Sociedad

Mamen Páez: “Con educación, buen trabajo y, sobre todo, una buena conciencia de clase, hay futuro”

Mamen Páez, defensora de los medios de comunicación independientes, intenta ver el futuro siempre desde el optimismo y la alegría.

Mamen Páez, en uno de sus rincones predilectos de Sevilla: la librería El Gusanito Lector. PEPO HERRERA

Esta entrevista forma parte de LaMarea92 | Nuestra agenda eres tú, un número conmemorativo por los diez años de ‘La Marea’.

Es sábado por la mañana. El día anterior habían caído chuzos de punta. Nadie hubiera pensado que aquello iba a parar. Pero paró, aquello, que esta vez fue una tormenta de truenos y relámpagos, se disipó en sintonía con el optimismo con el que Mamen Páez suele cantarle a la vida. Ayer fue viernes. Completamente viernes, que diría uno de sus poetas favoritos. Pero hoy es sábado, completamente sábado, y hace un sol espléndido en Sevilla. Mamen coge el autobús y, como tantas veces hace, se dirige a uno de sus rincones predilectos: El Gusanito Lector, una librería que también sabe de luchas, de tormentas de truenos y relámpagos, de resistencias. Y que aguanta de manera estoica en el centro de la ciudad a pesar del avance del turismo descontrolado.

Mamen vive sola, y vive –parece– contenta después de haber trabajado como funcionaria de la Diputación Provincial y haberse prejubilado con una buena pensión, de la cual dedica una parte a colaborar en medios de comunicación independientes y a financiar proyectos de cooperación internacional que le han llevado a viajar a Malawi, Guatemala, Etiopía… y a hacer activismo para causas que considera justas porque ha vivido mucho tiempo al otro lado, al lado de la injusticia, del silencio temeroso de una familia represaliada por el franquismo en plena dictadura, de un mal matrimonio de peor divorcio, de algunas agresiones machistas y de un intento de desahucio.

Mamen sabe que aún se pueden cambiar las cosas a mejor, a mejores vidas, y ella lo intenta porque ella tiene suerte, ha tenido la suerte –que no los privilegios– de haber podido contribuir a entender y explicar de cerca algunas vidas que desprecian quienes las consideran como las de otros: ajenas, excluidas, extranjeras. Mamen sabe lo cerca que quedan las fronteras, las lindes de la miseria, de la enfermedad, la intemperie y la desesperanza.

El tiempo de Mamen

“Yo empecé a trabajar muy jovencita. Empecé a trabajar y estudiar. Ambas cosas tenía que hacer. Porque mi familia es una familia humilde, una familia de represaliados de la guerra. Es una historia durilla, pero se sobrelleva. Pues, justo antes de la pandemia, solicité una prejubilación porque ya no podía más. O sea, que me había llegado el momento. Ahora creo que fui una visionaria. Yo estaba en el área económica. Yo soy informática. Y ya no podía más. Tenía un estado de ansiedad, de… bueno, de todo. Por muchas circunstancias. Por todo lo que ha pasado en mi vida, por temas, desgraciadamente, de maltrato. Una separación terrorífica. Hace ya bastantes años que me quedé sola con mis hijos y tuve que tirar para adelante. Y bueno, pues se lo comuniqué a mis jefes y me dijeron que sí. Luego me han pedido que vuelva y yo les he dicho que no, ¡ni bajo tortura!”.

Tiene un hijo y una hija ya mayores. “Mi casa está pagada, a pesar de todo por lo que he pasado. Mi hija es autosuficiente, tiene su propio negocio, pequeñito, ella es ingeniera química, pero tiene su propio negocio. Mi hijo también trabaja en otro sector, también ha estudiado. O sea que entonces, digo yo, tengo que dedicarme a lo que realmente me satisface, ¿sabes? Y con eso voy más que sobrada, porque yo las necesidades básicas las tengo todas cubiertas. Todas”.

FOTO: PEPO HERRERA

Mamen habla, entusiasmada, de las numerosas organizaciones con las que colabora, lo hace satisfecha de poder dedicarles el tiempo y la energía que antes tenía que compaginar con su trabajo en la Administración pública, de la que intenta desmontar también algunos mitos que se fueron instalando: “Sí reconozco que las funcionarias, los funcionarios, tenemos muy mala prensa. Yo he trabajado como una burra y te doy mi número y te doy el departamento. Y te pueden decir que yo he trabajado como una mula, haciendo horas extra de todo. Y me he podido permitir muchas cosas a las que otras personas no tienen acceso”.

Pero no se conforma, y es de las que piensan que las cosas hay que cambiarlas desde dentro: “Un simple administrativo puede cobrar entre 1.200 y 1.400 euros, no gana más. Y ya como las horas extra tienen que estar suficientemente justificadas y te dan presupuesto limitado, no creas que tampoco dan para tanto. Creo que son máximo 80 horas al mes. Además, yo he sido siempre muy contestataria, muy protestona, me he negado a según qué cosas. Yo podría haber estado en un nivel mucho mayor pero no, porque yo no soy nada borrega, sino todo lo contrario, soy de resistencia. También hay que luchar desde dentro. Y eso no es algo que diga mucha gente”.

No soporta que se señale: “Las críticas que hay ahora a periodistas, por ejemplo, a Antonio Maestre o a Fernando Berlín, u otros que van a distintas televisiones y exponen su criterio con firmeza, y los ponen como a los trapos. Pues yo estoy en desacuerdo con eso. Francamente, hay que estar donde hay que estar y punto pelota. Ya está. Vamos a ver, porque desde dentro es donde es mucho más fácil cambiarlo. Es verdad que también se te criminaliza, porque a mí me han dicho de todo, menos bonita, de todo”.

Las redes sociales dan margen para todo ello, para bien y para mal. Pero a Mamen le sirve también para desconectar un poco y para seguir insistiendo, sobre todo, en lo que de verdad le preocupa. No es infrecuente encontrar reflexiones sesudas, debates interesantísimos –y autocríticos muchas veces con la izquierda–, entre ella y su amiga Carmen Quintana, otra suscriptora incondicional de La Marea. A pelo, sin maquillaje, como posa para la foto que este sábado resacoso de lluvia se está haciendo para el número especial de la revista, en su librería de cabecera. Mucho se ha hablado, por ejemplo, de la meritocracia y de los privilegios y de la suerte. 

Tener trabajo no es un privilegio. Hay quien me dice ‘es que tú eres una privilegiada’. Digo, ‘perdonad, yo llevo trabajando prácticamente desde los 14 años y estudiando, yo vengo de una familia humilde y he trabajado, he tenido que trabajar para ayudar a la familia y a la vez estudiar’. Lo que sí me siento es afortunada, afortunada por haber caído en un sitio que no solamente me ha beneficiado a mí, sino a mi familia y a mi entorno. ¿Que si creo que las cosas han cambiado? Claro que sí. Todo es mucho más frágil que antes. Lo tengo claro porque cuando yo comencé a trabajar tenía mucho más acceso a según qué tipo de trabajos. Ahora es mucho más difícil porque los empleos son mucho más precarios. Mi hija y mi hijo, mi entorno, lo han sufrido en sus carnes».

“Pero soy una persona muy optimista –prosigue–. Trato de ser optimista porque si tú insuflas pesimismo, te aseguro que ese pesimismo sube y sube. Se ve en las redes. ¡Qué poca gente optimista hay! De verdad que sí, que es cierto, que hay que decir las verdades. A mí por eso me gusta tanto La Marea. Las verdades hay que enseñarlas y hay que educar a la gente para que aprenda, que busque la información que sea fiable: en Radiocable, Carne Cruda, 5W…”. Si alguien sigue la trayectoria de Mamen, puede comprobar que pocas personas defienden y apoyan un periodismo independiente con las fuerzas que lo hace ella. A La Marea, en concreto, hace unos ocho años que se suscribió.

Los viajes de Mamen

Mamen lleva muchísimos años viajando a Malawi a través de una ONG andaluza que promueve proyectos de educación y desarrollo sostenible, más de treinta años durante los cuales ha visto cómo las aldeas del país se iban quedando sin árboles mientras iban apareciendo urbanizaciones para familias chinas que, poco a poco, van colonizando este y otros países africanos de los que no solo extraen materias primas sino que además pueblan, marcan con construcciones con apariencia de clase media e incluso gigantescos estadios de fútbol que se iluminan como enormes atracciones de feria y contrastan con la oscuridad de unas aldeas donde los generadores eléctricos apenas dan para un par de horas cada noche.

¡Estamos tan ciegos! ¿Cómo no somos capaces de ver más allá de nuestras propias narices? Pero si la mayoría de todo lo que está ocurriendo, las crisis, las hemos provocado nosotros. Sobre todo en países como cualquier país africano. Cuando conoces otras realidades y estás en esos sitios con gente tan generosa que te da infinitamente más de lo que tú das. ¿Dónde va a parar? ¿Dónde aprendes tanto? ¿Dónde aprendes lo que es el fondo del ser humano?”. Para eso, para reflexionar de los derechos, pero también de los deberes, siempre echa mano de Saramago, cuyos libros ocupan en su vida y en su casa un lugar especial. “La alternativa al neoliberalismo se llama conciencia”, destaca como frase del Nobel portugués, de quien se han cumplido 100 de su nacimiento.

Y si echásemos una mirada a los animales, dice Mamen, también aprenderíamos mucho. Eso es lo que echa más de menos en La Marea, que se hable de animales. Ella tiene dos gatos: “Machos y muy caraduras”. Uno se llama Hugh y el otro Leopoldito. “En honor a Hugh Jackman y uno de sus personajes”, aclara. Pero lo mismo te habla de gatos que de orangutanes. “Los orangutanes son maravillosos”, dice casi saliéndosele la ternura por los ojos.

Ahora mismo lo que más me preocupa es el futuro, el futuro de los jóvenes. Si la gente joven tiene un buen futuro, el mundo puede mejorar en todos los aspectos, pero si no lo tienen, caeremos en picado. ¿Y dónde quiere la ultraderecha? A la dominación absoluta. Es lo que me inquieta muchísimo. Aunque con una buena educación, un buen trabajo y, sobre todo, con una buena conciencia de clase, yo creo que se puede mejorar y que hay futuro”. Todo va a mejorar. Ahora está con el último de Almudena Grandes, de quien destaca la alegría con la que siempre ha transmitido su mensaje. Habla apasionada de Edurne Portela. Y, en unos días, acudirá a la presentación de la última obra sobre Lorca de una de sus periodistas más admiradas, Ana Bernal-Triviño.

Hay futuro. Y un presente sobre el que construirlo. Y un cambio de significado frente a lo que entendemos por estar en una ‘buena posición’, que no solo se entiende como un espacio acomodado desde donde observar lo que nos rodea sino como un saliente con perspectiva que nos permita entender que podemos colaborar a hacerlo mejor, más amable y más justo. Aprovechar la buena suerte para que no haga tanta falta a quienes no la tengan.

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