Sociedad

Ocho años intentando cambiar Abogados por Abogacía: “No me estoy peleando por la ‘a’ o la ‘o’, sino para que se nombre a las mujeres”

La abogada María Jesús Correa emprendió una lucha en 2016 para que el Colegio de Abogados de Sevilla, donde se colegió hace 25 años, se pase a denominar Colegio de la Abogacía de Sevilla. Hasta ahora, no lo ha logrado.

La abogada María Jesús Correa. O. C.

Esta historia comienza en 2016. Su protagonista, la abogada María Jesús Correa, asegura que nunca se le pasó por la cabeza que hoy, en 2024, continuaría sin final. Sobre la mesa de su despacho destacan varias carpetas. De una de ellas saca un sobre. Y de ese sobre saca un escrito, con fecha de hace ocho años, en el que pide al Ilustre Colegio de Abogados de Sevilla –ese es su nombre oficial– que modifique la nomenclatura como Colegio de la Abogacía de Sevilla, invocando el principio constitucional de igualdad.

El Colegio, viene a decir, ha de realizar una labor social que sirva de ejemplo con actuaciones que promuevan la adaptación a la sociedad cambiante: ella es abogada, no abogado, colegiada desde hace 25 años. Trabaja en el siglo XXI, no en el siglo XIX, cuando Concepción Arenal tuvo que disfrazarse de hombre para poder asistir a las clases de Derecho en la Universidad.

En el Colegio tomaron nota de su propuesta y le respondieron que cuando se modificaran los estatutos se podría cambiar. Pero no se hizo. En su página web, no obstante, sí se usa lenguaje inclusivo: abogacía, ciudadanía, colegiados/as… “Ingenua de mí, siempre pensé que era una cosa anecdótica, que lo iban a cambiar, que no iba a suponer ningún tipo de batalla. Ni soñando yo me hubiera imaginado que tendría que pelearme con mi propio Colegio para que en vez de llamarse Colegio de Abogados se llame Colegio de la Abogacía. En la imagen corporativa sí se empezó a poner esta nomenclatura, pero esto es insuficiente”, cuenta. 

¿Qué ocurrió?

El Estatuto General de la Abogacía se modifica en 2021 e indica a los colegios que en el plazo de un año deben adaptarse y modificar sus estatutos. Todo ese texto ya hace referencia a Colegios de la Abogacía. La Junta de Gobierno de ese momento decide someterlo a votación, convocando Junta General Extraordinaria el 25 de julio de 2022, fuera del plazo establecido para adaptar los Estatutos, que finalizaba el 1 de julio de 2022.

¿Qué se vota exactamente?

Se vota la adaptación de los Estatutos del Colegio conforme al nuevo Estatuto General de la Abogacía. La Junta Extraordinaria se convoca ese 25 de julio. Con 45 grados, señores y señoras haciendo cola para votar contra la denominación inclusiva del Colegio. La votación fue una auténtica chapuza, faltando a las mínimas reglas de seguridad jurídica, y, además, innecesaria. Pero cómo vamos a votar algo sobre lo que hay legislación para aburrir de todo tipo: local, autonómica, nacional que incluye a los organismos públicos en general y a los colegios profesionales en particular. Querían, y así lo expresaron algunos, que el nombre siguiera como en 1706, como hace más de 300 años. No me podía imaginar que iba a tener esa resistencia increíble en algo que me parece tan básico.

«Querían, y así lo expresaron algunos, que el nombre siguiera como en 1706, como hace más de 300 años. Es un problema absolutamente de misoginia, de androcentrismo y de desconocimiento total». 

Entonces impugnó aquella votación.

Sí, en el mismo acto, antes de la votación, y con adhesión de 66 compañeras y compañeros. Dicha impugnación no fue resuelta y la votación se llevó a cabo de aquella manera. Es un problema absolutamente de misoginia, de androcentrismo y de desconocimiento total. Solo estoy pidiendo que se llame Abogacía, por ser un término que nos incluye a todos los abogados y a todas las abogadas. Entonces, recurrimos aquella votación ante el Consejo Andaluz de Colegios de Abogados, que desestima el recurso al asumir íntegramente los argumentos del Colegio. Y, contra dicha resolución, 18 abogadas fuimos al contencioso administrativo. En este momento, además, hemos recurrido 12 abogadas la publicación en el BOJA de la modificación de aquellos Estatutos, que da por buenos la Junta de Andalucía. 

De todas formas, en todos mis escritos, siempre pongo Colegio de la Abogacía de Sevilla. En las guardias intento que en los escritos del Juzgado conste letrada, porque casi siempre soy ‘letrado o letrado/a’. Y al final, todas estas cuestiones básicas, de derechos, siempre nos llevan a la heroicidad. Para todo hay que batirse el cobre. Mis compañeras y yo estamos poniendo nuestro tiempo, nuestra dedicación, pero no somos heroínas, sólo queremos ver reconocidos nuestros derechos. Me están obligando a tener que luchar permanentemente para todo.

¿Cómo influye la Sevilla mariana?

En Sevilla hay de todo, claro. Hay mucha gente progresista. Pero en el fondo, el problema de estos señores no es que a nosotras nos llamen ‘abogados o abogadas’, el problema es que consideran que con la de problemas que tenemos ‘a mí que más me da cómo se llama el colegio’. Pero, fíjate, en algunos foros donde hay más mujeres que hombres y deciden hablar en femenino, los hombres se molestan. 

Y algunos se mofan. 

Entonces por qué a ti, como hombre, te molesta que te hablen con el femenino y a mí, como mujer, no me tiene que molestar. Y te dicen: porque viene siendo así de toda la vida. Hombre, claro, porque hemos jugado con tus reglas del juego. Y encima de hacerme la trampa, insultas a mi inteligencia diciéndome que eso es lo normal. Y no, no es lo normal. Las reglas gramaticales están vivas y se transforman con el uso. ¿Por qué la regla gramatical va a estar por encima del derecho de los principios básicos de igualdad y de justicia? Yo no me estoy peleando por la ‘o’ o por la ‘a’. Estamos luchando para que se nos nombre a las mujeres. Por la igualdad.

«¿Por qué la regla gramatical va a estar por encima del derecho de los principios básicos de igualdad y de justicia?».

En su ordenador, guarda escritos que envió a diferentes periódicos en respuesta a artículos de algunos hombres críticos con algunos avances legislativos. En uno de 2004, responde a Arturo Pérez Reverte sobre el cambio en la denominación de violencia doméstica por violencia de género. En otro de 2018, a Javier Marías sobre las víctimas de abuso sexuales y sus denuncias. “Es muy triste, porque tengo artículos de hace 20 años que no dejan de tener vigencia. Claro que estamos avanzando, pero qué lento. El lenguaje inclusivo puede resultar anecdótico, pero dice mucho de la situación actual: si a un señor le molesta que me llamen según mi género, si en lo mínimo fallamos, imagínate en lo grave. No nombras a las mujeres, no respetas sus derechos, impera el machismo, y esas desigualdades tienen su exponente máximo en las violencias y los feminicidios», denuncia.

Sobre un mueble archivador, reposan también las firmas que recogió para que el Ayuntamiento de Sevilla cambiara el nombre de la Plaza de los Letrados de Sevilla, delante de la Audiencia Provincial, por la Plaza de la Abogacía de Sevilla. Junto a ellas, una placa de una mujer “localizada” de las desaparecidas en Ciudad Juárez traída desde México. Y una frase de Simone de Beauvoir pinchada en un tablón: “Lo importante no es que las mujeres brillantes lleguen a puestos importante, sino que las mujeres normales lleguen a puestos tan importantes como llegan los hombres normales”.

¿Qué le parece la última encuesta del CIS?

Pues muy preocupante. Porque los hombres viven el feminismo como un ataque a sus privilegios. Es otra muestra de que, desde el punto de vista del hombre, nos están haciendo permanentemente un favor: ‘Venga, te voy a hacer un poquito de sitio; ¿qué más quieres’. Pero es que a mí no me tienes que hacer ningún favor, es que esto no va de favores, no me estás haciendo un sitio. Me estás quitando mi espacio y el lenguaje es prioritario porque, aunque esté muy manida la frase, es cierto que lo que no se nombra no existe. ¿Por qué hay mujeres que se hacen llamar abogados? Pues porque creen que tiene más prestigio, porque el lenguaje sexista nos ha llevado a que en el imaginario colectivo el abogado es un hombre.

¿El prestigio asociado a lo masculino?

Sí. Y es que, en mi opinión, el Colegio no sólo debe representarme, es que debe ser punta de lanza de las evoluciones. Es decir, el discurso de vamos a quedarnos como en 1706 resulta inaceptable y anacrónico. En ese momento no podíamos ni acceder a la Universidad. Por otra parte, tienen a la RAE como si fuera la Constitución. Es que la RAE no es una norma, no tiene valor de ley, y tiene que evolucionar porque la lengua está viva y las mujeres también. Pero, como muestra esa encuesta, ellos utilizan la evolución del feminismo como un arma arrojadiza, se sienten atacados. Y eso significa también no entender qué es el feminismo.

Para algunos ya hemos llegado demasiado lejos. Pero la realidad es muy diferente, porque la agenda del feminismo está en distinta página según la parte del mundo a la que miremos. Las desigualdades tienen muchas caras y capas. Tenemos que desaprender. Y no solamente ellos tienen que desaprender, nosotras también. Eso es un trabajo casi más difícil que aprender. No es decir ‘yo soy feminista’ y listo. Para ser feminista y no caer en la trampa de todo lo que nos han enseñado hay que estar permanentemente desaprendiendo, o sea, leyendo, avanzando, estudiando…

«Los hombres viven el feminismo como un ataque a sus privilegios. Es otra muestra de que, desde el punto de vista del hombre, nos están haciendo permanentemente un favor».

María Jesús Correa dice que se está leyendo estos días el último libro de María Martín Barranco, La desfachatez machista (Catarata, 2023), un análisis de más de diez mil artículos publicados entre 2000 y 2023 con el que trata de desmontar y neutralizar “el pensamiento misógino y antifeminista” de diversos opinadores. “Somos las eternas estafadas. Eternas estafadas y encima con el síndrome de la impostora. ¿Tú por qué sabes de todo y yo no me atrevo a decir algo? Porque, fíjate, puedo dudar”, reflexiona.

Sus paredes están llenas de cuadros que reivindican el feminismo, de mujeres, de mensajes. Y cuenta, a modo de anécdota, cómo los pequeños éxitos hacen que parezcan cosas excepcionales: “Una de mis compañeras en esta lucha me dijo que iban a reservar unos sitios donde hacemos las guardias para aparcar los coches. Se instó al Ayuntamiento de Sevilla a que se pusiera en la señal ‘prohibido aparcar excepto abogacía de guardia’. Pero no, en la señal se puso ‘excepto abogados de guardia’. Aparqué ahí con un coraje… La sorpresa fue que a los pocos días, cuando volví a pasar en coche por allí, vi que lo habían cambiado. ¡Y hasta fotos le hice!”.

Usted, como abogada especializada en violencia de género, ¿cómo vive su día a día, qué ve? 

Pues lo que veo es que la realidad es mucho peor de lo que la gente lee en los medios. Hay muchísimas mujeres que sufren violencia de muchos tipos y no lo sabe nadie nada más que ella, o a lo mejor ni ella. Y hay muy pocos juzgados especializados, o supuestamente especializados. En Sevilla, solo cuatro. Para las mujeres, muchas veces los juzgados son una verdadera tortura. Y creo que si las juezas y los jueces respondieran por las cosas que pasan, por las consecuencias de sus decisiones, otro gallo cantaría. Nadie es responsable de las decisiones que se toman, que en muchas ocasiones son equivocadas y perjudiciales para la víctima.

«Para las mujeres, muchas veces los juzgados son una verdadera tortura. Y creo que si las juezas y los jueces respondieran por las cosas que pasan, por las consecuencias de sus decisiones, otro gallo cantaría».

La formación en género en los juzgados es otra batalla. 

Sí, el sistema judicial es patriarcal hasta la médula y eso es una batalla continua por mucho juzgado de violencia que haya. Pero, como además están sobrepasados de trabajo, ¿cuánto tiempo le pueden dedicar a estudiar, a formarse, a ponerse en los zapatos de esas mujeres? Lo que quieren es quitarse el trabajo de encima y, si la señora tiene un poquito de duda, ‘no, que no quiere declarar’ y archivo. Fuera. Se te cae la cara de vergüenza ante esas mujeres, la velocidad a la que se producen las guardias, la carga de trabajo, ellas ven las montañas de casos que se apilan en las mesas, las horas de espera en el juzgado, la revictimización… Ser abogada de violencia de género es una lucha sin cuartel contra el sistema.

«Ser abogada de violencia de género es una lucha sin cuartel contra el sistema».

También me ha sorprendido la prisa que se han dado en revisar las sentencias con la Ley del sólo sí es sí de Montero. Yo es que no he visto en mi vida tanta celeridad. Hay otras cuestiones que podrían hacer de oficio, como aplicar la Ley 8/21 de 2 de Junio que modifica el Código Civil, permitiendo suspender los regímenes del visitas de los maltratadores con sus hijas e hijos. Cuando se trata de restar derechos al agresor, en favor de las víctimas, cuesta que se adopten este tipo de decisiones.

¿Cuándo cree que terminará su historia, cuándo el Ilustre Colegio de Abogados de Sevilla pasará a denominarse Colegio de la Abogacía de Sevilla?

Sin prisa pero sin pausa, seguiremos hasta que se haga justicia. Pero me gustaría conseguirlo antes de jubilarme, y todavía me queda. Yo creo que esto caerá por su peso, y escribiremos parte de la historia del feminismo y de nuestro Colegio.

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Comentarios
  1. Si son las universidades privadas, en manos del capital y de la iglesia las que han de formar en principios y en igualdad, podemos esperar más y más regresión.
    De estos polvos universitarios, mañana recogeremos los lodos:
    Las universidades privadas ganan terreno a la pública y ya son el 40% en España. Al calor del negocio, el número de universidades privadas se ha disparado en los últimos años, y ya están cerca de sobrepasar a las públicas: hay 43 campus particulares frente a los 50 públicos. En el año 2000 la relación era 16 contra 50. Pero desde que se inaugurara la Politécnica de Cartagena en 1998 no se ha construido una sola universidad pública, mientras las privadas se han casi triplicado. Y las que vienen.
    Las universidades privadas operan bajo diferentes formas jurídicas, pero la Iglesia católica española domina el territorio: operan 13 universidades católicas o de inspiración cristiana, sean de la Iglesia, de algunas de sus congregaciones o impulsadas por el sector civil pero relacionadas con el catolicismo.
    No le va mal a la Iglesia y entorno con la educación superior. Aunque muchos de sus centros se declaran “sin ánimo de lucro”, entre todos generaron 968 millones de euros en ingresos (aunque casi la mitad corresponden a la Universidad de Navarra) y unas ganancias conjuntas de 39 millones de euros. Mención especial por sus cifras merecen la Universidad Pontificia de Comillas, San Pablo CEU, la Universidad de San Jorge y la Francisco de Vitoria.
    El terreno de juego parece abonado. El número de universidades privadas no para de crecer en España mientras no se levanta un centro público desde que se aprobara la Politécnica de Cartagena a principios de los años 90. Los últimos ejemplos están muy recientes: la Comunidad de Madrid acaba de aprobar tres nuevos centros privados, que serán una realidad en cuanto se acabe el trámite legal. En la región, ejemplo de la apuesta por lo privado, habrá 13 universidades privadas (más todos los campus de otras que no tienen su sede en la capital) frente a las seis públicas. (Daniel Sánchez, ElDiario)

  2. La RAE para el machismo es trending topic. Madre mía, cómo está el patio…
    Ánimo compañera, tienes toda la razón. Muchos dicen que no importa pero luego los tienes ahí a 45 grados haciendo cola para no cambiar algo tan básico y de justicia. Va a ser que sí importa.

  3. En mi colegio en Català no hay sexismo «ECONOMISTES» es neutro.
    Pero en castellano
    ¿Cómo debería cambiarse?
    ¿ECONOMISTES, ECONOMISTOS, ya que toda la vida ha sido ECONOMISTAS, o el falso neutro en femenino nos representa a todas?
    ¿La carrera de leyes debe cambiar a este nombre, o a «DERECHA»?
    A veces no es cuestión de igualitarismo o feminismo, con el que estoy muy de acuerdo, sino de lengua castellana.

    Mi madre de 1940 es Señora Abogado (en su época para la RAE abogada era esposa de abogado, y abogado la profesión, que carecía de género) y dice que jamás sus compañeros, mayoritariamente varones, ya no, la mayoría de la profesión es ejercida por mujeres, la discriminaron, y si algún que otro profesor hizo comentarios sexistas. Y de sexista tiene poco. Pero le gusta ser muy correcta con la lengua.

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