Internacional
Las zonas grises del ‘boom’ agrofotovoltaico en Italia
La transición hacia energías renovables es una necesidad global, pero no está exenta de problemas y críticas. En Sicilia, los proyectos de una empresa multinacional hacen perguntarse si la dirección tomada es la correcta
SIMONE OLIVELLI Y FABIO PAPETTI | Verde en primavera, dorado en verano, el interior de Sicilia destaca por la riqueza de sus paisajes. Plantaciones de cítricos, campos de trigo, colinas de forraje. Ir de Catania a Trapani significa cruzar la isla de un lado a otro: el primero con sus restos grecorromanos; en el segundo aún hoy resuenan las influencias árabes. Para llegar de una ciudad a otra es necesario atravesar una carretera que parece todo lo contrario debido a las interminables obras, cambios de carril y largos tramos en los que no te sientes demasiado seguro. El ritmo forzosamente lento permite notar cómo estos territorios van cambiando poco a poco. Los aerogeneradores blancos que coronan las colinas y los paneles solares resplandecientes son una presencia a la que, con el paso de los kilómetros, la vista se acostumbra.
No es ningún misterio explicar que Sicilia está viviendo un nuevo boom vinculado a las energías renovables: a principios de la década de los 2000, las inversiones en energía eólica dominaron la escena, junto con los intentos de la Cosa Nostra de sacar provecho de ella; desde hace algún tiempo, sin embargo, se ha convertido en la tierra preferida para los huertos solares.
Las emergencias internacionales vinculadas a la crisis climática y los efectos geopolíticos del conflicto ruso-ucraniano constituyen el marco en el que, hoy, las instituciones están llamadas a redefinir las estrategias energéticas. El compromiso de la UE con las energías renovables es fuerte: el PNRR [Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia de Italia] prevé miles de millones de euros en financiación para la producción de energía verde. Desde este punto de vista, regiones como Sicilia se convierten en receptores naturales de inversiones: la isla es una tierra de viento y, sobre todo, de sol.
Pero, ¿cuáles son las consecuencias territoriales del creciente interés por las renovables y los fondos destinados a su promoción?
IrpiMedia, con el apoyo de Journalismfund Europe, ha decidido ir a los territorios, en un intento de comprender mejor los impactos sociales de un fenómeno destinado a marcar el futuro de los lugares que habitamos. Para ello, hemos optado por centrar la atención en dos proyectos, uno en construcción en Paternò, en la provincia de Catania, y otro en Mazara del Vallo (Trapani), que en el último año han atraído el interés de la opinión pública.
Ambos han sido puestos en marcha por Engie, una multinacional del sector que recientemente ha cerrado un acuerdo con Amazon. El gigante del comercio electrónico lleva tiempo apostando por llevar a cabo un programa de financiación de plantas de producción de energías renovables a nivel internacional. «Estos acuerdos con Engie representan nuestros primeros proyectos a gran escala en Italia, los cuales nos ayudarán en el camino que nos llevará a utilizar energías 100% renovables para 2030», dijo a finales de 2020 el director de Amazon Energy Nat Sahlström. La declaración, en primera lectura, podría sugerir que, en unos años, las actividades de Amazon en todo el planeta estarán impulsadas directamente por energía verde. En realidad, se han firmado acuerdos de compra de energía (PPA) entre la multinacional que encabeza Jeff Bezos y otras empresas productoras como Engie.
Un mar de silicio
Carcitella es el nombre de un distrito situado en la frontera entre los municipios de Mazara del Vallo y Marsala. Inmerso en la campiña de Trapani, está atravesado por una red de pequeñas carreteras provinciales. Es en estos lugares donde se ubica una de las plantas construidas por Engie. Detrás de una valla metálica, hay filas y filas de paneles solares: 122.000 módulos fotovoltaicos para una potencia total de 66 megavatios (MW).
«Sole, énergie». La voz, en un italiano entrecortado que pronto vuelve a caer en francés, viene detrás de nosotros. Un hombre viene hacia nosotros, a unos pasos de las decenas de ovejas que lo rodean. Su nombre es Mohamed y llegó en bote desde Túnez, un país del norte de África situado a unas horas de aquí. Todavía no tiene cuarenta años, pero parece mucho mayor: Mohamed llegó a Italia con la esperanza de mudarse a Francia y convertirse en cocinero, pero terminó convirtiéndose en pastor. «Nuevos euros al día. ¿La casa? Petite», explica, describiendo la exigua compensación que recibe a cambio de llevar a pastar a las ovejas desde el amanecer hasta el atardecer. Mohamed es uno de los muchos que han sido testigos del lento cambio del distrito de Carcitella.
La planta de Mazara del Vallo fue inaugurada a finales de mayo por Engie en presencia de las autoridades. La noticia, de la que se hicieron eco medios nacionales, es llamativas: “Se ha puesto en marcha la mayor planta agrovoltaica de Italia”. Además de la participación de Amazon y su tamaño -sumando los proyectos en Mazara y Paternò hay más de 200.000 módulos solares en un área de 185 hectáreas- la razón principal que atrajo a la opinión pública fue la tecnología utilizada por Engie . La agrovoltaica (o agrofotovoltaica) prevé la instalación de paneles en terrenos agrícolas, con el objetivo de dar la posibilidad de plantar cultivos en la parte inferior, bajo los módulos fotovoltaicos. En el caso de Mazara y Paternò hablamos de plantas medicinales y de almendros y olivos para delimitar los perímetros de la planta. «Nuestros proyectos -informa Engie a IrpiMedia- tienen como objetivo mejorar la tierra a través de la implementación del plan agronómico que acompañó al proyecto autorizado por la región».
El objetivo declarado es salvaguardar el consumo de suelo y optimizar las áreas utilizadas. «Sicilia cuenta con las mayores áreas cultivadas con agricultura orgánica en Italia y las plantas con tecnología agrofotovoltaica satisfacen la estrategia regional para el desarrollo sostenible», aseguró Nello Musumeci, ahora ministro del gobierno de Meloni pero en ese momento presidente de la región siciliana.
Pero por mucho que las palabras de Musumeci nos puedan llevar a pensar en un papel central de las instituciones en la gestión de la transición a las renovables, la realidad es que mientras a nivel supranacional la UE ha definido los recursos disponibles para emprender el camino, hasta hoy Italia ha renunciado a la posibilidad de gobernar el fenómeno. Legislando, si acaso, en sentido contrario: hacia una legislación que haga aún más libre la iniciativa empresarial de los líderes del sector, dejando la carga de la planificación al mercado. Pero esto, como sucedió muchas otras veces en el pasado y en muchos otros campos, implica el riesgo de ver arraigada la lógica de la maximización de ganancias, en detrimento de aspectos fundamentales para el bienestar colectivo en el mediano y largo plazo.
Entre camisas cada vez más anchas y sacrificios
Las solicitudes de autorización que dieron lugar a la construcción de las centrales de Paternò y Mazara del Vallo fueron presentadas en 2018 por FW Turna, empresa adquirida posteriormente por Engie. Ambos proyectos fueron sometidos al escrutinio de la comisión convocada para evaluar el impacto ambiental, obteniendo el visto bueno condicionado al cumplimiento de algunos cambios.
Desde 2019, Aurelio Angelini está al frente de la comisión Via-Vas. Catedrático de Sociología Ambiental y Territorial en la Universidad de Enna, Angelini fue designado por el gobernador Musumeci tras un escándalo que abrumó a la alta dirección anterior de la comisión, acusada de haber inclinado su trabajo hacia los intereses de Vito Nicastri y Paul Arata. El primero, natural de Trapani, está acusado de ser uno de los principales rostros empresariales del jefe de la Cosa nostra, Matteo Messina Denaro; el otro es un exparlamentario nacional de Forza Italia [el histórico partido de Silvio Berlusconi] y luego consultor de la Lega [la formación de Matteo Salvini]. Como pareja, Nicastri y Arata presuntamente pagaron sobornos para ganarse los favores de los funcionarios regionales y obtener ventajas en proyectos para la construcción de plantas de biometano, minieólicas y fotovoltaicas.
Angelini lideró la comisión hasta diciembre pasado, cuando fue destituido por el nuevo gobernador Renato Schifani. Una decisión que se produjo tras meses de roces con el profesor que había sido acusado de actuar como freno a las inversiones en renovables en Sicilia debido a las negativas de la comisión a determinados proyectos. «Fui víctima de una campaña difamatoria que empezó con unas declaraciones de Confindustria divulgando números de fantasía», comenta Angelini.
“Dijeron mentiras una y otra vez. Un estudio independiente de Public Affairs Advisors y Elemens, pero también el informe FER de Terna -prosigue- han demostrado que en los últimos años Sicilia ha estado a la cabeza de los rankings sobre la eficiencia de las administraciones públicas para la emisión de autorizaciones ambientales«.
Una cosa es cierta: muchos están interesados en Sicilia para la construcción de parques solares. Para darse cuenta de esto, basta con navegar por el portal que recoge las solicitudes de autorización. Hay cientos de proyectos terminados en las mesas de la administración. Un flujo constante interrumpido únicamente por la modificación de la legislación que para plantas de cierto tamaño ha establecido que las evaluaciones ambientales ya no las hacen las regiones, sino el ministerio estatal.
Entre los proponentes se encuentran empresas españolas y alemanas, pero también otras radicadas en China y las Islas Caimán. El objetivo de Sicilia es pasar de una potencia de 1,8 gigavatios en 2018 a 4 gigavatios en 2030. «El camino hacia la descarbonización es obligatorio a no ser que queramos poner en peligro definitivamente el futuro del planeta, pero no puede ser sin la consideración de otros factores» , advierte Angelini. Se refiere principalmente a la ubicación de las plantas, que en la mayoría de los casos se ubican en áreas de uso agrícola, y cuestiona directamente el papel de las instituciones. «La tierra se utiliza principalmente para producir alimentos – comenta -. Vivimos en una era en la que los efectos del cambio climático, como la sequía y la desertificación, están destinados a provocar una drástica reducción de la producción. Por eso -subraya- debemos entender que no podemos darnos el lujo de hipotecar terrenos para la producción de energía. Y eso no significa renunciar a la transición ecológica. Hay alternativas, pero se necesita voluntad para adoptarlas».
A principios de 2022, la Región de Sicilia aprobó el nuevo plan energético que describe las estrategias para el desarrollo de las energías renovables. Previamente, la comisión encabezada por Angelini, al examinar el borrador del plan, había dado una serie de prescripciones que, sin embargo, quedaron sin cumplir. Entre estos se encontraba la definición de áreas no aptas para la instalación de los sistemas. «La dirección era garantizar una mayor protección de las valiosas áreas agrícolas, pero la política ha decidido no aceptar nuestras indicaciones –comenta el expresidente de la CTS– . Esta no es la única distorsión: el plan establece claramente que la ubicación de las plantas debe tomar lugar propicio para vertederos y canteras en desuso, sitios ya comprometidos desde el punto de vista ambiental, y áreas industriales y artesanales. En cambio, estamos asistiendo a la presentación continua de proyectos fotovoltaicos en áreas agrícolas».
Hablando del tamaño de los proyectos -los de Engie ni siquiera son los más grandes-, Angelini también lo lleva al plano socioeconómico. “Deberíamos pensar en el tipo de futuro que queremos. Hablar genéricamente de renovables no es suficiente. La historia nos dice que la energía, su producción, va de la mano de la libertad. Las guerras se libran para asegurar la independencia energética. ¿Estamos seguros de que la mejor opción es avanzar hacia un futuro con nuevos monopolios energéticos, en lugar de favorecer el desarrollo de comunidades energéticas?»
Las comunidades energéticas y el autoconsumo colectivo son prácticas que permiten a entidades públicas y privadas construir y gestionar plantas de producción de energías renovables diseñadas fundamentalmente para producir energía “in situ”. En particular, el autoconsumo colectivo lo realizan los habitantes de un solo edificio, mientras que las comunidades energéticas son entidades más grandes, generalmente un complejo de condominios, pequeñas y medianas empresas y organismos públicos, siempre que estén conectados a la misma cabina de transformación de energía. En la práctica, la comunidad energética invierte en la construcción de una planta, como un sistema fotovoltaico en los techos de los condominios, para iniciar la autoproducción y el autoconsumo de energía renovable.
«Estas comunidades están diseñadas para producir y consumir energía de fuentes renovables in situ, con el fin de reducir la factura, y sin ánimo de lucro, por lo que la ley establece que para poder participar en las comunidades energéticas es necesario demostrar que la producción y comercialización de energía no es la principal fuente de ingresos», señala Gianni Girotto, quien como parlamentario nacional del Movimiento 5 Estrellas fue el impulsor de las comunidades energéticas en Italia.
El concepto básico de las comunidades energéticas es la producción de energía generalizada y distribuida en un territorio mucho más grande pero al mismo tiempo mucho menos impactante que las centrales eléctricas tradicionales o los campos eólicos y fotovoltaicos. Los principales beneficios, además de una reducción en las facturas, también se refieren a los costos nacionales del transporte de energía. Producir y transportar energía de un lugar a otro tiene costos altísimos para el estado y tener más comunidades energéticas repartidas por todo el territorio aliviaría el sistema interconectado nacional. Según datos actualizados a finales de 2022, solo existen 46 actividades de autoconsumo colectivo y 21 comunidades energéticas. «Un resultado aún pobre – admite Girotto – en parte debido a que la crisis de la COVID que ha ralentizado el debate y, en parte, debido a una falta de voluntad política real para promover las comunidades».
A la fecha, de hecho, aún se esperan los decretos de implementación para definir algunos que regulen, por ejemplo, las mayores comunidades energéticas. Por ahora, existen posibles comunidades energéticas basadas en estaciones de transformación secundaria, de las que hay alrededor de 600.000 en toda Italia, en las que se pueden establecer comunidades del tamaño de una pequeña manzana o una calle para ciudades más grandes. “Pero si se regularan las comunidades energéticas que se conectan a las subestaciones primarias, se podrían formar comunidades de varios municipios para contribuir significativamente a la reducción de la necesidad de importar energía que es más costosa y extremadamente más contaminante”, concluye Girotti.
El futuro que les espera a las comunidades energéticas está todavía por escribir. Lo que parece claro hasta ahora es que los gigantes del sector siguen dictando la ley. Sociedades que, por su naturaleza, tienen como objetivo principal aprovecharse económicamente de las oportunidades que ofrece la ley.
Desde este punto de vista, uno de los primeros efectos se notó en el mercado inmobiliario de suelo. De hecho, las empresas prefieren tratar con particulares. “Al renunciar a tener un papel central en la planificación del desarrollo energético de la isla, la Región está perdiendo la oportunidad de obtener ingresos de estas inversiones -explica el profesor Aurelio Angelini-. Si trabajáramos para promover la construcción de plantas en vertederos públicos o canteras abandonadas, se podrían convocar concursos para la cesión de estas áreas a particulares, obteniendo a cambio un canon anual”. Sin embargo, esto no está sucediendo y son en primer lugar quienes trabajan allí con la compraventa de propiedades quienes lo realizan.
«Hasta hace unos años, una hectárea de tierra agrícola por estos lares se vendía a unos 15.000 euros la hectárea. Hoy, por menos de 35.000 no la compras», afirma un profesional del sector. Le encontramos en su estudio en Mazara del Vallo, a menos de diez kilómetros de la planta de Engie. Aceptó hablar con nosotros bajo condición de anonimato. “La demanda de suelo para instalar placas solares ha crecido de forma desmesurada y la subida de los precios ha sido la consecuencia natural -explica-. Para muchos propietarios son cifras que difícilmente ganarían trabajando el suelo”.
Uno podría pensar que corren buenos tiempos para los promotores inmobiliarios. «Pero no es así, en los últimos años sólo he conseguido vender un solar destinado a fotovoltaica. Los corredores son los que realmente ganan dinero». El corretaje es la actividad de mediación a menudo llevada a cabo de manera informal por sujetos no calificados. «Para las empresas que vienen de fuera, quizás del norte de Italia o del extranjero, son auténticos intermediarios comerciales y no importa que no sean profesionales del sector, saben moverse». Cuando le preguntamos en qué consiste esa habilidad, aclara: «Muchas veces son agricultores, conocen muy bien el campo y quiénes son los propietarios. ¿Cómo ganan? Se dice que toman un porcentaje del vendedor».
Incluso hoy en Sicilia el vínculo con la tierra es fuerte. Por ejemplo, puede suceder que un terreno, pasando de generación en generación en manos de más y más herederos, quede sin cultivar pero se encuentre aún firmemente establecido dentro del patrimonio familiar. La nueva propensión a venderlos, y la participación de intermediarios improvisados, es un fenómeno que no ha pasado desapercibido ni siquiera en los círculos de investigación. Es inevitable preguntarse si el peso de la delincuencia puede estar también detrás de la actividad de los intermediarios: «Hasta la fecha no ha surgido ninguna evidencia que lleve a sustentar la implicación de familias mafiosas en la fase de identificación de suelo para destinarlo a renovables, pero está claro -subraya- que la de revendedor es una figura ambigua. Estos son a menudo sujetos que se mueven en áreas grises. Por otro lado, históricamente la mafia siciliana ha tenido un fuerte vínculo con la tierra, basta pensar en el papel de los campieri, que se ocupaban de la tutela».
Los terrenos de Engie
El terreno fue adquirido directamente a los propietarios. La propia Engie niega la participación de intermediarios improvisados en las negociaciones para la adquisición de los terrenos sobre los que se construirán las plantas de Mazara del Vallo y Paternò. “En el primer caso, la tierra fue comprada en gran parte por una sola propiedad, mientras que la tierra de Paternò era de unos pocos propietarios locales”, especifican desde las oficinas de la multinacional.
Una versión que también confirman las palabras de Francesca Adragna, una mujer de 54 años originaria de Trapani pero residente en Toscana que, junto con su hermano, era propietaria del terreno elegido por Engie para instalar los paneles. “No hemos tenido intermediarios que se hayan interesado en la negociación, sé muy bien que hay muchos supuestos intermediarios en Sicilia, pero en nuestro caso no sucedió”. De los documentos vistos por IrpiMedia surge que una tercera persona solicitó al Municipio de Mazara del Vallo la certificación de destino urbano para ser presentada a la Región. «Fue un encargo de mi hermano, creo que es técnico», dice la mujer. Para luego precisar que había decidido «vender esta tierra porque es una herencia y, como vivo fuera de Sicilia, tratar con ella era cada vez más complicado».
Recorriendo las cientos de páginas de documentos que acompañan el proyecto presentado a la Región, nos encontramos también con otra serie de propietarios. Sus terrenos están involucrados en la parte relativa a las obras de la central eléctrica y las correspondientes conexiones a la Red Nacional de Transporte (Rtn) al servicio del campo fotovoltaico. También en este caso, se trata de nombres que por diversas razones, en algunos casos vinculados a procesos judiciales pasados que nada tienen que ver con el proceso que condujo a la construcción de la planta de Engie, son de conocimiento público.
Entre ellos se encuentran María y Pietro Maggio. Los dos son descendientes de la familia Poiatti, reconocidos industriales de la pasta. María es actualmente presidenta del directorio de la compañía. Tienen derecho sobre dos grandes parcelas señaladas como viñedos y tierras de cultivo utilizadas para la construcción de la central eléctrica y para las conexiones al Rtn. Los documentos muestran que la última parte también involucró algunos terrenos propiedad de Marina Scimemi. La mujer de 47 años es hija de Baldassarre Scimemi, ex presidente de la Banca Agraria di Marsala y vicepresidente del Instituto Bancario de Sicilia, acusado de estar a disposición de la Cosa Nostra a principios de la década de 1990. Los investigadores acusaron al hombre de haber otorgado crédito en condiciones favorables y proporcionado un banco para el lavado de dinero. Por esos hechos, Scimemi fue condenado por competencia externa en la asociación mafiosa.
El nombre de Francesco Giammarinaro, de 41 años, también aparece en los documentos presentados por Engie. Su padre, Pino, fue diputado regional por la Democracia Cristiana en la primera mitad de los noventa. Una carrera política construida a la sombra de la corriente andreottiana y cercana a Nino e Ignazio Salvo, los primos de Salemi -el mismo pueblo de Giammarinaro- que durante décadas tuvo en la mano la recaudación de impuestos en Sicilia, gracias también a vínculos con Cosa nostra. Los problemas con la justicia tampoco faltaron para Pino Giammarinaro: arrestado en 1994, se declaró culpable de los delitos de extorsión y corrupción, mientras que fue absuelto del cargo de complicidad externa. Desde la década de 2000, sus bienes han sido objeto de medidas cautelares que han conducido al decomiso. Entre los bienes sobre los que se han colocado los sellos también se encuentra el terreno en el distrito de San Nicola di Corsone. En el proyecto presentado por Engie, se menciona la parcela al referirse al recorrido de la línea eléctrica aérea.
«Yo no sé nada al respecto, esa tierra ahora no es de mi hijo ni siquiera mía. Está entre los incautados, hace más de diez años que no nos pertenece», interrumpe Pino Giammarinaro, contactado por teléfono desde IrpiMedia. Sobre este punto, sin embargo, Engie aclara al precisar que, aunque la partícula 4 se menciona en la documentación presentada a la Región, «el terreno colinda con la nueva central eléctrica pero no se ve afectado por nuestro trabajo».
Uvas de calidad a bajo costo
Recorrer la provincia de Trapani sin toparse con algún viñedo es prácticamente imposible. Tinto, blanco o rosado, aquí se puede beber bien. Sin embargo, quienes prácticamente siempre han trabajado la tierra han notado que algo está cambiando. De hecho, eso quizás ya ha cambiado. «Érase una vez que esta fue una de las zonas con más viñedos del mundo. A este ritmo, sin embargo, ya no valdrá la pena seguir cultivando la vid». Quien habla es el dueño de una de las muchas fincas que se asientan en el extremo occidental de Sicilia. Nos recibe en un gran salón para hablarnos de cómo se ha desplomado la rentabilidad de la producción en menos de una década. «No es una sensación, los números y los presupuestos lo dicen -explica el hombre-. Quienes producen uvas para vino en estos lugares ganan mucho menos que en otros lugares. No sé si tiene algo que ver, pero este problema coincidió con la época en que empezaron a construir plantas de renovables. Primero fue el boom de la eólica, ahora parece que todo el mundo quiere hacer parques fotovoltaicos».
El empresario sugiere comparar las listas de precios de las bodegas cooperativas. En la provincia de Trapani hay muchos; los hay que trabajan con etiquetas propias y los que venden vino a granel a otras empresas. Uno de los más conocidos es Cantine Ermes, activo no solo en la isla. Mirando los estados financieros de 2022, que contienen los datos relativos a los anticipos pagados a los socios por las contribuciones realizadas durante la cosecha de 2021, leemos que la uva Chardonnay se pagó de 10 a 38 euros el quintal, mientras que los que trajeron uva Frappato recibieron un máximo de 40 euros el quintal como anticipo. Por los mismos tipos de vid, una bodega en Riesi, en la provincia de Caltanissetta, en el mismo año entregó a sus socios 60 euros por quintal para el Chardonnay y de 47 a 52 euros para el Frappato. Las diferencias se marcan incluso más si comparas otras vides.
Establecer una correlación directa entre la baja rentabilidad de la uva de Trapani y el boom fotovoltaico no es fácil, pero la caída de los beneficios ha aumentado el número de productores que se preguntan si conviene seguir. Así lo piensa Giovanni Di Dia, secretario de Flai CGIL en la provincia de Trapani y, a su vez, un pequeño productor. «La especificidad del caso Trapani hace difícil pensar que está determinado únicamente por la lógica del mercado -dice-. Existe la tentación de pensar en la influencia de factores externos, porque realmente no está claro cómo en otras provincias se pueden pagar decenas de euros más por un quintal. No se trata de hacer comparaciones con la otra punta del país, basta con moverse cien kilómetros”.
La de los productores de uva es solo una de las muchas perplejidades que acompañan a la carrera por la fotovoltaica, no solo en Sicilia y no solo en Italia. Y como en todas las ocasiones en las que hay que darse prisa, los riesgos de perderse algo por el camino son elevados. Preguntarse qué será a partir de ahora en zonas como el distrito Carciella es fundamental, porque afecta a la forma en que imaginamos el futuro y nuestra relación con los lugares en los que vivimos. En este sentido, el caso Engie demuestra cómo los favoritos, también en términos de remuneración de los terrenos vendidos a las multinacionales, suelen ser los grandes terratenientes. Familias que de alguna manera aún hoy representan el rostro de la finca. Para el profesor Angelini, por tanto, la discusión va más allá de la elección entre renovables -en este caso fotovoltaica- y combustibles fósiles. “¿Queremos reemplazar a los maestros de la energía con nuevos monopolios o queremos una sociedad de productores más equitativa y democrática?”.
Este reportaje forma parte de una investigación conjunta entre La Marea y el Investigative reporting project Italy (IRPI). Con financiacion de Journalismfund Europe.