Análisis | Opinión

Ecuador: el reto de construir una mayoría

La incertidumbre y la falta de seguridad han marcado las elecciones en Ecuador, donde Daniel Noboa, hijo del empresario más rico del país, ha vencido a la maquinaria correísta.

Daniel Noboa, en una imagen difundida en sus redes en el colegio electoral, es el nuevo presidente de Ecuador.

Ecuador ha vivido un proceso electoral anómalo. Y es que las elecciones presidenciales no debían realizarse hasta febrero de 2025, pero la falta de apoyo político de Guillermo Lasso en la Asamblea Nacional desembocó en una muerte cruzada que ha comportado un avance electoral. Un nuevo poder legislativo y un nuevo jefe de Estado y de gobierno que tendrá que guiar el destino del país desde el 15 de diciembre de 2023 hasta mayo de 2025 –cuando tome posesión un nuevo mandatario–. La excepcionalidad de los comicios encierra un regalo envenenado para el nuevo inquilino del Palacio de Carondelet: la capacidad para impulsar el crecimiento económico del país en un contexto de inestabilidad institucional. ¿Será capaz Daniel Noboa, el presidente más joven de la historia del país, de no reeditar los fracasos de su predecesor?

El escenario general, en cualquier caso, ha sido muy similar al de las elecciones de 2021, que llevaron a Lasso a la presidencia. El correísmo cuenta –y contaba– con un movimiento movilizado y activo alrededor de la figura del expresidente Rafael Correa; además, este 2023 ha podido concurrir con su propia marca electoral –Revolución Ciudadana– debidamente legalizada. La decisión de optar por una candidata como Luisa González –más desconocida que Arauz– se puede leer como una voluntad de difuminar la imagen negativa del expresidente, al tratarse de una política que hasta el momento no había estado en primera línea.

Este hecho, sumado al perfil menos progresista de la candidata –especialmente en materia de derechos civiles y en cuestiones de conciencia–, puede haber servido para ampliar el público objetivo capaz de votar la candidatura de la Revolución Ciudadana. En 2021, Arauz se quedó a las puertas de la Presidencia (47,64%), arrastrando seguramente parte de esa imagen negativa que aún persigue al expresidente Correa y a sus partidarios; fruto de la polarización y de las sucesivas campañas de sus rivales políticos. Por su parte, la abogada Luisa González ha obtenido alrededor de un 47,9% de los votos, según los datos provisionales; un resultado que mejora el de 2021 en porcentaje y en número de votos totales. Insuficiente, eso sí, porque nuevamente la primera mayoría del país no consigue alcanzar la presidencia.

La incertidumbre ha marcado el proceso electoral. El asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio ha puesto de manifiesto una importante grieta en la capacidad del Estado para garantizar la seguridad ciudadana. El hecho es que las instituciones ecuatorianas han perdido capacidad de incidencia desde que, durante su mandato, Lenín Moreno impulsara medidas de desmantelamiento del poder público. Estas políticas, continuadas por Guillermo Lasso, fueron causa de las importantes protestas ciudadanas de 2019. Las instituciones, hoy en día, no han sido capaces de dar respuesta a aquellas reivindicaciones. En cambio, las organizaciones criminales han sabido incrementar su presencia en las calles y su capacidad de influencia, también sobre algunos sectores políticos. Este hecho es una triste novedad y contrasta con lo que era tradicional en Ecuador en materia de seguridad y de orden público.

El representante del empresariado

Durante la campaña, el candidato Daniel Noboa Azín se presentó como el aliado de la economía del país –y, de hecho, es el gran representante del empresariado del país–. La experiencia de la presidencia de Lasso ha sido negativa a nivel institucional, de manera que Noboa ha intentado distanciarse del eje principal que ha regido la política ecuatoriana desde hace casi dos décadas: el correísmo y sus detractores. Noboa ha hecho propuestas novedosas en el ámbito de la derecha ecuatoriana, como la gratuidad de las guarderías o un sistema público de financiación a la compra de vivienda.

En cualquier caso, Noboa ha querido mostrarse como un político preocupado por el empleo y por la seguridad; dos de las cuestiones que más preocupan –según todas las encuestas– a los ecuatorianos y ecuatorianas. En el ámbito de la seguridad, Noboa pretende que el Estado plante cara a los grupos organizados que se sitúan en la frontera del país, así como invertir en tecnología de vigilancia para reducir su influencia. 

Un aspecto controvertido de la candidatura de Noboa ha sido su compañera de fórmula electoral: Verónica Abad. La vicepresidenta electa representa a los sectores más conservadores del país y en ocasiones ha sido escondida por el flamante nuevo presidente, a causa de sus polémicas declaraciones. Abad ha negado la existencia de la violencia de género y de los feminicidios, ha cuestionado la gratuidad de la educación y ha afirmado que el Estado promueve “que las mujeres se divorcien”. En sus redes sociales, además, en el pasado dio apoyo al partido español VOX y al expresidente brasileño Jair Bolsonaro.

No debemos ignorar, además, la cuestión generacional. En un contexto de hastío y desafección con la política, parece que Noboa (35) ha sabido encarnar una nueva hornada de representantes públicos. Aun siendo hijo del empresario más rico del país, dio la sorpresa en primera vuelta y supo recabar los apoyos necesarios para posteriormente vencer a la maquinaria correísta, que partía con la ventaja de tener 52 diputados en la Asamblea, las alcaldías de Quito y Guayaquil y diversas prefecturas. La fuerza liderada por Noboa, en cambio, obtuvo poco más de una decena de miembros de la Asamblea y no dispone de una representatividad social e institucional que sirva de apoyo al breve mandato que afrontará el nuevo presidente.

La debilidad de Noboa está servida. Dispondrá de un mandato brevísimo de poco más de un año y necesitará del apoyo de una Asamblea Nacional, en la cual tendrá que buscar apoyos entre sus recientes contrincantes. Estos comicios no cambian el panorama político; lo difícil será construir una mayoría suficiente y estable capaz de otorgar estabilidad al poder ejecutivo. La gestión del nuevo presidente deberá centrarse en restaurar un cierto orden, apoyado en los casi cinco millones de votos que ha obtenido en esta segunda vuelta.

¿Cómo construirá Noboa una mayoría política estable, si en febrero de 2025 los ecuatorianos estarán llamados, de nuevo, a las urnas? Sin duda, la llegada del joven presidente a Carondelet da el pistoletazo de salida a una infinita precampaña electoral donde el correísmo volverá a postularse para recuperar el poder. El presidente también ha anunciado ya su voluntad de presentarse a la reelección. ¿Llegará Noboa en condiciones de disputar, de nuevo, la Presidencia?

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