Opinión
Criminales de élite, pederastas y sus amistades
A propósito del caso Epstein, la periodista Lydia Cacho analiza como "siempre el poder y el estatus son la semilla de la impunidad, no solamente mientras suceden los crímenes sino luego de haber sido evidenciados. La vara de medir la credibilidad de las víctimas es el poder del victimario; a él sumamos a la relación contractual, financiera, afectiva y laboral con todos los famosos involucrados".
Son elegantes, famosos, ricos, respetables, influyentes o acaso millonarios sofisticados que viajan en aviones privados, conducen autos deportivos, beben vinos como Romané Conti de 27.000 euros la botella. Se codean con propietarios de bancos, controlan equipos de futbol, son mercaderes, productores o estrellas de cine, ídolos de la música pop invitados a las mansiones presidenciales o a la casa real de Europa más chic del momento. Son tan interesantes y seductores que logran casi siempre salirse con la suya en los juzgados, sin importar el delito que han cometido. Eso sí, jamás lo logran solos, siempre tienen una tribu de defensores que construyen cautelosa y estratégicamente.
Jeffrey Epstein fue durante años uno de los mejores ejemplos. Epstein era, entre otras cosas un banquero de inversiones experto en evasión fiscal, que poco a poco se rodeó de personajes poderosos de la política, el arte y las ciencias. Tenía una isla privada, vivía en Nueva York y, entre otras cosas, organizaba fiestas en las que él y algunos de sus invitados tenían sexo con chicas de entre 13 y 18 años.
En 2005 una familia de Florida lo denunció por abuso sexual infantil de una niña de 14 años; gracias a ella, en 2008 el FBI identificó a 27 niñas menores de edad consideradas posibles víctimas de crímenes sexuales en las propiedades de Epstein. Como él era un criminal de élite y no un conductor de autobús, logró negociar con la fiscalía que le diesen 13 meses de cárcel y su nombre apareciera en el Registro Federal de Agresores Sexuales. A pesar de ello Jeffrey mantuvo sus propiedades, a su esposa, a su amante y a sus amistades que acudían a las fiestas. Nada había cambiado.
Once años después, en 2019 resurgió el caso con nuevas acusaciones y evidencia irrefutable. Epstein fue encarcelado y unos meses después fue hallado muerto en su celda, mientras su exnovia Ghislaine Maxwell fue sentenciada a 20 años de prisión por reclutar a niñas menores de edad y explotarlas sexualmente con Epstein.
Desde 2008 hasta 2023 los expedientes se habían mantenido bajo sigilo para proteger los nombres de las víctimas y de los amigos de Epstein que conformaban la red de abusadores y la red de protección, es decir, la tribu de élite que avaló su impunidad durante décadas.
Sabemos desde hace años que a esa tribu de amistades pertenecen personajes como Bill Clinton, Harvey Weinstein, Donald Trump, el príncipe Andrés de Inglaterra, Michael Jackson y unos 90 personajes más, algunos forzados a testificar en el caso de Maxwell. Un agente del FBI que formó parte de las investigaciones de 2008 me reveló personalmente que existían fotografías de esas niñas presentes en fiestas con algunos de los personajes. Las fotografías citadas no son de índole sexual.
Sin embargo, corroboran que las chicas dijeron la verdad, mientras ellos, como el príncipe Andrés, mintieron diciendo que jamás las conocieron, que nunca hubo chicas presentes. En estos casos, como en otros en que las víctimas son menores de edad y además mujeres, la tribu protege a los agresores y a los testigos porque, como en una telaraña tejida por la araña tigre, todos los involucrados han quedado adheridos irremediablemente a la historia y mirar para atrás implicaría que están obligados, obligadas, a hacer una reflexión ética sobre su ceguera moral frente a los poderosos.
Se decían cosas, pero…
En todos los casos de explotación sexual que he documentado, he escuchado reiteradamente frases de empresarios y mujeres prestigiadas tales como “se decían cosas, pero era un caballero”, “era mi amigo y yo no soy amiga de pedófilos ¿cómo me lo iba a imaginar?”, “sí estaban las niñas, pero él decía que solo le gustaba verlas”, “Me llamaban la atención las niñas, pero él decía que eran sus protegidas”, “bueno, el FBI no siempre tiene la razón”, “era uno de los nuestros y nosotros no violamos niñas”.
Siempre el poder y el estatus son la semilla de la impunidad, no solamente mientras suceden los crímenes sino luego de haber sido evidenciados. La vara de medir la credibilidad de las víctimas es el poder del victimario; a él sumamos a la relación contractual, financiera, afectiva y laboral con todos los famosos involucrados. Epstein se llevó a la tumba los secretos financieros de muchos de sus clientes que participaron en sus fiestas.
Siempre encontramos a nuevos miembros de tribus de la impunidad, pueden ser actores, actrices, presidentes, reinas, novios, intelectuales, amantes o simplemente fans que creen que una persona de tanto prestigio no podría ser tan mala, cruel o mentirosa; especialmente si el delito del que se le acusa es pederastia, explotación sexual infantil o violencia sexual contra mujeres bajo su ámbito de poder.
Quienes nos dedicamos a investigar delincuencia organizada entendemos cómo funciona el tejido conectivo de una red de élite en la que se cometen delitos de “cuello blanco” que logran ocultar otros más graves. No nos engañemos, no solamente las grandes firmas de abogados y jueces encuentran vacíos legales para minimizar la gravedad de los delitos, es también una parte de la sociedad, en particular las élites, quienes les consideran personajes fascinantes, demasiado poderosos para ser excluidos del entorno privilegiado.
Yo he investigados a varios de estos sujetos y lo cierto es que para que uno logre escapar del brazo de la ley necesita a su tribu. La criminóloga española Paz Velasco ha dicho que la narrativa conductual de los criminales son los propios crímenes que cometen y las estrategias que llevan a cabo para ocultarlos. Entonces la tribu se suma a la narrativa que niega la existencia, la voz, la dignidad de las víctimas y, para proteger al victimario, es capaz de mantenerse tercamente en el engranaje que blinda a los criminales y perpetúa estos delitos. Incapaces de admitir su ceguera, las personas de esa tribu se suman al mal mayor.
Me parece curioso que un periódico como este dé nombres sin más… Lo de que pongáis a Michael Jackson como perceptor de estos servicios tiene delito. Sale en los papeles y de él dicen que NO fue a la isla (si a la mansión a recibir asesoramiento fiscal) y que NO aceptó los servicios de «Masajes». De hecho él siempre denunció este tipo de perversiones. Ha sido juzgado por delitos de pederastia y salió absuelto. El FBI estuvo tras él cerca de 20 años y jamás encontró nada. Pero vosotros veréis a quien mezcláis. Sin embargo no nombráis a Oprah, que tiene a sus espaldas otras perversiones, a parte de esta, como defender a Harvey Weinstein. Vine aquí a ver si aclarabais algo de modo verídico y veo que no.
Experto en evasión de impuestos y pederasta, de los delitos que se sepa, porque a esos niveles, la vida de esta gente, es un continuo delito, pero acaba suicidado y sino ya pactaria para evitar una gran condena. Sin embargo al resto de los mortales, nos caería todo el peso de la ley, por menos delitos o delitos más leves , porque ya no llegamos a esos niveles.
Y aún pretenden que creemos en la justicia y en el sistema imperante.
Otro delito cometido, aunque no se parezca en nada, es el cometido por las multinacionales con la contaminación del Mar Menor. Según el slogan de este gobierno progresista, para hacernos pagar impuestos por autovías es » el que contamina ,paga «.
Sin embargo, a estas multinacionales que lo llevan contaminando toda la vida, les damos subvenciones para que se reciclen, para que van a pagar por el delito cometido, les pagamos nosotros. Pero los activistas por el cambio climático, son detenidos, tachados de organización criminal e incluso en algunos países, como pretendían hacer aquí, de terroristas, y con hasta posibles condenas de cárcel.
Deben creerse a salvo de todo, pero no es de extrañar, cuando son los delincuentes de corbata, los que salen protegidos por el sistema judicial y político. Y el resto , callados y a pagar.
No se dan cuenta, los políticos, que cuando las élites, que tienen el poder y sea aceptado por la población, porque ya nadie les pone freno, los primeros que van a desaparecer, son ellos, pues ya no los necesitarán, para seguir cometiendo sus fechorías, con total impunidad.