Análisis
El consenso antifascista
El autor de 'Antifascistas' (Capitán Swing) cree que, «es un deber democrático usar todos los medios a nuestro alcance para evitar que el virus postfascista gangrene las ya de por sí débiles democracias»
Este artículo se publicó en #LaMarea92 (enero-febrero 2023). Puedes conseguirla aquí.
Hace aproximadamente dos años y medio, justo cuando empezábamos a salir de los toques de queda y seguíamos con los hospitales a full, en la otra parte del planeta, en los EE.UU., las calles ardían y la gente se echaba en masa a las calles para protestar contra la muerte de George Floyd, el enésimo asesinato racista de la policía norteamericana. El entonces presidente Donald Trump, en su línea, lejos de condenar el crimen, señaló a los manifestantes y advirtió que iba a ilegalizar a «Antifa», aquellos que, según él, estaban promoviendo las protestas. «Antifa» no existe. «Antifa» es la abreviatura de antifascistas. Pero Trump, apoyado por los medios de comunicación afines, dirigió su amenaza hacia un colectivo de personas que, en efecto, compartían un sentir común: que el racismo y el clasismo de la policía estadounidense matan. Y cualquiera que protestara esos días por la muerte de Floyd se convertía automáticamente en un antifascista.
Trump tenía razón. Los que protestaban eran antifascistas, aunque no exista esa organización a la que advirtió que iba a ilegalizar, ni siquiera había una sola organización detrás de todas aquellas protestas espontáneas. Y aunque muchos de ellos ni siquiera se reivindicasen como tal. Fue entonces cuando Magda, directora de La Marea, me llamó para proponerme hacer un especial sobre antifascismo para la revista, un guante que acepté de buen gusto y que nos llevó a publicar una serie de artículos, entrevistas y debates entre los meses de junio y julio de 2020.
¿Qué era el antifascismo? ¿Qué compartían los manifestantes estadounidenses con los antirracistas polacos de Never Again, los anarquistas rusos presos, los mineros ingleses, las feministas, los colectivos de personas racializadas o las redes vecinales en España? A estas y muchas otras preguntas intentaron responden los diferentes autores y autoras de varios artículos que publicamos en un dossier especial sobre el panorama de la ultraderecha global y quienes les estaban haciendo frente desde múltiples escenarios.
Dos años y medio después, las cosas no han ido a mejor. Aunque Trump perdió las elecciones, sus seguidores coronaron su derrota con el asalto al Capitolio, dejándonos claro que estaban (y siguen estando) dispuestos a todo. Lo hemos visto estos siguientes años, cada vez que algún fanático racista o antifeminista ha vuelto a cometer alguna matanza, que hoy además se imitan también en Europa, como el del pasado mes de octubre de 2022 en Bratislava (Eslovaquia) contra un bar LGTBI. También los intentos de asaltar las instituciones por la fuerza cuando por los votos no les salen las cuentas, como planeaba una célula terrorista ultraderechista desmantelada a principios de diciembre en Alemania de la que formaban parte políticos de extrema derecha, policías, militares, jueces y aristócratas.
Las fuerzas de seguridad de varios países, además, han detenido estos últimos años a más ultraderechistas armados, confirmando lo que varias agencias de seguridad vienen alertando desde hace tiempo: la extrema derecha es la principal amenaza para la seguridad y para la democracia. No solo eso, sino que están llevando a cabo en varios países una estrategia de infiltración en las Fuerzas Armadas y en los cuerpos policiales, algo de lo que advirtieron las autoridades de Reino Unido el pasado verano y de lo que en España tan solo se hizo eco La Marea.
Pero no crean que la extrema derecha puede hacerlo sola, y tampoco únicamente mediante las armas o las algaradas violentas. El propio neoliberalismo, cuyos cimientos nunca cuestiona la ultraderecha, es capaz de prescindir de los derechos humanos y hasta de subvertir la propia democracia si hace falta usando cualquier medio a su alcance bajo una apariencia de necesidad y, paradójicamente, emergencia democrática.
Es lo que hemos visto en España recientemente con el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional. Es lo que vemos cada vez que la derecha pierde unas elecciones y se instala en el discurso de la ilegitimidad de las urnas. Y es lo que vemos, incluso con gobiernos que se consideran progresistas, cuando se renuncia a acabar con leyes cada vez más represivas (como la Ley Mordaza) y a poner límites a la obscena acumulación de unos pocos a costa de la precarización de la mayoría. Porque esa progresiva desposesión de derechos y esa pauperización de la clase trabajadora crean el terreno fértil para que la ultraderecha sea la que se lleve el gato al agua, como hemos visto recientemente en Italia, con la victoria de la posfascista Giorgia Meloni.
La extrema derecha no es un fenómeno único, singular e irrepetible. Son las autodefensas de los privilegiados, que adoptan múltiples formas según las circunstancias, y que pueden mutar y tener vida propia cuando no existen anticuerpos, esto es, consensos y mecanismos institucionales que las contengan. De ello hablamos a principios de diciembre durante una entrevista para La Marea realizada junto a la compañera Patricia Simón al reportero Morgan Finssiö, miembro de la revista antifascista sueca EXPO, fundada hace 30 años por el periodista y escritor Stieg Larsson, y dedicada a monitorizar y exponer a la extrema derecha nórdica.
Finnsiö advirtió del carácter transnacional de las extremas derechas, su proyecto global contra los derechos humanos y su coordinación para implementar múltiples estrategias más allá de las fronteras. Ello, comentamos, nos obliga a conectar también las múltiples respuestas que debemos dar ante la amenaza totalitaria y liberticida que nos plantea en todo el planeta, a tejer alianzas que alcancen todos los espacios posibles y a implicar a tantos agentes como nos sea posible.
El antifascismo hoy apela a un consenso democrático que pone los derechos humanos en el centro, que los reivindica como el cimiento de toda democracia, y que se niega a que sean prescindibles y negociables. La ofensiva reaccionaria que pretende cuestionarlos ha sido avalada por las democracias a través de las urnas, por los medios de comunicación que esgrimen el aval electoral, y por una parte de la sociedad que los ha votado, confirmando pequeñas victorias en su encarnizada batalla cultural para conquistar el sentido común. Es un deber democrático entonces usar todos los medios a nuestro alcance para evitar que el virus posfascista gangrene las ya de por sí débiles y austeras democracias, cada vez más amenazadas.
Es por ello por lo que, además de estudiar y comprender el fenómeno, nos es imprescindible actuar en la medida de nuestras posibilidades. A ello nos dedicamos algunos periodistas desde hace años, antes incluso de que la ultraderecha descarnada llegase a las instituciones españolas. En La Marea lo hemos tenido claro desde nuestros inicios y hemos dado siempre espacio a este tipo de informaciones, desde la denuncia hasta la reflexión y la aportación de conocimientos, más allá de nuestras fronteras, como en el especial antifascista de 2020. Hoy seguimos haciéndolo, tomando partido en esta carrera de fondo que es la utopía, que nos sirve para caminar a pesar de los obstáculos. Nos guía no solo nuestro instinto de supervivencia y nuestro compromiso con los derechos humanos, sino nuestro puro optimismo y la convicción de que las cosas, a pesar de todo, siempre pueden ir a mejor.
Yo estoy encerrado en un hospital siquiátrico llamado san juan de dios por ser anarquista y encima lo llevo asta tatuado en grande en el brazo derecho y no quiero seguir aquí ni un momento más lo estoy pasando muy mal y necesito liberarme de verdad con una nueva vida por que yo no hecho nada para estar en este sitio gracias.
Como me decia hace poco un compa anarquista y antifa, tu sabes que diferencia hay entre un facha y un antifa? Bueno claro como todo el mundo me imagino le conteste. El compa dijo los fachas odian a las feministas, lxs extranjerxs, lxs comunistas,lxs anarquistas, los sindicatos, lxs pobres, lxs ecologistas,etc….. en cambio nosotrxs sólo odiamos a un tipo de gente lxs fascistas ,a todxs lxs demás los queremos y lxs defendemos. Si eres antifa solo tienes un enemigo ,pero cuidado que se esconde muy bien ,hasta en las filas de la » izquierda». Salud
El “fascismo” era esto. (Rubén Ramos – Arainfo)
Privatizaciones, bajo el eufemismo de “colaboración público-privada”, “libertad” de que la gente con los bolsillos llenos de pasta haga lo que le dé la gana, ampliaciones ad infinitum de conciertos de educación y sanidad, rebajas de impuestos… ¿Les suena? ¿Era esto el fascismo? ¿O es el capitalismo de amiguetes al que nos tienen más que acostumbradas los vientos neocons en todo el mundo?.
La receta es muy sencilla: asalto a lo público y reparto de la caja común para engordar las cuentas de resultados de los de siempre con la excusa de mejorar la eficacia de los servicios. Vamos, nada nuevo bajo el sol.
Para quedar bien con su claque, la receta se adereza con toneladas de caspa cañí. Familia, moral católica y españolismo, mucho españolismo. Españolismo frágil, excesivamente frágil, y aún queda la guinda del pastel, la de dejar todo “atado y bien atado”, pasando por encima, cual apisonadora, de la ley de Memoria Democrática y de cualquier atisbo de honrar a quienes lucharon por un mundo mejor.
La derecha neocón se ha asegurado de generar discursos en cada conversación repetidos en todos los rincones y cenáculos de nuestra sociedad, públicos y privados, ayudada por grandes medios y también por su habilidad para reducir las ideas a la mínima expresión y vehicular las redes sociales sobre ellas. Negando el cambio climático, hablando de Primo de Rivera, blanqueando la colonización de América, defendiendo la tauromaquia y la unidad de España, como si de un valor sacrosanto ante al que hay que responder “¡Prietas las filas!”.
Malos y buenos. Los de dentro y los de fuera. Lo malas que son las feministas, los menas, los catalanes, los vascos, los okupas, los que hablan aragonés, los de la Agenda 2030 y los ecologistas que nos quieren empobrecer….
Lo que vamos a tener se reduce a capitalismo desaforado con pandereta y rosario. Nada que no supiéramos, ni nos temiéramos ya.
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Asesinato de Federico García Lorca, 18 de agosto de 1936.
Tenía 38 años. Fusilado en el barranco de Viznar, a día de hoy siguen sin haberse encontrado sus restos.
Su muerte fue un gran golpe para la cultura española y sigue siendo un símbolo de la represión y la intolerancia.
En 1936, España estaba envuelta en una guerra. Su gran popularidad y sus numerosas declaraciones contra las injusticias sociales le convirtieron en un personaje incómodo para la derecha, fue detenido por las fuerzas del general Franco, acusado de ser socialista, masón y homosexual.
La guerra iniciada por los militares monárquicos sublevados hizo imposible la convivencia entre las dos Españas enfrentadas, en las que también se dividían las ideologías de los poetas
La dictadura fascista derivada de la guerra se presentaba como defensora acérrima de los valores tradicionales catolicorromanos. Por eso el teatro de Lorca era irrepresentable y su poesía censurable. Los matrimonios perpetuos con la mujer sometida al capricho del marido, por estar prohibidos los divorcios, resultaban incompatibles con un romance como “La casada infiel”, porque en aquella España todas las casadas eran fidelísimas. El “Romance de la Guardia Civil española” constituía un escándalo, por presentar a sus números como una especie de robots entrenados para matar insensiblemente, puesto que Lorca descubrió que “tienen, por eso no lloran, / de plomo las calaveras”.
Mientras algunos desvarían a diario mentalmente de manera reaccionaria como nuestro Alfonsillo ; otras personas demuestran tener mentes brillantes e iluminadas como Carmen C.
Salud.
¿Dónde están las democracias, Miquel?
Como le podéis llamar democracia a la más genocida de las dictaduras, la capitalista y a su ejército terrorista OTAN, que vive de depredar a otros países inventándose pretextos, de sembrar el exterminio y la pobreza en países que no se doblegan.
La «democracia» del capital, cuyos «valores» son la codicia, la sinrazón, la destrucción de la naturaleza, de los derechos del hombre y del mismo hombre. Una «democracia» que ha conseguido transmutar los valores humanos, tales como la cooperación y el bien común, en egoismo, en insolidaridad, en competitividad, que ha conseguido que nos veamos unos a otros como enemigos.
No es mejor el capitalismo que el fascismo. Ambos militan en el mismo frente.
«Ningún gobierno lucha en contra del fascismo para destruirlo. Cuando la burguesía ve que el poder se les escapa de sus manos, alzan el fascismo para defender sus privilegios.» Decía Buenaventura Durruti que de tonto no tenía nada. Hablaba con conocimiento de causa.
El fascismo ha ocupado el lugar de los valores, derechos y libertades que no hemos reconocido ni hemos sabido defender. La responsabilidad es nuestra. Les hemos puesto la victoria en bandeja.