Cultura

Preguntas como porras

Hay otro tipo de brutalidad policial: la que se comete con las emociones. ‘Upon Entry’ retrata un interrogatorio en la aduana de Estados Unidos. El resultado, además de una contundente denuncia social, es un prodigio de tensión e interpretación.

Alberto Ammann y Bruna Cusí en una escena de 'Upon Entry'. KARMA FILMS

En una de las aventuras de Pepe Carvalho, el detective de Vázquez Montalbán es requerido en una comisaría.

–Siéntese y espere –le dicen.

Y Carvalho se sienta, temiendo que la espera sea «una sábana negra como una noche entera pasada en blanco». El talento poético del autor para describir a la fauna callejera que confluye allí es deslumbrante. Como lo es también su descripción física de lo que significa ser interrogado y estar en manos de la autoridad durante un tiempo que podríamos llamar «suspendido». La comparación es un poco problemática, porque cuerpo y emociones no son exactamente lo mismo, pero merece la pena respetar la integridad de la cita:

El detenido recuperará en el calabozo su identidad y descubrirá hasta qué punto ha perdido, con la clara conciencia de que en este juego era imposible ganar. Aunque sea unas horas, algo te han quitado que nunca nadie te devolverá: el vértigo del barranco que hay que saltar desde la orilla de lo que tú crees ser a la orilla de lo que los policías quieren que seas. Como antes y después de la primera vez que te violan.

Esa sensación de angustia, desesperación y suciedad es exactamente lo que consiguen transmitir los directores Alejandro Rojas y Juan Sebastián Vásquez en su película Upon Entry (La llegada). Cuentan la historia de Diego (Alberto Ammann) y Elena (Bruna Cusí), una pareja que pretende empezar una nueva vida en Estados Unidos. Él es un urbanista venezolano; ella, una bailarina catalana. Tienen sus visados perfectamente sellados y en regla, pero son retenidos en la zona de inmigración del aeropuerto de Nueva York. Allí empieza su pesadilla.

La película, que funciona como un reloj, se va convirtiendo en una mezcla de thriller y asfixiante drama psicológico con cada una de las preguntas de los agentes de aduanas. Es, en definitiva, un retrato crudo de la violencia del Estado, que en casos como éste sabe cómo torturar sin dejar huellas exteriores. Tras pasar por sus manos, efectivamente, nada vuelve a ser igual.

No hemos hecho nada

Para el cine y la televisión los interrogatorios poseen siempre una gran carga dramática. En ellos basa gran parte de su fuerza una serie tan vibrante como Line of Duty, por ejemplo. En el cine a menudo se convierten en un tour de force interpretativo entre el interrogador y el interrogado. El de Lino Ventura y Michel Serrault en Arresto preventivo (1981) es inolvidable. El de Depardieu y Polanski en Pura formalidad (1994) destaca por el enorme desasosiego que provoca (aunque su final sí que es olvidable). Pero el caso es que en todos ellos interviene el enigma policial. Se trata de sospechosos de un crimen respondiendo a las preguntas de un investigador. Nada de eso ocurre en Upon Entry y por eso es una película tan especial.

Ni Diego ni Elena han cometido ningún delito, pero la indagación a la que son sometidos es una profanación de su intimidad, un abuso emocional que también podría definirse, perfectamente, como brutalidad policial. Incruenta, sí, pero brutal en cualquier caso. Esa forma de actuar no se entendería ni aun siendo criminales, pero es que ellos no son más que dos migrantes con papeles, dos jóvenes que se quieren y que buscan un futuro juntos. Y la autoridad que los retiene amenaza con destruir todo eso.

Rojas y Vásquez son venezolanos y saben de lo que hablan. A ellos y a miles de personas les ha pasado lo mismo «en aduanas del mundo, no sólo en Estados Unidos. En España también pasa, en Europa también pasa», explicaba ayer mismo Juan Sebastián Vásquez en la Academia de Cine. «Cuando empezamos el proyecto nos dimos cuenta de que era fácil encontrar gente que ha sufrido abusos verbales y psicológicos por parte de policías. Es algo bastante traumático, pero no se hablaba de ello».

El extraordinario guion de Upon Entry, además, hace hincapié (de forma muy sutil, con mucha finura) en las diferencias culturales que existen a la hora de afrontar un problema en la aduana. Diego (sudamericano) y Elena (europea) no responden de igual forma a la policía. No pueden hacerlo. «Una persona europea está educada en sus derechos y en la posibilidad de reclamarlos. Eso es lo que plasmamos en Elena», explica Vásquez. «Por ejemplo, cuando los agentes le preguntan si quiere tener hijos, su respuesta automática es decir: ‘¿Cómo se atreve a preguntarme eso? Ese tema no es de su incumbencia’. ¡A un venezolano jamás se le ocurriría responder así! Eso no se le dice a un policía, ni en Venezuela, ni en Europa, y mucho menos en Estados Unidos. Para nosotros era importante mostrar eso, mostrar cómo nos forman como personas, y cómo eso acaba afectándote e influyendo en tus decisiones».

«Diego es un personaje que tiene miedo al conflicto, más que una necesidad de mentir. Es también una necesidad de sobrevivir, y nosotros como venezolanos venimos de ahí: ‘¿Qué digo y qué no digo?’. Porque ser simplemente yo puede ser un problema», ilustra Vásquez.

La veracidad que transmite la película es tan grande que hasta se hizo acreedora de un premio muy especial: en el festival Reims Polar, en Francia, dedicado al cine policiaco, se llevó el galardón de la audiencia y el del jurado de la policía. «Durante la ceremonia de entrega de premios dijeron que Upon Entry retrataba muy bien… ¡cómo son los procesos policiales en interrogatorios!», cuenta Vásquez con ironía. «No me extraña que lo reconozcan. Me parece muy valiente por su parte. Porque avala nuestro trabajo. No tuvimos la necesidad de reunirnos con ningún policía para la escritura del guion porque nosotros ya habíamos vivido todo eso». La esposa de Alejandro Rojas, por ejemplo, también es profesora de danza, y algunos de los momentos más humillantes a los que someten al personaje de Bruna Cusí están sacados directamente de su experiencia personal.

Este pequeño prodigio (77 minutos de dolorosa incertidumbre) se rodó en 17 días, siguiendo la historia en sentido cronológico. Así, explica Rojas, el reparto conseguía mantener una tensión emocional que iba creciendo día a día. «Rodaban unas ocho o diez páginas diarias. A nosotros, como directores, nos impresionó mucho su trabajo. Que consiguieran soltar ese texto, con esa exactitud, fue algo increíble». Alberto Ammann fue premiado con la Biznaga de Plata al mejor actor en el pasado Festival de Málaga. Tanto él como Bruna Cusí (como sus antagonistas en el limbo aduanero, Laura Gómez y Ben Temple) logran contagiar su ansiedad de una forma verdaderamente escalofriante.

Quizás a ustedes, al salir del cine, les ocurra lo mismo que a Carvalho al salir de la comisaría y recuperar «el aire fresco y negro de la calle»: «Creía tener el hambre y la sed del que no ha comido ni bebido en varios días. Creía tener la barba crecida del que no se ha afeitado en una semana. Y todo por cuatro horas de retención».


‘Upon Entry’ se estrena en cines el 16 de junio.

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