Cultura
‘Aquel primer encuentro’, por Katixa Agirre
El rincón para la creación literaria de El Periscopio, el suplemento cultural de La Marea. Con Katixa Agirre
KATIXA AGIRRE *
Lo ha visto de lejos, instalándose en esa cueva y, desde entonces, le puede la curiosidad: el nuevo vecino es de pecho y caderas estrechas, medianamente alto, y tiene la frente ancha y recta, las cejas pequeñas. Sí que es curioso el tal Homo Sapiens… Pero parece simpático y nuestro Neanderthal se dirige hacia él, a presentarse. Llama a la puerta de la cueva, con suavidad: clan-clan-clan.
Buenos días, querría decirle a este homo sapiens, bienvenido a Europa, a la Península Ibérica, a Asturias. This land is your land. Pero no le dice eso porque este pedazo de tierra aún no se llama Europa, Península Ibérica, Asturias. Tampoco se ha inventado aún el inglés. Ni siquiera el euskera, imagínate.
Clan-clan-clan.
Si al menos le abriera la puerta, le gustaría decirle: sí, yo también hablo, gracias al gen FOXP2, como tú. Yo también contemplo mi reflejo en la superficie del río. Yo también busco el calor de otro cuerpo cuando estoy triste. Yo también quiero saber qué es exactamente el sol, y por qué se esconde cada noche.
Pero no le dice nada semejante porque, al otro lado de la puerta, no contesta nadie.
Clan-clan-clan, clan-clan-clan, insiste.
El homo sapiens está en el interior de la cueva, tenso. Él también ha visto al Neanderthal a lo lejos. Se parece a los primos que ha dejado en África, pero no es del todo igual: tiene el pecho y las caderas anchas, la frente pequeña, las cejas curvas. Un cuerpo pequeño y ancho, bastante gracioso, la verdad. ¿Pero qué es ese ruido que hace y que llena la cueva de eco?
Clan-clan-clan, clan-clan-clan.
El homo sapiens duda. Le gustaría planificar su siguiente paso antes de abrir la puerta. Es consciente, por supuesto, de que el mundo será suyo. Que al igual que se ha extendido por África, ahora también se hará con Europa y, desde aquí, con toda Asia, y después, mucho después, con América y Oceanía. Hasta su llegada, esos pedazos de tierra no tendrán ni nombre: están a su espera, pues, a la espera de que empiece la Historia.
Pero para ello, no quiere adversarios ni necesita aliados. ¿Qué vibración es esa? ¿Por qué se le mete en el pecho? ¿Por qué sigue creciendo en su interior?
Clan-clan-clan, clan-clan-clan, clan-clan-clan.
Al final, se ha abierto la puerta de la cueva. El Neanderthal y el homo sapiens se han quedado frente a frente. Quizás empiece en este instante la Historia.
Desde entonces han pasado muchas cosas. El homo sapiens ha nombrado el mundo y el Neanderthal se ha vuelto un simple fósil. Según los defensores del Sapiens, que el Neanderthal desapareciera cuando el Sapiens llegó a Europa no es más que una casualidad. Lo que está claro es que hubo un momento en el que las dos especies se encontraron. Y una de ellas siguió adelante, hasta inventar la escritura y las inteligencias artificiales.
Clan-clan-clan, clan-clan-clan, clan…clan…
Para cuando se inventaron la brújula y el cine, el Neanderthal ya estaba extinto. Eso nos dijeron en el colegio (otro de los inventos del homo sapiens). Depués se ha sabido que ambas especies se mezclaron, que intercambiaron genes. Sí, tú, sí, le debes una parte de tu genoma a los neandertales, ¿lo sabías?
Antes de hacerlo desaparecer, el homo sapiens tomó cuanto pudo de su vecino: el gen ese que predispone a la esquizofrenia, ese otro que le ayudará a adaptarse al frío.
Así ha pisoteado el mundo el querido homo sapiens. Así ha inventado las fronteras, las banderas y los barcos. Sin saber, o habiendo olvidado hace mucho, que llevaba en la sangre otra forma de ser humano.
Clan-clan-clan, clan-clan-clan, clan…clan…clan…
Y de ese ritmo han surgido todos los demás ritmos. Y sobre esos ritmos se han construido las armonías. Toda la música del mundo. Las sinfonías, los tangos y las bachatas. Y la próxima vez que sientas esa vibración dentro del pecho, tú, sí, tú, la próxima vez que el sonido crezca y se instale en tu interior, piensa que es tu antepasado Neanderthal queriendo transmitirte su mensaje, desde lo más profundo, cuarenta mil años después…
Existe otra forma de ser humano, ¿lo sientes? ¿Acaso lo oyes?
*Puedes leer el texto original en euskera aquí.