controle la Inteligencia Artificial y que sigue anunciando supuestos avances rusos en su aplicación militar. En el discurso que pronunció el 21 de diciembre de 2023, señaló que «los sistemas de armas más efectivos son aquellos que operan rápida y prácticamente en modo automático». De hecho, el Kremlin sostiene que su dron Lancet puede operar de manera autónoma. Lo que no aclara es si ya lo está haciendo.

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Comentarios
  1. Por mucho que haga esfuerzos que hasta cierto punto son admirables, no veo que Ucrania esté en disposición, ni muchísimo menos, de ser una potencia industrial en armamento. Es un país en ruinas que, como un enfermo terminal conectado a un soporte vital en cuidados intensivos, depende por completo de la asistencia exterior para sobrevivir. Si esa ayuda se corta abruptamente el colapso total sobreviene rápido ¿Cuánto tiempo más se puede prolongar una situación que no hace si no empeorar para Ucrania? ¿Corporaciones trasnacionales invirtiendo para radicar sus industrias de armamento allí? No parece una inversión especialmente segura, sobre todo sabiendo que serían objetivos prioritarios del ejército ruso.
    Por mucho que los medios de propaganda de Occidente quieran seguir vendiéndonos la idea de «inmensas pérdidas materiales y humanas de Rusia frente a la heroica resistencia ucraniana», lo cierto es que Moscú ha demostrado que puede absorber perfectamente esas pérdidas (que a lo mejor tampoco son tan horribles como nos cuentan), como también se ha sobrepuesto a las «sanciones del Infierno» que supuestamente iban a destruir su economía y provocar un cambio de régimen. Rusia dispone de amplísimos recursos y de una potente industria que se ha puesto «en modo guerra» , capaz de producir sin problemas ingentes cantidades de piezas de artillería, vehículos blindados, munición, misiles, etc. Y por supuesto también produce una enorme cantidad de drones asesinos que causan estragos en las filas enemigas. Aquí por desgracia todos pueden jugar al mismo juego y la capacidad rusa es claramente superior a la ucraniana.
    Rusa obviamente sufre reveses y contratiempos ¿Qué contendiente en una guerra no los ha sufrido a lo largo de la Historia? Pero libra una guerra por poderes contra toda la OTAN y de momento se sigue imponiendo. Eso explicaría las enloquecidas llamadas a las armas que hemos escuchado últimamente en boca de algunos dirigentes europeos. Nada de los empleado hasta ahora («wunderwaffen» occidentales incluidas) ha dado los resultados esperados y lo único que se les ocurre es continuar con la demencial huida hacia delante.

    Un saludo

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