Internacional

Alemania ante la fatiga antifa

"La extrema derecha de AfD puede apuntarse victorias en muchos sitios", señala un informe del BMB que analiza la desmovilización ante un auge ultranacionalista, xenófobo y racista

«Nuestro país primero», reza el cartel de un seguidor de AfD en una manifestación. MATTHIAS BERG / Licencia CC BY-NC-ND 2.0

La ultraderecha avanza en Europa. A la victoria de Georgia Meloni en Italia se sumó en noviembre el triunfo de Geert Wilders en los Países Bajos, un resultado que se ha seguido muy de cerca en la vecina Alemania. Ya se sabe, Hitler llegó al poder a través de las urnas, como se recuerda de forma más o menos apropiada en otros países. Alternativa por Alemania (AfD) ha alcanzado el 20% en intención de voto en encuestas recientes. En tres estados federados del este del país la ultraderecha supera incluso el 30%. En 2024 habrá elecciones regionales en Brandeburgo, Sajonia y Turingia, donde AfD puede llegar a ser primera fuerza y, si las cosas van muy mal y partidos más pequeños se quedan por debajo del umbral del 5% necesario para obtener representación parlamentaria, podría llegar al poder. No es una mera hipótesis.

Organizaciones civiles advierten de que el discurso del partido se ha extendido por capas importantes de la sociedad alemana, alimentado por las múltiples crisis que se han sucedido últimamente, como la de la COVID-19, la de la guerra en Ucrania, la explosión de precios y, últimamente, el conflicto en Oriente Próximo. A esto se suma el desencanto generalizado sobre la gestión del gobierno de coalición tricolor de los socialdemócratas (SPD) del canciller Olaf Scholz con Los Verdes y los liberales del FDP.

Quizás la peor noticia es la fatiga percibida en la parte de la sociedad civil que lleva años intentando frenar la extensión del pensamiento ultranacionalista, xenófobo y racista. «En algunas regiones –sobre todo de Alemania del Este, pero no solo– ya no hay apenas personas que se quieran movilizar contra la ultraderecha», constata el informe anual del Bundesverband Mobile Beratung (BMB), la federación que aglutina unos 50 centros que prestan asesoramiento y apoyo a cientos de grupos locales que luchan contra la extrema derecha con puestos de información y campañas de concienciación. Los motivos que alegan son el ambiente de amenaza al que se exponen los activistas en muchas partes del país, una sensación de falta de apoyo por parte de las autoridades, el efecto desmovilizador de la pandemia y mayores cargas en su vida privada y profesional, según la BMB. «Son signos oscuros de cara al año electoral 2024, cuando la extrema derecha de AfD puede apuntarse victorias en muchos sitios», vaticina el informe.

«Los movimientos sociales parecen estar paralizados», coincide Wilhelm Heitmeyer, catedrático en el Centro Interdisciplinario para la Investigación de la Violencia y los Conflictos de la Universidad de Bielefeld. «Mi impresión es que eso se debe a que actualmente no se consigue definir una visión que dé confianza y movilice a la gente. AfD, sin embargo, ofrece una visión motivadora y autoritaria contra la sociedad abierta y la democracia liberal que atrae a una parte relevante de la población», razona en una entrevista con el diario berlinés Taz.

Como en muchos otros países donde avanzan opciones derechistas y populistas, la clave principal del auge de la AfD es la narrativa antiestablishment y el rechazo que siente mucha gente hacia los partidos tradicionales y los grandes medios de comunicación. Esa actitud no pocas veces deriva en actitudes conspiranoicas, que se benefician del efecto multiplicador de las redes sociales. Durante la pandemia y respecto a otros países, en Alemania había un porcentaje mucho mayor de gente que negaba la existencia del coronavirus y achacaba todo a un plan diabólico para la dominación mundial por parte de personajes como George Soros o Bill Gates.

Las manifestaciones de los negacionistas de la COVID han disminuido radicalmente debido al fin de la pandemia, «sin embargo –concluye el informe de la BMB–, en muchos lugares, tanto en el oeste como en el este, han nacido ambientes estables que siguen con la protesta y atacan a políticos, políticas e instituciones democráticas». El coronavirus, por tanto, ha dado lugar a otros relatos. «Estos incluyen el ataque ruso a Ucrania, la negación del cambio climático, el rechazo a los partidos del gobierno –en particular a Los Verdes–, así como la agitación racista. Casi cada crisis ha sido reinterpretada en clave de conspiración. Y este efecto va más allá de los círculos de la extrema derecha», según la federación.

En Alemania, un 8,3% de la sociedad se autodefine como de extrema derecha, según un reciente sondeo de la Friedrich-Ebert-Stiftung, la fundación de la SPD. Otro 20% no está muy seguro frente al 71,4% que rechaza esa definición. Un 8% no parece demasiado, pero en la anterior encuesta (de 2020-2021) solo un 1,7% se declaraba ultraderechista. En realidad, no hace falta ser nazi para ser racista. Según la Friedrich-Ebert (nombre del primer presidente alemán de la República de Weimar), el 16,2% de los encuestados se considera abiertamente xenófobo; otro 30,3% está en la llamada «zona gris», y poco más de la mitad rechaza esa etiqueta para sí mismos.

Sin embargo, a la AfD le ha salido un competidor en la carrera por capitalizar el voto de ese cóctel de desencanto con la democracia liberal, racismo y conspiranoia. Sahra Wagenknecht, la dirigente más conocida y popular de Die Linke, ha roto con el partido poscomunista para crear su propia organización, bautizada, de momento, Bündnis Sahra Wagenknecht – Für Vernunft und Gerechtigkeit (‘Alianza Sahra Wagenkencht para la razón y la justicia’). La marxista, cuya popularidad se ha forjado en frecuentes apariciones en las tertulias televisivas, combina recetas de izquierda como la justicia social y el anticapitalismo con la llamada para restringir la migración. Wagenknecht ya no declara ser de izquierdas. «Para la mayoría de la gente esta etiqueta ya no sirve. Creo que nos dirigimos al centro de la sociedad», dijo en una entrevista con la radiotelevisión pública SWR. Su movimiento pretende representar a «aquellos que siempre son pisoteados y que no tienen voz en la política».

Los primeros sondeos otorgan al todavía innominado partido de Wagenknecht hasta el 14% del voto a nivel nacional. En Alemania se especula que este nuevo movimiento transversal podría ser el clavo definitivo en el ataúd de Die Linke, que nació como continuación del partido único de la RDA. También se dice que le robará votos a AfD, frenando así el ascenso de la ultraderecha. Entonces, ¿buenas noticias para los partidos tradicionales y la democracia liberal? No exactamente. El peligro no se mide solo en el número de papeletas, ya que el discurso de estas formaciones, al margen de su rendimiento electoral, se acaba extendiendo hasta el corazón mismo de la sociedad. Así pues, puede que éste no sea un juego de suma cero en el que los partidos radicales pescan en el mismo caladero de votos y se anulan el uno al otro. Hay más matices.

Sahra Wagenknecht ha roto con su partido, Die Linke, y ya no declara ser de izquierdas. ACHIM MELDE / DEUTSCHER BUNDESTAG

¿Cómo reaccionan los partidos tradicionales ante el nuevo escenario y la fatiga antifa? «Muchos activistas se sienten abandonados por la política», afirma el informe de BMB. «En algunas regiones, los dirigentes no reconocen el extremismo de derechas como un problema sino que minimizan su efecto. Allí, los partidos democráticos han derribado el muro de contención frente a AfD, con charlas confidenciales en los pasillos, cervezas en el bar o votaciones conjuntas en el parlamento», lamenta la federación. También hay gestos concretos. La coalición tripartita de Scholz quiere endurecer la migración, un asunto potencialmente explosivo para Los Verdes, como se vio en el turbulento congreso del partido en noviembre.

A diferencia de países como España, el principal partido conservador de Alemania, la Unión Democristiana (CDU), todavía mantiene la línea roja de no pactar con la ultraderecha. En julio, su líder, Friedrich Merz, tuvo que retractarse de unas declaraciones sobre una factible colaboración con AfD a nivel municipal. La CSU, partido bávaro hermanado con los democristianos, cultiva tradicionalmente una retórica más a la derecha. El líder Markus Söder aseguró su reelección en octubre con un discurso contra la migración. Hubert Aiwanger, vicepresidente de Baviera y jefe de los Freie Wähler (‘Votantes libres’), socios principales en el gobierno de coalición, intentó arrebatarle la bandera antiestablishment a AfD con frases como «debemos reconquistar nuestra democracia», que suenan raras en boca de alguien que ocupa la vicepresidencia de un estado federado desde hace cinco años. Al final, la CSU y los Freie Wähler consiguieron de nuevo una mayoría, aunque AfD fue el partido que más subió en las urnas, alcanzando el 14,6%. Juntas, estas tres formaciones de derechas sumaron el 67% de las papeletas.

En un despacho del madrileño barrio de Salamanca, en la Konrad Adenauer-Stiftung, la fundación de la CDU que lleva el nombre del primer canciller de la RFA, siguen de cerca cómo el Partido Popular trata de contener a Vox. Observan que los pactos con la ultraderecha en algunas comunidades autónomas y ayuntamientos han llevado a una merma de apoyo a Vox en las elecciones generales de julio. Han tomado nota pero, por ahora, la CDU mantiene sus líneas rojas frente a AfD.


Este reportaje forma parte del dossier de #LaMarea98. Puedes conseguir la revista aquí.

Si te gusta este artículo, apóyanos con una donación.

¿Sabes lo que cuesta este artículo?

Publicar esta pieza ha requerido la participación de varias personas. Un artículo es siempre un trabajo de equipo en el que participan periodistas, responsables de edición de texto e imágenes, programación, redes sociales… Según la complejidad del tema, sobre todo si es un reportaje de investigación, el coste será más o menos elevado. La principal fuente de financiación de lamarea.com son las suscripciones. Si crees en el periodismo independiente, colabora.

Comentarios
  1. El mudo entero está hecho un caos. Mayormente hay una lucha entre dinero y valores. Va ganando el dinero por goleada. El capital tiene dinero para comprar medios de comunicación que manipulen, confundan y desinformen, tiene dinero para comprar lo que haga falta. Personas con valores son minoría. Las mayorías prefieren tener, antes que ser. Creo que estamos recogiendo lo que hemos sembrado, por egoístas e inconscientes. La Madre Naturaleza nos está dando avisos y seguimos sin ver ni oír.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.