Opinión
#UnAñoFeliz (18 y último) | ¿Y si celebramos, a pesar de todo?
"Brindemos porque hemos frenado una tendencia que parecía imparable. A lo que venga después ya nos enfrentaremos", reflexiona Ovejero en el artículo final de su serie.
Este artículo pertenece a la serie de José Ovejero #UnAñoFeliz, que se ha publicado cada dos semanas en ‘La Marea‘
Es un momento apropiado para terminar esta serie en la que, durante diez meses, he intentado escribir solo sobre asuntos que me alegraran o dieran alguna esperanza, no quedarme embobado contemplando lo terrible del mundo, mucho más hipnótico que la belleza, a pesar de mi frecuente sensación de que urge más hablar de los males para buscar soluciones que entretenerme en lo que iba bien.
Supongo que la atención al peligro es una ventaja para la supervivencia de la especie y que la infelicidad es lo que nos lleva a intentar mejorar lo que nos rodea y a nosotros mismos. Quizá por eso captan mejor nuestra atención. Y quizá sea también la razón, o esta es mi impresión, de que se hayan leído menos mis artículos… llamémosles optimistas, que los más críticos que escribía antes.
O quizá, y la explicación me parece plausible, no estoy dotado para mirar el lado bueno de las cosas y a estos artículos no han sabido transmitir entusiasmo, contagiarlo. Inevitablemente me viene a la cabeza la escena final de La vida de Brian con los crucificados canturreando Always look on the bright side of life… Definitivamente, a mí no se me irían los pies detrás de la simpática tonada como a los otros condenados. Preferiría maldecir a los romanos. O al escuadrón suicida. O exigir la disolución del Frente Popular de Judea. O al menos del Frente Judaico Popular.
Probablemente es esa la razón de que me sea tan difícil terminar este año feliz de buen ánimo, a pesar de que los resultados de las elecciones no hayan sido la catástrofe anunciada. Que el frente de la extrema derecha y el frente de la derecha extrema no hayan conseguido la mayoría absoluta debería ponerme a silbar como los compañeros de Brian, pero solo se me ha escapado un silbido de alivio. Será porque no consigo imaginarme a Junts cediendo lo suficiente como para aceptar abstenerse, ni puedo imaginar al PSOE haciendo suficientes concesiones como para convencer a Junts. El anticatalanismo de un sector del PSOE y el antiespañolismo de un sector de Junts amenazan con fracturar ambos partidos si alguno muestra flexibilidad. Y solo le faltaba a ambos una división interna.
Así que aquí me tenéis, atribulado ante la perspectiva de nuevas elecciones. Otra vez soportar las mentiras, los insultos y el machismo desatados de esos medios en los que bajo el traje y la corbata o la discreta blusa, todo muy profesional, se oculta una ferocidad que desconoce la ética. Otra vez los carteles y los lemas repugnantes con los que obtienen portadas y visibilidad quienes no tienen otra cosa que ofrecer que océanos de mala baba.
De nuevo candidatos mintiendo y creando bronca en directo para revolver las aguas de la democracia y llevarse la sardina a las ascuas de su partido. Y de nuevo, esta es la peor parte, la incertidumbre de si el país amanecerá dentro de unos meses en manos de quien no duda en aumentar el malestar de sus ciudadanos –ahí tuvimos a Feijóo intentando que las ayudas europeas no llegaran para aliviar la situación crítica de muchas y muchos– con tal de derribar a nuestro tan socialdemócrata socialcomunismo.
Qué fea costumbre tenemos los pesimistas de no disfrutar el momento, distraídos con los negros presagios del futuro. Podría decir que el pesimismo es una estrategia para arrancar a la vida momentos de felicidad, esos en los que los acontecimientos se revelan mucho más dichosos de lo que temíamos: por ejemplo, imaginemos que se repiten las elecciones y en las próximas no solo VOX pierde escaños, también el PP.
Pero, aunque así fuera, a menudo ese vivir en el futuro y en sus posibles desenlaces impide apreciar los logros, detenerse un instante a agradecerlos y celebrarlos. Que es, independientemente de mi tendencia natural, lo que quisiera hacer hoy para cerrar esta serie: brindar imaginariamente con quienes me leéis porque hemos frenado una tendencia que parecía imparable y detenido lo que para mí, no solo para mí, era una amenaza para la convivencia, el progreso y la libertad. A lo que venga después ya nos enfrentaremos.