Crónicas | Sociedad
Violencia en el trabajo: los agresores mantienen sus puestos; las víctimas se van
Un estudio centrado en Finlandia muestra cómo esta violencia tiene menos consecuencias para los agresores y peores consecuencias para las víctimas si éstas son mujeres. La causa de fondo es el mayor poder económico de ellos sobre ellas y las jerarquías empresariales masculinizadas.
La violencia entre compañeros de trabajo tienen consecuencias muy diferentes si la víctima es una mujer, tanto para ella como para el agresor. El estudio Violencia contra las mujeres en el trabajo, que acaba de ser publicado en The Quarterly Journal of Economics, muestra que, tras un “incidente violento”, las víctimas experimentan una caída inmediata en el empleo que persiste durante al menos cinco años. Pero se produce una asimetría muy grande según el caso.
Si tanto el agresor como la víctima son hombres, los resultados son “los que cabría esperar”: los agresores experimentan repercusiones negativas significativamente mayores que sus víctimas: las tasas de empleo caen 12,3 puntos porcentuales para los agresores y 7,5 puntos porcentuales para las víctimas. Sin embargo, cuando el agresor es hombre y la víctima es mujer, el empleo del agresor cae solamente una media de 7,1 puntos porcentuales en los cinco años siguientes al incidente; mientras que el empleo de las víctimas mujeres cae 9,1 puntos porcentuales.
La diferencia también es evidente cuando se comparan los impactos de la violencia en el trabajo con el impacto de la violencia hacia mujeres que no son colegas: los hombres que atacan a compañeras tienen significativamente más probabilidades de mantener sus trabajos en comparación con los hombres que atacan a mujeres que no son compañeras de trabajo.
Poder económico más alto de los agresores
La causa de fondo de todo ello, según el estudio, es el poder económico de los agresores, siempre más alto que el de las víctimas, y que hace, igualmente, que los hombres que agreden en el trabajo tengan consecuencias sustancialmente más débiles que las propias víctimas. Este dato se constata de manera muy palpable cuando se vuelve a comparar la violencia de hombres hacia hombres, que se suele producir entre compañeros relativamente iguales dentro de la empresa y, por tanto, no existe un poder económico de uno sobre el otro.
El estudio, que firman Abi Adams-Prassl, Kristiina Huttunen, Emily Nix y Ning Zhang, vincula todos los informes policiales en Finlandia con datos administrativos entre 2006 y 2019 para identificar la violencia entre compañeros de trabajo y las consecuencias económicas para las víctimas, los agresores y las empresas. Este enfoque –aclaran– supera las limitaciones de datos que restringían la evidencia sobre el tema, desde economía, psicología y sociología hasta autoinformes de encuestas, que no permiten identificar a los perpetradores ni la magnitud del impacto, sostienen los autores.
De los más de 4.600 casos de violencia identificados entre compañeros –teniendo en cuenta que sólo el 10% de las agresiones en Finlandia se denuncian a la policía–, el 55% de ellos son agresiones o humillaciones; y el 45% restante son una combinación de ataques corporales, amenazas y otros delitos, incluida la violación. La gran mayoría de los agresores (el 84%) son hombres, mientras que las víctimas se dividen equitativamente entre hombres y mujeres. No obstante, las víctimas mujeres tienen ingresos relativamente bajos dentro de la empresa, en comparación con sus agresores, que son hombres con ingresos relativamente altos.
Además, los tipos de delitos que caracterizan la violencia entre colegas hombres y mujeres también son más graves que los de la violencia entre hombres. “Esto podría ser indicativo de diferencias en la gravedad subyacente según el género de la víctima o de un umbral más alto para denunciar en el caso de hombres y mujeres”, añaden los investigadores, que insisten en que todas las estimaciones se aplican al contexto finlandés: “Los países nórdicos son a menudo promocionados como modelos a seguir para la igualdad de género. Sin embargo, incluso en estos países, el movimiento #MeToo inició una conversación sobre la prevalencia del acoso y la violencia en el entorno laboral y cómo deberían adaptarse las políticas para abordar estas cuestiones. Por lo tanto, creemos que la validez externa de este análisis es bastante amplia. En países con menos énfasis en la igualdad de género, la asimetría en los impactos podría ser aún más clara, aunque sería útil realizar investigaciones adicionales si los datos están disponibles”.
En España se está viviendo actualmente el movimiento #SeAcabó, originado tras el beso del ya expresidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) Luis Rubiales a la jugadora Jenni Hermoso, por el que ha sido acusado de agresión sexual y coacciones. Las futbolistas, que vienen denunciando situaciones de discriminación y despotismo dentro de una organización dominada por hombres, se han llegado a exponer incluso a sanciones ante la negativa de la RFEF a realizar los cambios estructurales que pedían. Dos de ellas, que fueron convocadas por la seleccionadora Montse Tomé, decidieron no acudir a la cita de la Nations League: «No estamos en condiciones». Hermoso, por su parte, no fue convocada como una supuesta medida de protección. «¿Protegerme de qué? ¿O de quién?», respondió en un comunicado a la RFEF.
Los agresores tienen menos probabilidad de mantener sus puestos en las empresas dirigidas por mujeres
El estudio finlandés también muestra el impacto de la violencia en la propia organización de la empresa y cómo estas agresiones causan, paradójicamente, una disminución en la proporción de mujeres en la plantilla. Y se produce por dos factores: uno, porque se contratan menos mujeres nuevas; y dos, porque las mujeres empleadas se van. Es decir, tras episodios de violencia de hombres a mujeres, las empresas se vuelven significativamente más masculinas. Según los resultados del informe, las empresas donde se producen incidentes violentos son más grandes y pagan salarios más altos de media. Tienen una proporción similar de empleadas antes del incidente y tienen aproximadamente la misma probabilidad de estar dirigidas por mujeres en comparación con todas las empresas de Finlandia.
En la marcha de trabajadoras, dice el informe, la dirección desempeña un papel clave: únicamente las empresas dirigidas por hombres pierden mujeres. Por el contrario, cuando las empresas están dirigidas por mujeres, los agresores tienen menos probabilidades de permanecer en sus puestos. El abandono de mujeres fomenta, a su vez, la perpetuación de lugares de trabajo dominados por hombres, donde “la dirección masculina permite repetidamente que los perpetradores de violencia entre hombres y mujeres sigan empleados a expensas de las empleadas”.
Por otra parte, las tasas de empleo de las víctimas caen siete puntos porcentuales más cuando el agresor es un gerente. Sin embargo, los gerentes agresores tienen seis puntos porcentuales menos de probabilidad de estar desempleados cinco años después del incidente. “Por lo tanto, el poder del perpetrador dentro de la empresa juega un papel importante en la determinación de los impactos de la violencia entre colegas […] y estos resultados sugieren que las políticas de apoyo al ascenso de mujeres en la jerarquía ocupacional pueden ayudar a mitigar estos problemas asimétricos”, defienden los autores.
En esa línea, destacan una conclusión optimista: las empresas dirigidas por mujeres son capaces de mitigar los impactos de la violencia de hombres a mujeres en el trabajo. “Lo logran, en parte, porque tienen más probabilidades de obligar a los perpetradores de estos crímenes al desempleo. Una posible interpretación es que las mujeres directivas tienen menos tolerancia hacia la mala conducta, independientemente del género de la parte que comete la agresión”. En otras palabras, dice el estudio, los directivos hombres pueden ser más proclives a perdonar a los agresores masculinos.
Como reflexión general, el estudio determina que las mujeres víctimas de violencia en el lugar de trabajo tienen pocos incentivos económicos para denunciar los hechos, cuando se trata de una cuestión importante a la hora de prevenir el acoso en el trabajo: “La falta de denuncias de acoso y violencia a manos de un colega (y en particular de su superior) se concilia fácilmente con la relativa falta de consecuencias profesionales para los perpetradores de actos de violencia”.
Fonsi……………… , pero él es feliz ,je ,je
Salud .
Están a años luz de distancia de España, donde a los agresores se les reducen las penas.