Cultura

¿Está España preparada para una película como ésta?

Pablo Maqueda dirige ‘La desconocida’, un filme basado en ‘Grooming’, la retorcida obra de teatro de Paco Bezerra. Con ellos mantuvimos un sugestivo debate sobre los límites del arte.

Laia Manzanares en una escena de 'La desconocida'. DANIEL MAYRIT

La pregunta que da título a este artículo se la hicieron al director Pablo Maqueda cuando presentó La desconocida en el pasado Festival de Málaga. Era pertinente, además de un excelente titular que tomar prestado (gracias, colega). Quizás un poco tremendista, pero precisamente por eso era perfecto para deambular y especular en torno a los límites del arte. Quienes vieran en su día la obra de teatro en la que se basa la película, Grooming, del dramaturgo Paco Bezerra, sabrán por dónde van los tiros: es la historia de un acosador sexual online que se cita con una menor de edad en un parque solitario para abusar de ella. Sin destripar nada de la trama diremos únicamente que la narración, conociendo el ideario teatral de su creador, no podía reducirse a eso.

A Bezerra le gusta desafiar al público, cambiarle el paso y ponerlo ante dilemas difíciles de resolver. Prefiere las preguntas a las respuestas. Y sus preguntas, enunciadas a menudo con ánimo provocador, dejan a los espectadores en una posición incómoda, rumiando una respuesta imposible. «Eso lo aprendí de Paco mientras escribíamos el guion», explica Maqueda. «¿Cuántas preguntas podemos hacernos con esta secuencia? ¿Cuántas preguntas provocará este giro? No se trata sólo de jugar con el espectador, sino de que éste salga del cine removido, agitado, haciéndose preguntas sobre sí mismo».

«El arte debe hacer reflexionar. Si te da la respuesta, si te lo da todo mascado, no puedes reflexionar. Para mí, las buenas obras de teatro son aquellas que no te dan respuestas. Un enemigo del pueblo, por ejemplo. O Antígona: si eres fiel a tu corazón, eres infiel al Estado. Y al contrario, si acatas la ley, eres infiel a tu corazón. ¿Qué haces? ¿Qué eliges?», se cuestiona Bezerra, quien enarbola un discurso vehemente sobre la naturaleza perturbadora del arte. «Imagine que tiene usted que elegir entre un trabajo y una amistad. ¿Qué hace? ¿Apoyaría a su amigo o pesaría más el bolsillo? Así es como entiendo yo el hecho artístico». Ese arte, el que interpela e importuna, se prostituye, a su juicio, «buscando lo comercial para que la gente no se haga preguntas, lo que termina aborregando a la sociedad».

Bezerra, desde sus postulados escénicos, impugna inevitablemente otras obras menos crípticas, más accesibles para el público medio. Quedaría descartado, por ejemplo, todo el teatro de Albert Camus o Bertolt Brecht, quienes, desde la posición elevada del intelectual y desde un posicionamiento ético muy claro, están empujando al espectador a una toma de conciencia y hacia una determinada visión política. «Yo comulgo en lo personal con Bertolt Brecht, lo hago como ciudadano –aclara Bezerra–, pero intento no utilizar el teatro como portavoz de mis ideas. No quiero utilizar mi privilegio como escritor para decirle al público cómo tiene que pensar. Como ciudadano sí lo hago. Como ciudadano yo sí señalo al que considero que es el enemigo».

A sus enemigos políticos los conoce ya casi todo el mundo: la Comunidad de Madrid desprogramó de los Teatros del Canal su obra Muero porque no muero, un monólogo que resucitaba a santa Teresa de Ávila y la colocaba en la actualidad. Su periplo por los bajos fondos, acompañando a prostitutas y drogadictos, compartiendo sus dolores y su forma de vida, escandalizó a sectores cristianos del gobierno madrileño, que maniobraron para censurar la obra. Y lo lograron. No hay dramaturgia sin conflicto, y éste, en aquella ocasión, rompió la cuarta pared y llegó hasta la Asamblea de Madrid, donde Bezerra defendió su obra de forma elocuente e irreprochable. Tiene ese don. Ejecuta la esgrima dialéctica con ardor y seguridad. Veamos un ejemplo.

Usted siempre dice que prefiere las preguntas a las respuestas. Pero eso abre la puerta a la indefinición, a la ambigüedad, a una cierta amoralidad. ¿No hay un límite?

En las respuestas sí hay límites. En las preguntas, no. Yo no puedo decir: «Esclavizad a los negros porque, por el simple hecho de ser negros, son inferiores». Sin embargo, sí puedo hacer la pregunta: «¿Creéis que los negros, sólo por tener un tono de piel diferente, son inferiores a los blancos?». En las preguntas no hay límites.

Nadie en su sano juicio pronunciaría una pregunta como esa en voz alta. Es una aberración.

Pero es que hay mucha gente que lo piensa. Le sorprendería ver cuánta gente respondería que sí. En la pregunta yo no emito un juicio. Lo peligroso es lo que tú respondas, no lo que yo pregunte. Y así se genera un debate. Yo no incluyo ninguna respuesta, no estoy diciendo lo que es bueno y lo que es malo, por eso puedo hablar de todo.

Pero hacerse según qué preguntas también es peligroso. Aun desde su posición, usted asume unos riesgos. Y podría llegar el día en el que nadie quisiera representar sus obras o se convierta usted en un apestado.

¿Por qué? ¿Por hacer preguntas?

Sí…

¡Qué paradoja! Le pondré otro ejemplo. Este, real. El otro día Ana Rosa Quintana se refirió al supuesto delito de pederastia cometido por el modisto Francis Montesinos. Y dijo: «Bueno, es que como [la víctima] era árabe, para nosotros es más difícil percibir que era menor de edad». Decir eso sí que me parece escandaloso. Pero es diferente si yo planteo la siguiente pregunta: «¿Creéis que las personas racializadas efectivamente aparentan más edad y que por eso los pederastas que atentan contra ellas deberían tener una rebaja en la pena?».

Otra barbaridad…

Pero si yo sólo estoy haciendo una pregunta. ¡Ana Rosa ha respondido que sí! ¡Lo ha dicho en prime time, en la tele, y no pasa nada! ¿Y el polémico soy yo? Ella ha dicho que con los blancos está claro si son mayores de edad o no, pero que con los negros o los moros es diferente. A ellos sí nos los podemos follar porque, claro, como están más desarrollados no sabemos si tienen 15 años o 18.

Pero es que Ana Rosa se puede permitir decir cualquier cosa, pero usted a lo mejor no.

¿Cómo que no? Aquí estoy.

No crea que le estoy atacando, de verdad. Si acaso es al contrario, lo digo más bien para protegerlo.

En cualquier caso, si usted opina que yo estoy en riesgo porque formular estas preguntas en mis obras puede hacer que no represente nunca… pues me parece bien. No representaré nunca. Lo que no voy a hacer es escribir otra cosa en pos del mercado. Para ganar dinero me dedicaría a otra cosa. Si yo escribo es porque tengo un compromiso con la cultura y con el arte, no un compromiso con mi bolsillo. Hay quienes, efectivamente, tienen un compromiso con su bolsillo y, claro, así hacen las películas y las obras de teatro que hacen. Lo que Pablo Maqueda y yo estamos haciendo es un ejercicio de libertad. No estamos vendiendo palomitas. Y creo que también hay un espacio para nosotros. Si nos dejan, claro. Cuando ya no me dejen, pues ahí tiene el libro [señala el volumen que reúne todo su teatro]. Lo puede leer. A lo mejor llega un día en el que tampoco lo pueda leer. Pero, bueno, yo podré seguir escribiendo en mi casa.

Rodaje de 'La desconocida', basada en la obra de Paco Bezerra
Pablo Maqueda (centro) junto a Laia Manzanares y Manolo Solo en el rodaje de La desconocida. FILMAX

En torno al tabú

¿Qué tiene La desconocida (y en su día Grooming) para resultar tan incómoda? Pues que gira en torno al sexo no convencional y lo lleva al extremo. «Durante la escritura del guion, lo que más nos motivaba eran esos secretos que no compartimos con nuestro entorno, a veces ni siquiera con nuestra propia pareja. Hay secretos que pueden ser naífs, pero otros pueden destrozar la vida de una persona. Esos secretos hablan de nuestros tabúes, de lo que consideramos normal y de lo que no», explica el director.

Pablo Maqueda, a la hora de contar esta historia con imágenes, se apoya sobre todo en el trabajo excepcional de sus protagonistas (Laia Manzanares y Manolo Solo), inclinándose por una puesta en escena elusiva. Le interesa más el concepto que la materialización, cruda y directa, de las acciones (perturbadas o directamente delictivas) ante la cámara. Sugiere más que enseña. Hitchcock, maestro de la morbosidad, también lo hacía así. Que aparezca en el texto de Bezerra no es casualidad. Para Maqueda esa fue la puerta de entrada a la obra.

«Me estaba hablando directamente a mí», confiesa que pensó cuando vio esta historia sobre las tablas. «De alguna manera, Paco me estaba diciendo: ‘Voy a abrir esta pieza hablando de Hitchcock, el director por el cual tú te dedicas a esto’. Hay un personaje que dice: ‘A mí Hitchcock me ha enseñado a entender muchas cosas, pero no del cine, de mí’. Y cuando en Grooming se hablaba del cine, del juego con el público, de las expectativas frustradas, de la condición humana y sus secretos, vi que ahí había una película en la que yo podía aportar algo como director».

Maqueda quería reproducir en su filme lo que vio que entonces ocurría entre el público: «Estaban en shock. No sabían qué estaba pasando. Por eso mi puesta en escena va también en esa línea: cómo incomodar desde el fuera de campo, desde el desenfoque, desde el montaje, cortando una secuencia de manera brusca… Para que salgas del cine haciéndote muchas preguntas».

«Con Haizea G. Viana, la tercera guionista de La desconocida, hablamos mucho de David Lynch. Yo recuerdo que cuando vi Mulholland Drive (2001) salí del cine muy inquieto, casi enfadado, porque no me habían dado todas las claves para entender la película. Con el paso del tiempo se ha convertido en una de mis películas favoritas», asegura Maqueda.

Básicamente, hay tres formas de contar una historia: la obvia, la sugerente y la críptica. Un teórico del arte diría que esas tres formas responden a las etapas de un camino que va desde el clasicismo a la vanguardia. Ernst Lubitsch se situó en la etapa intermedia y acuñó una fórmula magistral: «No le des al público cuatro. Dale dos más dos y te adorará siempre». Su público, aunque no lo viera todo, sí lo entendía todo. Otros autores, creadores de ambientes inquietantes, no son partidarios de ir tan lejos. En ellos, y en otros maestros del thriller contemporáneo, es donde encuentra Maqueda su inspiración: «Hay un tipo de historias retorcidas que me interesan mucho. Son las que cuentan cineastas como Michael Haneke, Yorgos Lanthimos o David Fincher. Pero quizás mi máxima referencia a la hora de hacer esta película sean los thrillers coreanos de directores como Park Chan-wook (Oldboy) o Bong Joon-ho (Parásitos)».

En el listado hay una omisión, consciente o inconsciente, que salta a la vista: Roman Polanski. En La desconocida hay planos (como cuando Manolo Solo se mira al espejo pero el público no puede verle la cara) que remiten directamente al cineasta polaco. La relación traumática con el sexo ya estaba en Repulsión (1965). La obsesión morbosa y el ambiente inquietante presidían El quimérico inquilino (1976). Y el juego de poder en torno al sexo centraba la trama de La Venus de las pieles (2013). Pero hoy no se puede reivindicar la figura de un pederasta que lleva 45 años en busca y captura. ¿Y por qué? Pues porque para todo hay límites. Incluso en el arte.


‘La desconocida’ se estrena en cines el viernes 9 de junio.

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Comentarios
  1. A día de hoy Ana Rosa se puede permitir decir cualquier cosa pues está super promocionada, protegida, además de bien cebada, por los amos del cortijo; pero ¡ojo! que torres mal altas han caído y ya sería hora de que esta mentirosa, manipuladora y arrogante mujer cayera, como mínimo, en el olvido pues de su boca creo que aún no ha salido algo veraz, sabio y constructivo.
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    Las Elecciones en la Era Digital: Entre la Información y el Espectáculo»
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    En un recientísimo artículo suyo titulado «Las redes sociales se adueñaron de la campaña electoral del 28M».
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    En términos sencillos, las redes sociales parecen operar en un universo separado de las leyes electorales. Mientras que las leyes establecen reglas claras para la campaña electoral, las redes sociales pueden inundar a los usuarios con anuncios políticos adaptados a su perfil, en cualquier momento y sin ninguna limitación.
    Los datos muestran que el 88% de los españoles usan las redes sociales para obtener información, especialmente los jóvenes. De hecho, el 93% de los españoles entre 16 y 24 años, y el 80% entre 25 y 34 años, utilizan algún tipo de plataforma digital para interactuar.
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    Sin embargo, el resultado ha sido un incremento en el analfabetismo político: hay más énfasis en el marketing y el entretenimiento que en las políticas reales. En lugar de buscar información valiosa, las personas se ven atraídas por lo que es viral. Así ha sido en las recientes campañas electorales en España.
    Según Serrano, la conclusión es simple: las redes sociales han cambiado la forma en que se realiza la publicidad y la información electoral, rompiendo los métodos establecidos de equilibrio y pluralidad. En lugar de un mensaje político bien fundamentado y una propuesta sólida, a menudo nos encontramos con un espectáculo emocional y simplista. Es importante entender estos cambios para poder participar de manera informada en el proceso político.
    https://canarias-semanal.org/art/34451/pascual-serrano-el-sutil-poder-de-las-redes-sociales-en-la-politica-democracia-o-manipulacion

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