Opinión

#UnAñoFeliz (16) | Al trabajo, que le den

"La reducción de la jornada laboral propuesta por SUMAR es otra de las buenas noticias de este 'año feliz'. Ahora solo falta que ganen las elecciones y que la pongan en práctica".

Un niño juega con las olas en la playa de Mónsul (Almería). ÁLVARO MINGUITO

Este artículo pertenece a la serie de José Ovejero #UnAñoFeliz, cada dos semanas en ‘La Marea‘.

Cuando era niño pregunté a mi padre algo que me inquietaba: si él creía en el infierno, del que me hablaban continuamente en el colegio y me tenía aterrorizado (supongo que no estaba muy convencido de mis virtudes para escapar de él). Su respuesta me desconcertó. Para él, quien era trabajador se lo merecía todo; por el contrario, los vagos merecían, así lo dijo, morirse.

No me sirvió de mucho en mis indagaciones sobre el más allá, pero me dejó claro el significado del trabajo, que no era entonces tanto una necesidad como una actividad definitoria del valor de una persona (de un hombre). Que esa fuese la ética de un obrero como mi padre solo me añadiría perplejidad mucho más tarde, cuando comprendiese que los explotados a menudo asumen los valores de quienes los explotan, y no solo porque algunos esperan un día cambiar de bando.

Supongo que mi padre se habría escandalizado si hubiese leído Gozo, de Azahara Alonso, en el que la autora afirma: «…uno de mis escasos (y hasta ahora secretos) objetivos: ser improductiva». Su libro es una defensa no del ocio ni de las vacaciones, esos dos inventos cuya finalidad es aumentar la productividad durante la actividad laboral, sino de una vida en la que el trabajo esté reducido al mínimo indispensable. «… quiero que todos mis días sean libres…», escribe también, y que desea tener un trabajo lo menos serio posible y, desde luego, nunca encariñarse con él.

Los objetivos de la narradora van claramente en contra de esa «España que madruga», que no se le cae de la boca a nuestros políticos de (ultra)derecha. Esa España, sin embargo, a la que intentan negar un salario mínimo decente, una jubilación temprana y una jornada laboral tal, que disfrutar la vida no sea un mero paréntesis entre fases de producción. En realidad, a quienes representan es a la España que hace madrugar a otros. 

Creo que mi padre no habría podido entender a personas como Azahara Alonso. ¿De qué quieren vivir si no trabajan? ¿Esperan que se lo regalen? Es verdad que él creció durante un tiempo en el que aún se creía que trabajando, arrimando el hombro, se conseguiría un progreso imparable y una mejora incesante de las condiciones de vida. Además, en aquellos años en los que los ordenadores unidos a la maquinaria aún no se encargaban de buena parte de la producción, vivir sin trabajar significaba esperar que otros trabajasen por ti. 

Hoy producimos y consumimos mucho más de lo que necesitamos, y de paso, disculpen la obviedad, destruimos el bienestar de futuras generaciones. Sin embargo, seguimos comportándonos como los galgos que persiguen a la liebre mecánica, creyendo que le daremos alcance. Ayer leía el anuncio de una batería para cargar portátiles y móviles que te permite seguir trabajando aunque pases una semana en medio de la naturaleza (un concepto que queda así desvirtuado). El argumento de venta es la libertad, ese comodín para enmascarar distintas formas de esclavitud: así no estás obligado a trabajar en la oficina o en casa; puedes hacerlo desde lugares idílicos. El mensaje de que gracias a la batería trabajarás incluso en la playa no resultaba atractivo.

No sé qué pensaría hoy mi padre de la promesa de SUMAR de reducir la jornada laboral si llegan al Gobierno. ¿Despotricaría aún contra esa tanda de vagos izquierdistas? Mi padre se jubiló a los cincuenta y pocos después de haber ahorrado lo suficiente como para permitírselo. Él pudo descubrir una vida sin horarios ni imposiciones, en la que decidía cada mañana a qué dedicar su tiempo. Su discurso sobre el trabajo, sin embargo, no cambió. Le parecía que había adquirido su privilegio, precisamente, a fuerza de trabajar.

Aunque no tenga mucho sentido entrar en una discusión póstuma con él, si lo tuviera delante, le diría que encuentro pocas medidas más sensatas que la reducción de la jornada laboral en un mundo en el que la desocupación aumenta desde hace décadas y se prevé que siga aumentando, y cuando el incremento de la productividad hace tiempo que solo lleva a una mayor acumulación de capital en pocas manos.

El problema con los valores, como con las tradiciones, es que tienden a sobrevivir las condiciones históricas en las que tuvieron sentido. Si la capacidad de producción nos ha traído, en conjunto, un bienestar impensable hace cien años, esa misma capacidad se ha vuelto destructiva (o ya lo era y nos hemos dado cuenta tarde de su potencial destructivo). Si una vida de esfuerzo tuvo justificación en algún momento, ahora su opuesto sería lo sensato. Trabajar menos, disfrutar más, aprender por el gusto de hacerlo, relacionarnos con los demás no por razones laborales sino por nuestras afinidades y deseos compartidos.

Por eso pienso que la promesa de SUMAR es otra de las buenas noticias de este «año feliz». Ahora solo falta que ganen las elecciones y que pongan en práctica lo prometido.

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Comentarios
  1. Comparado como les va a otros pueblos se puede decir que somos afortunados,… por ahora.

    Pueblo palestino, por ejemplo:
    Bajo el actual gobierno israelí de extrema derecha, el robo de tierras, la anexión, la limpieza étnica, las demoliciones de viviendas, la expansión de los asentamientos y los pogromos contra el pueblo palestino perpetrados por «milicias de colonos armados y fascistas» están aumentando a un ritmo alarmante.
    En Jerusalén Este, al menos un tercio de todas las viviendas palestinas corren peligro de demolición, lo que supondría el desplazamiento forzoso de unos 100.000 palestinos/as. Las fuerzas israelíes y los colonos ilegales también profanan y obstruyen persistentemente el acceso de los/las palestinos/as a nuestros lugares sagrados musulmanes y cristianos en la Ciudad Vieja ocupada de Jerusalén.
    La empresa vasca de transportes CAF, en asociación con la constructora israelí Shapir, construye y explota líneas de tranvía para el Tren Ligero de Jerusalén (JLR), un sistema de transporte que apoya la anexión ilegal de iure de Jerusalén Este ocupada por Israel. También facilita la expansión de los asentamientos ilegales israelíes y el desplazamiento forzoso de palestinos/as de la ciudad ocupada.
    Al ser uno de los principales socios del proyecto JLR, la CAF es cómplice de estas graves violaciones israelíes del derecho internacional y de los derechos humanos de los/las palestinos/as.
    Dado que durante su AGM 2023, CAF traicionó, una vez más, sus responsabilidades sociales y continúa su participación en el JLR, hacemos un llamamiento a todo el mundo para intensificar nuestra campaña #CAFBájateDelTrenDelApartheidIsraelí hasta que la empresa CAF ponga fin a toda complicidad en el apartheid israelí, el colonialismo de asentamientos y la ocupación.
    https://bdsmovement.net/es/news/activistas-junta-accionistas-caf

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