Opinión
Las realidades de Costa Rica
"Se están destrozando las condiciones sociales que han permitido al país presentarse ante el mundo como un ejemplo de bienestar, conservación ambiental y respeto de los derechos humanos", opina el autor.
Con unas reflexiones sobre Costa Rica, inicio el periplo centroamericano que me llevará a recorrer también Nicaragua y El Salvador. Reflexiones que creo necesarias e indispensables para dar a conocer unas duras, complejas e injustas realidades, que un turismo superficial y masivo no logra visibilizar y que unos medios de comunicación generalistas tampoco subrayan, ocultando o mostrando parcialmente esas realidades, que, para muchas personas, convierten supuestos paraísos en auténticos infiernos.
Costa Rica es un país extraordinario, con una gente maravillosa, una naturaleza exuberante y disfruta de un clima privilegiado, pero la denominada “Suiza de Centro América”, ha dejado de ser una excepción en medio del bullicioso avispero en que se ha convertido el istmo centroamericano.
Su imagen de respeto a los derechos humanos, de justicia social, de empleos dignos, de una justa distribución de la riqueza, hace tiempo que saltaron por los aires, trocando más bien a una sociedad inmersa en un enorme caos en todos los aspectos, administrativo, político, económico y social, y cuyo desenlace final no se presenta muy halagüeño a la vista de la cantidad de personas que, de poco tiempo a esta parte, se han visto empujadas a la miseria, desempleo, delincuencia o narcotráfico.
No hay que abrir mucho los ojos para darse cuenta de que lo que se vende del país y lo que el turismo atisba (rice and beans, calypso y reagge bajo fotos de Bob Marley, surfear, siestas en hamacas, monos, tucanes y perezosos, playas vírgenes, etc…), no es la realidad del país.
La realidad es la contaminación.
El Programa de Naciones Unidad para el Desarrollo (PNUD) estima que, cada día, cerca de 300 metros cúbicos de residuos plásticos van al medio ambiente.
Sin la infraestructura adecuada para el tratamiento de aguas y los residuos generados por un turismo masivo, se ve basura por doquier, acuíferos y ríos contaminados (el rio Tárcoles es el más contaminado de Centroamérica).
A ello hay que añadir vastísimos platanales con miles de bolsas de plástico de un solo uso, fumigaciones aéreas indiscriminadas con uso intensivo de pesticidas en campos de piñas y bananeras, que han disparado casos de cáncer y malformaciones genéticas.
La realidad es la pobreza.
Según informes oficiales, un 23% de la población vive bajo el umbral de la pobreza (situando en un 35% los hogares con graves carencias), porcentaje que llega al 90% en el caso de comunidades indígenas (100.000 personas distribuidas en 24 territorios y con 8 naciones –Cabécar, Ngäbe, Bröran, Bribri, Brunka, Maleku, Chorotega, Huetar–), sobre las que existe una evidente discriminación estructural, con falta de atención jurídica, nulo reconocimiento de derechos ancestrales, discriminación y desigualdad de condiciones en el acceso a la tierra, despojo de sus bienes naturales, marginación socio-cultural, ninguneo de los grandes medios de comunicación, un elevado racismo en los territorios con mayor población indígena y desinterés total por parte de las administraciones públicas.
La realidad es una inmigración descontrolada.
Más de 400.000 personas (venezolanas, colombianas ecuatorianas, cubanas, haitianas, incluso africanas), ingresaron en 2023 en Costa Rica procedentes de Panamá, en su camino hacia EEUU. Muchos quedan varados en el país (a pesar del plan “transporte gratuito” a la frontera de Nicaragua), bien por falta de recursos, bien por no poder pagar la tasa de 150 dólares que las autoridades nicaragüenses exigen como salvoconducto de tránsito. Enfermedades, basuras, poco espacio, falta de higiene, problemas con los residentes, etc., forman un rosario de problemas que las autoridades se ven incapaces de atajar.
A esta migración de tránsito, hay que añadir la masiva migración procedente de Nicaragua (mucha de ella irregular cruzando clandestinamente el río San Juan), y, aunque mal vista por muchos costarricenses, supone un gran empuje económico al dedicarse a tareas que los nacionales rehúyen: construcción, cuidado de personas mayores, recogida de café.
La realidad es el abandono escolar.
Ligado al aumento de la pobreza, el abandono escolar adquiere tintes muy preocupantes, pues cerca de 3.000 alumnos por mes no completaron su ciclo escolar en 2023. Además de consecuencias como la falta de preparación, el nulo interés por actividades cívicas o la inserción prematura en el mundo de la delincuencia y la droga, este abandono es un indicativo claro de graves problemas: desestructuración familiar, alcoholismo de progenitores, violencia de género, embarazos prematuros, necesidad de buscar trabajo para ayudar en el hogar.
La realidad es el narcotráfico.
Plenamente asentado, Costa Rica se ha convertido en el principal punto de transbordo de cocaína en ruta a Estados Unidos, y no solo es parte de la ruta, sino también el escenario de pugnas entre mafias locales, cada vez más sofisticadas, que han disparado la tasa nacional de homicidios desde 12,5 por 100.000 habitantes en 2022, hasta 17,2 en 2023, año que se sitúa como el más mortífero de su historia con 907 muertes violentas.
La realidad es la disminución de la protección ambiental.
Costa Rica destaca en el panorama mundial por la cantidad de áreas protegidas, pero el Estado ya no dispone de la capacidad ni los recursos para un cuidado efectivo de estas áreas, habiendo disminuido un 33% el presupuesto asignado y pasando el número de guardaparques, de uno cada 5.300 hectáreas, a uno cada 32.000 hectáreas.
La realidad es el problema de la tierra.
Sigue en manos de las familias que desde la colonia se apropiaron de esos territorios.
Además, a partir de 1980, los Programas de Ajuste Estructural (PAES I, II y III) pasaron de incentivar cultivos tradicionales (básicamente granos) a una agricultura intensiva de exportación (plátanos, piñas, flores), favoreciendo a terratenientes y hundiendo la agricultura familiar.
Especialmente sangrante es el serio conflicto, parcialmente oculto, sobre la propiedad y recuperación de tierras indígenas. Esas tierras suponen un freno a la expansión de monocultivos o la implementación de megaproyectos hidroeléctricos. La consecuencia es la existencia de numerosas personas indígenas amenazadas de muerte y varios casos de asesinato.
Por ejemplo, el del activista Jehry Rivera en febrero de 2020. O el del líder indígena Sergio Rojas, asesinado de siete balazos en 2019 y aún sin resolver, con excusas tan peregrinas como que el “entorno y la forma de vida” de la población indígena jugaban en contra de la investigación. Hasta la ONU ha pedido al Estado continuar la investigación penal.
En resumen, se están destrozando las condiciones sociales que han permitido al país presentarse ante el mundo como un ejemplo de bienestar, conservación ambiental y respeto de los derechos humanos. Esa pauperización del país provoca un profundo malestar con la clase política (en 2022, un 65% de electores votaron una opción distinta de la escogida en 2018) y un hartazgo que, salvando las distancias, nos recuerda lo sucedido en Argentina.
Costa Rica es un claro ejemplo de que los paraísos no existen y, en cualquier caso, si hay algo que se les pueda parecer, tengan por seguro que sólo estará al alcance de quienes puedan pagarlo con dinero.
Marc Cabanilles. Ateneo Libertario Al Margen de València.
muy interesante
Bueno yo recientemente visite el pais. A mi me parece muy acertado lo que el autor dice. Hay basura por todos lados y no lo digo por ofender. Pero hay que decirlo y sobre todo reconocerlo. Para que aquellos que pueden solucionar el problema, se vean obligados hacer algo. Esto no es un tema de jugar a ser el mas patriota y dejar que se le caiga la patria encia por tal de no hablar mal. Digamos la verdad , peliemos por ella y tengamos ina Costa Rica aun mucho mas bella.
Debo de decir que los problemas auriculares expone son reales pero llevados a un extremo dramático de lo que realmente acontece , si que es verdad que hay retos enormes que el país debe de superar , pero acaso hoy en Día el mundo es un lugar perfecto? Hago la pregunta a manera de reflexión, en el mediterráneo se están llevando guerras contra el narco donde están incluso muriendo miembros de la policía, en la misma bruselas capital de la unión europea es la entrada a la droga , el mundo ya no es como lo conocimos .
Sabido es que no es oro todo lo que reluce.
Muchas veces los intereses en juego y sus medios de desinformación nos venden el latón por oro.
Conociendo un poco la problemática de Centro y Sudamérica lo que describe este artículo me resulta creíble al cien por cien.
Es la realidad de muchos de aquellos países.
Otro gran problema que tienen es su vecino del Norte que tiene en esos países su patio trasero y dónde ensayar sus más negativos proyectos.
Al autor debemos nombrarlo ministro del desastre nacional…
Prefiero Andorra, no sé por qué.