Sociedad
Un refugio para las víctimas colaterales del alcoholismo
María, viuda de un hombre que no logró superar la enfermedad, narra cómo recuperó su vida con la ayuda de otras personas en su misma situación a través de Al-Anon.
Lleva un broche de mariposa en la solapa de su jersey de primavera. Es pequeña, tiene el cabello blanco y una sonrisa discreta. Pronto cumplirá 81 años. Viaja en el metro con un paraguas entre las manos decorado con mariposas de colores, que lleva dentro de una bolsa de plástico alargada. Afuera llueve, y en la reunión de Al-anon le dieron esa bolsa. Dice que allí siempre la cuidan o ella cuida. Es su refugio. Ha sido su tabla de salvación. Allí fue donde hace 37 años volvió a nacer: “Yo celebro dos cumpleaños siempre. El de mi nacimiento y el de mi renacimiento. El día que yo, por fin, pedí ayuda y encontré ese lugar, ese día, volví a vivir”.
María* es la viuda de un alcohólico. Tardó muchos años en darse cuenta. Según asegura, su marido, como muchas de las personas que viven con esta enfermedad, llevaba dos vidas: “Los alcohólicos pueden tener dos personalidades, como esa historia del doctor Jekyll y Mr. Hyde. En el trabajo, personas ejemplares, buenos trabajadores; y en casa, alcohólicos perdidos, maridos ausentes, padres lejanos”.
María llevó por muchos años una vida de mosca atrapada en una telaraña, así lo describe ella: “Hasta que no te das cuenta de que no es normal lo que te pasa, que no es tu culpa, que hay otras maneras de vivir, sigues allí sobreviviendo. Sigues intentando entender lo que pasa, eres una mártir y cada vez estás más y más hundida. Yo llegué a un momento en que no quería vivir. No le veía sentido a nada”.
Cuando el alcoholismo no es severo, al punto de vivir en la calle y dejar de ser personas funcionales, es mucho más difícil de aceptarlo y de asimilarlo. Por cada persona con trastorno por alcoholismo hay cerca de 8 personas a su alrededor afectadas por la enfermedad. La patología suele centrarse en los alcohólicos y en su problema, que es fundamental, pero es menos común poner el foco en sus familias, esas personas que rodean al enfermo y que pasan a ser también víctimas del alcohol. Aunque no lo consumen, las consume.
María llegó a un punto de no retorno. Estaba dispuesta a quitarse la vida. No había ni un rastro de autoestima en ella. Tenía tres hijos y esa era la razón por la que soportaba su cotidianidad. La violencia era verbal, psicológica, nunca le pegó, pero siempre tenía las palabras perfectas para herirla, los golpes verbales eran muy dolorosos. “Ese tipo de cicatrices que no se ven, pero que están allí, que las sientes y que siempre están abiertas, cicatrices de esas que no se curan”.
Hasta que un día, con las esperanzas perdidas, una crisis muy fuerte le sacudió la vida por completo: el suicidio de un familiar joven. Y este hecho la ayudó a darse cuenta del daño que podría hacerle a sus hijos si tomaba ese camino. “Me sentía como un volcán a punto de la erupción pero, cuando iba a explotar, mi marido me pedía que me calmara; él nunca gritaba, odiaba que la gente subiera la voz, así que yo me calmaba, pero explotaba por dentro”. En paralelo, ocurrieron dos hechos más: la enfermedad de su suegra y la revelación de un secreto de familia. Golpes que la llevaron a pedir ayuda. “Una buena crisis a tiempo, te puede salvar la vida”.
Lo primero que hizo fue llamar a Alcohólicos Anónimos. Pedía ayuda para su marido. Pero, en realidad, era para ella. Allí fue donde escuchó por primera vez sobre Al-anon, ese refugio que la salvó. Una institución sin ánimo de lucro que se dedica a dar apoyo y soporte psicológico a familiares y amigos de personas alcohólicas.
Grupos de apoyo autogestionados
Fue fundada en Nueva York en 1951 por Lois Wilson, esposa del cofundador de Alcohólicos Anónimos (AA) Bill Wilson. En España se empezaron a crear grupos en 1963 y actualmente hay cerca de 300. Este sábado 7 de octubre se celebrarán los 60 años de Al-anon en España, con una reunión abierta en Barcelona, en la Casa del Mar. Al-anon tiene grupos de apoyo en 115 países. Se reúnen de manera anónima para compartir experiencias de vida. No profesan ni practican ninguna religión.
Los grupos no cuentan con profesionales de la salud a cargo de los espacios. Son grupos autogestionados de apoyo, unidos por las ganas de recuperarse, de aceptar la realidad que viven, de no querer cambiar lo que no está en sus manos, de dejar de ser víctimas y mártires. Una apuesta por volver a ser, con la ayuda del grupo, parte de la comunidad. Una manera de confirmar que no se está solo. Que otras y otros han pasado o pasan por situaciones similares. No obstante, estos encuentros son compatibles con toda clase de asesoramiento y tratamiento médico.
Siguen los tres legados de la recuperación: los 12 pasos (los mismos que emplean los AA), las 12 tradiciones y los 12 conceptos. La institución también cuenta con un grupo especial para la asistencia y apoyo a jóvenes: Alateen. No se paga una cuota de socios y nadie tiene la obligación de hablar. No se habla de política, ni de religión. La única condición para asistir a las reuniones es tener un familiar o amigo cercano que sufra la enfermedad. Antes de asistir a una reunión se tiene una entrevista con quienes gestionan el grupo. Luego la persona es invitada a participar. Si lo necesita puede solicitar una madrina o un padrino para la adaptación al grupo. “Cuando llegas, todo es nuevo y te suena a chino, te acogen, te comprenden y cada vez que llega alguien nuevo sabes por lo que está pasando. Tú ya pasaste por ahí, es un recordatorio de cómo estabas y de cómo no quieres volver a estar nunca más”.
Un trabajo y una petición de divorcio
Desde que renació, María volvió a tomar con fuerza su vida. Tenía 44 años en ese momento. Buscó un trabajo como secretaria y empezó, poco a poco, a recuperarse. A los 50 años se sacó el carné de conducir, compró un coche y le pidió a su marido el divorcio. “En casa siempre estábamos jugando un partido de tenis y, desde que entendí que yo no tenía que participar, él se quedó jugando solo con el frontón. En Al-anon nos dicen que no debemos decir cosas que no podemos cumplir. Si decimos que nos queremos separar es porque queremos y podemos hacerlo, y yo lo vi muy claro”.
A casa llegó del juzgado la carta citando a su marido para la demanda de divorcio. Ella no le había contado nada. Hasta ese momento él no se había dado cuenta de que ella iba en serio. No aguantaría nada más. Él pidió una oportunidad. Intentaría mejorar. Y María se la dio. “Todos merecemos una segunda oportunidad”. Él no dejó del todo el alcohol, sólo los últimos años de su vida bajó un poco el consumo, pues las pastillas para otras patologías le impedían beber. No cambió del todo. Vivió encerrado toda la vida. “Esas personas que pasan por encima sin vivir de verdad, como que sólo respiran. Esa fue su vida”. La enfermedad lo acompañó hasta su muerte.
María en cambio renació, volvió a poner el foco en ella. Volvió a ir al cine, al teatro, a viajar, con él o sin él. Empezó a recuperar su autoestima y la alegría de vivir. Sigue asistiendo cada semana a las reuniones de Al-anon, es una militante de la causa. “Nuestro grupo se llama ‘Renacer’, y es lo que sentimos cuando nos recuperamos. El logo de Al-anon oficial es un triángulo con un círculo, pero el logo que nosotras tenemos fuera de la institución es el dibujo de una mariposa. Aquí hacemos nuestra metamorfosis, dejamos de ser gusanos y volamos”.
* Nombre ficticio para respetar su anonimato.