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Editing Vox
"¿Nos reconocemos en este tipo de discurso? ¿Aceptamos su lenguaje?", reflexiona Juan Casamayor tras analizar las propuestas culturales del programa electoral de VOX.
¿A dónde nos vamos?
María Fernanda Ampuero, Twitter: 14 de julio
se armaban los bárbaros y sus dictaduras
Clara Obligado, Todo lo que crece
Busco en mi antiguo diccionario el significado de la palabra latina ‘Vox‘. Su primera acepción dice: «Vox, vocis f.: voz [del hombre o de los animales]». Prosigo con la etimología y acudo al Diccionario de autoridades (1737), que en su tercer tomo [p.524] recoge la primera acepción de ‘Voz’: «El sonido formado en la garganta y proferido en la boca del animal». ‘Vox’ es el sonido animal, el berrido de la bestia, el aullido del bárbaro.
Hay un partido político en España que se denomina Vox. No son animales, mucho menos animalistas. Son bestias. Lo animal, el animal, se sitúa «contra la posición central del hombre en la naturaleza», como se dice en el programa electoral de Vox (p. 150), en adelante PEV.
Y no nos dejemos engañar: no son bestias sin juicio, no son bárbaros fuera de una lógica. Desde luego que razonan y cabalgan mientras cuidan de «la salud mental y espiritual de los españoles» (p. 173). «Y espiritual». Tienen objetivos, determinación, estrategias y herramientas para cumplirlos.
Yo trabajo junto a las voces de quienes escriben. Sus voces conllevan textos que leo, que disfruto, con los que dialogo y en los que navego, que edito. Esas voces son de muchas orillas: es una constante de mi convicción editorial. Latinoamérica y su riqueza me han hecho el hombre, el lector y el editor que soy. Sigo aprendiendo y educándome en su diversidad, complejidad y profundidad, en todo lo que crece, sin ningún otro ánimo que el hecho mismo de compartir y nunca llegar a convertir mi posible (pequeñísima) acción en un intento de «dar a conocer la labor civilizadora de España en América» y mucho menos impulsar «iniciativas culturales y educativas, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, destinadas a combatir la leyenda negra» (p. 144). Las bestias batallan por eliminar «movimientos indigenistas en la Iberosfera» (p. 143). Un eco en mi memoria: «naa nga ba’du’ridindeneu //xiñee qui gana guini’didxastiá», «soy el niño que riñes // porque no sabe hablar español» (Elvis Guerra, Muxitán: UNAM, 2022, pp. 97-98). Una parte del catálogo que me representa son voces que evocan y abrazan a ese niño, a esos otros orígenes. Probablemente para las bestias ese origen «promueve un indigenismo que falsea la Historia y vierte todo su rencor contra nuestra Patria» (p. 141).
Las voces de Vox pueden ser leídas. Deben ser leídas. La ausencia y la presencia de sus palabras configura su discurso. En el entramado textual que es el PEV no aparece, por ejemplo, ni una sola vez el término ‘feminismo’. Ni una. Sin embargo, aparece veintiséis veces ‘mujer’ (trece para cuestionar su condición de víctima, once sobre su exclusivo papel de madre, dos como víctima del islam –aquí sí–). Pienso en todas y cada una de las escritoras con las que trabajo, en las que creo, con las que debato y converso. ¿Qué es una mujer? Mujer es maternidad, embarazo, familia; la mujer posee ahora derechos ficticios que generan asimetría penal, por ello medidas como la eliminación del aborto libre o la derogación de la Ley Integral de Violencia de Género vendrán a consolidar una nueva igualdad. ¿Qué es una mujer? Partiendo de que debe pronunciarse en plural como recomienda Andrés Neuman en Barbarismos (p. 71), a mí me repiquetea el humor más serio que conozco, el de Clara Obligado: «Imagino mi propio Génesis. ¿Y si el principio generador hubiese sido una mujer? Parece más lógico. La imagino preparando mermeladas con los frutos del árbol del bien y del mal. Negociando con Caín y Abel» (Todo lo que crece, p. 61).
Caín y Abel. No hay ni una referencia a la pederastia, tampoco a la Iglesia. Sí a la religión: «religión islámica», «religión climática». Menos mal que se garantizará «el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones» (p. 36). Aquí hay una suerte de plagio o paratexto: «derecho a la libertad de educación para los padres en la elección de centro y en la formación religiosa y moral de sus hijos de acuerdo con sus propias convicciones» (Gravissimun educationis, del 28 de octubre de 1965, visto en Carlos Esteban Garcés, «Del catecismo al currículo. La transición de la enseñanza de la religión» en Pliego. Vida Nueva, núm. 3133, 9-14 de junio de 2019, p. 26).
«Religión climática» hemos repetido. Mucho énfasis porque la transición ecológica, las asociaciones y organizaciones ecologistas radicales (radical, ese adjetivo que siempre acompaña a cualquier palabra de la misma base léxica que ‘ecología’), todo lo radical «criminaliza a nuestros trabajadores y agricultores» (p. 108), los ecologistas radicales, por supuesto, atacan a «nuestro sector primario, sus productos y el modo de vida tradicional» (p. 50).
El economista y premio Nobel Paul Krugman estuvo en junio en Galicia: Paul Krugman afirmó: «Las cuestiones que más me preocupan son el cambio climático, ese desastre que se avecina, y el influjo de las ideas populistas en todo el mundo» o «Las políticas de impulso de las economías verdes están funcionando increíblemente bien» (La Voz de Galicia, 28 de junio de 2023). Paul Krugman es un radical. Soy editor y mis libros se hacen con papel y colaboramos e impulsamos la responsabilidad y sostenibilidad en el medioambiente a través de certificados conforme a los requisitos de los estándares internacionales FSC® (Forest Stewardship Council®) y PEFC (Programme for the Endorsement of Forest Certification Schemes). Si no lo hago, en el futuro no editaré libros en formato papel. ¿Soy un radical?
Santiago Abascal ofreció un discurso sobre cultura, con la pobreza propia de un patriota que se le llena la boca de patria, en la Fundación Carlos de Amberes el mes de julio de 2023: «Ya ven ustedes que he decidido ahorrarles la lectura de un programa electoral y he preferido hacer algo más parecido a una exposición de motivos». Esa frase con la que cierra sus palabras me trajo a la mente la secuencia de la película magistral El Hombre que mató a Liberty Valance (John Ford, 1962) en la que, en una de sus escenas inmortales, el honorable comandante Cassius Starbuckle, soldado, jurista y estadista eminente, es llamado a tomar la palabra y exclama: «He venido aquí con un discurso cuidadosamente preparado, pero no es este el momento para oratorias. Permitidme que os hable con el corazón». Y arruga una hoja de papel que tira al suelo. El doctor Willoughby lo recoge y está… en blanco. La cultura en PEV está en blanco.
Formo parte de las industrias culturales. Soy uno de los más de 690.000 trabajadores, Editorial Páginas de Espuma, una de las 128.000 empresas que contribuyen con su actividad a un 2,2% del PIB (fuente: Anuario de Estadísticas Culturales 2022. División de Estadística y Estudios de la Secretaría General Técnica del Ministerio de Cultura y Deporte).
Se comprende que busque información sobre políticas culturales en PEV. «Cultura de nuestra patria», «cultura y símbolos españoles», «manifestaciones culturales propias de nuestra Nación y de la Hispanidad», «la tradición cultural de España y el resto de Occidente», «cultura de la muerte», «cultura de la cancelación», «cultura del descarte», «Difusión de la Cultura de Defensa» (esta no tiene desperdicio: «a fin de que la sociedad española conozca, valore y se identifique con su historia y el esfuerzo solidario y efectivo mediante el cual las Fuerzas Armadas salvaguardan los intereses nacionales»; véase p. 93), la Iberoesfera comparte «idioma e importantes lazos de amistad, historia y cultura con España», el islam con sus «ideas que son contrarias a nuestra cultura e identidad”.
No encuentro conceptos –no lo esperaba– como arte, como lectura (sí hay fomento, de la natalidad, «de la vida desde su concepción» –p. 170–), ni rastro de conceptos como libro, mucho menos literatura, escritor, escritora. No aparece lo cinematográfico, sí lo cinegético. No hay pintura, escultura, danza, pero sí caza. Y claro, no sale edición, pero sí sedición. Conceptos llevados a lo clandestino, a lo oculto, el silencio como semiología de la censura. La censura como praxis. Y no se halla el término ‘censura’ en PEV. Acaso hace falta nombrar la censura en un texto que se llena de derogación, supresión, suspensión, prohibición, penal, ilegal (apunte de corrección de estilo: aparece treinta y siete veces). La cultura en blanco.
La inteligencia no está en las respuestas que puedan darnos, sino en las preguntas que seamos capaces de hacernos a nosotros mismos y a los demás. ¿Nos reconocemos en este tipo de discurso? ¿Aceptamos su lenguaje? ¿Asumimos que detrás de todo ello hay unas políticas, insisto, de derogación, de supresión, de suspensión, de prohibición, que ilegalizarán y penalizarán lo que no se ajuste a una supremacía elitista, excluyente y bárbara que puede definir nuestra convivencia moral, económica, social, cultural o sexual? ¿No hemos aprendido nada? ¿Nos dejaremos aplastar mientras cabalgan? ¿A quién vas a dar tu voto el próximo domingo?
CUARENTA Y CINCO AÑOS ATRAS
A mis 73 años siento que quieren hacernos retroceder 45 años. Llevarnos a finales de los años 70. Más de la mitad de quienes van a votar, y muchos y muchas que dicen que van a abstenerse, no saben bien lo que hubo, ni lo que pasó para llegar hasta aquí. A finales de los 70 teníamos recién estrenada la Constitución, pero aún no habíamos estrenado la «democracia».
Seguro que si les digo que no podíamos ir por la calle hablando más de tres personas, que no nos dejaban ver según qué películas, ni oír según que canciones, que estuvimos 40 años sin poder votar, que los colegios no eran mixtos por el horror y el terror de esas mentes taradas que el nacionalcatolicismo había creado a que niños y niñas jugasen juntos y juntas… Que podían multarte por dar un beso en la calle, que no podías amar libremente a quien te diese la gana, que organizar una huelga podía llevarte a la cárcel, que las mujeres eran la parte sometida de una sociedad machista y patriarcal que le negó, incluso, su derecho a ser persona. Porque una mujer casada necesitaba el permiso de su marido para abrir una cuenta bancaria, para vender sus propios bienes, para firmar un contrato laboral o para sacar el carnet de conducir.
Seguro que muchos y muchas pensarán que eso son “batallitas de abuelo”. Ya ven que Feijóo ha llegado a decir que lo que pasó hace apenas 80 años eran “peleas de abuelos”. Pero no, así estábamos. Pregunten a sus abuelas y abuelos, incluso a sus padres y madres si, como yo, nacieron en las décadas de 1940 y 1950 del siglo pasado.
Salir de aquello, salir de la dictadura franquista, costó años y años de lucha, decenas de muertos, miles de personas encarceladas. Hoy la extrema derecha, esa que el PP de Feijóo lleva a los gobiernos, quiere devolvernos a esa época.
Quieren que la ciudadanía vuelva a ser esa sociedad domesticada, acrítica, obediente y sumisa que crea que lo fundamental, aunque no tenga sanidad o educación públicas, es la patria y la bandera.
Apenas conformados ayuntamientos y gobiernos de comunidades autónomas y ya hemos visto, otra vez, los mordiscos y patadas que las derechas dan a derechos y libertades conseguidos tras años y años de lucha y movilización. Apenas llegados instalan la censura en las expresiones artísticas y coartan la libertad de expresión y creación, defienden un trasnochado y patriarcal modelo de familia, niegan y banalizan el machismo cobarde y asesino que mata mujeres, niegan el cambio climático y hacen proclamas patrioteras y populistas. Exhiben, sin pudor alguno, su racismo, su xenofobia y su odio a quienes son diferentes. Quiero confiar en que, el próximo 23 de Julio, aprovecharemos la oportunidad para frenarles. Nuestro voto, que es libre y soberano, va decidir el próximo gobierno.
Más allá de bulos, mentiras, fake news, telebasuras varias, encuestas capciosas y esas “redes sociales” colonizadas por bots difusores de engaños, tenemos elementos suficientes como para saber las opciones y propuestas de quienes se presentan a las elecciones….
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