Opinión

Imaginar 2032

"Progreso ya no quiere decir explorar y contactar, mejorar la vida o mejor formación para más personas, sino el crecimiento del PIB", escribe Jorge Dioni

Foto: ELVIRA MEJÍAS

Este artículo fue publicado en la revista #LaMarea92. Puedes conseguirla aquí.

Cuando era pequeño, había algo que tenía claro sobre 2032: extraterrestres. Todas las semanas, estaba atento a la voz grave del profesor Jiménez del Oso, un recitativo sin inflexiones que no buscaba llamar la atención porque sabía que ya la tenía. Fotos borrosas, testimonios confusos, marcas en el suelo. Las preguntas llenaban los vacíos de las historias. Hay algo ahí fuera. No estamos solos. Tendríamos naves espaciales. Bases estables en la Luna. Misiones a Marte. Explorar. Contactar.

Ahora mismo, me cuesta pensar en 2032. Los extraterrestres desaparecieron de los medios al tiempo que finalizaba la historia. Si solo había un mundo, lo importante era dominarlo. Explorar y contactar eran cosas menos interesantes que crear valor de ese espacio que ya no tenía fronteras. El “otro” dejó de estar en el espacio exterior y pasó a estar cada vez más cerca. Podía ser cualquiera. Todo el mundo podía convertirse en un enemigo, en alguien que te quitase tu oportunidad o te hiciera daño. Llegaron las películas de asesinos en serie y zombis. Hay algo ahí fuera. No estamos solos. Las frases de Jiménez del Oso en la voz de anuncio de alarmas tienen un significado distinto.

Todo comenzó a moverse demasiado deprisa y la aceleración acaba con el tiempo y con el espacio. Todo puede estar aquí. Todo puede suceder ahora. Eso quiere decir que aquí y ahora son agujeros negros que nos devoran porque, si tienen tanta capacidad, quiere decir que nunca es bastante. Siempre podría haber más. Todo lo que medimos está vinculado al movimiento y, más concretamente, al económico. Hemos perdido el concepto de progreso porque ya solo lo vinculamos a la economía. Sucede lo mismo con libertad. Todo debe crear valor para el sector privado.

El movimiento parece haber engullido el futuro porque no nos podemos parar. La sensación de miedo e incertidumbre se convierte en tópico y convierte el pasado en un País de Oz, un lugar más allá del arco iris. ¿Cuándo no ha habido miedo e incertidumbre?, ¿podemos decir a la generación que emigró del campo a la ciudad para establecerse en chabolas que vivían mejor?, ¿podemos decírselo a la generación que sufrió la crisis de los 70, la violencia política de la Transición, la reconversión industrial y el genocidio silencioso de la heroína y el sida? Sin cumplir un año, ya me había ido de vacaciones más veces que mis abuelos. Quizá, la diferencia es que, cuando veía a Jiménez del Oso, estaba claro que, en 2032, tendríamos naves espaciales y coches voladores. Y, quizá, también una guerra termonuclear mundial.

La gran victoria cultural del modelo económico es el futuro. No hay alternativa. La inestabilidad y la precariedad logran el objetivo de limitar lo posible. Como sostiene la escritora Layla Martínez, creamos productos culturales que tratan de alertar sobre los riesgos de ir a peor, sobre los peligros que nos esperan. Todo son distopías. Las cosas van a ir mal. Progreso ya no quiere decir explorar y contactar, mejorar la vida o mejor formación para más personas, sino el crecimiento del PIB. Libertad ya no quiere decir ampliación de derechos, sino la posibilidad económica de hacer cosas. “Si solo imaginamos un futuro peor, el presente nos parecerá admisible”, dice Layla Martínez.

Para hacerlo, hay que salir del bucle melancólico y, por ejemplo, comenzar a defender el presente. Se están haciendo cosas buenísimas. Cada generación es más creativa que la anterior y añade más conocimiento técnico y artístico a sus capacidades. Se toca mejor, se escribe mejor y se juega al fútbol mejor. El pasado solo nos parece más estable porque ya sucedió. Lo podemos narrar para explicarnos. Podemos volver allí una y otra vez porque siempre está disponible. No necesita nada más que perdamos toda esperanza. Por eso, hay que comenzar a imaginar. “Sin idealismo, la política se reduce a una forma de contabilidad social. Esto es algo que un conservador puede tolerar muy bien, pero para la izquierda significa una catástrofe”, decía Tony Judt.

Para revertir las cosas, hay que ser ambiciosos y abandonar los verbos resistir, defender o salvar. Necesitamos un ejercicio de audacia en el que pensemos una nueva ciudad, una utopía donde la administración garantiza los derechos fundamentales: vivienda, alimentación, sanidad, educación, energía o transporte. Las personas jurídicas no pueden poseer bienes inmuebles ni tener participación en el sector productivo. Trabajo garantizado, semana de cuatro días, jornada laboral de seis horas, salario y patrimonio mínimo y máximo. Hay que volver a mirar al cielo y sacar el concepto de progreso del ámbito económico. Hay que dejar de medir solo lo que crea valor. Hay que proponer. Imaginar.

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Comentarios
  1. Una duda: ¿tercera generación Borbona o Tercera república?
    La que quieren desde el poder que sea la heredera al trono de España, esto es, Jefa de Estado sin pasar por las urnas sino una decisión de la «madre naturaleza», ha entrado en la Academia General Militar de Zaragoza, para recibir, eso dicen, formación militar.
    A la joven se le ha preparado un temario ad hoc con dos cursos durante el único año que permanecerá en el Ejército de Tierra, antes de trasladarse a la Escuela Naval de Marín, donde se irá de vacaciones en el Buque Juan Sebastián Elcano. Acabará su tercer año de formación (así lo llaman) en la Academia General del Aire y del Espacio de San Javier, en Murcia. A partir de ahí, lista para servir a la patria.
    La prensa del régimen ha optado por hablar del look pijolandia con el que Leonor ha llegado a la Academia, siendo tratada por esa misma Falsimedia en todo momento con cariño, cortesía y, sobre todo, sumisión.
    Así lo ordenan desde arriba.
    Ni Franco, al digitar la monarquía para beneplácito de las élites, hubiera soñado con una tercera generación de borbones en el poder.
    La TERCERA (ésta sí con mayúsculas) es una necesidad histórica, aunque nada más sea para evitarle a Leonor tanto sudor en la Academia.

  2. Valor no es la palabra más idónea para denominar al dinero.
    Precisamente es la dictadura del capital la que ha terminado con los valores y ha convertido el mundo en una pocilga sucia y violenta.
    Además de todo lo enumerado, necesitamos políticos tal como CARLES MULET

    Desde Valencia Laica- Europa laica lamentamos la salida de CARLES MULET del Senado ya que con su trabajo, propuestas y preguntas había demostrado que en esa Cámara se podía hacer un trabajo digno. Y no podemos hacer otra cosa que agredecerle a Carles Mulet su trabajo constante y su reivindicación de la memoria democrática, y su defensa sin paliativos de la laicidad de las instituciones. Esta salida del Senado nos deja a muchos colectivos sociales con una sensación de «orfandad».
    Ningún otro diputado, ni ningún otro senador (ni siquiera en el seno de su propio partido) denunció los privilegios de la Iglesia, el escándalo de las inmatriculaciones exigiendo que volvieran al patrimonio público, el no cumplimiento de la memoria democrática. El ahora ex-senador se había convertido en la cámara alta en una voz crítica (y única) contra las decisiones políticas que otorgaban o apuntalaban privilegios contrarios a la aconfesionalidad del Estado español (recogida en la Constitución); ha propuesto, ha preguntado, ha criticado y ha estado presente allí donde se le requería para defender la memoria democrática y la laicidad del Estado. Ha defendido con determinación la sanidad pública, la escuela pública y la dignidad de las lenguas del Estado. Político de izquierdas con un compromiso incuestionable.
    Pero la vida interna de los partidos le ha dejado fuera. Nos gustaría que el senador que le sustituye, Enric Morera mantuviera esa actitud y capacidad de trabajo, que Carles Mulet ha dejado en un listón muy alto. La trayectoria del ex senador Mulet ha sido la que debería tener cualquier servidor público: intentar mejorar la vida de la gente y luchar por los derechos democráticos todavía no conseguidos como un estado laico o los derechos de las victimas del franquismo, y contra la simbología y el poder que todavía conserva el fascismo.
    Cuaquier colectivo que le planteara una reivindicación a Carles Mulet, sabía que iba a ser escuchado y atendido por el senador: siempre ha respondido a quienes le pedíamos el apoyo. Algo que en nuestra asociación echamos tanto en falta.

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