Cultura
Quique González: “No me emociona una canción demasiado perfecta y afinada. Por eso no me asusta la inteligencia artificial”
Quique González, con una trayectoria independiente, celebra 25 años en la música con una misma idea: hacer buenas canciones.
Habla despacio, con aplomo, como si estuviera decidiendo qué palabra es la mejor para el final de un verso. Quienes conozcan al músico, sabrán que no necesita artificios, ni malabares, ni sorpresas. En su última gira, una semana antes de cada concierto, anuncia qué disco tocará. Prácticamente todo vendido. Y sabrán también quienes lo conozcan, que una canción suya puede ser sublime con un nombre normal como Charo o un lugar como, así dicho todo junto, Conil-de-la-Frontera. Sabrán, por supuesto, que Quique González puede comenzar con un “desayuno en el bar leyendo el As”, seguir con “una cita a ciegas con la viuda de Cristopher Walken” y terminar, sin perder un ápice de emoción y electricidad, con un “peor que el olvido fue volverte a ver”.
El cantante (Madrid, 1973), que dejó la capital por las montañas del norte, atiende a La Marea por teléfono, un miércoles a las 11.30 de la mañana. Las voces retumban con el manos libres a ambos lados de la línea: «¿Eres Quique?”, “Sí, soy Quique”.
Es difícil para mí esta entrevista por varias razones. La primera porque me resulta complicado hablar de música, de emociones, sin ver al entrevistado. No sé qué cara estás poniendo ahora mismo, por ejemplo, o en qué lugar estás…
Estoy en Cantabria. Estoy en casa preparando el repertorio de este fin de semana.
Se escucha ruido, trasteo, en la casa de quien un día dijo no a la industria y decidió hacer, con sus propias manos, sus canciones, en su pequeña tienda, a la manera de un artesano, como dejó escrito en aquel manifiesto de 2003, titulado Peleando a la contra. Con él anunció que ponía en marcha su propia discográfica, Varsovia Records. “Nos educaron con la idea equivocada de relacionar músico con millonario, si no vendes mucho, o si no te venden mucho, sobrevuela la idea del fracaso. No hay que llegar a ningún sitio. Para mí, el único fracaso sería hacer una puta mierda de disco”, dijo por aquel entonces.
También me resulta complicado o raro, Quique, estar charlando con un músico a las 11.30 de la mañana. ¿Trabajas mejor de día o de noche?
La verdad es que soy más nocturno y funciono un poco mejor de noche, pero bueno. Soy padre de una niña de cinco años y tengo que llevarla al cole todos los días. Así que he tenido que cambiar mis hábitos de trabajo para aprovechar más el día que la noche, como hacía antes.
¿Has pasado de conserje de noche a conserje de día, no?
Así es, así es [risas].
En mitad de una gira conmemorativa por sus 25 años de carrera, Quique González ha editado en vinilo todos sus trabajos en una caja especial que incluye, además, un nuevo disco de estudio, Copas de yate (Vol. I), canciones no muy conocidas de gente conocida y menos conocida que suenan tan suyas que no parecen versiones: de los Auserón a Fabián D., de Charly García a Carlos Cano. Este fin de semana, el artista y su gente paran en Córdoba y Sevilla.
Y también me resulta complicado porque admiro tu música. He visto, además, que hay mucho fan entre tus entrevistadores y entrevistadoras. ¿Cómo lo llevas?
Hombre, ya tienes algo ganado ahí. Supone un interés y un conocimiento mayor de lo que hago. Aunque siempre intento ser amable con todo el mundo y agradezco el interés que tenéis por entrevistarme. Pero sí, es muy agradable para mí, menos agresivo y más agradecido.
Eso está bien. Bueno, pues comenzamos la entrevista.
Vale.
Decía Leonard Cohen, en un poema muy breve, lo siguiente: “Hago una canción para ti, / Señor del mundo, / que lo tienes todo / menos esta canción». ¿Qué es para Quique González una canción?
Pues mira, varias cosas. Una forma de… [silencio largo]. De ver la realidad con otros ojos, desde otro lado. Me permite explicarme y explicar mi vida y mi visión de ciertas cosas. Y, por supuesto, un vehículo de comunicación que es intangible y que provoca una serie de emociones a quienes nos gusta la música que otras disciplinas artísticas u otro tipo de ocio no nos provoca. Una canción me hace viajar en el tiempo también.
Dice que es intangible, compone canciones que obviamente no se pueden tocar con las manos. Pero si pudiéramos tocar una canción, tocarla con la mano, ¿cómo sería, de qué estaría compuesta?
Pues creo que de agua. Una canción también se resbala por las manos y se mete por los agujeros de la vida. Y también, a veces, inunda las cosas de otra forma. Creo que el agua sería un buen elemento para compararlo.
¿En qué piensa cuando está creando una canción? ¿Piensa primero en un tema? ¿Sale poco a poco?
Siempre empieza con un estado de emoción necesario, con una necesidad de sacar ciertas cosas fuera. También necesito que salte la chispa en algún lado, desde la música o desde la letra, con una rueda de acordes que me emocione, que me sugiera cosas, o con un verso que me empuje a seguir buscando, a ver qué había ahí. Pero lo cierto es que yo no soy muy metódico. Siempre he sido bastante caótico para escribir canciones.
«Una canción estaría compuesta de agua. Se resbala por las manos y se mete por los agujeros de la vida».
¿Y cuándo sabe que la canción está terminada? ¿Cuándo da por finalizado el proceso de creación?
Sé que la canción está terminada casi cuando estoy grabándola, porque intento mejorarla hasta justo antes de entrar en el estudio. Siempre se suele quedar un verso o una palabra con la que no estás tan convencido como con el resto e intento insistir en la búsqueda. Pero ya cuando la grabas no tienes tiempo. Luego surgen o se te ocurren versos nuevos en directo que a veces mejoran la canción. Y eso también sucede.
¿Qué canción le ha emocionado muchísimo en los últimos tiempos?
Creo que la canción más emocionante que he escuchado en los últimos años es Plantas de interior, de Jero Romero, el que fue cantante de los Sunday Drivers. Es una de las canciones más emocionantes que he conocido en mi vida. Y me gusta mucho el último disco de Gorka Urbizu. También tiene canciones muy emocionantes. Están cantadas en euskera pero tengo las traducciones de las letras. Sin entenderlas, me emocionaban y una vez que leí las letras traducidas al castellano me emocionaron el doble. Pero la de Jero Romero es de las que más me ha emocionado en los últimos años.
25 años de carrera. ¿Qué es lo mejor y lo peor que le ha pasado en todos estos años? ¿Qué ve cuando mira atrás?
Lo mejor es el cariño, el respeto y la solidaridad con la que he contado a lo largo de estos años por parte de un público no muy masivo, pero sí muy significativo y sustancial. Contar con esa legión de seguidores y con el respeto de mis compañeros de profesión, esas dos cosas, me han ayudado muchísimo. No lo hubiera conseguido sin ellos. Y también los músicos fabulosos con los que he trabajado y que han llevado mi música a otros sitios. Te diría que lo peor ha sido perder a compañeros y amigos que tenía en la carretera, por enfermedades, eso ha sido lo que peor he llevado.
Tengo una amiga, Patricia, que dice que escuchar su música le da paz. ¿Cómo está viviendo estos tiempos de guerra en los que estamos? ¿De qué modo le afecta?
Que en el año 2024 estemos en un mundo en el que hay 200, no sé, 250 guerras en diferentes lugares y con diferentes resultados… Me parece una atrocidad lo que está sucediendo en Palestina y me parece terrible también la guerra de Ucrania. Me gustaría que hubiera más implicación por parte de los que tienen poder de decisión para poder negociar y pararlas, intervenir, que no se produzcan miles de muertes de gente inocente y de personas que no tienen ningún tipo de poder de decisión en que esa guerra se produzca. Las guerras no tienen que ver con el pueblo, tienen que ver con gente con mucho poder y con mucha oscuridad.
«Las guerras no tienen que ver con el pueblo, tienen que ver con gente con mucho poder y con mucha oscuridad».
¿Cómo ve el panorama musical? ¿En qué momento estamos?
Bueno, es que es una pregunta demasiado amplia, porque hay muchísimos estilos. La verdad es que yo estoy más pendiente de la música que hago y de la música que hace la gente con la que comparto afinidades y estilos. Y creo que se hace más música que nunca. No obstante, la música que a mí me gusta está un poco al margen del cartel. Está fuera de lo protagonista para los medios, pero supongo que siempre ha sido así y hay que tomárselo con cierta deportividad.
De hecho, usted creó su propia discográfica. ¿Cómo de libre es?
Sí, la creé hace unos cuantos años. Pero lo cierto es que siempre he sentido libertad creativa, incluso cuando grababa para multinacionales. Esa libertad no la he echado en falta ni siquiera en ese momento. Yo trato de cuidar mi entorno, a los músicos que tocan conmigo, al equipo que viene conmigo, a los fans que vienen a los conciertos. Intento hacerlo con la mayor profesionalidad y el mayor cariño que puedo. Es la única manera que conozco de cuidar.
Copas de yate va mucho de libertad, desde el propio título, ¿no? He leído en otras entrevistas que es una especie de brindis entre los presos extraído de la película Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto. Pero, ¿por qué todas son de hombres? ¿Por qué no ha incluido a ninguna mujer?
Sobre todo, porque al cantar canciones escritas por mujeres tenía que cambiar el género en algún punto de la canción y eso me daba mayor dificultad y necesitaba más tiempo del que teníamos ahora para enfrentarme a ello. Pero estuve valorando cantar algunas canciones, como una de Nina, de Morgan, e incluso empecé a hacer una adaptación de Lucinda Williams. Pero necesitaba más tiempo del que tenía para interpretar canciones escritas por mujeres. Puede que en el próximo volumen.
Hay mucha Andalucía en ese disco de versiones. Están, por ejemplo, Kiko Veneno y ese verso de su Casa cuartel, “Ponen una obra, / una que a Federico / no le dejaron estrenar”. Palma del Río en A la media luna, de los hermanos Auserón. O la versión de ¿Qué es lo que será? de Carlos Cano que introdujo en el último momento. A Kiko y a los Auserón sé que los conoce, pero ¿Carlos Cano tenía cabida en su universo musical, lo había explorado antes de hacer esta versión?
Conocía los grandes éxitos de Carlos Cano y, sobre todo, María la portuguesa, a la que conocí a través de Enrique Urquijo, el gran Enrique, mi maestro, porque hacía una versión muy bonita de esa canción. Ahora, a partir de ¿Qué es lo que será?, que conocí por mi amigo Fernando Navarro, granaíno, he escuchado algunas canciones más y hay un universo en las letras, en las historias que cuenta que me llama mucho la atención y por el que siento mucha, mucha admiración. La copla es un género que ha sido denostado. Yo creo que más por que se la relaciona con un tiempo oscuro de nuestro país. Y, sin embargo, yo considero que la copla es nuestro blues. Habría que ponerla en el sitio donde se merece, sobre todo fuera de Andalucía, donde me consta que sigue siendo más importante que en otros lugares.
«La copla es un género que ha sido denostado. Y, sin embargo, yo considero que la copla es nuestro blues«.
Tenemos también Conil de la Frontera en su mítica Salitre, El Puerto de Santa María en La luna debajo del brazo… ¿Qué significa el sur, este sur, para un hombre del norte? ¿Por qué Cádiz?
Bueno, es que he viajado mucho al sur y he estado escribiendo canciones por allí en muchas etapas de mi vida y también he estado de vacaciones con mis amigos muchísimos años en Conil, por toda la zona de Tarifa, de Los Caños. Me gusta salir de mi entorno natural y escribir canciones viajeras, que se cuelen los lugares, los paisajes donde estoy. Me sigue gustando estar en movimiento para escribir canciones, porque salen muy distintas a cuando las haces en casa.
Me decía otro amigo, Manu, que Kiko Veneno, justo antes de grabar Échate un cantecito, estaba decidido a dejar la música si aquello no funcionaba. ¿Ha tenido en su cabeza un disco ultimátum, tirar la toalla, dedicarse a otra cosa?
Bueno, yo creo que todos los que nos dedicamos a este oficio hemos tenido momentos más duros. Es una profesión, un oficio muy bonito, para mí el más bonito del mundo. Pero es muy inestable a veces y, claro, hay etapas duras en las que te cuestionas y te planteas si merece la pena o no. Yo creo que es muy común en mi entorno. Existen inseguridades, el síndrome del impostor, conozco unos cuantos compañeros con muchísimo talento que no han tenido tanta suerte como yo y que, escribiendo canciones magnificas y siendo grandes músicos, les ha costado mucho llenar una sala y tener un público que sostenga su propuesta. Me siento agradecido por contar con ello y he sido muy consciente, y he visto muy cerca las dificultades que tiene seguir apostando por tus canciones cuando no funcionan comercialmente. Forma parte de la naturaleza de este oficio, la inseguridad, inestabilidad y, a veces, precariedad.
Me hizo gracia una escena que describía en una entrevista reciente en la que explicaba cómo fue a tocar con Carlos Chaouen a una discoteca de pueblo en la C-15 de su padre. ¿Cómo ve a la clase media hoy, sigue suspirando en la sección de deportes, como en su canción? ¿Ha desaparecido, nunca existió?
Tengo la sensación de que tiende a desaparecer. Las diferencias entre los más ricos y los más pobres cada vez son más grandes y eso hace que la clase media se diluya. Lo siento así.
«La capacidad de resistencia y de sobreponerte a las dificultades es lo que nos mantiene vivos, es lo único que podemos hacer cuando todo se va a la mierda».
“Nuestra consigna, hoy, es resistir”, canta en La nave de los locos, en el disco con Luis García Montero. ¿Cree que vivimos todos en esa nave, que la humanidad está resistiendo o intenta resistir?
Pues por una parte creo que la clave en todo es resistir, ¿no? Es decir, la capacidad de resistencia y de sobreponerte a las dificultades es lo que nos mantiene vivos, es lo único que podemos hacer cuando todo se va a la mierda y cuando tenemos problemas de verdad.
No sé cómo lleva el tema de la inteligencia artificial… Esta semana leí, en un artículo en El País, que una orquesta española había interpretado por primera vez una obra hecha con IA. Decía el titular: “Fue un pastiche”. ¿Le preocupa este tema?
No me preocupa de momento. Todavía no tengo una gran preocupación porque, bueno, entiendo que aún se está desarrollando. Sin ser un experto ni mucho menos en esto, sí creo importante que la gente que lo está desarrollando aprenda a regularlo y a saber hasta dónde llegar. Ahora existen programas en el mundo de la música con los que técnicamente puedes hacer que una canción suene absolutamente perfecta y afinada, y a mí lo que me pasa es que cuando escucho todo demasiado perfecto y demasiado afinado y no escucho la respiración de los músicos y todo está perfectamente editado y cada golpe en su sitio, no me emociona, ¿sabes? No me transmite. Por eso supongo que no me asusta, no me da miedo la llegada de la inteligencia artificial y la aplicación a las canciones. Pero no lo sé. La tecnología va muy por delante de nosotros y de nuestra capacidad de comprensión.
¿Cuál es la canción que más le piden en los conciertos que no le gusta tocar?
No hay ninguna, realmente. Aunque las canciones del primer disco sí que las siento demasiado juveniles para el momento vital donde estoy y me cuesta, me cuesta un poquito más. Además, creo que después del primer disco hay mejores canciones. Y por eso algunas del primero me cuesta más creérmelas ahora. También va cambiando en función del tiempo.
¿Y cuál diría que es su mayor hit? ¿Salitre o Charo? ¿Imaginaba, mientras componía Charo, que iba a pegar tan fuerte? ¿Cuál le gusta más?
Pues sinceramente yo es que nunca he pensado en hacer hits. Yo he pensado siempre en hacer buenas canciones. Luego hay canciones con las que pasan más cosas que con otras o que tienen mayor trascendencia. Pero yo creo que Charo… Charo llega en la época ya de Internet, del streaming, y tiene igual un poco más de trascendencia. Y, sobre todo, a Charo ayudó mucho que la cantara Nina, que le dio una magia especial. Es una canción un poco distinta. La estamos tocando al final del concierto de toda esta gira. Y está funcionando muy bien. Sí, estas dos son las dos canciones con más trascendencia de todo mi repertorio.
“Toda mi vida son cuentas pendientes”, dice otra de su repertorio, de Daiquiri Blues, el disco que tocará este sábado en Sevilla. ¿Tiene alguna cuenta pendiente con alguien o con algo? ¿Qué le queda por hacer?
Pienso mucho en el día a día y, ya te digo, he tenido mucha suerte de tocar con grandes músicos y de compartir escenario y grabación con un montón de gente a la que admiro, y, en este sentido, no tengo muchas cuentas pendientes. Sí que me hubiera gustado no tener cagadas que he tenido, como todo el mundo; pero bueno, también estamos hechos de esto. Suelo tener bastante conciencia con lo que hago bien y, sobre todo, con lo que hago mal. Y siempre tenemos ahí alguna alguna puñalada clavada dentro que nos incomoda un poco. Pero, en general, estoy razonablemente satisfecho. He intentado tratar bien a la gente, a mi gente sobre todo, pero seguro que he fallado en cosas, por supuesto, como todo el mundo.
En alguna entrevista ha dicho que se le quedó la espinita de tocar con Antonio Vega. ¿Qué canción de Antonio Vega le gustaría haber tocado?
Pues un montón de Antonio, claro. Es uno de mis mitos musicales. Pues te diría El sitio de mi recreo, por ejemplo. O Esperando nada. Me gustan 40 canciones de Antonio Vega. Hay 40 que me hubiera gustado escribir a mí, claro.
«Siempre tenemos ahí alguna alguna puñalada clavada dentro que nos incomoda un poco. Pero, en general, estoy razonablemente satisfecho. He intentado tratar bien a la gente, a mi gente sobre todo, pero seguro que he fallado en cosas, por supuesto, como todo el mundo».
¿Qué es lo que más miedo le da ahora mismo?
Cuando eres padre, lo que más miedo te da, lo que más te preocupa es que tu hija o tu hijo esté sana o sano y que sea feliz dentro de su vida, poder darle las cosas que necesita y poder acompañarla bien. Lo que más me preocupa es su vida.
Este sábado se celebra la gala de los Premios Goya. Como es muy cinéfilo, no sé si si nos puede recomendar una película que le haya gustado últimamente.
Pues a ver, es que he visto pocas películas últimamente. Bueno, sí, vi La sociedad de la nieve, de Bayona, que me encantó. Y estoy viendo esta última temporada de True detective. Pero lo cierto es que no estoy muy informado de las películas nominadas a los Goya. Me intentaré informar.
Yo suelo prestar bastante atención a los discursos de agradecimiento en estas galas, me gusta saber a quién agradece la gente sus éxitos. ¿A quién agradece Quique González estos 25 años de carrera?
¿A una persona solo?
A quien quiera. Como si le dieran un Goya.
La persona más importante en mi carrera ha sido Carlos Raya, que ha sido mi maestro y mi hermano. Produjo mis seis primeros discos y fue, es un mentor, aunque no trabajemos juntos ahora. Es el que me enseñó más de este de este oficio. Lo quiero como a un hermano, ha sido un hermano mayor, una figura fraternal. Sí, se lo dedicaría a Carlos.
Pues te veo el sábado en la Custom. Muchas gracias, Quique.
Muchísimas gracias a ti.
Buena música.
Que en 2024 haya 250 guerras en el mundo en diferentes lugares… Pues mira Quique la economía norteamericana depende en gran parte del complejo militar para subsistir. Rusia desde 1991 ha participado en 5 operaciones militares fuera de su territorio. (La guerra de Ucrania supongo que sabes que empezó en 2014 apoyada, como no, por USA). Estados Unidos de América lo ha hecho en 215. Los junta-letras al servicio de los poderosos acusan a Moscú de imperialista. Eduardo Luque, El Viejo Topo, Zelensky lo tiene muy mal.
Figuras prominentes como Stephen Hawking ya advirtieron sobre los peligros de una IA sin restricciones, capaz de superar la inteligencia humana y potencialmente llevar a la humanidad a su fin. Estas preocupaciones no son infundadas, dado el potencial de la IA para desarrollar armas autónomas.
La necesidad de una regulación adecuada y una gobernanza global de la IA es más urgente que nunca.
Miguel Brieva, dibujante y escritor sevillano.
El futuro deseable y posible tiene que ser sin redes sociales. (El Salto)
Hace un par de años probé algunas IA de creación de imágenes. Son, como dice Chomsky, máquinas de plagiar muy sofisticadas. Básicamente es eso, no hay una inquietud humana, son simulacros. Cuando tienes una sociedad que ha perdido la sensibilidad, que no sabe lo que es una canción o una imagen que te impacta, puedes vivir de simulacros, igual que se hacen las exposiciones inmersivas para que no aprendas nada y vivas en un aire que se desvanece en tus manos. La IA es un ejemplo más de una gran herramienta usada horriblemente. Se desarrollan herramientas muy poderosas pero el cortoplacismo de la mercancía exige rentabilizarlo hoy.
Una editorial, en lugar de encargar la portada a un dibujante, lo hace con esto y Netflix hace un refrito con IA de todos los bodrios que ha emitido en los últimos 20 años, para qué va a contratar a un guionista.
Hoy, cuando nos creemos los reyes del mambo, probablemente estamos en uno de los momentos de atrofia de la imaginación colectiva e individual más importantes de la historia, si no el que más.