Crónicas | Cultura

Muere la escritora ucraniana Victoria Amelina tras ser herida en un bombardeo

La escritora ucraniana fue alcanzada por un misil ruso y murió el pasado sábado en el hospital de Dnipro. Pocos días antes se presentaba en Madrid su primera novela traducida al castellano: ‘Un hogar para Dom’.

La escritora ucraniana Victoria Amelina. RAFAL KOMOROWSKI (CC BY-SA 4.0)

El pasado martes, un misil ruso cayó sobre la pizzería Rai, en Kramatorsk. Allí estaban comiendo el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, el excomisionado de paz Sergio Jaramillo, la periodista de France 24 Catalina Gómez Ángel y la escritora ucraniana Victoria Amelina. El ataque se saldó inicialmente con 11 muertos y más de 50 heridos. Entre estos últimos se contaba Amelina, que salió muy malherida de la explosión. Desconocida aún para el público español, era una de las escritoras más populares de su país. Entre otros, había ganado el premio Literario de la Unesco (2017) y el premio de literatura de la Unión Europea (2019). Pocos días antes de que le alcanzara el misil del ejército de Putin, se presentaba en Madrid su primera novela traducida al castellano: Un hogar para Dom. Su publicación surge de la iniciativa de una editorial recién nacida, Avizor Ediciones, que quería contribuir a la difusión de la cultura ucraniana , «aunque esta aportación fuera una gota de agua en el océano de sus necesidades», escribe su editor, José Manuel Cajigas, en el prólogo. *El sábado 1 de julio, tras varios días debatiéndose entre la vida y la muerte, se confirmó la peor de las noticias: Amelina no pudo superar las heridas recibidas y murió en el hospital Mechnikov de Dnipro.

«Fuimos a esta pizzería porque a Victoria le gustaba mucho la comida de allí. Jaramillo, Catalina Gómez y yo queríamos darle las gracias por haber sido nuestra guía en la ciudad», explicaba Héctor Abad Faciolince en el programa La Ventana, de la Cadena SER. «Estábamos bromeando, nos estábamos riendo, cuando de repente, como del fondo de la tierra, salió un estruendo inconcebible… Aunque venía de abajo, no me elevó sino que me hundió, me tiró al suelo. Fue horrible. Todo se puso a cámara lenta. Los gritos llegaron mucho después. Gritos de miedo, de socorro, de dolor… Cuando me levanté miré a Victoria. Seguía sentada en su silla, muy recta, limpia, sin ninguna herida, como si no le hubiera pasado nada. Sin embargo, no se movía, no respondía a nuestros gritos. Ahí empezamos de verdad a ver todo el horror de los heridos y los muertos». Faciolince y Jaramillo pertenecen a un movimiento latinoamericano llamado Aguanta Ucrania y acudieron a la Feria del Libro de Kiev para expresar su solidaridad en persona.

La escritora podría haber abandonado el país al inicio de la guerra, pero decidió quedarse con el propósito de contribuir a la protección del patrimonio cultural ucraniano y trabajar como relatora de los crímenes de guerra y de la violación de los derechos fundamentales. Un hogar para Dom no es un libro sobre la guerra, se escribió antes de que estallara, «pero, esencialmente, es una novela sobre Ucrania y sobre la gente que trata de redescubrir su identidad ucraniana», explicaba la autora, a través de un vídeo, en su presentación, realizada hace pocos días en el Ateneo de Madrid. El narrador de la historia es un perro, llamado Dom, que observa las vicisitudes de su familia tras la desaparición de la URSS en 1991. Cada uno de sus miembros afronta el incierto futuro desde una óptica diferente: el abuelo es un coronel retirado, antiguo piloto del ejército soviético; su esposa añora un pasado tranquilo, que ya no volverá, en el que vivía a orillas del mar Caspio; y sus hijas y sus nietas tienen sus particulares visiones del mundo, a menudo antagónicas.

Aunque se trata de ficción, el relato de Amelina tiene un marcado componente autobiográfico. «El personaje del coronel está basado en mi propio abuelo. Sobrevivió al Holodomor, la hambruna que devastó el país entre 1931 y 1932. Eso, por supuesto, fue un trauma terrible para él. Pero después llegó a ser piloto soviético y participó en la guerra de Corea. Compartió, pues, ambas identidades, lo que demuestra la complejidad de su vida. La vida nunca es en blanco o negro. Mi abuelo fue un buen hombre. Y mi abuela era rusa», observaba Amelina en la presentación. «Las hijas y nietas de este coronel vivieron, como yo, los años noventa debatiéndose entre abrazar la nueva identidad ucraniana o preservar la identidad soviética. Y cada una de ellas toma su propia decisión».

La lengua hace la nación

La lengua se ha convertido en el caballo de batalla de la identidad ucraniana. Paradójicamente, ha sido la invasión ordenada por Putin lo que ha decantado esta predilección por el ucraniano en un país espontáneamente bilingüe hasta entonces. El de Andrei Kurkov, el escritor más celebrado del país, es un caso paradigmático: siempre se ha expresado y ha escrito en ruso, pero hoy rechaza la lengua del invasor. Su última novela, Abejas grises, abunda, como la de Amelina, en el carácter dual del pueblo ucraniano. Sus protagonistas viven absolutamente inmersos en la cultura rusa, a pesar de ser ucranianos. «Y la lengua que utiliza el perro Dom debería haber sido la rusa –explicaba Amelina–, porque nace en una zona rusófona en los años noventa. En aquella época, el idioma de los negocios era el ruso. De hecho, la novela podría haber empezado en ruso y haber acabado en ucraniano, como una transformación progresiva que acompaña a los personajes de la novela».

El hecho de convertir a un animal en el narrador desapasionado de las tribulaciones de esta familia y de los turbulentos años que siguieron a la caída del Muro de Berlín emparenta esta novela de Amelina con la que es, quizás, la obra maestra de Kurkov: Muerte con pingüino. Aquel pájaro bobo, si bien no era el narrador, sí era el hilo conductor de una trama que mostraba, entre el humor absurdo y la memoria trágica, la descomposición de un orden y el auge de una siniestra casta de empresarios-gángsteres que iba a dominar el nuevo país y la vida de sus habitantes.

Victoria Amelina, entre la vida y la muerte
Portada de ‘Un hogar para Dom’. AVIZOR

Amelina creía que la historia de Ucrania es, en cierto modo, universal: «Es la historia de un héroe que lucha por mantener una identidad por la cual ha sido intimidado y perseguido. Es casi un cliché hollywoodiense. Todo el mundo puede entenderlo». Esta identidad, sin embargo, no terminó de homogeneizarse hasta que Putin empezó la guerra. La propia Amelina admitía que «Ucrania tiene muchos corazones». Ella misma nació en Leópolis (ciudad en la que también transcurre la historia de Un hogar para Dom), al noroeste del país, y allí se han solapado banderas, lenguas y religiones a lo largo de los siglos. Aún hoy, paseando por sus calles, pueden verse los rastros de un pasado judío, polaco, tártaro, alemán, austro-húngaro… El escritor Stanislaw Lem, uno de los grandes popes de la ciencia-ficción, también nació en Leópolis, era judío, escribía en polaco, gracias a la parte católica de su familia pudo salvarse del Holocausto (en el que colaboró activamente una buena parte de la población ucraniana) y sólo después de la Segunda Guerra Mundial fue enviado a Cracovia, al país que los soviéticos consideraron que pertenecía por cultura. Su vida, de alguna manera, resume la azarosa historia de su país natal. Victoria Amelina hace que su familia de ficción viva en la misma casa en la que Lem pasó su infancia y abre su novela con una cita suya.

Ese hogar que aparece en el título forma parte de un juego de palabras bilingüe. Dom es el nombre del perro, pero también significa «casa» en ruso. El título original, Dim dlja Doma [literalmente ‘Una casa para Casa’] , resuena de forma diferente en los oídos de los ucranianos que comparten (o compartían) ambas culturas y que hoy ven su hogar arrasado por las bombas.

«Me gustaría aclarar que este no es un relato maniqueo –explica Cajigas, su editor, en la presentación del libro– . Aquí, en modo alguno, se presenta a los ucranianos como buenos y a los rusos como malos. Eso sería demasiado simplista. Es una familia que tiene una parte rusa y otra ucraniana, y quedan reflejadas ambas visiones de la realidad. No es un panfleto político».

*Actualización: 3 de julio, 09.00 h.

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Comentarios
  1. Un comentario muy desafortunado, y hasta cinico, diría yo. ¿Entonces por qué el soviético Vladimir Putin justificó el ataque asegurando que habían acertado con los blancos militares que buscaban? Hay que leer los periódicos antes de emitir este tipo de comentarios tan lejanos de la verdad, tan sólo por solidaridad con los rusos.

  2. Mil gracias, Armand.
    Demasiadxs vocerxs de los falsimedia que sólo contribuyen a echar más leña en el fuego….
    Zelenski no pasa de ser un mandao USA. El h. de p. de EEUU de América, como lo fué Pinochet.
    Afortunadamente en USA hay ciudadanía con sensatez que también dice NO a Zelensky y no a la guerra. (vídeo)
    La realidad es terca y no la pueden ocultar tan fácilmente, ya que incluso en el corazón del decadente país imperialista, llamado Estados Unidos, dicen muy claramente NO a Zelensky
    https://insurgente.org/ee-uu-en-nueva-york-tambien-dicen-no-a-zelensky-video/

    Julian Assange: No solo desafió a la élite político-militar de EEUU, al poner ante los ojos del mundo sus asesinatos y crímenes de guerra.
    Sobre todo desafió al periodismo corporativo, a los grandes medios, a su hipocresía y a su alianza con el poder. Libertad Julián Assange..
    Pablo González, secuestrado desde febrero del año pasado en Polonia, sin cargos ni juicio: libertad.

  3. Es muy lamentable lo de la escritora. Pero, el misil cuya explosión la hirio, no fue ruso, sino ucraniano. Y fue lanzado desde Ucrania. Incluso los ucranianos han reconocido la autoria del qué llaman » accidente». O sea, uno más de la serie, cómo la voladura del Nord Stream, el de los misiles » rusos» qué cayeron en Polonia, el ataque a la represa y los ataques a la Central Nuclear de Zaporijia.
    ¿ Zelenski está queriendo desatar una Tercera Guerra Mundial? Así lo cree el Dr. Paul Craig Roberts, profesor de una importante universidad de USA.

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