Cultura

‘Working Class Hero’: más que héroes de la clase obrera

La canción de Lennon apela al abuso de poder ante el que parece que nada se puede. "Y por eso, como oposición a esa apisonadora de todos los días, quizá lo mejor sería despertar y quejarse como esos héroes de la clase obrera", escribe Mario Amadas.

Portada del disco ‘John Lennon/Plastic Ono Band’.

«¿Victoria es clase obrera? David Beckham hace la verificación de datos», escribe Netflix en X (antes Twitter) sobre un fragmento del documental que acaba de estrenar y que se está haciendo viral en las redes sociales. La conocida cantante de las Spice Girls sale en cámara diciendo que su familia era de clase obrera. El exfutbolista le pide que sea honesta. Y la ahora diseñadora admite, finalmente, que su padre tenía un Rolls-Royce en los años 80.

En los setenta, John Lennon estrenó Working Class Hero, una canción que continúa siendo actual en forma y fondo. Y eso es lo bueno. Que no es solo la letra de Working Class Hero, de John Lennon, lo que nos habla del mundo laboral y social en que vivimos. También es la guitarra acústica, tan deudora del Freewheelin’ Bob Dylan (de Dylan); es esa parca, percutidora, cíclica guitarra, con unas primeras notas como golpes en la pared, como golpes en la puerta cerrada del jefe, lo que nos habla de una confrontación, de un conflicto en una atmósfera lúgubre, asfixiante. Son unas notas preparatorias, casi ritualísticas, y esa cuerda tocada así, al aire, suena como una advertencia.

¿Qué nos dicen, esas notas, del mundo laboral? Esas notas y el rasgueo de los acordes son la crispación y la aspereza del trato que se recibe en el trabajo, y se repiten en la canción sin grandes variaciones: espejean la eterna repetición de lo mismo en la que estamos inmersos todos los días, como Sísifos anónimos y cumplidores. Guitarra y voz y el silencio que las envuelve son, aquí, vibraciones afines, desencantadas, pero críticas.

Siempre la he visto así, como una música golpeada, que nace como resultado de la rabia, por eso se expresa como a oleadas, como defendiéndose contra la agresión del trabajo. Si vaciáramos la canción de su texto, quedaría esta música arisca, de contraataque. Es así que se erige la música misma en denuncia del trabajo entendido como espacio de dominación. La música es la representación metafórica de ese antagonismo: las cuerdas quinta y cuarta destacan al inicio como golpes, como conflictos, y luego cae para abajo el rasgueo como reacción a esos golpes.

Y no es tanto que nos pida Lennon que seamos, exactamente, héroes de la clase obrera (signifique eso lo que signifique); es que está pintando un panorama en el que lo mejor que podemos hacer, por oposición a las injusticias que luego describirá, es convertirnos en constante molestia para quienes toman las decisiones. Es algo a lo que aspirar. El problema es el poder, y oponerse a ello es un riesgo. Eso escenifica, con su música y su letra, esta canción, que es un campo de batalla. No iba a ser dulce y melodiosa.

Ya en el primer verso hay un they que no especifica, y mejor así: la identidad de ese ‘ellos’ puede cambiar, pero no cambiará el hecho de que exista un ‘ellos’. Un ellos que tendrá poder y se impondrá sobre la mayoría. Te harán sentir pequeño, dice Lennon con esa voz alejada de las estridencias, por otra parte tan emocionantes, del final de Don’t let me down; con esa voz acechante nos dice que no nos darán tiempo (que es lo único que necesitamos). Porque el dominio del trabajo, y de las élites que toman las decisiones en el trabajo, es tanto, que toda tu vida se acaba convirtiendo en consecuencia de lo que vivas en el trabajo. Mejor o peor, pero será la consecuencia de lo realmente decisivo en tu existencia.

Abuso de poder

Lo que ocurre es que el tiempo que sí tenemos está condicionado por el trabajo, y todo lo demás se empequeñece, como dice la canción –este cantado poema de hartazgo– til the pain is so big you feel nothing at all. Esa narcotización de la existencia en la que pseudovivimos es por las jornadas excesivas, por el abuso de poder que presenciamos todos, todas las semanas, en nuestros centros de trabajo. Y por eso, como oposición a ese desgaste, a esa apisonadora de todos los días, quizá lo mejor sería despertar y quejarse como esos héroes de la clase obrera. Lo heroico sería sólo intentarlo.

Pero sigamos: retrocedamos en el tiempo. Lennon tiene razón: esto no es una novedad de cuando, ya mayores de edad (o no), ingresamos en el asilvestrado mundo laboral. Estos abusos ocurren en el colegio, o pueden ocurrir en casa, y en todos estos entornos sabrás si te odian o si te envidian y sentirás ese desgaste, ese peso cayendo sobre ti, el resto de los días de tu vida. Esta canción apela a ese abuso de poder ante el que parece que nada se puede. Y todo ese entramado de normativas y exigencias, presentes en las instituciones, hará que te creas que estás loco, pero no, al contrario, sentirás ese peso por la lucidez de quien ha sabido ver la falsedad de lo que se impone como válido, como verdadero.

Estudiar, que puede alargarse veintipico años, se ve en la canción como tortura, como parte de unas políticas del miedo. Si no eres como te decimos que seas, mal vas. La alternativa es el estatus crítico que pide Lennon. Ante ese mundo de obligaciones, you can’t really function, you’re so full of fear. Eso es lo trágico: que no funcionas, que algo en ti no va como debería por el miedo a las consecuencias y porque no puedes no pagar tus gastos. Es un círculo vicioso que no tiene fin.

Y si a eso le añadimos el ocio masificado, el control que sobre nosotros tienen religion and sex and TV, la humanidad se funde en un todo del que cuesta mucho salir. Y a lo que incita Lennon no es tanto, como digo, a ser héroes y heroínas de la clase obrera, sino a darse cuenta, primero, de que hay unos muros, y a ser consecuentes, después, con ese aprendizaje. A darnos darse cuenta de que un trabajo, un colegio o una universidad no tienen por qué ser el espacio de dominación y desánimo y desesperanza que hemos visto que son. Porque si para ser libres hay que plegarse, si para tener tiempo hay que ser parte de esas élites que imponen el modus operandi de las instituciones y los trabajos y hay que sonreír mientras matas, entonces necesitaremos otra idea de libertad, otra manera muy distinta de vivir para no caer dóciles antes la maquinaria laboral.

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