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La Inteligencia Artificial vapulea el futuro del trabajo

Varios estudios pronostican la desaparición de millones de puestos de trabajo como consecuencia de los diferentes usos y desarrollos de la Inteligencia Artificial. La clase media y los trabajos feminizados serían los más afectados.

Sam Altman, creador de OpenAI, no supo detallar en el Capitolio las disrupciones que traerá su criatura. MOJAHID MOTTAKIN / UNSPLASH

Se puede afirmar sin titubeos que una de las mayores preocupaciones en los centros de poder occidentales es el futuro del trabajo. Desde quienes apuntan a las sustanciales mudanzas en el mercado laboral como consecuencia de la crisis climática, hasta los fenómenos azuzados por la COVID-19 –como la llamada ‘Gran Dimisión’– pasando por el impacto que tendrá la Inteligencia Artificial (IA), los debates no paran de sucederse. Específicamente, los efectos de la IA en el empleo ocuparon buena parte de la reunión que mantuvieron los congresistas estadounidenses en el Capitolio con Sam Altman, creador de OpenAI (la empresa que inventó ChatGPT), quien no supo detallar las disrupciones que traerá su criatura. Aunque los distintos actores políticos y económicos difieren en cuanto a los números, existe unanimidad a la hora de afirmar que habrá cambios drásticos, una gran conmoción que, dependiendo de cómo se gestione, puede acabar con millones de personas en la calle.

Millones de afectados

Los peores augurios vienen de la mano de Goldman Sachs. Según un informe reciente de la multinacional bancaria, 2/3 de los trabajos actuales en EE.UU. y en Europa podrían estar sujetos a algún tipo de automatización provocada por la IA generativa, y sería esta tecnología la causante de la pérdida de 1/4 del empleo en dichas regiones. Extrapolados los datos a nivel global, se estima que desaparecerían 300 millones de puestos de trabajo. Aunque algunos expertos apuntan a la creación de nuevas profesiones y un posible incremento de la productividad en algunos sectores, estos avances son más difíciles de predecir y dependerían tanto del desarrollo de la tecnología como del marco regulativo en que esto ocurra. En este sentido, es significativo que la nueva Ley europea sobre Inteligencia Artificial haya dejado fuera de la clasificación como “alto riesgo” el uso de estos sistemas generativos en el mercado laboral y en entornos educativos, lo cual añade más incertidumbre a un tejido social atravesado por la inflación y la guerra en Ucrania.

Mucho más detallado es el último estudio realizado por el Foro Económico Mundial (FEM), conocido como “Foro de Davos” y radicado en Suiza. FEM pronostica que un 23% del mercado mundial experimentará una sacudida debido a varios factores, entre los que destaca la IA, pero también una tendencia a la desglobalización –o relocalización, el término utilizado en la investigación medioambiental– y la transición hacia una economía verde. Así, proporciona números más halagüeños: 83 millones de puestos de trabajo serían eliminados, pero, a cambio, se crearían 69 millones a nivel global. En cualquier caso, los riesgos seguirían siendo notables, principalmente impulsados por la ralentización del crecimiento económico, una subida del coste de los insumos y la reducción del poder adquisitivo de la ciudadanía. Es relevante que en los ámbitos académicos ecologistas se estén discutiendo circunstancias similares, relacionadas con el agotamiento de los recursos naturales y las adversidades climáticas, cuestiones que no suelen tenerse en cuenta en los círculos financieros. El último libro de Gonzáles Reyes y Almazán realiza un análisis pormenorizado por sectores en un contexto de colapso ecosocial, y prevé la disminución de empleos (en el turismo, la pesca, la ganadería, etc.) bien por su carácter insostenible o el daño medioambiental que causan.

Trabajos de clase media, y feminizados

La dominación del tejido productivo por parte de la IA presenta algunas novedades: a diferencia de otras épocas en que las máquinas han sustituido el trabajo manual, ahora estaríamos hablando de “tareas que requieren razonamiento, comunicación y coordinación”, asegura el informe del FEM, o, como afirma The Guardian, “trabajos de clase media”. Una lectura comparativa de los documentos citados, junto a la investigación de Business Insider, nos devuelve los siguientes empleos amenazados: aquellos que requieren análisis o procesamiento de datos en el ámbito tecnológico (incluyendo programadores e informáticos); análisis de mercado o financiero (asesores fiscales, gestores, profesionales del marketing); asistentes de varios tipos; diseñadores gráficos, periodistas y creadores de contenido en general; y hasta abogados y profesores, aunque en torno a la docencia hay discrepancias, pues para el éxito de los procesos pedagógicos son importantes la interacción humana y la empatía. Además, un estudio citado por Bloomberg subraya el sesgo de género en los peligros laborales que entraña la IA, la cual podría reemplazar a miles de mujeres en puestos tradicionalmente feminizados, como el de secretaria, traductora, o personal de recursos humanos. A grandes rasgos, el análisis del mercado laboral español efectuado por FEM coincide con los sectores identificados como en decadencia internacionalmente, aunque el mayor varapalo estaría desencadenado por la caída del crecimiento global.

Ante este panorama nada alentador, cabe preguntarse, con pensadoras como Yayo Herrero, qué sentido tiene el trabajo como vía de acceso a distintos derechos sociales (sanidad, pensión) y de qué manera orientar la política hacia la obligación de “proteger personas”, no sectores económicos; o por qué las cifras de empleo siguen dominando la opinión pública en lugar de hacerlo la utilidad social del mismo, de acuerdo con David Graeber. Este último autor ya abogaba por la implementación de una Renta Básica Universal (RBU) con el objetivo de blindar cierto bienestar al ciudadano y ahorrarle el desgarro moral que conlleva dedicarse a un “trabajo de mierda”. Puede parecer mentira, pero no hace tanto que los empresarios de Silicon Valley, incluido el mismísimo Altman, abrazaban también esta medida, conscientes de la inestabilidad social que provocarían sus hazañas algorítmicas. Buscar herramientas de protección colectiva, comunitaria, y no sólo predecir la catástrofe empieza a tornarse perentorio en un mundo plagado de incertezas.

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Comentarios
  1. A más IA, a más tecnología, a tal punto que hoy nos ha convertido en esclavos y es innegable que nos ha aborregado porque nos ha robado el tiempo e incluso la capacidad para reflexionar sobre la existencia humana, sobre los problemas a los que nos estamos enfrentando la humanidad entera, nos ha robado el tiempo que cada ser humano necesitamos para conocernos a nosotros mismos, superarnos, vivir en armonía con uno mismo, con serenidad, crecer en sabiduría…
    Nos ha extraviado de nosotros mismos…

  2. El fantasma de un colonialismo tecnológico, donde la tecnología es una herramienta de saqueo, desinformación y opresión, se hace cada vez más palpable.
    El capitalismo utiliza la IA como un potente vehículo para comerciar con el «big data», manipular información y consolidar monopolios. El desarrollo tecnológico, que a menudo va de la mano de una inquietante carrera armamentista, plantea problemas sociales históricos y pone en jaque el uso de datos, un derecho humano fundamental, por cierto.
    El capitalismo, a través de la máquina del Estado, está explotando la IA para acelerar la automatización y la precarización del trabajo, justificándolo como progreso tecnológico. Es crucial entender que la IA, en su esencia, no es ajena al pueblo, sino que se ha convertido en una forma de alienación bajo el dominio del capital.
    No podemos ignorar que la IA, en manos del capitalismo, se presenta como un disfraz ideológico, un motor de acumulación de clase, ocultando su verdadera naturaleza impulsada por la inteligencia de mercado. El aprovechamiento de la IA por parte del capital para el secuestro del plusvalor, el aniquilamiento de la competencia y la consolidación de monopolios, en beneficio del capitalismo y el imperialismo, es una realidad palpable.
    La industria militar tampoco escapa a esta dinámica. La IA contribuye a las ganancias de este sector.
    La inteligencia artificial ¿aliada o enemiga del progreso?
    (Martín Alvarez – Canarias Semanal)

  3. Es la crónica de una injusticia global anunciada, denunciada por Paul Lafargue, hace más de un siglo, en su «Refutación del derecho al trabajo», denostada ferozmente por capitalistas y comunistas, incluido el mismo Karl Marx.
    Lafargue ya postulaba la necesidad de centrarse en el derecho al ocio y la cultura, y para ello repartir el trabajo, reduciendo al mínimo su necesidad como medio de supervivencia, y sustituirlo por la protección social de todos.

  4. También podríamos trabajar menos horas y trabajar todos/as
    Conozco a un dentista que trabaja dos días a la semana. Vive en confort austero y dice que no necesita más dinero. Por qué no extrapolarlo? Garantizar ingresos dignos por 2, 3 ó 4 días por semana, o bien menos horas al día…

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