Cultura
Guillermo García López: “He aprendido a mirar de forma diferente”
El cineasta ganó el Goya al mejor cortometraje con ‘Aunque es de noche’, una historia que transcurre en La Cañada Real, el barrio de Madrid que subsiste sin suministro eléctrico desde 2020.
La Cañada Real lleva más de tres años sin luz. La ONU ha amonestado a España en varias ocasiones por ello. En ese barrio, junto a la riquísima ciudad de Madrid, viven miles de personas, desprotegidas, ignoradas, invisibles. Aunque no para Guillermo García López (Madrid, 1985), que ha convivido con ellas y ha rodado allí Aunque es de noche. El cortometraje, tras su paso por los festivales de Cannes y San Sebastián, ganó el premio Goya el pasado sábado. «Aquí arriba, con nosotros, está toda La Cañada Real», dijo el cineasta cuando subió al escenario a recoger el galardón. «Están en su cuarto invierno sin luz. Asumamos nuestras responsabilidades y nuestros privilegios. Esto es una flagrante violación de los derechos humanos. Están ahí, nos miran desde muy cerca y nosotros, desde el cine, no miramos para otro lado».
En Donosti tu corto me explotó la cabeza. De hecho, hasta que no sale tu nombre como director, yo creía que lo habían hecho los chavales…
Esto es lo mejor que uno puede escuchar. Ahí está la cuestión de la representación y de mi posición como cineasta.
Quedé conmovido por la mezcla de imágenes y texturas, ese juego con la mirada, con la amistad masculina no tóxica… ¿Cómo surge el corto?
Allá por 2015 estaba yo rodando el documental Frágil equilibrio, y visité el sector 6 de La Cañada, que ahora lleva más de tres años sin suministro eléctrico de manera ininterrumpida. Allí viven 3.000 personas, de las cuales la mitad son niños. Me impactó la distancia tan grande que hay con la ciudad y con todos los que vivimos en Madrid. A pesar de estar a solo 20 minutos del centro, la distancia neta es enorme. Tuve la intuición de que en esa distancia había el principio de algo. Sentí que quería hacer una película allí porque el cine tiene la capacidad de aproximar lo desconocido y de acercarnos a personas que están completamente olvidadas y no están representadas. El cine puede mostrar la realidad a través de emociones puras, de forma muy distinta a la de cualquier otro medio que toma imágenes muy rápido y deshumaniza a esa gente.
¿Cómo fue el proceso?
Pasaron casi cuatro años hasta que me dediqué al proyecto. Empecé a ir semanalmente allí y, tardé un par de años en sacar una cámara. Empecé a convivir, a conocer a la gente y establecer relaciones de amistad. Luego hice talleres de cine con niños, niñas y adolescentes. Hacíamos pequeñas películas con el teléfono móvil que me permitieron ver cómo se representaban a sí mismas. Cuando sentí que ya había una relación, empecé a escribir un guion de largometraje, que aún está en proceso, y, mientras tanto, también hice el corto.
Trabajar en La Cañada es un reto porque hay que encontrar el equilibrio entre retratar la realidad y no romantizar la pobreza…
Claro. Lo primero es el cómo. Todos tenemos ideas preconcebidas. La cuestión es cómo lidiamos con ellas, con la conciencia de clase, el privilegio, la autocrítica… Todo es muy complejo. También hay que gestionar el dolor, porque cuando tú quieres acortar la distancia, el dolor de la gente te atraviesa y eso hay que aceptarlo, quererlo y abrazarlo. Si mantienes una distancia demasiado prudente con el dolor, éste no te atraviesa y te quedas fuera.
Pero, en realidad, siempre estarás afuera…
Sí, eso está claro. No se puede caer en el error, en la ilusión, de pensar que formas parte de ellos porque es un poco naíf y te puede llevar a errores. Por mucho que te abran los brazos en un sitio difícil de entrar, por mucha honestidad y cariño que recibas, tú tienes una posición como cineasta. Es inevitable que se establezcan dinámicas de poder entre el que filma y la realidad que filma. Y siempre hay que ser consciente de ello.
¿Qué querías reflejar con la película?
No quería que fuera una película didáctica. Yo no soy nadie para enseñar nada a nadie. La vida es tal cual es y si el cine es capaz de aproximarse a la vida, el espectador inteligente puede extraer sus propias conclusiones, igual que cuando observa la vida por la calle. Lo que refleja la película es tiempo, tiempo a nivel práctico, un montón de tiempo para estar ahí. Al final, el tiempo es muy valioso, sobre todo porque es lo que me permite convivir y dejarme atravesar por la realidad que estoy filmando.
¿Qué pasa si tu corto se selecciona en un festival que patrocina la compañía eléctrica que les ha cortado la luz a esa gente?
Esta pregunta ha estado presente todo el rato, porque no solo es la compañía eléctrica, sino que a lo mejor hay fuentes de financiación que vienen de instituciones públicas que han ayudado a generar toda esta situación. La contradicción es inevitable. ¿Y qué hago? Lo contrasto con la gente de La Cañada, con las asociaciones de vecinos y las ONG que trabajan allí. Todos queríamos llevar esta realidad lo más lejos posible. Y para ello lo mejor era hacer una película con los mejores recursos disponibles.
¿Cómo les ha cambiado la perspectiva a los chavales que han participado?
De repente se dan cuenta de que eso también existe en sus posibilidades de vida y de futuro. Toni, uno de los protas, repite una y otra vez que él quiere hacer más películas, que quiere ser actor. Eso es muy bonito. Hay un largo camino que recorrer, pero es un nuevo imaginario para él que no estaba en sus planes. Al final, el privilegio aparece como un puente que facilita convertir el imaginario en una posibilidad de futuro. Sin embargo, da mucha rabia porque ves el talento, las capacidades, y te preguntas si en esas condiciones de vida existe un espacio y un tiempo para acceder a esos estudios, de una manera sosegada, y no tener que buscarse la vida día a día.
Además de nuevas posibilidades de futuro, ¿cómo ha afectado a su presente?
Desde el inicio del casting y durante todo el rodaje la comunidad se ha volcado de forma generosa y valiente en la película. Han saltado al abismo por el proyecto, con los ojos cerrados, sin saber qué iba a salir. Cuando ellos ven la película toman conciencia de lo que estábamos haciendo, de que funciona. Ellos se ríen y asumen esa ficción que ha salido de su realidad como propia. Tan propia que sienten orgullo de haber participado, de verse reflejados en ella.
¿Has aprendido a volver a mirar como un chaval?
El corto nace de una imagen, la de un niño que reclama su infancia mientras ésta se le escapa. Se enfrenta a la pérdida de una forma de mirar, pero Toni, el prota, también se enfrenta a la pérdida de su mejor amigo. Esa mirada y esa pérdida es lo que quiere atrapar la película, sin duda. La idea era mirar La Cañada a través de otros ojos. Y en ese proceso, como tú has dicho, yo no dejo de tener la edad que tengo, pero he aprendido a mirar de forma diferente.
¿Cómo conectaste esas dos miradas a través del guion?
Toda la parte del móvil la rodé pasando días y días y días con Toni y Nasser. Íbamos los tres por La Cañada, río abajo, pasando el día, jugando con el móvil, hablando de cine, entendiendo cómo construir las secuencias en sintonía con lo que ya estaba montado en 16 mm.
¿Cómo se rueda sin luz?
Ahí te respondería mejor Alana [Mejía González], la directora de foto, que ha hecho un trabajo excelente al aprovechar todos los recursos que teníamos. Rodar en 16 mm en esas condiciones nos atemorizaba, pero al final muchos planos que no estaban previstos surgieron de la iluminación accidental que había allí. Y estos planos son los que resultaron tener una magia especial. Cuando necesitábamos luz acordamos compartir con ellos la energía de un pequeño generador, lo que nos obligó a manejar el ingenio a la hora de iluminar porque tampoco teníamos mucho presupuesto.
¿Para cuándo el largo?
Estoy preparando un largometraje que dará cabida a más espacios de La Cañada, a más personajes, y abordará otras partes del contexto sociopolítico en el que se encuentra la gente. Veremos cómo una comunidad se va desintegrando a muchos niveles, y cómo afecta eso a los vínculos con la familia, con los amigos, incluso consigo mismos.
El cortometraje ‘Aunque es de noche’, de Guillermo García López, está disponible en la plataforma de Movistar +.
Una versión anterior de esta entrevista fue publicada en #LaMarea98, en el suplemento cultural El Periscopio. Puedes conseguir la revista aquí.
Juan José Tamayo: «Pareciera que jerarquía católica y Justicia hubieran hecho un pacto para negar el pecado y para no castigar el delito»
El teólogo publica ‘Pederastia; ¿Pecado sin penitencia’. «La pederastia es un problema estructural, legitimado institucionalmente por las más altas jerarquías durante décadas, desde el Vaticano hasta los obispos de numerosas diócesis de todo el mundo. No vale decir que son casos aislados y marginales, sino que afecta a todo el cuerpo eclesial»
La Cañada Real lleva más de tres años sin luz. Esto también es un pecado de los más graves.
«Pareciera que Ayuso, sirvienta del capital, y la Justicia hubieran hecho un pacto para negar el pecado y para no castigar el delito»
… el cine tiene la capacidad de aproximar lo desconocido y de acercarnos a personas que están completamente olvidadas y no están representadas.
Guillermo García López es como una brisa limpia y fresca, una bendición para contrarrestar el aire emponzoñado de arrogante ignorancia que sopla en la geografía monarcofranquista.
«LA DERECHA ESPAÑOLA SE SIENTE DUEÑA DEL PAÍS», Marcos Roitman (Canarias Semanal)
Insisten en presentar al gobierno de coalición como ilegítimo, soslayando, conscientemente, el significado de vivir bajo una poliarquía (Robert Dahl).
Suma de proetarras, filoterroristas e independentistas manipulados por comunistas que atan al PSOE a sus designios. Por consiguiente, subrayan, dichos pactos corrompen la voluntad general y constituyen un fraude al electorado.
Podemos decir que el objetivo reivindicado por el Partido Popular y su aliado, Vox, consiste en consumar un golpe blando, con la complicidad de jueces que se suman a la operación. Y ex generales franquistas sedientos de sangre comunista reivindicando un nuevo alzamiento nacional.
La estrategia golpista se concentra, primero en definir al gobierno como la suma de partidos antiespañoles, etarras y comunistas, y en segundo lugar, identificar la ley de amnistía promovida por el gobierno de coalición y sus aliados como una traición a la Constitución y el estado de derecho. El actual rechazo a la tramitación de la Ley de Amnistía que afecta a quienes participaron en la votación del 1º de octubre de 2017 en Cataluña y la posterior declaración unilateral de independencia decretada el 23 de marzo de 2018, por Junts per Catalunya sería, para el PP y Vox, la demostración de las debilidades de un gobierno que pacta con terroristas, prófugos de la justicia, cuyo objetivo es destruir España.
Ellos se sienten los dueños de España y no pueden soportar un gobierno de coalición que les impida mandar. Al margen quedan las contradicciones de un gobierno que apoya a la OTAN, vende armas a Israel y Marruecos, sigue avalando a Zelenski, se decanta por el cibercapitalismo verde, potencia la educación y la sanidad concertada.