Cultura
El agua como metáfora, como patria y como nación
Lê Thi Diem Thúy firma un relato sensorial y lleno de lirismo en ‘El gánster que todos andamos buscando’, la historia de una niña vietnamita emigrada a EEUU.
Al igual que la protagonista de El gánster que todos andamos buscando, Lê Thi Diem Thúy (Phan Thiêt, Vietnam, 1972), también escapó a los seis años en un bote rumbo a Estados Unidos junto a su padre, poco después de la guerra, en 1978. Aunque ya entonces la guerra hubiera terminado, sus ecos aún resuenan dejando una estela de ruido incesante dentro de las familias: un estruendo que se transmite de una generación a la siguiente. Así será por siempre. Este libro es, sin duda, el dictado desde el ruido, pero también desde el lirismo y de la vocación plástica de su autora: “Cuando mi padre cantaba por las noches y yo bailaba en el patio, mi madre me decía: ‘deja de bailar con tu sombra’. Pero yo estaba bailando con mi hermano”.
Al llegar a California, padre e hija son acogidos por el hijo del hombre que patrocinó su exilio, pero que murió intempestivamente antes de que estos llegaran a Estados Unidos. El hijo había heredado de su padre una colección de miniaturas de vidrio y advierte a los refugiados de que no las toquen, pero la niña de seis años juega con ellas en secreto. La subyuga especialmente un pisapapeles que tiene adentro una mariposa atrapada, como si estuviera viva, esperando escapar de su prisión de cristal. Así que un día decide liberarla, arrojando el pisapapeles y haciendo añicos el resto de las miniaturas, destruyendo toda la colección. Por eso deben irse de esa casa. Aquí El gánster que todos andamos buscando recuerda en su metáfora frágil a El zoo de cristal, de Tennessee Williams, por esa delicadeza traslúcida de sentirse foránea dentro de su propia piel del personaje principal. Si en la obra de Williams, Laura representa todo lo que está fuera de lugar por su marcada cojera y su timidez, en esta novela es la condición de extranjera de su joven protagonista, que de tan despojada no tiene ni un nombre, lo que la hermana en vulnerabilidad poética con las pequeñas piecitas de cristal. El cristal, el agua y los espejos atraviesan figurativamente toda la obra: “A lo largo de la calle, las mujeres colocaban bandejas con pececitos plateados para que se secaran. Los cuerpos de los peces destellaban como espejitos rotos”.
Incluso en estructura y estilo, El gánster que todos andamos buscando huye de las convenciones para conformar un texto de imaginación vívida, sensorial, casi pictórica, ajena a las dos culturas que la habitan, creando una narrativa personal, desplazándose poéticamente, líquidamente, de una metáfora a otra. Es una historia fragmentaria contada a lo largo de veinte años. Durante la narración, la memoria, los lugares y el punto de vista cambian y se entrecruzan, como si el pasado y el presente se derritieran conformando uno solo, dibujando con palabras la fluidez del tiempo y el espacio. Tan pronto se está correteando a las gallinas en una aldea de Vietnam (escuchando su aleteo y sus pasos diminutos sobre la tierra), como, enseguida, en San Diego, California, se observa con horror cómo se tapia una piscina con cemento, convirtiendo en piedra lo que hasta ayer fue agua. El efecto casi litúrgico del simbolismo del agua es un leitmotiv que envuelve durante todo el recorrido. Así, el agua tiene significados ambivalentes, enfrentados, y quizás la respuesta está en la misma portada del libro: “En vietnamita la palabra para ‘agua’ y la palabra para ‘nación’, ‘país’ y ‘patria’ son todas la misma: nuóc”. Así es esta obra, una novela acuosa que también busca ser patria, otro hermosísimo acierto de la nueva editorial Arde.
El gánster que todos andamos buscando
Lê Thi Diem Thúy
Trad. Maria Notó Mora
Arde, 2022
Esta reseña se publicó originalmente en El Periscopio, el suplemento cultural de La Marea. Puedes conseguir un ejemplar en papel aquí.