Política
Del 4-D al escaparate feminista, ecologista y andalucista de Juanma Moreno
En apenas cinco años, Juan Manuel Moreno Bonilla ha pasado a ser Juanma: el líder indiscutible del PP andaluz cuyas formas visten de moderada una gestión muy de derechas.
Hace siete años, en 2013, Juanma Moreno era Juan Manuel Moreno Bonilla, secretario de Estado de Asuntos Sociales con Ana Mato al frente de ese ministerio del gobierno de Rajoy que tanto recortó. En realidad, casi nadie sabía quién era. El poderosísimo Javier Arenas se había quedado a las puertas de la Junta de Andalucía en una jugada –democrática– muy parecida a la que acaba de vivir Alberto Núñez Feijóo en España. En resumen: ganó, pero no le dieron los números para gobernar.
El PP, a pesar de las tres décadas de gobiernos del PSOE, seguía sin lograr su objetivo en una comunidad que calificaba día sí día también como el “cortijo de los socialistas”. Y en esos meses de desconcierto, tras un intento con el ahora eurodiputado Juan Ignacio Zoido, llegó el desconocido Juan Manuel a intentar lo que parecía un sueño imposible. Nadie daba un duro por ese nuevo supuesto líder, ni siquiera en su partido, donde muchos de los que siete años más tarde se rinden ante él le daban la espalda.
Hoy, Juan Manuel Moreno Bonilla es Juanma Moreno, como lo rotulan en todas las notas oficiales, el líder indiscutible del PP en Andalucía. Presume de feminismo cuando todavía hay en su propio partido quien repudia el término, y dice, sin remilgos, “andaluzas y andaluces”, “señoras y señores”, “todas y todos”. Habla de violencia machista y lee el Manifiesto por el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer el 25-N. Pero todavía mantiene, por ejemplo, el número de teléfono de violencia intrafamiliar que creó como una concesión al negacionismo de la violencia de género de VOX, la ultraderecha que avaló que Juanma, como le gusta que lo llamen ahora, pudiera gobernar por primera vez en Andalucía en coalición con Ciudadanos.
Es el mismo Juanma que menciona en sus discursos símbolos andalucistas como Carlos Cano, el mismo Juanma que recibe a la familia de Manuel José García Caparrós y el mismo Juanma que convierte el 4-D en el Día de la Bandera. Pero es, también, el mismo Juanma que, como viene denunciando la oposición, practica políticas privatizadoras y fiscales que ahondan en la desigualdad de los andaluces y la andaluzas, medidas que hacen más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. El Constitucional, hace apenas unos días, acaba de tumbar los recursos de Andalucía, Madrid y Galicia, todas gobernadas por el PP, contra el impuesto temporal a las grandes fortunas que aprobó el Gobierno de coalición la pasada legislatura.
Estamos ante un político que dice que sus orígenes son de izquierdas –su abuelo jornalero, sus padres emigrantes–, que le gusta la música indie y responde a lo bruto, mientras le gritan que el pueblo lo quiere, “¡Y yo a mi pueblo!”. Un político que dice con todas las letras, cuando su partido aboga por derogar las leyes de memoria, que Lorca fue asesinado. Un político que dice eso, pero que dice también que a él no le importa el Valle de los Caídos, sino el Valle de los Pedroches.
Y por supuesto: dice ser ecologista. Juanma es el mismo presidente que dice todo lo anterior y que estuvo a punto de aprobar una ley en contra de los criterios científicos que daban la puntilla a Doñana. “Todo lo demás se me ha olvidado, no me acuerdo de nada de las polémicas anteriores ni de las cosas del pasado. El pasado es pasado y yo soy una persona de futuro. Me gusta lo que va a pasar mañana“, afirmó la semana pasada tras sellar el acuerdo con el Gobierno de Pedro Sánchez, con una imagen idílica de flamencos rosas volando al fondo, desde un teatro municipal de nombre –ahí es nada– Salvador Távora.
“Moreno Bonilla es un señor muy de derechas, pero muy muy de derechas. No tiene nada de andalucista, ni de feminista ni de ecologista. Es de esos políticos que piensan que el nombre de las cosas dibuja la realidad, que la enumeración de los conceptos los convierte en reales. ‘Yo soy moderado, por tanto lo soy’”, explica quien fuera coordinador general de IU en Andalucía, Antonio Maíllo, hoy profesor de Latín en un instituto público. “Y es verdad –prosigue– que frente a una Ayuso tirada al monte, las formas de Moreno pueden caer bien fuera de Andalucía, pueden comprar ese discurso y ese relato fuera. Es lo mismo que pasa con el PNV en el resto de España, que parece progresista cuando es derecha derecha”. Lo que ocurre, sostiene Maíllo, es que, como político, Moreno “es consciente de que tiene que construir un personaje, que es lo que ha hecho, con ínfulas o pretensiones de moderación, que lo logra en las formas, para hacer un proyecto de hegemonía andaluza. Porque sabe que si no es así, no lo consigue”, analiza. “Es obvio que el resultado de las elecciones evidenció que había conseguido ese objetivo, basado también en el famoso ‘que viene la derecha’, un argumento del PSOE que lo ha fortalecido mucho y que siempre he combatido, porque basta con anunciar el apocalipsis para que se valore más positivamente una gestión”.
En mitad de la tensión y la línea dura emprendida por su jefe en Madrid, Alberto Núñez Feijóo, con el acuerdo por Doñana y la foto con la vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, paseando amigablemente por las marismas del parque, Moreno termina de vestirse con traje de hombre moderado, de político cercano, que opta por el diálogo, por el encuentro, como repite una y otra vez, casi a modo de coletilla. De hecho, era la ley antiDoñana, como la denominaron los ecologistas, la que empezó a manchar esa imagen de presidente que quiere gobernar para todos y para todas y que supuestamente defiende el sistema público que ni siquiera sus políticas más de derechas habían podido derribar hasta ese momento.
“Moreno Bonilla quiere ser feminista, andalucista, ecologista… si puede ser verdad que lo quiera ser, yo creo en sus buenas intenciones, de verdad que lo creo… Pero hay que serlo. Y me gusta que la derecha quiera parecer demócrata porque eso los obliga a ser demócratas. Discrepando, me gusta el tono de su discurso. Es fácil tener una conversación con él porque lo hace agradable, es cortés, y me gusta que las relaciones se lleven con educación”, explica la periodista Mercedes de Pablos, directora del Centro de Estudios Andaluces de 2013 a 2019, que fue cesada de su cargo tras la llegada del PP a la Junta. En su gestión al frente del organismo, recuerda, entre la lista de gestos simbólicos, que fue Moreno, tras casi 40 años de ejecutivos socialistas, el primer presidente andaluz en celebrar un consejo de gobierno en la casa de Blas Infante. “Y puso el rotulito, eh. Pero antes de eso, durante una visita, le expliqué el espíritu ateneísta y se emocionó, le interesó muchísimo”.
Con la retranca y la brillantez de quien es capaz de salir impecable tras haber toreado con miuras y bravucones en todas las plazas, De Pablos resume: “Moreno Bonilla quiere que lo queramos”. E insiste en que, a pesar del desconcierto que genera, no cree que sea un mentiroso: “Creo que, dentro de la construcción del mundo que él se ha hecho, quiere vivir en una Andalucia hija de Clavero, de derechas, conservadora. Es el poli bueno, pero es el poli. Pero le agradezco ese tono. Yo quiero convivir con las ideologías discrepantes. El sistema económico, social y cultural necesita los contrastes; quiero convivir con la derecha. Y para ello necesitamos que seamos todos demócratas. Creo en la convicción demócrata y sobre todo en los modales. Creo –insiste– que quiere que lo queramos, y creo, desde mi experiencia con él, que le duele cuando no se le quiere”. Eso, añade De Pablos, no impide que tenga que alimentar los polis malos: “Y si el espectáculo es dantesco, con no mirar, apañado”.
De la bandera de Juanma a Manuel Carrasco
Efectivamente, Moreno ha pasado en apenas cinco años de obtener el peor resultado de la historia del PP en la comunidad a ganar por mayoría absolutísima. “Se está invistiendo de modernidad. Cuando ganó las últimas elecciones, cogió la bandera y de fondo sonaba Manuel Carrasco; mientras que en el PSOE sigue sonando esa música de partido tan antigua”, ilustra el profesor de Derecho Civil de la Universidad de Córdoba y patrono de la Fundación Blas Infante, Antonio Manuel Rodríguez. Él sostiene que lo que ha hecho Moreno es ocupar el vacío que ha dejado la izquierda: “Moreno Bonilla ha ocupado como un gas el espacio que dejó Susana Díaz, la última representante del PSOE que se había investido de un andalucismo alejadísimo de la reivindicación social, folclorista, de bandera y mollete del 28-F. Y lo abandona cuando pacta con Ciudadanos y cuando inviste a Rajoy. De forma que, cuando llega, el PP está en ese mismo sitio”.
Antonio Manuel destaca, en ese sentido, que lo primero que hizo al ser nombrado presidente fue entrevistarse con Manuel Clavero Arévalo: “Para dejar claro que la consecución de la autonomía no fue solamente producto de una movilización de izquierda, sino que también tuvo influencia la derecha. Él coge esa bandera y, a partir de ese momento, ocupa ese espacio simbólico; y a la gente no le cuesta trabajo creerlo porque ya venía de esa inercia”.
En su segunda legislatura al frente de la Junta, Moreno continúa esgrimiendo la herencia socialista de 37 años en el poder como la culpable de que Andalucía no termine de arrancar, y tiene también munición suficiente en la recámara con la corrupción de los ERE. El pasado jueves, durante el debate del estado de la comunidad, Moreno volvió a echar mano de esa herencia y representó al milímetro esa reacción de “dolor” de la que habla De Pablos: “A mí me quitan el sueño dos cosas: la falta de agua y el problema, el cuello de botella que se ha generado en nuestra sanidad”. “Hablo de las listas de espera. Me duele cuando encuentro a algún vecino que me dice que tarda una semana en verle el médico o que lleva meses esperando una operación de rodilla”. Ante el murmullo de los escaños de la oposición, Moreno continuó: “Los gobiernos tenemos que asumir nuestra responsabilidad y aceptar la realidad y no nos duele en prendas reconocer las cosas para solucionarlas. Porque aquí, en 40 años, nunca se aceptó la realidad, y me duele como andaluz y como presidente cuando veo esos retrasos, que no son asumibles, y que vamos a evitar lo antes posible”.
La gestión de la sanidad
En ese contexto, Maíllo considera que Moreno ya es consciente de lo que se le viene encima y, como el mismo presidente avisó, acertó cuando suponía que la sesión iba a ser un monográfico de ataques contra su gestión sanitaria: “El conflicto de la sanidad por el que perdió Susana Díaz puede ser el talón de Aquiles de Moreno ahora”, subraya Maíllo. Para el excoordinador de IU, sobre la construcción del personaje, más allá de sus “terminales propagandísticas bien engrasadas”, empiezan a aparecer fisuras. Y una de ellas es su apuesta estratégica por la “gran privatización” del sector público andaluz. La publicación de las abultadas listas de espera en la comunidad han empezado a marcar un antes y un después en la confianza o en la tregua que incluso votantes del PSOE desencantados con la izquierda le han otorgado estos primeros años. Porque, como señala Maíllo, al final la sanidad es un problema universal y los seguros privados, cada vez más, están dejando de lado a quienes, aun pudiéndolos pagar, no consideran clientes rentables porque, curiosamente, están enfermos. Estos mismos días, la Junta ha tenido que rectificar el contrato para concertar servicios con la sanidad privada como remedio a las listas de espera.
Otra fisura, la primera según Maíllo, es la misma mayoría absoluta, que “evidencia una arrogancia que él intenta escurrir, pero que no puede evitar, con una falta de diálogo institucional protocolarizado tremenda”. Aún es recordada la toma de posesión versallesca, en el Palacio de San Telmo, con la que celebró su victoria, y que costó casi 30.000 euros, según adelantó Público.es.
Y, por último, la victoria que vende Moreno con Doñana, Maíllo la califica como una “derrota sin paliativos”. “Se ha atragantado en Doñana. Cuando llegó a la provincia de Huelva intentando domesticar, se encontró con decenas de organizaciones plurales hasta la Unión Europea. Ahora puede hacer de la necesidad virtud y convertirlo en un ejemplo de moderación e interlocución, pero la realidad es que él incendió Doñana y han tenido que venir otros a apagar el fuego”.
Del 4-D andalucista a un 4-D españolista
Hasta ahora, según Antonio Manuel, ha habido tres claves que ha aprovechado Moreno: “Gran parte de lo que nos está pasando viene de haber perdido la conciencia de pueblo, la conciencia de clase y la conciencia de necesitar un poder andaluz para remediar nuestras necesidades”. “Porque el andalucismo –prosigue Antonio Manuel– no es poner una bandera en el balcón ni decir que te sientes orgulloso de ser andaluz. El andalucismo es ser consciente de que somos un demos, es decir, somos un pueblo que vota, que pide y que consigue un estatuto de autonomía, por ejemplo. Y no lo votan los demás, lo votamos nosotros. Pero esa conciencia de pueblo se ha perdido. Parece que Andalucía, más que una solución, es un problema”. Sobre la pérdida de conciencia de clase, Antonio Manuel afirma: “Hace que no seamos conscientes de nuestras desigualdades y que a la gente tampoco le sorprenda”.
Pero lo más grave para el profesor es que ya no parece necesaria la reivindicación de un poder andaluz para solucionar los problemas de la comunidad. “A la gente le molesta cuando llegan los debates sobre el estado de la nación y no están los andaluces; les molesta cuando se meten con nosotros, pero cuando llega la hora de votar, no vota a una formación política andaluza que, como otras formaciones en el resto del Estado, puedan parar a las derechas y a la vez defendernos y corregir estas desigualdades. Y claro, esos tres vacíos son los que ha ocupado Moreno Bonilla. Y por eso es tan doloroso comprobar que el pueblo sale ahora con banderas de España contra la amnistía cuando antes salía con banderas de Andalucía para pedir la amnistía. Es justamente lo contrario. Y yo creo que lo que está haciendo Moreno es nadar en las aguas que le había preparado ya el PSOE”.
Moreno constató esa reescritura del 4-D, una vez más, en el cierre de su discurso durante el debate del estado de la comunidad: “Quién nos iba a decir, 46 años después, que íbamos a tener la necesidad de alzar de nuevo la voz para decir algo como que los andaluces no somos españoles de segunda; quién nos iba a decir que tendríamos que salir a la calle con el mismo ímpetu y firmeza que lo hicieron nuestros padres y abuelos […] Que tendríamos el riesgo de la España a dos velocidades que se intentó diseñar por aquel entonces”. Y, tras este intento de conversión de un 4-D andalucista a un 4-D españolista, saludó con respeto las “manifestaciones pacíficas” convocadas el día 3, la víspera del Día de la Bandera, un día inexistente en el calendario oficial hasta la llegada del PP. “Ahí deberíamos estar todos por encima de las diferencias. No quiero que en nuestra sociedad se construyen muros ideológicos, yo no quiero andaluces buenos y andaluces malos, yo quiero Andalucía. Demos ejemplo: frente a tanta división, apostemos por la unidad, frente a la insolidaridad, apostemos por la igualdad y la solidaridad, y siempre, siempre al lado de Andalucía”. Fue el discurso con el que inició su victoria absolutísima aquella misma noche, la nueva crónica de un sueño hecho realidad. Y ahí ha estado este 3 de diciembre, entre banderas españolas y andaluzas.
El principal enemigo para el andalucismo, concluye con rotundidad Antonio Manuel, no se encuentra en estas palabras, sino en la izquierda. “Es la propia izquierda centralista la que no ha querido que el andalucismo triunfe en Andalucía”, sostiene tras hacer un repaso muy crítico por las rupturas a la izquierda del PSOE.
Andalucía tiene lo que se merece,pobreza,incultura, borreguismo,bajunerio, y Bonilla,porque es un pueblo que no lucha por su identidad, su cultura,….. la conciencia política es nula ,la lucha callejera está desapareciendo, los partidos reformistas incluido anticapitalista son unos parásitos del sistema y se han encargado de matar la lucha obrera. Ni muriéndose de hambre el pueblo andaluz luchará, ha quedado muy atras este pueblo orgulloso ,luchador, revolucionario,…. ahora a vivir de sueldos de mierda en trabajos precarios, atendiendo a turistas borrachos e irrespetuosos. Así que con este panorama queda Bonilla para rato, destruyendo sanidad pública, la educación, el ecosistema,…. alegria qué esto es Andalucía, y os lo dice un gaditano.salud y anarquia