Opinión

Llámalo corrupción, llámalo capitalismo

"El capitalismo es un sistema corrupto porque presenta como libres relaciones sociales de poder donde una de las partes no tiene posibilidad de ser auténticamente libre", escribe Arantxa Tirado

Koldo García acude a declarar al juzgado. RICARDO RUBIO / EUROPA PRESS VIA REUTERS

El caso Koldo va sumando nombres a la lista de presuntos corruptos, comisionistas beneficiados de la venta de mascarillas en medio de los peores momentos de la pandemia, cuando los controles administrativos se relajaron en aras de conseguir los tan preciados productos. El contexto excepcional de sufrimiento y privación colectiva, además de muertes masivas -algunas de ellas con responsabilidades políticas detrás-, nos permite ver nítidamente, en este caso, la abyección ética de un lucro obsceno que se mide en millones de euros.

Sin embargo, la lógica de funcionamiento detrás de estas operaciones -cobrar una cantidad de dinero por intermediar en un negocio o pasar un contacto- es cotidiana y no despierta el mismo rechazo cuando se da en momentos de normalidad o, incluso, bajo visos de legalidad. ¿Es acaso menos grave lucrarse por mediar en un negocio si no hay gente muriendo alrededor? Seguramente no, pero lo hemos asumido como parte normal del funcionamiento de este sistema económico llamado capitalismo.

Cobrar comisiones por gestionar o facilitar contratos, sea a título personal, sea como persona jurídica, debería ser un hecho que generara siempre rechazo, aunque no se produzca en el marco de una crisis como la del coronavirus, aunque no se haga merced al tráfico de influencias y aunque pueda estar amparado en el ordenamiento legal. Se trata de prácticas que consagran un tipo de parasitismo absurdo, pero muy rentable para quienes se benefician de él, y que legitiman, de paso, uno de los pilares del capitalismo: el enriquecimiento fundamentado en el trabajo ajeno.

Desde la lógica empresarial se pretende presentar como trabajo que debe ser remunerado lo que no es más que tráfico de influencias, cuyo único esfuerzo radica en levantar un teléfono, mandar mensajes de WhatsApp o poner unos correos de contacto, como demostró otro caso de presunta corrupción bajo investigación judicial, también vinculado a la venta de mascarillas y otro material sanitario durante la pandemia, el de los comisionistas Alberto Luceño y Luis Medina. Que este último sea un aristócrata de rancio abolengo nos da pistas de la reproducción en el tiempo de las élites, pero también de cómo la clase dominante española, de vieja cuna o de nueva aparición al calor de la dictadura franquista, no sería nada sin el amparo y los recursos del Estado.

Los cachorros de la clase dominante han aprendido bien cómo funciona el capitalismo y la corrupción, de la mano muchas veces del nepotismo ejercido desde las instituciones, como bien sabe el hermano de la presidenta de la Comunidad de Madrid, que se ha convertido en parte de la manera de hacer o incrementar fortunas entre individuos próximos al poder de los principales partidos del sistema político español. De hecho, las ramificaciones que están apareciendo en el caso Koldo salpican a personas tanto del entorno del PSOE como del PP, demostrando, una vez más, que a la hora de hacer negocios y favores importan más las lealtades de clase y la camaradería corporativa labrada en distintos ámbitos profesionales, que las supuestas diferencias ideológicas.

En realidad, el debate de fondo de la corrupción no está tanto en el ámbito de la política sino en el de la economía, si es que ambos pueden separarse. Son las dinámicas de funcionamiento de la economía las que establecen las reglas del juego y determinan, con su innegable poder de presión, lo que se hace desde la política. Esto es tanto más cierto cuanto menos independiente sea el poder político del poder económico.

De hecho, deberíamos preguntarnos por qué llamamos corrupción a unas prácticas que se presentan como anómalas, por ser ilegales pero no a otras que, aunque compartan la misma lógica de funcionamiento, sí son legales en una democracia liberal como la española. Porque, ¿qué diferencia hay entre cobrar comisiones por conseguir contratos y montar una Empresa de Trabajo Temporal (ETT) para hacer de enlace en la contratación de personas con terceras empresas recibiendo de éstas un porcentaje del salario de cada trabajador o trabajadora? ¿Qué son las externalizaciones y subcontratas si no un entramado empresarial en el que empresas intermediarias pugnan por dar el mejor servicio a otra empresa a costa de rebajar costes laborales? Está claro que el beneficio que obtienen estos intermediarios es también producto del trabajo que realizan otros. Puede ser legal pero nunca será legítimo si partimos de premisas éticas donde la justicia y la igualdad estén en el centro.

Precisamente, este es el punto fundamental. Las premisas éticas que sustentan los valores del liberalismo -filosofía política del capitalismo- no tienen nada que ver con la justicia y la igualdad, ni mucho menos con la preocupación por el bienestar colectivo, sino con la defensa de la libertad en abstracto y los intereses individuales. Esto se traduce en la preeminencia de la libertad del mercado y en la defensa de los intereses del capital por encima de los intereses e, incluso, de la vida de las personas. El gobierno de Javier Milei en Argentina nos está dando grandes ejemplos prácticos de qué significa el liberalismo en esencia.

No debería extrañarnos que cuando las oportunidades de suculentos negocios entran por la puerta, la moral salte por la ventana. El capitalismo, en esencia, no es más que un sistema que se basa en el enriquecimiento de unos pocos a costa del trabajo de la mayoría, no pagando a la clase trabajadora todo lo que produce sino solo una parte. Ese diferencial, la plusvalía, es una vieja palabra que es tan temida como negada por los liberales pero que es clave para entender el funcionamiento de este modo de producción. Sin la plusvalía extraída a la clase trabajadora no habría posibilidad de generación y acumulación de riqueza para el capital y, por tanto, tampoco se podrían dar comisiones a intermediarios parasitarios.

Pero tan parásito es el que intermedia como el que vive directamente del trabajo de otros. Empecemos a llamar a las cosas por su nombre: el capitalismo es un sistema corrupto porque presenta como libres relaciones sociales de poder donde una de las partes no tiene posibilidad de ser auténticamente libre ni de elegir a dónde va el producto de su trabajo, que es apropiado por una minoría de parásitos, que no son llamados corruptos porque lo hacen de manera absolutamente legal.

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Comentarios
  1. La eurodiputada irlandesa de The Left, Clare Daly se ha hecho conocida por sus duros discursos contra el establishment. En esta entrevista se despacha contra la Comisión Europea y muy especialmente contra su presidenta, Ursula Von der Leyen. (Pablo Elorduy, El Salto)
    Los Estados que han armado a Israel son cómplices, pero también los que se han mantenido de brazos cruzados.
    Mientras Estados Unidos siga bloqueando un alto el fuego, probablemente lo que estamos viendo continúe por más tiempo. Pero sí creo que Israel ha perdido y también está perdiendo militarmente.
    Creo que las élites pueden sacarle mucho partido a Von der Leyen. Es moldeable. Es aseada, una especie de feminista de misil de crucero, lo cual es simplemente asqueroso.
    Se supone que la gente debe absorber un aumento enorme del costo de la vida, un aumento enorme del sufrimiento, y los problemas ni siquiera se reconocen porque todo el tiempo se habla de otras cosas.
    En el caso Assange quieren provocar un efecto paralizante en el movimiento por la paz, porque el hecho de que el trabajo de Julian expusiera los crímenes de guerra, las torturas, ciertamente ayudó a cambiar esas prácticas.

  2. La UE del capital, se pone el casco de guerra y nos encamina al abismo, por Angeles Maestro.
    Los vientos de guerra sacuden Europa con fuerza creciente.
    La economía de guerra: recortes sociales, grandes negocios y corrupción.
    Sobre esta Europa en fase acelerada de autodestrucción y otra vez vendida por sus gobiernos a los intereses de potencias extranjeras (antes rindió vasallaje a Hitler y ahora al imperialismo anglosajón), se cierne otra vez la amenaza de guerra mundial. Sin poder esgrimir justificación creíble alguna – nadie en su sano juicio puede creer que Rusia vaya a tacar a un país de la OTAN – los líderes europeos, compitiendo entre sí en servilismo y estupidez, llaman a los pueblos a “prepararse para la guerra”.
    Mientras la pobreza se extiende en los barrios obreros, los desahucios prosiguen ejecutados por los mismos bancos que fueron rescatados con decenas de miles de millones de dinero público y los suicidios muestran el rostro más terrible del sufrimiento humano, los gobiernos de la UE declaran la economía de guerra.
    Pero, ¿qué es la economía de guerra? La economía de guerra significa que la prioridad absoluta de toda la sociedad es destinar recursos a la industria militar, todo ello cuando ya en 2023 el gasto militar se incrementó en un inédito 25%, alcanzando los 28.000 millones de euros que es más de un tercio del gasto sanitario público. Quiere decir que van a recortar, aún más, el gasto social en pensiones, desempleo, sanidad, educación, servicios sociales, etc., para destinarlo a la compra de armamento y suministros militares. Supone preparar grandes ejércitos y volver al servicio militar obligatorio, cuyo establecimiento se debate abiertamente en los diferentes países de la UE [3] Significa que el complejo militar industrial, los fabricantes de armas y de todo tipo de tecnología militar, incluida la industria farmacéutica, empresas privadas en su totalidad que de forma mayoritaria son propiedad de las grandes multinacionales anglosajonas del sector, van a multiplicar sus ya fabulosas ganancias. Al mismo tiempo los poderosos grupos de presión de la industria armamentística, que controlan los puntos clave del poder, van a influir decisivamente para que la guerra, su gallina de los huevos de oro, siga bien alimentada, mientras nos encaminan al precipicio.
    La realidad es que el imperialismo sionista anglosajón (estructura de poder político, económico, militar, mediático y cultural que representa los intereses de la oligarquía integrada por los grandes fondos de inversión, bancos y multinacionales) con la complicidad de los gobiernos de la UE, se dispone a acometer, en suelo europeo, su objetivo estratégico desde hace más de un siglo: desmembrar y dominar Rusia, para después adueñarse de China. El momento ha llegado y el tiempo les apremia cuando la crisis capitalista se ceba sobre todo en unos EEUU y en una UE que ven cómo sus intereses, basados en la política de las cañoneras, se ven confrontados por otro tipo de alianzas dirigidas precisamente por un país con enormes recursos y avanzada tecnología armamentística, como Rusia, y por otro que aúna recursos y un poderoso desarrollo industrial y comercial, China.
    La preparación del ataque que la OTAN proyecta contra Rusia, verdadero leitmotiv de la creación de la Alianza hace ahora 75 años, se ha venido gestando por EEUU desde la desaparición de la URSS, en torno a tres procesos
    —la incorporación a la Alianza de los países de la órbita de la URSS, iniciada por decisión del presidente Clinton, vulnerando acuerdos oficiales con Rusia.
    —el golpe de Estado del Maidán, la violación de los Acuerdos de Minsk, la provocación a Moscú para que entrara en la guerra de Ucrania y el bloqueo a las conversaciones de paz en Turquía en abril de 2022.
    y, sobre todo, la cancelación de las históricas y profundas relaciones económicas y comerciales de los países de la UE, sobre todo de Alemania, con Rusia
    La destrucción de empresas provocada deliberadamente por la pandemia Covid, mediante un injustificable – desde el punto de vista epidemiológico – cierre de la economía, se ha continuado mediante decisiones políticas, obviamente intencionadas, tales como:
    –la elevación de los tipos de interés para combatir una inflación en buena medida creada artificialmente
    –el brutal aumento de los precios de la energía, consecuencia directa del sabotaje de los gaseoductos que proporcionaban gas ruso, barato y de calidad, perpetrado por el mismo imperialismo anglosajón y que la UE se ha negado a investigar.
    –políticas “verdes” de la UE que subvencionan con los Fondos Next Generation a grandes multinacionales para la transición energética y multan a quienes no pueden incorporar la tecnología controlada por esas mismas corporaciones
    El resultado ha sido la desindustrialización de la UE, a ello se ha unido la destrucción masiva de pequeñas y medianas empresas con la correspondiente centralización y concentración de capital, dirigida y planificada desde la UE y ejecutada servilmente por los gobiernos, al tiempo que transferían a manos llenas fondos públicos, los Next Generation, a las grandes multinacionales.
    Estas son exactamente las políticas contra las que legítimamente protestan los agricultores, ganaderos y pescadores y que son las mismas que, con la complicidad activa de gobiernos y grandes sindicatos, destruyeron la mayor parte de la industria pesada, la minería, los astilleros, la agricultura y la ganadería, durante la “reconversión” de los años 80 y 90.
    El gran sarcasmo esgrimido entonces como justificación fue que todo ello, junto a la incorporación de España a la OTAN, era el peaje necesario para entrar en “Europa”, el paraíso de los derechos sociales y laborales….
    https://insurgente.org/angeles-maestro-la-ue-se-pone-el-casco-de-guerra-y-nos-encamina-al-abismo/

  3. Corrupción también es legislar para una minoría y contra la mayoría social.
    Estos casos conocidos son la punta de un iceberg dado que la corrupción es inherente a un modelo económico y social basado en la apropiación de las rentas del trabajo por el capital y en la rapiña y el desvío de los recursos públicos a los bolsillos de unos pocos.
    PCC, Canarias Semanal.

  4. Nos han metido en una guerra y nos quieren meter plenamente, el pueblo no la queremos; pero les da igual, una guerra de intereses imperialistas y capitalistas, guerra que pagamos los trabajadores con nuestros impuestos para «bienestar social».
    Para los que protestan ante las injusticias
    han creado la ley mordaza, se les acusa de delitos falsos y se les encarcela.
    El capitalismo es un sistema genocida. Para hacer negocio, para expoliar, tiene que destruir: naturaleza y seres vivientes.
    En España tenemos una monarquía impuesta por un dictador. La mayoría de la gente que va a votar no conoce la verdadera historia reciente del país pues los vencedores se imponen con su historia y ni siquiera se avienen a que recuperemos los restos de los últimos demócratas que aún esperan que llegue la democracia para que los saque de cunetas y descampados y se haga Verdad, Justicia, Reparación con la historia y con ellos, mártires de la legalidad democrática.
    Por qué os empeñados en llamar democracia a lo que no lo es?
    El artículo, como nos tienes acostumbrados, buenísimo.

  5. Estoy totalmente convencido que no es un problema de Koldo o de Ábalos, el problema es que estamos desbordados de ‘koldos’ y de Ábalos’. Vivimos en un régimen de capitalismo que está totalmente desbordado de fraude, engaño, mentira,corrupción, no hay más que abrir un periódico cualquier día y aparecen continuamente noticias sobre estos temas, ni siquiera nos llama la atención la noticia, porque forma parte de nuestra cotidianidad, y esperanzas hay pocas porque no parece que haya ningún partido político con claridad política para cambiar estas cosas, al contrario son complices. La Thatcher comenzó un periodo que todavía lo estamos pagando. Solamente la organización y la lucha colectiva lo podrán cambiar.

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