Política
“El pueblo que se movilizó contra el franquismo se desmovilizó por culpa de Felipe González”
Tras toda una vida dedicada a la militancia de izquierdas, Christine Lewis Carroll, de formación filóloga, sufre viendo a una juventud reacia al conflicto, temerosa de pasar de la precariedad a algo aún peor.
Esta entrevista forma parte de LaMarea92 | Nuestra agenda eres tú, un número conmemorativo por los diez años de ‘La Marea’.
Christine es una mujer de las que ya no quedan. Esto, lejos de ser un elogio que hablara de su singularidad, es algo triste para ella. Tras toda una vida dedicada a la militancia de izquierdas y la lucha sindical, hoy sufre viendo a una juventud abúlica, reacia al conflicto, temerosa de pasar de la precariedad a algo aún peor. “Yo lo entiendo. Si luchas puedes perder, pero si no luchas estás perdido”, afirma. Nacida en Manchester hace 71 años, llegó a Madrid en 1970 para completar su formación de Filología.
Siendo estudiante se le presentó la posibilidad de ir a la Universidad de Deusto, pero peleó hasta conseguir que la cambiaran de destino. “No tengo nada contra Bilbao, al contrario. ¡Lo que no quería era estar con los jesuitas!”, cuenta riendo. En aquella época encontró a Pablo, que sigue siendo hoy su “compañero”. Prefiere usar esta palabra polisémica en lugar de la de “marido”, que no tiene tantas connotaciones, tanto amorosas como políticas. Juntos empezaron a trabajar contra la dictadura y juntos siguen hoy participando en movilizaciones.
De primeras, sorprende su perfecto manejo del castellano. No se equivoca en la conjugación de ningún verbo. “¡Pero si llevo aquí 50 años! No tiene tanto mérito”, exclama. Y apenas tiene acento. “Pues soy muy partidaria de los acentos. Me encantan. Siempre cuentan una historia”.
Familia obrera
Su historia empieza en un barrio inglés de clase obrera. Su padre trabajaba en una fábrica de componentes para instalaciones de gas y su madre era auxiliar de enfermería en el hospital de Oldham. Asegura que en su casa no se hablaba de política, eso lo adquirió ella más tarde, por su cuenta. En casa, la conciencia de clase era algo asumido de forma casi inconsciente. “Simplemente era su cultura. Era su ética”. De hecho, no conocía las actividades de su padre. Sólo más tarde supo que tenía un cargo de cierta responsabilidad: recogía las cuotas del sindicato.
Se nota que Christine pertenece a otra generación porque cuando habla de política rehúye la solemnidad. Todo lo cuenta con gesto risueño. “Los primeros conceptos marxistas los recibí en la universidad por parte de un profesor que nos hablaba de la plusvalía y esas cosas. Fue allí, en su clase, cuando las piezas empezaron a encajar. Él entonces era marxista. ¡Hoy, por cierto, ya no lo es!”, cuenta entre risas.
Tan importante fue aquel profesor como su primer contacto con la filosofía. Ocurrió antes, en Francia, siendo estudiante de intercambio. “Yo tendría 15 o 16 años y era la primera vez que iba a una clase de filosofía. Eran, claro, íntegramente en francés. Imagínese, una niña inglesa estudiando a Kant en francés. ¡Al principio no me enteraba de nada!”, admite. Con esa experiencia vital y la mente abierta, les cantó las cuarenta a los profesores de su instituto cuando volvió a casa: “En Inglaterra no existía la asignatura de filosofía. Así que les dije: ‘¿Cómo es posible que nos hayáis robado esto, que nos hayáis hurtado este conocimiento?’. Me salió así, torrencialmente. Yo estaba indignada”, recuerda con ternura.
Desde aquellos años no ha dejado de leer sobre filosofía y política. En estos momentos lleva dos libros en inglés bajo el brazo. Uno es la novela Middle England, del escritor satírico Jonathan Coe (traducida al español como El corazón de Inglaterra). El otro es un pequeño ensayo sobre el movimiento ludita del historiador Peter Linebaugh.
¿Está Christine a favor de la destrucción de las máquinas? “Naturalmente”, contesta rotunda. Y ofrece su explicación con matices (esos matices que siempre iluminan): “Piense por ejemplo en las máquinas de autopago. En el supermercado, cuando un trabajador se me acerca para conducirme a la máquina de autopago, siempre me niego. Le digo que no voy usarla porque quiero que siga teniendo trabajo. Unas veces lo entienden y otras no”. Esta frecuente incomprensión es, a su juicio, “la gran batalla cultural e ideológica que ha ganado la derecha y el capitalismo”.
Christine, por experiencia, sabe dónde se libra esta batalla: “Si no estás en la calle, con los movimientos sociales, fuera de la política institucional, no hay nada que hacer”. Así recuerda la España a la que ella llegó en los años setenta: “Había un pueblo movilizado contra el franquismo. Y ese pueblo se ha desmovilizado gracias, principalmente, al señor Felipe González”. La política oficial tiene unos límites, explica, y eso ha acabado por cohibir a los partidos a la izquierda del PSOE. “Están ofreciendo cheques anticrisis para la población vulnerable. Eso revela que no tienen ninguna alternativa al sistema. Hay que trabajar para proponer una alternativa. Esa ha sido siempre mi cultura”, dice ella, que estuvo afiliada al PCE. En cualquier caso, quiere dejar claro que su voto siempre estará vinculado a la izquierda, pero no se resigna a no cambiar las cosas.
“Si no estás en la calle, con los movimientos sociales, fuera de la política institucional, no hay nada que hacer”
“Marcelino Camacho decía que él, entre lo posible y lo necesario, escogió lo necesario. Yo ya estoy muy mayor para seguir luchando –confiesa–, pero no quiero conformarme con lo posible. Por eso he trabajado toda mi vida. En el trabajo me la he jugado siendo delegada sindical. ¡Y yo era la secretaria del jefe de la fábrica! No era una posición cómoda”. Gracias a su conocimiento de los idiomas se desempeñó como secretaria en varios sectores, entre ellos, la industria de la cosmética y la de las telecomunicaciones. A pesar de las dificultades, nunca dejó el activismo. “Las mujeres, sobre todo, hemos tenido que trabajar, cuidar a los hijos, militar… Hoy los jóvenes están en una situación más precaria que la nuestra, pero a nosotros tampoco nos daba la vida”.
Lucha con recompensa
Aquella lucha colectiva tuvo sus logros. Uno de ellos es su vivienda. Christine vive en una urbanización de 600 casas con jardín construidas por una cooperativa. “Fue un triunfo de la clase obrera”, proclama. Y más en la zona en la que lo consiguieron: Aravaca, un barrio que limita con el riquísimo Pozuelo de Alarcón. La bautizaron con el nombre de Rosa Luxemburgo. “Aquí somos incómodos”, dice con una sonrisa pícara.
La prensa ha sido otro de sus caballos de batalla, sobre todo desde que está jubilada. Ha estado o está suscrita a muchos medios independientes. Y participa activamente en ellos. “No tanto como quisiera. Me tiene que inspirar un tema, o cabrearme mucho, para ponerme a escribir. Durante mucho tiempo pensé que yo no tenía nada que decir. Asumí que los cargos políticos y académicos sabían más que yo. Pero vista la mediocridad, pensé: ‘Yo puedo decir algo mejor que estos’”.
Eso sí, tuerce el gesto cuando en alguno de estos medios ve publicidad comprometedora: “Pero, vamos a ver, ¿cómo vas a ser independiente si veo que llevas un anuncio de Iberdrola o de la Fundación La Caixa? Eso no puede ser”.
En todos estos combates anda Christine, sin perder de vista lo verdaderamente importante. Su hijo y su nuera acaban de ser padres por adopción. El niño es aún muy pequeño y, sin duda, acabará siendo bilingüe. En su casa se oye el inglés, el castellano y el gallego de sus abuelos maternos. Christine, amante de los idiomas y de los acentos, participa activamente, tiernamente, en esta educación polifónica: “Le suelo hablar en inglés, menos cuando lo cojo y le digo ‘¡ay, que te como!’. Eso me sale en español”.
Gracias por tus comentarios y calor.
He hecho lo que he podido y sabido, nunca suficiente. Un abrazo
Fai xa moito tempo que teño entendido que o Sr. González, suposto oráculo de Delfín, non ten nada nin tivo nada de socialista de verdade.Non hai mais que comprobar que fixo coas empresas. do INI. Hoxe serían a salvación dos traballadores e do País.
Por se non chegara con desmantelar o Estado hoxe ten os Santos oefs de dar clases de democracia e Bon gobernó.
Otro grandísimo canalla , golfo y terrorista además de ser un topo del fascismo en el partido socialista español ; nuestro malnacido y gran traidor : Felipón González Márquez.
Salud y 3ª República .
No sabéis cuánto me alegro de leer este titular (también el artículo en su conjunto). Siempre he tenido la duda de si hizo más daño a la izquierda Carrillo o González. Como González no para, creo que él está ya en cabeza. Habría que hacer una lista amplia de sus «contribuciones» a la destrucción.
Toda mi gratitud a Christine Lewis, mil gracias por vivir en este país.
Declaraciones más interesantes que las de esta mujer, bajo mi punto de vista, imposible.
Cuantas Chistines necesita este país.
5 breves minutos de obligada lectura:
Memoria en Otsoportillo (Navarra)
https://www.youtube.com/watch?v=MQLk4A1ArUU&list=PLV_f2W4Xtz46raoMu2CYL72QQ0n9t9JVm&index=2