Cultura
David Rubín, el dibujante que le prendió ‘fuego’ al cómic español
El autor de ‘El fuego’ renunció a participar en unos premios en los que no había mujeres nominadas. Su gesto, sin duda, se tendrá en cuenta en el futuro. Su obra, por otra parte, es monumental.
Para los no aficionados al cómic el nombre de David Rubín (Ourense, 1977) era completamente desconocido hasta hace un par de semanas. En cambio, para los iniciados en el noveno arte Rubín es una estrella. Lleva dos décadas dibujando historietas aclamadas por la crítica, participa en todos los festivales internacionales, trabaja para la industria estadounidense y hasta ha sido nominado al premio Eisner, el llamado «Oscar de los cómics». Pero su disciplina sale en contadas ocasiones del nicho de los connoisseurs para alcanzar al gran público. Rubín, decíamos, era un desconocido hasta hace poco. Sin embargo, un día decidió hacer un gesto con un profundo significado: renunció a participar en los premios de la Crítica de Dolmen Editorial, cuyo comité de selección había nominado su álbum El fuego (editado por Astiberri) como uno de los mejores trabajos del año. Lo hizo porque no había ninguna mujer candidata en las categorías en las que él competía. Y entonces, sí. Entonces Rubín se convirtió en mainstream.
Como sabe cualquiera que haya expresado en voz alta su feminismo (un aspecto que hace enfurecer a las masas mucho más que cualquier otra posición política), el historietista gallego provocó un tsunami de reacciones hostiles en las redes. Unos malinterpretaron su decisión; otros directamente le insultaban. Él dejó claro que no acusaba al jurado de machismo, que se trataba simplemente de un toque de atención. Rubín quería señalar una deficiencia: el olvido (a menudo inconsciente, lo que no le resta gravedad) a la hora de valorar el trabajo de las mujeres. Porque candidatas al premio las había, y a montones además. El propio autor se encargó de mencionar a sus historietistas favoritas, entre las que están Anabel Colazo, Nadia Hafid, Sara Soler, Laura Pérez, Genie Espinosa o Núria Tamarit. Y fue aún más específico: «Me parece increíble que el mejor cómic que he leído este último año, Por culpa de una flor, de María Medem, no esté nominado». Otros tres autores tomaron nota y optaron también por rechazar sus nominaciones. Fueron Miguel Ángel Giner Bou, Nadar y Javi Rey.
Finalmente, la organización del premio no ocupó los huecos dejados por Rubín con otras autoras como él habría querido (pensemos que, como dice la editorial, fue efectivamente por que las votaciones ya estaban en marcha y era imposible realizar ese cambio), pero recibió el mensaje alto y claro. Aunque ahora se defiendan enérgicamente, es poco probable que en futuras ediciones vuelvan a obviar las obras de dibujantes y guionistas mujeres. Así que Rubín, en cierta forma, ha ganado esa batalla. El premio Dolmen a la mejor obra nacional no lo ganó, claro. Ese lo ganó Ronson, de César Sebastián, otro cómic extraordinario. Pero esa es otra historia.
Un cómic incómodo
El fuego, el título por el que fue nominado y con el que también fue candidato en el último Salón del Cómic de Barcelona a la mejor obra nacional, se publicó en 2022 y subyugó a expertos y a críticos. También, en buena medida, al público, lo que resultó una sorpresa para el propio autor, ya que no es un cómic fácil. «Me sorprendió que funcionara tan bien desde el principio. Porque no es un cómic hecho para gustar. Yo no lo hice para que la gente disfrute mientras lo lee. Al contrario, lo hice para que sufra», bromeaba en su presentación en la Librería Universal, en Barcelona. «Es un tebeo que te hace sentir mal al leerlo, que te suscita un montón de preguntas incómodas».
Deliberadamente críptico (aunque quizás sería mejor decir ‘simbólico’), El fuego está abierto a diferentes interpretaciones y lecturas. La obvia (bajo la que se ocultan un montón de reflexiones vitales, políticas y hasta filosóficas) habla de un meteorito que se acerca a la Tierra y que impactará con ella en cuestión de meses. La destrucción del planeta está asegurada. Antes de que eso ocurra, Alexander Yorba, un afamado arquitecto capaz de convertir «los sueños en realidades de cemento y cristal», es contratado para diseñar y construir un refugio en la Luna en el que la humanidad podrá salvarse y reiniciar la civilización desde cero. Aunque, en realidad, no sería desde cero: sólo las élites, con muchísimos ceros en sus cuentas corrientes, tendrían acomodo en la colonia lunar. Yorba, en un momento de lucidez trágica, renuncia a continuar con el proyecto. Renuncia, pues, a sus privilegios (otra lectura abierta a la polisemia), y no son pocos: «En un mundo que se desmorona, los arquitectos somos estrellas del rock», dice. Ese es el punto de partida de su paseo apocalíptico por un mundo condenado.
Fernando de Felipe, uno de los gurús del cómics español en los años ochenta y voz autorizada en la materia, dice en el epílogo del álbum que El fuego es «una auténtica obra maestra». Compara su desesperación con el cine de Lars von Trier y Andréi Tarkovski. Se muestra conmovido por la intensidad arrasadora del relato. Pueden parecer palabras grandilocuentes dedicadas a un amigo pero se ajustan perfectamente a la realidad. El fuego es una barbaridad.
Todo arde
Cuenta Rubín que esta historia llevaba diez años creciendo en su cabeza. Puede parecer otra exageración… hasta que se abre el libro. Ha logrado un equilibrio narrativo perfecto que huye de la crítica fácil a un sistema económico demencial. Está ahí, claro, y en todo momento, pero no en primer término. También muestra los estragos del cambio climático (Ámsterdam, por ejemplo, es una ciudad funcional aunque completamente submarina por culpa del deshielo de los polos), pero como telón de fondo a la tragedia del protagonista. Y ésta no es únicamente personal; Yorba es un epítome de todos los males del mundo moderno: los sentimentales, los psicológicos, los familiares, los laborales… Asimismo, el fuego que llueve sobre la Tierra es metafórico sólo en parte: los fenómenos meteorológicos extremos están efectivamente abrasando el mundo de punta a punta, de la misma forma que, políticamente hablando, arde la sociedad (la digital y la real) ante cualquier debate.
Rubín ha depurado de forma exquisita esa impugnación furiosa del neoliberalismo que era Gran Hotel Abismo, el cómic que firmó junto a Marcos Prior y que equivaldría a una continuación del ¡Indignaos! de Stéphane Hessel que bien podría llevar por título el más explícito de ¡Arrancadles la cabeza! En aquél los escudos de la policía antidisturbios llevaban publicidad de Paypal; en El fuego los rascacielos que emergen de las aguas lucen los logos de las grandes empresas tecnológicas, desde Google a TikTok. Cada viñeta deslumbra, en el fondo como en la forma.
Porque más allá del mensaje, que es de una densidad aplastante, visualmente hay recursos narrativos geniales. El autor consigue, por ejemplo, dar movimiento a los personajes dentro de un fondo fijo, convirtiendo así un paseo por Roma en una especie de travelling cinematográfico. Y ése es sólo uno de los muchos impactos artísticos que recibe el ojo cuando abre el cómic. Se entiende que tardara diez años en darle forma. El fuego de Rubín es, desde cualquier punto de vista y más allá de los premios, una obra inabarcable.
Typical Spanish: Menos cultura y más toros.
1.820 pueblos de España destinan al menos 42 millones de euros cada año a la financiación de las fiestas crueles con toros. Y podría ser mucho más.
Una información pionera, nunca antes ofrecida al público, demuestra que la tauromaquia ya no existiría en nuestro país si no fuera por la enorme inyección de fondos públicos que recibe. A pesar de que la mayoría de la ciudadanía de España rechaza los espectáculos crueles con los animales, estas ayudas siguen llegando de manera ininterrumpida.
Muchos ayuntamientos ocultan su apoyo a la tauromaquia, escondiendo las partidas económicas debajo de la alfombra de subvenciones indirectas y disimulándolas en enmarañados presupuestos de fiestas. No existe transparencia en este sentido, por mucho que la letra de la ley lo obliga.
Existe una gran opacidad sobre la facturación del sector y la parte de su financiación que proviene de las administraciones. Quieren seguir fomentando la barbarie sin que se note, como si les avergonzara.
https://www.fiestascrueles.org/es