Cultura

No deberías perderte ‘Yo capitán’ (sobre todo si votas a la derecha)

Matteo Garrone firma una aventura épica y arrolladoramente emocional sobre la migración africana. Verla y no conmoverse es absolutamente imposible.

Seydou Sarr en una escena de ‘Yo, capitán’. GRETA DE LAZZARIS / RAI CINEMA

Matteo Garrone cree que cada película nos cambia. Ojalá tuviera razón. Si fuera verdad, los dirigentes de la Unión Europea deberían haber visto Yo capitán antes de redactar su último pacto migratorio. Deberían haberla visto los funcionarios de Estados Unidos y México antes de reunirse para inventar nuevas estrategias en la contención de la migración. Deberían verla los votantes de Vox y de Rassemblement National. Y también, por supuesto, Rishi Sunak y Georgia Meloni, aunque esta última seguro que ya la ha visto o ha oído hablar de ella, ya que es la película elegida para representar a Italia en la carrera por los Oscar. Las nominaciones se conocerán el 23 de enero y Garrone estará entre los cinco finalistas a la mejor película internacional; apuesten lo que quieran.

Yo capitán es una película tan arrolladoramente emocional que es lícito pensar que podría ablandar el corazón de cualquier ser humano. La pretensión, por supuesto, es ingenua. Sabemos por experiencia que hay gente sin corazón, inconmovible al sufrimiento de los demás. Garrone, en cualquier caso, no ha planteado su filme como un catálogo de calamidades sino como una aventura. Contado así puede parecer una frivolidad, pero no lo es en absoluto. Es una apuesta artística perfectamente fundamentada.

Para el director italiano, el viaje que Seydou y Moussa hacen desde Dakar, en Senegal, hasta Europa es «una odisea contemporánea». Es decir, cuenta con todos los elementos para que sus protagonistas sean considerados héroes. Y lo son. Quizás no para la vieja burguesía blanca que levanta muros y llena el mar de vigilantes armados, pero son héroes. Lo que ocurre es que, educados en los relatos heroicos made in Hollywood, no estamos acostumbrados a que nos cuenten sus historias en el cine. Hemos considerado héroes a quienes escapaban del bloque del Este durante la Guerra Fría, pero no a quienes escapan hoy de las guerras, de la crisis climática y del hambre en el Sur global.

Garrone introduce, además, un matiz fundamental en su historia: sus protagonistas no son víctimas de la violencia ni de la pobreza, pero tienen el mismo derecho a emprender el viaje a Europa que quienes sí lo son. Seydou y Moussa son simplemente dos jóvenes en busca de una vida diferente, de una oportunidad, de la realización de un sueño. Nadie puede negarles eso. Cualquiera que le diga a un adolescente, en cualquier lugar del mundo, que debe abrazar el conformismo y renunciar a sus sueños es un canalla.

Inspirada en hechos reales

Garrone ha puesto su conocimiento cinematográfico al servicio de toda la comunidad de migrantes africanos. «La única forma de abordar esta aventura era junto a aquellos que la han vivido. Yo soy un simple intermediario. He hecho esta película con ellos. Lo que he intentado es darle voz a aquellos que normalmente no tienen voz», ha explicado. Lo que muestra, efectivamente, no es fruto de su imaginación sino que le ha sido transmitido por personas que vivieron los mismos obstáculos, peligros y horrores que sus protagonistas. Cinco de ellos incluso aparecen en los títulos de crédito como colaboradores en el guion.

La travesía por el desierto del Sáhara, la cárcel y las torturas en Libia, la esclavitud, la trampa del mar… todo eso lo vivieron personalmente. «Hemos tratado de reconstruir este viaje a partir de un largo trabajo de escucha y de documentación –cuenta el director–. Y es un trabajo que hemos hecho juntos, no me canso de repetirlo. Era muy importante, por respeto a quienes han hecho ese viaje, y también a quienes han muerto durante ese viaje, ser lo más auténtico posible». Lo que hace Garrone es conectar esas vivencias con la literatura de aventuras de autores como Stevenson, Conrad o Jack London. Y tiene todo el sentido por cuanto Yo capitán no tiene aspiraciones de documental sino de relato épico.

Durante la promoción de la cinta se ha abstenido de citar a Kipling, seguramente por la incomodidad de asociar su historia a la obra de un conspicuo racista y promotor del imperialismo (además de grandísimo escritor), pero la conexión con Capitanes intrépidos es más que obvia. Y lo más alucinante de todo es que, como ya se ha dicho, todo es real. El guineano Fofana Amara tenía 15 años cuando los traficantes de personas lo pusieron al timón de un barco lleno de migrantes y lo empujaron al Mediterráneo. No sólo no había navegado en su vida, es que ni siquiera sabía nadar. El barco que tuvo que pilotar es idéntico al que naufragó el pasado verano en el mar Jónico. Hoy, además de haber colaborado con Garrone en el guion de Yo capitán, Fofana trabaja en una empresa de transportes en Bélgica.

Yo capitán
Una imagen del segmento más onírico de Yo capitán. CARAMEL / YOUPLANET

En la pantalla, el senegalés Seydou Sarr resume en su persona las peripecias de todos estos migrantes. Su conmovedor trabajo le hizo merecedor del premio al mejor intérprete joven en el Festival de Venecia. Garrone lo escogió en un casting a pesar de no tener ninguna experiencia como actor (su sueño, de hecho, es convertirse en futbolista). Vio algo en él que se transmite rápidamente al público: la inocencia, la bondad, la fragilidad de un muchacho que emprende un viaje iniciático de consecuencias dramáticas. Su mirada y una voz que aún mantiene el timbre de la infancia remueven a los espectadores en lo más profundo. «La verdadera fuerza de la película está en la gran interpretación de Seydou, que consigue crear un vínculo de empatía entre él y el público –reconoce el cineasta–. Y el público, desde los primeros instantes, olvida que se trata de una película que habla sobre migrantes. Entra en esa aventura, en ese viaje a través de sus ojos. Eso es el cine: conseguir transportar al espectador a otra dimensión emocional».

Garrone demuestra una enorme astucia para transformar un drama brutal en «una fábula homérica», según sus propias palabras. Si hubiera hecho una película de denuncia, según el patrón clásico del cine político, su alcance hubiera sido limitado. En cambio, al contar esta historia como si fuera «literatura popular», al concebirla para un público transversal, las posibilidades de romper la cámara de resonancia progresista y llegar a ese desorientado votante de Meloni (o de Abascal, o de Le Pen, o de esa derecha tradicional que coquetea tranquilamente con el fascismo) se multiplican.

En cualquier caso, cuando Garrone habla, no deja lugar a dudas sobre su compromiso político con los migrantes. Y eso tiene una singular importancia en Italia, donde se ha legislado para entorpecer el trabajo de las ONG dedicadas al rescate de migrantes en el Mediterráneo: «Cualquiera que trate de salvar vidas humanas está siempre del lado de los justos y tiene mi apoyo, mi estima y mi admiración». Y va más allá: «Los jóvenes africanos tienen los mismos sueños que nosotros, pero para ellos esos sueños no están permitidos. […] El mensaje de esta película va en la dirección de la apertura y no del cierre. Debemos dejar de intentar bloquearlos. Debemos crear condiciones de viaje en las que los seres humanos no se vean obligados a arriesgar su vida, para que así puedan ir y venir libremente. Eso es fundamental para combatir este sistema de muerte que enriquece a los traficantes de personas mediante la humillación y la violación de los derechos humanos».

Fofana Amara cuenta que cuando terminó de ver la película estuvo cinco minutos sin poder hablar, lo que da una idea de la intensidad emocional conseguida por Garrone. Y no le pasa sólo a él, que vivió buena parte de lo que se ve en Yo capitán. También le pasa al público. No, Fofana no exagera. No exagera en absoluto.


‘Yo capitán’, de Matteo Garrone, se estrena en cines el miércoles 3 de enero.

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Comentarios
  1. Resulta increible que todavia existan personas como el señor Matteo Garrone, capaces de tanta bondad y de tanta solidaridad militantes
    frente a personas de razas y culturas no europeas. Lo admiro, respeto y envidio, porque con su obra contribuira a mitigar en algo el sufrimiento humano. Lo admiro en especial cuando comparo su discurso, pleno de solidaridad con los discursos plenos de odio de: El Loco Milei en la Argentina, el judio genocida de niños palestinos: Netanyahu y el de ucranianos: Ultra Corrupto Zelenski de Ucrania.
    Las guerras y conflictos montados por el sionismo, en compincherio con los WASPs de USA e Inglaterra, nos han hecho olvidar que existen otros temas vitales: lo que tienen que ver con la supervivencia de las especies humana y biologicas sobre la Tierra. En efecto, hace poco, unos investigadores, de primer nivel, en Geofisica, han informado de algo terrible: en la revista cientifica mas apreciada: » Nature», informan que se han detectado cambios profundos, sintomas de colapso, en la principal Corriente Oceanica. Esta corriente regula el clima mundial; por tanto, su colapso significaria el inicio de una nueva Era Glacial en el Hemisferio Norte. En realidad, ya en 2018, dos investigaciones separadas llegaron a la misma conclusion. Es mas, en el ultimo informe del Panel Internacional sobre el Cambio Climatico, se dice que el colapso sera dentro de unos 30 años.
    Que tiene ver esto con los refugiados que llegan a Europa y que son vilipendiados por la mayoria de los europeos? La nueva era glacial hara inhabitable todo el Norte y la mayor parte de Europa. En consecuencia, se veran obligados a emigrar hacia los sures, cientos de millones de europeos, numeros gigantescos, que no se asemejan en nada con las decenas de miles de africanos y arabes que estan llegando a Europa.

  2. Tengo sentimientos encontrados respecto a este tipo de cine. Por ello entiendo cine que muestra tragedias humanas contemporáneas ficcionalizadas. No quiero imponer mi visión: me gustaría que alguien me recomendara textos para resolver mis reticencias. Intentaré sintetizar mi humilde y bienintencionada opinión:

    a) Si intentas sensibilizar – de alguna forma promueve el inmovilismo; una ficción trata de emocionar al público. Escindes la importancia de lo que ocurre al situar la película en un transgresor punto medio muy confuso: es realidad suficiente para llamar la atención pero ficción suficiente para no tomar al pie de la letra lo que te hace sentir. Cuando sales, por tanto, el que piensa de una forma como el de la contraria seguirán pensando de igual forma, con fundamento.

    b) Si no intentas sensibilizar – peor, eres un cínico manipulador: te lucras con el sufrimiento ajeno contemporáneo y deslegitimas el dolor de la gente y los intentos de políticos comprometidos por eliminar ese sufrimiento.

    Quiero verla, y me emocionará seguro, pero no puedo dejar de reflexionar sobre estas cosas. Sólo veo como obvia solución hacer un documental periodístico. En el artículo elogia el atrevimiento al no hacerlo porque habría perdido audiencia pero, ¿realmente cuenta -respecto al aspecto del compromiso humano- esa audiencia que sólo mira este cine si tiene los ingredientes emocionales desgranados? ¿No demuestra eso, precisamente, que no les interesará el tema de fondo y podrían haber visto una peli de Crusoe?

    Espero haberme explicado bien; les animo a sacarme de mi error. Un abrazo

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