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La mirada de la víctima

Mario Calabresi es hijo de un comisario asesinado durante los ‘años de plomo’ en Italia. En ‘Salir de la noche’ reconstruye su tragedia pero también el desgarro, el trauma y la necesidad de salir adelante de toda una familia.

Detalle de la portada de 'Salir de la noche', de Mario Calabresi. LIBROS DEL ASTEROIDE

En el prólogo de este libro, Enric González hace un resumen sucinto de la violencia que atravesó Italia desde finales de los años sesenta a los ochenta del siglo pasado, los llamados «años de plomo». Nos cuenta, a través de unos pocos jalones, la estrategia impulsada durante la Guerra Fría para evitar que Italia se escorase hacia el comunismo: provocar el terror mediante atentados realizados por la ultraderecha con la connivencia y la protección de la CIA, de miembros del gobierno italiano, de los servicios secretos, de la logia P2 y con financiación del Banco Ambrosiano, que manejaba los fondos del Vaticano. Para que la estrategia funcionase, era fundamental atribuir los atentados y asesinatos a la extrema izquierda y a los comunistas, y que así la opinión pública se alinease con posturas atlantistas. En efecto, ante el miedo a un golpe de Estado –hubo al menos un intento, encubierto por Andreotti–, a la vuelta del fascismo y a la represión violenta de los movimientos obreros, surgieron varios grupos revolucionarios, entre ellos las Brigadas Rojas, cuya acción más sonada fue el asesinato de Aldo Moro.

Pero el libro nos habla sobre todo de otro asesinato: el del comisario de policía Luigi Calabresi, a quien se acusaba desde los medios de izquierda de haber matado, arrojándolo por la ventana, al anarquista Giuseppe Pinelli, tres días después de una matanza provocada por fascistas en Milán –se culpó de ella a la izquierda–. En la opinión pública se instaló la idea de que Calabresi era el responsable de la muerte de Pinelli; a ello contribuyó que la policía no se esforzase en aclarar las circunstancias en las que ocurrió. Señalado y amenazado por la prensa y los movimientos izquierdistas más beligerantes, el comisario parecía sentenciado a muerte. Y lo estaba. El 17 de mayo de 1972 alguien le disparó por la espalda y lo remató de un tiro en la nuca; años después se acusó y condenó por el asesinato a varios miembros de Lotta Continua.

Mario Calabresi, el autor del libro, es hijo de aquel comisario. En las páginas de Salir de la noche reconstruye no solo los hechos, sus causas y sus consecuencias jurídicas, sociales y políticas. Sobre todo es la narración de lo que sucede en una familia en la que asesinan a uno de sus miembros. El desgarro, la impotencia, el trauma imborrable, la necesidad de seguir adelante, de no dejar que toda la vida de cónyuges e hijos sea arrasada por la tragedia. Aprender a lidiar con el rencor, con la rabia. Convivir con una sociedad que decide culpables e inocentes sin atenerse a las pruebas. Mantener la fidelidad a la memoria pero al mismo tiempo no dejar que la memoria se coma el presente y el futuro. Descubrir la verdad, en la medida que esto es posible en medio de tantos silencios, tergiversaciones, manipulaciones.

Confieso que durante varios pasajes del libro me he emocionado. Es casi imposible no sentir empatía con el niño, adolescente, adulto que narra su dolor y el de su familia. También con su deseo de justicia y de reparación. Pero el libro no es solo un recorrido sentimental –en la mejor acepción de la palabra– por los estragos causados por la violencia política. Es también una defensa del honor del padre (al menos de la presunción de inocencia) y de la necesidad de que la sociedad se haga cargo de las víctimas. Ese «hacerse cargo» implica no someterlas a presiones para que perdonen o sean clementes, ofrecerles la ayuda que necesitan, también sicológica, y, en la medida de lo posible, reparar el daño recibido.

Las víctimas y la política

Al mismo tiempo, Calabresi no pretende que dichas víctimas dicten la política penitenciaria. El dolor particular no puede ser el que dicte la normalización, o no, de la vida política de un país. Calabresi escribe: «…no considero que las instituciones deban pedir permiso a las víctimas para legislar, para decidir si conceder un indulto, un permiso como recompensa, una libertad provisional o vigilada. Son cosas que deben hacerse en aras del interés general, que puede no coincidir con el de los “familiares de las víctimas”…».

De la misma manera, leer de forma empática Salir de la noche no significa estar de acuerdo con las apreciaciones que hace el autor sobre la culpa o la inocencia de los implicados. Tampoco sobre las condiciones del surgimiento de la violencia. Al leer el libro me decía que si solo atendiésemos al dolor individual ninguna revolución habría sido posible durante la historia. Ni siquiera, por citar un caso extremo, la lucha contra el nazismo, porque toda violencia, también en legítima defensa, provocará dolor, en ocasiones injusto. Sin embargo, atender a ese dolor es imprescindible para preservar nuestra humanidad.

La lectura de Salir de la noche nos empuja a repensar no solo lo que sucedió en aquellos años en Italia, sino lo que sucede en cualquier sociedad sometida a la violencia política –y todas lo han estado, más o menos recientemente–. Y a examinar también cuáles aceptamos, de cuáles somos cómplices o testigos mudos. Este nunca es un ejercicio superfluo.


Salir de la noche

Mario Calabresi
Prólogo de Enric González
Trad. Carlos Gumpert
Libros del Asteroide, 2023

La mirada de la víctima
Portada de ‘Salir de la noche’, de Mario Calabresi.

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